mirlo, hembra |
mirlo, macho |
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los dos |
9, marzo, 2019
Ya están aquí, bien de mañana, los mirlos, macho y hembra, como cada año, y
de cuando en cuando juguetean en el aire como para aparearse. Él con su pico amarillo limón y su plumaje
azabache, y ella más cercana al color de
los pardales, pero igualmente hermosa. Como son fieles a las personas y a los
lugares, y este paraje de la Moldería tiene agua, árboles, insectos, lombrices…,
no se dejarán arrebatar su paraíso y lo defenderán en toda la contorna con las
patas tiesas y revoloteando, si algún intruso, de su misma especie, se
acercase. Ignoro si los pájaros libres aprecian nuestras acciones, pero dado
que el mirlo no se ha asustado con mi presencia, y que algo a él me acerco, auxiliado de la cámara fotográfica, probable es que se muestre agradecido o le
genere confianza. Tengo esta impresión porque el año pasado el gato me lo llevó
‘atestallado’ mientras faenaba en la huerta, y lo acercó a
mis pies, como suelen a veces hacer con sus presas; el gato me miraba y yo lo
miraba a él airado, para que no le echase la zarpa. Se dejó coger y lo llevé lejos, lo posé donde más cuajada de hojarasca está la arboleda; volví a los cinco minutos, no sin cerciorarme de que había despistado a mi inquieto felino, y hasta que no me acerqué a él no levantó el
vuelo. Se perdió en el horizonte, camino a la vieja vía del tren del Oeste;
pero al día siguiente, como cada tarde, hasta que oscureció, allá estuvo, en los altos
cables de la luz que enfilan hacia Nistal, con un canto que parece celestial al
hombre, pero que es aviso, para otros mirlos, de cuál es su exclusivo territorio.
14, febrero, 2018.
San Valentín en el Palacio
Cercanas las seis y media de la tarde, como puedes apreciar, ni gota de nieve queda ya en la plaza del Palacio;
tampoco en sus jardines, amparados por la
balconada amurallada del noreste, desde la que se atisban altiplanicies
cultivadas. Antes de que pusieran todos
los postigos, incluidos los del foso, ya avanzada la primera década del XX, se
alojó en las bodegas el Mago, nacido del
genio de Gaudí. Suyos son, en la noche,
los grandes salones, los contraluces de las vidrieras, donde cobra vida la
santidad de María, y Adán y Eva,
despojados de sus vestimentas, por su pecado original. ¿Puede un mago agitarse,
arder de pasión, en su soledad, el día de san Valentín? Probablemente, porque, ahora que ya se acerca la anochecida,
está al acecho de que esas luces artificiales que, tenuemente, dan vida a las
vidrieras, se apaguen definitivamente; y ansía se vayan los forasteros, los empleados,
para quedar como un guardián, al tanto de
silenciar la cantarina alarma, si necesario fuese. Digo, seguramente, porque mientras en las
demás noches del año se pasea silencioso por su dominio palaciego como un
emperador, en esta de San Valentín, si bajas a El Melgar, y te sitúas, en la
muralla, a la altura del portón con
herrajes precintado, la que aboca al foso, sentirás sus gemidos; y si subes a su plaza y bordeas el contorno pétreo blanquecino, desde
el ábside —esa hijuela del catedralicio—,
hasta la zona ajardinada, oirás cómo se
adentra furioso, de chimenea en chimenea, y exhala unos alaridos, nacidos del
eco de sus agitados truenos.
(Suerte de pregón con motivo de la celebración del Día del Libro, por la asociación vecinal de San Andrés, Los Arrieros. La han denominado, para aglutinar todas sis actividades, como "Libros Libres").
23,
abril, 2015. Jardín de la Sinagoga
LIBROS LIBRES
Queridos
vecinos, amigos todos:
Llegáis
a este Jardín que tantos secretos de amor y de confidencias esconde, que un día perdió los negrillos y hoy ha
vuelto a recobrar su verdor, con el mejor adorno que nunca soñar pudo: miles y
miles de leyendas, de historias fantásticas, de conocimiento, en centenar y
medio de carretillos. Como peregrinos de la cultura, cuya meta será esa plaza Mayor donde la ciudad
desde tiempos milenarios viene celebrando la fiesta, a veces el duelo, y casi
siempre la amistad y la fraternal convivencia. Cercano a nosotros, pegado a la
muralla, y después extendiéndose hasta el ferrocarril del norte y remontando el
paraje de la Eragudina
hasta los altozanos de Santa Clara, el barrio de San Andrés muestra su vega, su
labrantío, entre los sones de las campanas, las de la torre de su iglesia y las
de la espadaña del monasterio de Clara de Asís. Son días en que Miguel, y otros
herederos de los labradores abonan
algunas tierras y las planean para los
frutos del otoño, pues ya en otras, como primicia dorada del estío, los cereales muestran su manto verde por los pagos de la Moldería Real.

¿Para qué esta peregrinación desde la sede la Asociación por esa
cuesta cercana a la arboleda de la
Eragudina , con estos carretillos, como 150 vagoncillos de un tren que avanza lentamente,
culebreando por calzadas, y despierta a su paso sorpresa y admiración? ¿Para
qué la compañía de estos pendones,
enhiestos como las velas de un barco bergantín, y de estos sones de castañuelas y tamboril que se templan en las dos arboledas, la de la Eragudina y esta otra
del Jardín? ¿Para qué, en fin, estos miles y miles de libros, viajados en estos
sencillos y útiles medios de transporte? Pues para pregonar, difundir y regalar
los mejores bienes que nos pueden ayudar a comprender mejor el mundo que
vivimos, a desarrollar nuestra imaginación, en suma, a dotarnos de un mayor
conocimiento de nosotros mismos y de nuestros semejantes. Y como una afirmación
de la libertad: no en vano cuantos totalitarios ha habido y hoy perduran se han
ensañado con los libros, expurgándolos, prohibiéndolos, abrasándolos en la
plaza pública.
Ya en el siglo XVI el autor anónimo de esa
primera obra, también expurgada por su
inspiración erasmista, por su trasfondo de denuncia social bajo la
apariencia de una historia divertida, el Lazarillo
de Tormes, comienza con una introducción, más que aprovechable, en la que se alude a unas palabras de Plinio
el Viejo. Este Plinio fue un procurador romano que hacia el año 73 de nuestra
era (se dice bien, hace 1942 años)
estuvo en Astorga y visitó las explotaciones del oro de las comarcas cercanas,
y de tan duro trabajó nos dejó relato escrito;
también una cita que ahora nos vale como reclamo publicitario, pues
cuando menciona a nuestra ciudad dice de ella que era una “urbe magnífica”. Pues bien de este
Plinio, como decía, el autor desconocido del Lazarillo de Tormes, a la hora de presentar la historia de este
chavalillo, Lázaro, que pasa mil
calamidades hasta que, a costa de su honra, consigue vivir con cierta holgura, dice lo
siguiente sobre lo que va a contar:
Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura
nunca oídas ni vistas, vengan a noticia de muchos y no se entierren en la
sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le
agrade, y, a los que no ahondaren tanto, los deleite. Y a este propósito dice
Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena.

Juan
José Alonso Perandones
jueves, 2 de abril de 2015
PREGÓN COFRADÍA SAN ANDRÉS 2015
2, abril, 2015

Nos correspondió escucharlo (bien declamado por José Tomás García) frente a la fachada del Seminario; el obispo, don Camilo, presidió esta “estación”. Un grupo de la Coral Teleno interpretó “Stabat Mater”, de Kodály y la “Cantata 84” de Bach. A toda la Plaza la calentaba un radiante sol, y tan solo los números primeros, los relativos a la fachada de La Comercial , estaban en sombra, como una lámina refrescante.
PREGÓN DEL SERMÓN
DE LAS SIETE PALABRAS / 2015
Juan José Alonso Perandones
Abran puertas y ventanas
en esta noble ciudad
cuantos a mí oyeren
para mejor escuchar,
pues este mandado traigo
de la sede episcopal:
“Que nadie quede ayuno
de que llagado hoy está
el Santo, Bendito Cristo,
en su parroquia leal.
Surcos de rojo carmín
bajan por su frente real;
y un torrente de sangre
y de oro corriendo va
por su pecho a la tierra
donde será manantial.
Clavados están sus pies
con espigón de metal,
y verlos deben, señores,
pues buen Redentor será.
Este viernes del Postigo
a la catedral irá,
entre flores y jazmines,
que a sus pies dejarán,
afligidos corazones,
almas con ansia de paz.
Bello es en el dolor,
sufriente en la soledad,
acércate a él dos pasos
y en sus ojos hallarás
junto a la melancolía
un gran amor celestial.
Siete dolores decir
quiere antes de expirar,
a nosotros, sus fieles,
y al que en el cielo está,
rodeado de ángeles,
más allá del sol y el mar.
Reposen los panaderos
en levadura el pan,
desistan los tocadores
de ajustar el cordal,
que es viernes de perdones,
y el tuyo has de implorar,
junto a la santa Teresa,
que de pendones sabrá,
pues a su capilla llegan
del Castro y más allá”.
Esto hago saber a todos
en un día del Señor,
sean testigos los cielos
y buenos siervos de Dios.
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2, 2, 2015
NIEVE BLANDA
A punto de dar las diez se encapotó tanto el cielo que parecía haber llegado el ocaso. Empezaron a caer copos de nieve, tantos y tan algodonados, que no podías ver que se posaban en el suelo. Desde la fachada del instituto, tras los árboles, más allá de los tejados, nadie ajeno sabría que en lo alto la lámina de cielo cuajado es realmente un inmenso muro de colores terrosos, y las oquedades del insinuado cilindro, un cimborrio que llamea cada mañana, según se alza el sol. Nada más que clareó y la nieve era ya su propio rescoldo, en la muralla, cada cual con el móvil hacía sus fotos; apenas disfrutamos media hora entre serpentinas de vellón inmaculado. El muro del seminario volvió a dejarse ver tras las desnudas ramas pobladas de nieve, pero al cimborrio, sobre un alud, parecía acecharle el peligro. Pronto la nieve blanda se hizo caudal, esta vez sin el tinte del voraz salitre, y corría cristalino por los tejados y en las trajinadas sendas. Todo eso he visto ahora en mis fotos, menos el discurrir del agua, que de los sumideros y las cunetas llegará a cualquier mar.
Iglesia Parroquial. Val de San Lorenzo |
¡Tom...! ¡Tom...!
Capilla de las Ánimas |
El Turienzo, en el Val de San Lorenzo, siempre ha sido un
río agradecido, y más en estos días de lluvia, o de nieve con su deshielo, pues
los arroyuelos que lo nutren bajan como torrenteras desde las elevaciones del
Cerro del Buey, Foncebadón, el Gallón y otras de considerable altura. Y de tal
suerte que su lecho, tantas veces esquilmado y seco en verano, es ahora un
generoso caudal, más propio de un gran río que de un afluente. A nadie ha de
extrañar tal querencia, pues no solo su agua ha golpeado briosa los rodeznos de
los molinos, sino también los batanes.
Como un eje
vertebrador de la vida de los valuros serpentea este río bajo la encimada:
en su costado oeste el caserío con su industria artesanal, y en
el de oriente una planicie de verdor arbolado. Así es este último paraje: a
continuación del jardín de Pedro Alonso, con su docto diseño y variada
vegetación, extensas praderas de álamos, la de La Fragua, con su pozo almenado,
o la de El Junquillo, con otro de factura tradicional, invitan a disfrutar, con
atuendo vistoso, de la danza de paloteos; o bien a recogerse en la
espiritualidad de la Capilla de las Ánimas o de la iglesia cercana.
La Capilla,
diminuta, está en un borde del río, a la entrada del puente, y es donde los devotos rezan para sacar a las ánimas del Purgatorio, que
es la antesala del cielo, si allí estuvieren. La iglesia cercana tiene dos
campanas y un cementerio encalado a su vera. Los valuros conservan esas
tradiciones que consuelan la despedida de los seres queridos. El viernes
mismo pasado, al tiempo que el féretro era acomodado en la sepultura y el cura rezaba
las plegarias, el tamboritero Javier "encordaba", golpeaba , con ritmo pautado, la
campana mayor: ¡tom...!, una pausa y
a nuestro oído se acercaba un diapasón en el que se iban
menguando las vibraciones; una y otra vez ¡tom...!, leve suspensión del
aire, y volvía la corriente que se iba enmudeciendo en nuestro cuerpo.
Eco de campana,
rumor de agua, para despedir, queridos
amigos, a un buen valuro, a una buena persona,
como por aquí se dice. Que con sus
pinceles dibuje en el firmamento, para
todos nosotros, los misterios de una
vida tan colmada.
Juan José Alonso Perandones
Pozo de La Fragua |
Interior Capilla de las Ánimas |
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0014334.pdf
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ResponderEliminarSiempre es un placer escucharte o leer tus artículos.Y más cuando glosas la despedida de un amigo a la vera del río Turienzo, testigo mudo, un poco más abajo, en Morales, de la mayoría de las aventuras de mi infancia.
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