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31, marzo, 2020


Del libro "El reloj de los maragatos". AA.VV. 978-84-9773-483-7

 
   En 1804, según se constata en la sesión celebrada por los regidores el día 23 de agosto, el viejo reloj de Bernardo Francos padecía una avería más, “haze muchos días que no anda ni gobierna”, y se encarga a Bartolomé Fernández, “haga otro nuevo relox”, esta vez, sin los pregones (lo equivalente hoy a concurso público). Las características y precio del nuevo reloj presentadas por Bartolomé en septiembre,  serán enviadas    para su valoración
“a los facultativos de Madrid”.

   Bartolomé Fernández, astorgano,  era el gran relojero de la ciudad, y como ya se ha dicho estuvo al cuidado del fabricado por Bernardo Francos, antes de ser sustituido. La catedral, desde 1800, contaba con un reloj suyo (no era tampoco el primero), gigantesco, con más de 600 piezas, con varias esferas, tres en la fachada barroca  y una en el interior, la conocida como “del sol y la luna”, porque señala las 24 horas del día y de la noche, los días del mes y las fases de la luna. Con el informe favorable de los facultativos madrileños, “en consideración a la ciencia y práctica en este arte de el mencionado Bartolomé Fernández, por haberla manifestado en otros que ha construido” el Regimiento establece la escritura de contrato con el maestro astorgano el 29 de julio de 1805; fueron testigos el regidor Ramón Martínez y el síndico procurador del común Pedro Rubín. Su costo será de 19.000 reales de vellón.

Una de las esferas, la del "sol y la luna"
reloj de B.F., catedral, de 1800
   En el contrato se especifican, como ya sucedió con Bernardo Francos, todos los detalles del nuevo reloj, y otras mejoras que al tiempo se llevarán a efecto (en las escaleras principales, una escalera específica para subir al reloj “por si algunos capitular u otro quiere subir a ver la maquinaria del reloj…).  Y “pues los maragatos que dan las oras se hallan viejos e ynserbibles lo ha de hazer de nuevo y an de ser un maragato y una maragata con su caramiello, guarnecido en plomo para su mayor permanencia y del mismo grandor o tamaño que los que ay”. Esta mención de los maragatos, al precisar que han de ser hombre y mujer, ha llevado a pensar que los de Bernardo Francos eran los dos varones.

   Como seguía siendo norma habitual, el adjudicatario debería con sus bienes constituir la fianza, y el Ayuntamiento garantizar el pago con sus recursos. Bartolomé responderá “con los suyos muebles y rayces presentes y futuros", mientras que el primero lo hará “con los vienes, juros y rentas de esta ciudad y su común”. El Ayuntamiento haría los tres libramientos acostumbrados, en función de los distintos periodos de ejecución de la obra. Merece reseñar que le donarán  “para que se aproveche de ello y le sirva de premio, el relox viejo con toda su maquinaria, querdas, pesas y más aperos que tiene”.

   El reloj será de péndula real, y las piezas de metal, hierro y acero. Dado que era preciso cada día subir, con manivela, las pesas, de gran peso, al estar constituidas por grandes piedras rodeadas de gruesas maromas, importante era el tiempo que duraba la “cuerda” del reloj, que, en este caso, alcanzaba las 30 horas, con lo que se garantizaba largamente el periodo de un día. Estará finalizado en julio de 1807, y por las actas conservadas exigió menos reparaciones, y tuvo menor desgaste, que el de Bernardo Francos. Se tiene constancia de alguna avería importante, como la sucedida en 1867, pero se mantuvo marcando el tiempo de la ciudad durante 167 años.

   El reloj de Bartolomé Fernández fue sustituido por el Ayuntamiento en 1974. Su maquinaria fue almacenada en el viejo matadero, pero el empeño del relojero José Ramos hizo posible su rescate y restauración (en la que empleó cientos de horas); hoy se halla expuesta en el “Museo del Tiempo”, que él mismo regenta.  El nuevo reloj, que hoy cuenta con una notable dependencia, construida a propósito de la última remodelación de la Casa Consistorial, fue montado por Hermenegildo Díguele y su hijo Ramón (que continúa la tradición de la familia haciéndose cargo de su mantenimiento).

   No tengo estos días a mi alcance los diversos archivos de la ciudad, por estar cerrados, dada la extrema situación por el corona-virus, pero el nuevo reloj también merece su capítulo. Es de gran valor (una joya, sin duda, ya hoy), fue el último, de sus características, fabricado por la empresa de Vitoria, Murua, que gozó de reconocimiento internacional; y es el que en la ciudad aún conserva su “funcionamiento mecánico”.  Y es, y suena así:







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30, marzo, 2020

   La idea por parte de los regidores (concejales) de contar con reloj es temprana, si bien dan, en 1730, prioridad a la construcción de los chapiteles. No obstante,  y antes del alzamiento sobre el escudo de armas de una peineta o espadaña, que quedará rematada en diciembre de 1748, se proponen adquirir una campana para el reloj, en ese mismo año de 1730, de la iglesia de Piedralba, y en 1731 de Redelga. No fructificará la adquisición, ni de una, ni de otra, y habrá que esperar a 1744 para contar con la primera, que pronto se resquebrajará, una vez colocada en la espadaña, y será refundida, cuatro años después, por el trasmerano afincado en Astorga,  Bartolomé Ballesteros. Cuenta, como era habitual, con inscripción grabada, en la que se menciona a Santa Bárbara (protectora contra las “diabólicas tempestades”), la ciudad a la que pertenece y al maestro campanero. Su peso es algo superior a las 35 arrobas,  dispone de  un m de diámetro y costó unos 2150 reales. Las dos campanas, pequeñas, de los cuartos, se atribuyen al mismo maestro; una pesa 4 arrobas y 16 libras, y otra 3 arrobas y 13 libras, con un costo de 1600 reales.

   El encargo para la construcción del primer reloj (habrá otros dos hasta nuestros días) no estuvo exenta de discrepancias y vicisitudes. El 5 de mayo de 1746, cuando se toma la decisión de poner “dicho  relox y campana sobre las Armas Reales que están en medio de las abujas”, tres regidores se oponen, al considerar que la ciudad no tiene “caudales” suficientes; en una sesión posterior, nueve días más tarde,  es ratificada esta decisión, con el informe  del Procurador General, que avala que sí hay fondos para costearlo con “quentas de propios”, es decir,  sin el impuesto especial sobre el vino.  

   Fueron varias las propuestas para su construcción, en los meses siguientes, en julio, por parte de Domingo González Perabélez, “maestro de cerrajería en esta ciudad”. Este cerrajero planteará, posteriormente,  llevar a cabo la ejecución del reloj con el maestro de igual oficio, de León, Juan Gómez, pero, al final entre ambos no hubo entendimiento. Pasarán meses hasta la firma del contrato de encargo, el 23 de enero de 1748, a Bernardo Francos, “maestro de zerrajero y vecino de la villa de Villanueba de el Campo en Tierra de Campos”. Por parte de la “Xusticia y Regimiento” firmará Manuel de la Vega, Procurador General.

   Las condiciones que oferta para la fabricación del reloj Bernardo Francos, presuponen un reloj de gran calidad, con un  precio, en principio, menor que el de de los dos licitantes citados, 8500 reales.  Así, su primer compromiso es “que tengo de fabricar todo el relox de yerro de Vizcaya por ser el material más noble que por acá se descubre, así para seguridad como para su lucimiento”; o por citar otros, “todos los abujeros de los exes de las ruedas han de ser vaciados de bronce”, y la traza de la esfera del reloj ha de ser de “quatro pies de deámetro de piedra de Boñal (Boñar), bien raspada, con tres dedos de reliebe”.  Además de los toques ordinarios, el reloj de Francos incluye  el toque de queda: “Asimismo tengo que formar todo el juego que llaman de la queda, según todo el arte que ella pide, con las pausas ordinarias y a la hora que la pidieren”.



    Bernardo Francos va a elevar, en el transcurso de la obra, una propuesta de gran alcance, por su carácter costumbrista y popular: “Que se hagan unas figuras para dar las horas”. Los regidores darán el visto bueno a esta feliz idea en la sesión del 18 de julio del año en cuestión (1748), en estos términos: “Acordó la ciudad hagan dichos muelles y figuras; para lo qual, y para señalar los sitios para el relox y los de las campanas para los quartos se da plena comdizion en toda forma a dicho señor (regidor) don Luis de Torres Coello, y se despache a favor de dicho maestro y contra el Mayordomo de Propios por cantidad de dos mil reales de vellón”. No fue Bernardo quien fabricó los dos primeros maragatos, e ignoramos a quién se hizo tal encargo.  El 29 de  abril de 1749 se constata cómo en la sesión se aprueba pagar el “balcón de yerro que se puso delante de los figurones”, por un importe de 565 reales y 30 maravedís. Dada la feliz idea de Bernardo Francos, el ayuntamiento astorgano contará con los primeros “tardones” o figuras en un edificio municipal español. 50 años antes, que la colocación de Pedro Mato en el ábside de la catedral, hecho que sucederá en 1798.

   La sesión del  25 de diciembre de 1748 indica  la fecha en  que  Bernardo Francos trae las piezas  del reloj  a la ciudad (que  había fabricado en su casa), con varios carreteros. El 23 de junio de 1749 se constata que ya lo tiene montado y está asentado en la espadaña. No resultó su funcionamiento como se preveía;  bien por defecto de algunas piezas, o por un mantenimiento inadecuado, las averías fueron constantes.  En 1804, los regidores por ser “quasi entera ruina” optarán por dotar a las Casas Consistoriales de un nuevo reloj. Y aquí la figura de Bartolomé Fernández, que estaba al cuidado del de Francos, al menos desde cinco años antes, va a ser fundamental.  





(Colasa y Juan Zancuda,expuestos en el Ayto. tras su restauración, en 2003. Los más antiguos(dos varones, en principio, parece), de madera, guarnecidos con plomo,  muy deteriorados, fueron sustituidos por otros de Bartolomé Fernández (hombre y mujer) y estos, unos 20 años antes, de aluminio, que también llegaron a estar en muy mal estado. Fue una restauración, la de 2003 muy cuidadosa, en la que intervinieron Dionisio Blanco, chapista, los relojeros Ramón -que sigue a cargo del reloj- e Iván Díguele, y el señor Antonio Martínez -el Jamonero-. El concejal al tanto de todos estos trabajos fue Joaquín Carro). 

















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29, marzo,2020

  Recapitulación

    Previamente a continuar el desarrollo del tema en esta séptima entrega,  vamos a señalar, de las seis  anteriores, las fechas clave en la construcción del Ayuntamiento, que en la documentación antigua consta como Casas Consistoriales. El Regimiento —en términos actuales, con salvedades, la Corporación Municipal— se plantea en 1656  contar con unas nuevas dependencias, pues de las que disponen, una sala capitular en la casa donde también se hallan la cárcel y el peso (en la esquina Señor Ovalle / plaza Mayor), no reúne unas mínimas condiciones, ni tampoco está provista de  balcón desde el que presenciar las comedias y espectáculos taurinos. Este mismo año adquieren la colindante, en muy mal estado, pero la dotan de balcón.
   En aras a la construcción del nuevo edificio se van a socorrer de un impuesto sobre el vino, para lo que precisan la autorización periódica del Real Consejo de Castilla; irán adquiriendo y acumulando parte del material preciso paso a paso para tal fin. En 1682 los regidores pretenden comprar las dos casas más arriba de las del Regimiento  para, con las dos suyas,  contar con unas edificaciones aptas, una vez  remodeladas, para Casas Consistoriales.  Asimismo, en 1683 también  barajan la posibilidad de ubicar las Casas Consistoriales en dos casas, que constituyen manzana, y que las atraviesa la entonces llamada Rúa Vieja (donde el ayuntamiento actual pero con una calle de por medio).   Saldrá adelante, finalmente, este último propósito, por la habilidad de los dos regidores del Cabildo catedralicio (que formaban parte, también, del Regimiento): los regidores civiles estaban divididos entre las dos opciones, e inclinarán la balanza  hacia el emplazamiento actual. El construir las Casas Consistoriales entre la calle Señor Ovalle y la actual relojería Los Maragatos les afectaba, pues una de las casas objeto de compra era del Cabildo. Esta disputa, pues, fue la que deparó el mejor emplazamiento posible. 




   Ochenta y cinco años después del primer acuerdo para construir las Casas Consistoriales (1656), y 58 de iniciar su construcción (que fue en 1683), contamos, en 1741, con un edificio cerrado, con sus chapiteles, carpintería y balcón, pero aún falta la construcción de la espadaña donde colocar la campana y el reloj. Tres años serán esenciales para ver rematadas las Casas Consistoriales: 1746, 1747 y 1748. En ellos se resolverá, con obras que se superponen o modifican, tanto la edificación de la espadaña, como la fabricación de la campana y la construcción del primer reloj con los maragatos.

     Los regidores, en la sesión del 27 de junio de 1746, ordenan pregonar la ejecución de la espadaña: “acordó la Ziudad (siempre rezaba su nombre para los acuerdos, no el de los regidores) se publique la obra de cantería, de sillería, que se ha de azer para la campana del relox, sobre las armas reales que están en las Casas Consistoriales, y las condiciones en que se ha de ejecutar dicha obra”. Si el autor del proyecto (de las trazas) de las Casas Consistoriales fue el maestro de obras de la catedral, Manuel de la Lastra (quizás también su padre, Francisco) que entonces, 1683,  dirigía la construcción de la fachada barroca catedralicia, para la espadaña lo será también  otro maestro del templo mayor, Domingo Martínez, en colaboración con el maestro cantero Bartolomé de la Gándara, que va a ser el que ejecute la obra.

    Días después de la anterior sesión, el 4 de julio de 1746, los regidores dan cuenta de la oferta planteada por Bartolomé de la Gándara, de construir la espadaña por un importe de 8000 reales de vellón, y ordenan su publicación (a través, entonces, de pregones). Antes de finalizar el plazo para la contratación a Bartolomé, al Regimiento se le presenta una nueva oferta, por parte de Andrés Domínguez, “maestro de retablos en esta precitada ciudad”. Finalmente, según acuerdo tomado el mes siguiente, el 18 de agosto, el Regimiento acordará confiar la espadaña a de la Gándara, por un importe de 10.000 reales de vellón. Llama la atención en el acuerdo las garantías que había de ofrecer entonces los  adjudicatarios, en este caso, hipotecar su casa, sita en calle Torrecillas (actual Padre Blanco). La ejecución de la espadaña sufrirá interrupciones por el retraso en los  pagos convenidos con Bartolomé; respondían a tres estados de la obra, en este caso, y dado que hubo modificaciones en el transcurso de la ejecución, el resultado final fue: 3.166 reales con 22 maravedís, 2200, y el finiquito 5.388 con 20 maravedís.

     El descubrimiento por parte del profesor Emilio Morais en el archivo provincial del expediente de esta obra (trazas o proyecto, materiales, detalle de toda la ejecución…) es una de las aportaciones más importantes al conocimiento de la construcción del Ayuntamiento (tan escasas, a no ser las fundamentadas en las actas municipales).  De dos canteras provinieron  los materiales, de Boñar y de Santibáñez. La primera, de más calidad, para las pilastras, los balaústres, zócalo…; la segunda, para la rosca de los arbotantes. El deterioro de los donceles, de las gárgolas, se debe a la calidad del material y al paso del tiempo, pues corresponden al diseño del primer maestro,  Manuel de la Lastra.



   Las trazas (proyecto) de la espadaña conservadas, a decir de los arquitectos, son de gran calidad en la resolución de incorporar un nuevo cuerpo sobre el escudo central. El maestro de obras de la catedral, Domingo Martínez, diseñó una solución innovadora, entre otras el arco de rajola tras el escudo para mantener enhiesta la espadaña o peineta. La espadaña quedó finalizada, con sus arbotantes o contrafuertes, a finales del verano de 1747. No es, completamente, la inicialmente pensada, pues la incorporación de las dos campanas laterales para los cuartos de hora, en principio no previstas,  obligó  a cambiar su diseño en la cumbrera, que finalizaba con el arco de medio punto (no rectangular, por tanto), y sobre el mismo (también en la solución final, los dos donceles y la escultura de La Justicia), trasladados de encima del escudo principal o de armas. 

   Sin duda, la solución primera, la del arco de medio punto como cumbre de los dos cuerpos de la espadaña, resultaba más airosa que la solución que ahora vemos.  En la foto de una de las trazas, que abre esta entrega, bien se puede comprobar. 







28, marzo, 2020

   En diciembre de 1730, la fachada del ayuntamiento presentaba el aspecto actual, parcialmente: con los chapiteles y  cinco esculturas sobre el Escudo de Armas (el central), La Justicia en el centro, y cuatro donceles, dos en cada uno de los lados del escudo de armas;  sin la espadaña con su campana y reloj, ni la carpintería en los vanos, tampoco  el balcón.

   En la sesión del 11 de mayo del citado año, 1730, en la que se resuelve la construcción de los chapiteles, ya se plantea el Regimiento la construcción de “la espadaña para que en ella se ponga la campana para el relox y quarto para las pesas”. Pero habrán de transcurrir  16 años antes de iniciar los primeros trámites para su construcción y la del reloj; y catorce para la primera campana.

   Desde 1730, pasarán  ocho años con las obras paradas, por falta de recursos económicos. Cabe el recordar que sustancialmente eran obtenidos por el impuesto sobre el azumbre de vino, para lo cual se precisaba renovar de continuo  autorización por parte del Real Consejo de Castilla; y otras veces,  con los llamados “recursos propios”. Una de las preocupaciones primeras de los regidores era el contar con balcón en la Plaza, desde el que contemplar las comedias y espectáculos taurinos; pues suponía desmerecimiento asistir a tales espectáculos desde un tablado.  Así, como ya mencionamos, el 26 de enero de 1656 adquieren una casa destartalada junto a la existente del municipio (en la fachada entre Señor Ovalle y la relojería Los Maragatos) para colocar en ella un balcón; no será la última vez.

   En  la sesión del 18 de agosto de 1738 será  cuando los regidores decidan dotar de un gran balcón al nuevo edificio. El acuerdo tiene máximo interés, pues refleja que no se pretendía un balcón utilitario, sino de gran calidad artística. Dice así. “Se ponga un balcón voliado y seguido a las siete ventanas –las de la fachada y las dos de los laterales—  de las Casas Consistoriales, que dé vuelta a las ventanas que están a las calles que van a San Francisco y la iglesia parroquial de San Julián —hoy, de Fátima—, con las bolas de bronce y los arcos que sobresalgan por encima del balcón y hagan división de las ventanas o en la mejor forma y hermosura”.

   Pronto resuelven la adjudicación de este gran balcón, y de otros dos “a espaldas” de las Casas Consistoriales. El memorial o proyecto del mismo fue presentado al Regimiento (Ayuntamiento)  por don Francisco García Casellas, vecino de la ciudad de Oviedo. En octubre de 1739, según se recoge en las actas de los días 8 y 19, Casellas había concluido la obra: “Condujo, puso y asentó los tres balcones de hierro de las Casas Consistoriales de ésta de Astorga”. El balcón mayor pesó 461 arrobas y media, más de cinco mil kilos (5227,28), y los dos pequeños 33 arrobas. El precio total sufragado al maestro herrero fue de 19.697 reales y medio.

   Que el gran balcón consistorial es una importante obra artística se puede apreciar en la  foto que arriba abre esta entrega: su diseño y consistencia, y hasta algunos detalles como las bolas de bronce y las flores en los arcos que separan los espacios, para los regidores y familiares,  que corresponden a  las ventanas (más bien puertas); asimismo,  la carencia de daño en la piedra,  pese a tener que horadarla para sujetar una forja de tal envergadura  (con qué gusto resuelta, a través de volutas como soporte y otras, más finas, voladas, de pura ornamentación).

   Pese a estar colocado el balcón las Casas Consistoriales continuaban sin estar aptas para ser habitado. Hasta tal punto,  que dos años después, marzo de 1741,  los regidores acordaron la adquisición de otra casa en la Plaza, en las “filas a la derecha” del ayuntamiento,  valiéndose de  recursos propios, con el fin de   ampliarla y darle uniformidad, y para presidir las funciones públicas “por no estar fenecidas las Casas Consistoriales, ni con más habitación que la Sala”. No debieron servirse mucho tiempo de estos balcones, y cabe suponer que  sería derribada la casa recién adquirida, pues un mes después, el 17 de abril de 1741, se daba por terminada la colocación de  la carpintería de los vanos; cada puerta-ventana había tenido un costo  de 154 reales de vellón.

    


20, marzo, 2020

   Transcurrirán 17 años desde la celebración de la primera sesión por el Regimiento (Ayuntamiento), en la nueva e inacabada Casa Consistorial, hasta poder contar con nuevos fondos sobre el vino atabernado. La población, como ya hemos dicho,  era escasa, en torno a los 2000 habitantes, los ingresos, pues,  mínimos, y las dificultades máximas, por lo que era necesario cada cierto  tiempo solicitar nueva autorización al Real y Supremo Consejo de Castilla para aplicar este gravamen;  que lo concedía, si bien sus oficiales en León realizaban una labor de fiscalización entorpecedora.

Torre izqd. con chapitel
y el escudo de los mar-
queses "picado" 
     En la sesión del 7 de diciembre de 1729 se aborda el dotar a las torres de chapiteles (‘abujas o chipiteles’). El regidor Francisco Moreno plantea en la sesión que el maestro que había hecho los de León, Joseph Albarez de la Biña, se halla en la ciudad y solicita hacer los de las casas del ayuntamiento de Astorga, para lo cual presenta la traza de los mismos. Para que actúen como peritos de  dichos planos, el Regimiento encarga a los regidores Moreno y Joseph Nieto presenten dichas trazas al maestro de la catedral y a Manuel Sutil, ‘alcabuzero’ (arcabucero, probablemente más que soldado, fabricante de arcabuces y otras armas de fuego). En las sesiones siguientes, hasta la correspondiente al 22 de mayo de 1730, la construcción de los chapiteles irá acompañada del deseo de construir una espadaña donde colocar un reloj municipal con su campana y “quarto para las pesas”; si bien este último propósito quedará postergado.

   De la consulta realizada a los dos peritos salió la conclusión de que resultaba excesivamente caro el primer proyecto presentado, por lo que se encarga a de la Biña haga una nueva propuesta, que será aprobada en sesión del 23 de abril de 1730. A Francisco  Moreno se le designa como  “comisario” para la gestión de este asunto, con los procedimientos entonces al uso. Durante los meses de mayo y junio siguientes, se resolverán las cuestiones respecto a la adjudicación, por el celo del citado regidor (también mostrado en cuanto a la dotación de espadaña y reloj).

Torrre dcha. con
escudo de la ciudad
   De esta suerte, en la sesión del 11 de mayo de 1730 se recoge, que Moreno pide, según ortografía del texto original “que la Ziudad de horden para que se publique dicha obra y señale el día para remate de ella”. Se acuerda que esta licitación quede resuelta el 20 de junio; así ocurrirá, pues dos días más tarde, en la sesión del 22, Moreno da cuenta de que las “abujas” de las torres consistoriales según el diseño aprobado “se remataron en Joseph Albarez de la Biña”, maestro de carpintería y albañilería, en seis mil seiscientos reales de vellón. Dicho adjudicatario había  solicitado unos maravedises como adelanto, cuestión que queda a criterio del regidor Moreno. Por la participación del maestro cantero de la catedral, que intervino en el proceso de elaboración y adjudicación, dado que con su asesoramiento se consiguieron bajas en la obra inicialmente prevista, Moreno pide se le abone una gratificación de doscientos reales de vellón, demanda que es aprobada por el Regimiento. Igual cantidad se concede a de la Biña por todo el trabajo y venidas a la ciudad para la elaboración de nuevas trazas o planos, una vez desechados los primeros.

    El Regimiento quedó satisfecho con el maestro de carpintería y albañilería leonés,  así que cuando toma cuenta del trabajo efectuado, de las mejoras realizadas durante la ejecución  y los chapiteles rematados,  en la sesión del 11 de diciembre de tal año (1730) acuerda considerar el monto total de la obra en 8000 reales de vellón (1400 más de los inicialmente previstos). Con sus chapiteles, estilizados, como agujas, similares a los del antiguo ayuntamiento leonés (iguales en la cruz y la veleta), pero con mayor gracia,  la Casa Consistorial ha ganado en esbeltez, pero aún queda la espadaña, el reloj con sus campanas y el cuarto para sus pesas.
   
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19, marzo, 2020


Lateral derecho de la Plaza, al fondo la de Santocildes. Si nos fijamos, en la calle del Señor Ovalle (la del Cubasol),
aún se puede apreciar, en el piso alto de su casa de la derecha, las verjas de la antigua cárcel municipal. Como ya dijimos ayer, se desechó el construir el nuevo Ayto. en esta casa y las tres siguientes. En la foto de abajo, pequeña, estaría la continuación de las casas anteriores, las cuales pretendía comprar el Ayto.

   Desechada por el Regimiento (Ayuntamiento) la idea de ubicar las Casas Consistoriales en el lienzo oriental de la Plaza, entre la calle de Señor Ovalle y el extremo del mismo (actual  Relojería de los Maragatos), y resuelta la adquisición de las dos casas el 21 de junio de 1683, con la permuta de una de la ciudad por otra de la Cofradía de San Antonio y la compra de la perteneciente a los herederos de Bartolomé Rodríguez, adjudicará la dirección de las obras, las cuales comenzarán prontamente. Las dos casas adquiridas, en el ‘frente’ de la Plaza,  constituían cada una de ellas una manzana, separadas por el primer tramo de la Rúa Vieja (que se denominará después del Arco y, fallecido el maestro y autor de la Historia de Astorga, don Matías Rodríguez, con su nombre, que es el actual).



   Los planos del nuevo edificio, y la dirección de las obras, estarán a cargo de Manuel de la Lastra, maestro cantero al que el Cabildo encomendará  la continuidad de la construcción de la fachada barroca de la catedral, al fallecimiento de su padre, de igual oficio, acaecido el 23 de agosto de 1683; tendrá, pues, que compatibilizar la responsabilidad de ambas obras. Francisco de la Lastra gozó de gran prestigio y por ello está enterrado en el claustro de  la propia catedral astorgana. Posiblemente, dada la fecha de su muerte, elaborase o participase en los planos del ayuntamiento astorgano, y dicha labor fuese retomada por su hijo; abunda en este criterio sus similitudes con el de León (construido de 1674 a 1677), anterior al de Astorga  y cuyo diseño a él se debe  Fundamenta este criterio la constancia de que en una sesión de un año antes (30, agosto, 1862) el Regimiento reconociese que Francisco de la Lastra, para la construcción de la nueva Casa Consistorial,  había hecho ya acopio de piedra y tenía varios oficiales dispuestos para labrarla. 

   La ejecución de la obra, pues, con el material adquirido desde 1656, gracias al impuesto sobre el vino atabernado,   fue adjudicada a Manuel de la Lastra,  por un importe de 10.950 ducados, pero no se verá cubierto el edificio hasta 1704, veintiún años después de su contratación; no fue este el único costo que el Regimiento hubo de sufragar en estas dos décadas, sino otros complementarios como 38.000 reales por una obra de cantería, y otra de  maderamiento, por un monto de 18.000. Sobre el arco de entrada de la puerta principal  figura en la piedra clave la cifra de 1684, fecha que indica hasta dónde,  en este año, se  había llegado con  la construcción del edificio.

   El 3 de junio de 1711 celebra el Regimiento una primera sesión, testimonial,  en  la nueva Casa Consistorial, en un estado completamente precario, pues faltaba por instalar  la carpintería de puertas y ventanas, el gran balcón de la fachada y otros laterales, los chapiteles de las torres, y, como se puede deducir, aún no se había planteado la dotación del reloj municipal, por lo que la espadaña donde se aloja no existía. La imagen que se acompaña (algo retocada,  del libro “El reloj de los maragatos…”) nos puede acercar a la idea de esta primera época del edificio  (el escudo de armas real, en el centro, ya estaba instalado, de hecho se esculpió mucho antes de su colocación en la fachada). Manuel de la Lastra no llegaría a tener conocimiento de esta primera sesión, pues había fallecido en 1707. 


    Las penurias económicas del Regimiento, que eran continuas, trajeron consigo una paralización de las obras, que no se reanudarán hasta bien avanzado este siglo, el XVIII; es entonces cuando se planteará la construcción de los chapiteles de las torres,  de la espadaña con su  reloj, del gran balcón y de  la carpintería exterior, es decir, el cerramiento de los vanos de puertas y ventanas.
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18, marzo, 2020

   La construcción de las Casas Consistoriales (tal era su denominación)  será un largo proceso, con múltiples inconvenientes, sobre todo económicos, pues en la segunda mitad del  siglo XVII, época en que corregidores  y regidores se plantean contar con un edificio digno para su función, era preciso el disponer de  los recursos económicos por adelantado; tampoco existía la posibilidad actual de endeudarse. En caso de que el Regimiento quisiese  imponer un arbitrio especial se precisaba autorización del Real y Supremo Consejo de Castilla.

Era habitual el dedicar las obras a la
nobleza, en este caso al marqués de Astorga
   El 26 de enero de 1656 el Regimiento adquiere una casa junto a la destartalada  que  albergaba  la sala capitular (el lugar donde se reunía) y la cárcel,  en la fachada oriental de la Plaza, y contrata la colocación de un balcón, desde el que poder presenciar las comedias, al cerrajero local Francisco de la Pena. No obstante,  esta casa no reunía condiciones para su restauración por lo que se plantean su demolición e ir obteniendo provisión de fondos para la construcción en este solar y el aledaño de la sala capitular de las nuevas Casas Consistoriales.


   El Regimiento acudirá al marqués de Astorga, el noveno, Álvaro Pérez Osorio, cuya presencia en la ciudad había sido mínima, hecho habitual, pues solían estar cerca de la corte real; la situación del castillo, por otra parte, amenazaba una ruina, que sería irreversible. No obstante, el marqués, que sigue siendo el señor jurisdiccional de la ciudad, se compromete a financiar una tercera parte del costo de las obras. El Regimiento tendrá que financiar dos terceras partes, para lo que solicita al Real Consejo imponer cuatro maravedises (moneda de entonces) por cada azumbre (medida equivalente a 2,016 litros) de “vino atabernado”, es decir, el vendido en las tabernas de la ciudad. Será el impuesto, aplicado durante décadas (así se deduce de actas posteriores, del 4 de abril de 1672 y 9 de julio de 1681), sobre el vino atabernado, el que haga posible la edificación de las Casas Consistoriales.


Sillería coro catedral de Astorga
para los canónigos
    No será en el solar de la casa adquirida en 1656, ni en el colindante,  donde se levante el actual edificio municipal. Sin tener decidido el lugar de su emplazamiento, con los maravedises acumulados hasta entonces, el Regimiento acuerda comprar una primera tanda de materiales para la obra, que ira acumulando, según acuerdo tomado en la citada acta de 1681. Un año  después, el 27 de julio de 1682, los regidores van a tomar un acuerdo que, de haberse llevado a cabo, hubiera conllevado consecuencias funestas para el propio edificio municipal y la misma Plaza. El acta reza así “sus mercedes —los regidores— acordaron que se fabricase —el nuevo edificio—  en la misma Casa del Consistorio, comprando dos casas más abajo, que son la una de Lorenzo López, mercader, y la otra del Hospital de San Juan”. De haber prevalecido este acuerdo,  el Ayuntamiento hubiera contado con cuatro casas contiguas y estaría hoy en día ubicado en la fachada oriental, es decir, en el tramo de  la calle Señor Ovalle y la relojería Los Maragatos.

   A esta sesión de 1682 el Regimiento no convocó a los dos regidores eclesiásticos, nombrados por el Cabildo; se trataba de una disputa más, debida a la interpretación de “el Albala” o  privilegio concedido  al Cabildo por Alfonso X, de pertenencia de dos de sus  miembros al órgano municipal siempre que se tratasen temas que afectasen a ambas instituciones. Los dos regidores eclesiásticos elevaron su protesta por este acuerdo, y en una sesión posterior, el 30 de agosto de 1682, en el que se trataba sobre un inmediato inicio de las obras, a cargo del maestro de cantería Francisco de la Lastra (entonces con tal función en la fachada principal de la catedral, la de las torres), contradijeron el acuerdo, por el emplazamiento, si bien mostraron su conformidad en lo relativo a labrar la piedra y acopiar materiales. El acuerdo quedó en suspenso, y no se ejecutará.


   Unos meses más tarde, el 19 de febrero de 1683, los regidores, sin unanimidad, optan por  una nueva solución:  permutar una casa a la Cofradía de San Antonio (la adquirida en 1656) y comprar otra a los herederos de Bartolomé Rodríguez, sitas en dos manzanas, donde ahora se halla el Ayuntamiento. Se vuelve a tratar el asunto el 2 de junio de 1683, y se toma,  de nuevo con el Regimiento dividido, la decisión de volver a la idea anterior, es decir, a reconstruir, para edificio municipal, las   dos casas propiedad de la ciudad, junto a las otras dos que se pretende adquirir,  en  la parte oriental de la Plaza. Aducen los favorables a este emplazamiento que el impuesto sobre el “vino atabernado” había sido concedido por el Real Consejo para “reedificar” lo existente,  no para levantar unas casas consistoriales nuevas en lugar distinto.


París Bordone pintó varios cuadros por encargo del
marqués de Astorga,  Pedro Ávarez Osorio, quien acom-
pañó a Felipe II en su viaje por sus reinos.
   No se arredraron los dos regidores del Cabildo y en una nueva sesión, días después, el 21 de junio, consiguieron atraer a su favor a un regidor seglar, don Antonio Nieto, cuyo voto era decisivo para inclinar la balanza hacia la adquisición de las dos propiedades sitas donde se levantará, finalmente, el Ayuntamiento que ahora disfrutamos. Los regidores seglares  contrarios a la nueva ubicación, al ver la votación perdida, acordaron una salida honrosa, pactada en la redacción del acta, para aparentar un acuerdo que resultó por unanimidad. Como dato curioso, cabe señalar que en la escritura de permuta con la cofradía de San Antonio (por la casa de 1656) se señala que el Regimiento se reserva el uso del balcón que había mandado en ella colocar: "que para las señoras regidoras sirva el balcón siempre que haya comedias".  

   Cierto es que los dos regidores eclesiásticos  se oponían al emplazamiento donde ya tenía las dos casas el Regimiento por un interés particular: porque no querían desprenderse de uno de los edificios de la parte oriental que se pretendía adquirir, pues  pertenecía, como ya hemos señalado, al Hospital de San Juan. Y el Hospital de San Juan, entonces, como hoy en día, es propiedad del cabildo catedralicio.  Este ha sido el “vericueto” histórico por el que tenemos nuestro Ayuntamiento en el lugar más adecuado de la Plaza, gracias a la disputa, “al toma y daca”,  de los regidores seglares y del Cabildo, y la ‘tozudez’ de estos dos últimos.  
  
        
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    17, marzo, 2020

   En 1480 los Reyes Católicos celebran cortes en Toledo, y entre los acuerdos tomados, uno de ellos va a ser esencial para los reinos de Castilla y Aragón: que las poblaciones deberían contar con “plazas mayores” y que ellas “tengan casa grande y bien hecha”, y si no perderían la categoría de villa o ciudad. A fines del siglo XV Astorga era una ciudad completamente amurallada, con la cerca  y sus cubos mucho más elevados  que los actuales, con cinco puertas de acceso, cuyo recuerdo permanece en el callejero actual: Puerta de Sol, Postigo, Puerta Obispo, Puerta de Rey  y la Puerta de Hierro (donde el Aljibe). Y tenía jurisdicción (y debía prestar protección), sobre sus cuartos y  alfoces: San Justo y San Román,  Brimeda (que incluía a Carneros y Sopeña), y Castrillo (que encuadraba a Valdeviejas, Murias y Hospital de Yuso, la actual Santa Catalina de Somoza); más Piedralba (de Suso y de Yuso), Celada y Nistal.

Peñalosa. Torre de la catedral vieja y parte de la nueva
   La catedral nueva, la actual, se empezó a construir en 1471;  a medida que se iba superponiendo sobre la anterior románica, esta  se irá derribando. Edificios notables eran el palacio episcopal, en el lugar del actual, y también otros, como el Palacio Viejo, en la plaza de Santocildes, o el de la condesa de Santa Marta de Ortigueira, donde la actual Escuela de Idiomas. Y de las conocidas como “torres”, la más destacada, la de los Osorio de las Regueras, en el solar del Cine Tagarro. Fuera del recinto murado se alzaban el Monasterio de Santa Clara, hoy en pie, y el muy relevante de San Dictino (en el entorno de la actual iglesia de Puerta Rey).

    Rondaba la ciudad los 2000 habitantes. Las casas eran en su mayor parte de planta baja, habitadas por comerciantes y artesanos; cercanas a la catedral estaban las del Cabildo, dado que los canónigos habrían de acudir a esta iglesia mayor varias veces al día. El alcázar de los Osorio, en la actual plaza de los Marqueses, se estaba reconstruyendo, para convertirlo en un importante castillo, del cual conservamos grabados antes de su derribo definitivo.  A esta familia nobiliaria, al conde de Villalobos, Pedro Álvarez Osorio, en 1465, por merced de Enrique IV, se le otorgará el título  de marqués de Astorga. Ello traerá consecuencias importantes para el Concejo de la ciudad, que verá disminuidas sus atribuciones. Será ahora el marqués, y no el rey,  quien nombre al equivalente a un alcalde actual, el Corregidor, y a todos los demás cargos de la administración municipal,  en aquel entonces “regidores y notarios o escribanos públicos”. La administración de la ciudad quedará en poder de esta familia, que irá ocupando los cargos más relevantes.


   Desde mediados del siglo XV se tiene idea cabal de dónde se reunía el Regimiento (Ayuntamiento) y dónde se celebraban los concejos. Estos últimos, que se convocaban por  “campana tañida” y pregonero,  tenían lugar en el amplio atrio de la iglesia de San Bartolomé (que fue reducido); y los regidores celebraban sus sesiones en una “sala capitular”, en el interior de una casa sita en la fachada oriental de la Plaza,  entre Señor Ovalle y plaza de San Bartolomé. Entre los regidores había dos canónigos nombrados por el Cabildo catedralicio, los cuales por privilegio de Alfonso X, en 1270, tenían derecho a participar en las decisiones municipales. Fue este hecho, el de la existencia de regidores eclesiásticos, pese a la pugna existente durante siglos con los demás regidores civiles, el hecho fundamental para el emplazamiento y, por tanto fortuna para Astorga, del singular protagonismo de la actual Casa Consistorial, como explicaremos

   Habrán pasado 176 años, desde la disposición de los Reyes Católicos, de construir “casa grande”,  cuando tengamos conocimiento de que el Regimiento (Ayuntamiento) astorgano considera el contar con una sede más digna que la existente. En sendas sesiones de los días 20 y 26 de enero de 1656 los regidores se plantean adquirir una casa colindante a donde tienen la sala capitular (de reuniones) porque carecían de ventanas y balcones desde los que presenciar los festejos, es decir,  los espectáculos taurinos y comedias, que tenían lugar en la plaza Mayor; les parecía indigno contemplarlos sobre un tablado que, para ellos, se instalaba provisionalmente. Empieza a partir de esta fecha, una larga historia, una peripecia singular hasta ver levantado el actual ayuntamiento; transcurrirán 65 años para celebrar la primera sesión en el nuevo edificio, si bien entonces aún le quedará un largo trecho para completar las obras y  verlo en las condiciones actuales.

   No hemos de sorprendernos: lo que ahora nos parece una eternidad el tiempo empleado en  la construcción de un edificio, para aquellos astorganos, y demás ciudadanos de los reinos, cuya media de vida era poco más de 30 años, resultaba perfectamente asumible.  Ni los medios económicos de que disponían los Regimientos (Ayuntamientos), ni técnicos para construir edificios, eran los mismos; tampoco el sometimiento de la arquitectura  a la pura funcionalidad de nuestra época. Eran otros los valores,   otro el genio de los maestros de obras y artesanos; y ello es nuestro actual privilegio.


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16, marzo, 2020

     Dado nuestro forzado sedentarismo, nace esta página,  “Destronavirus”,  como un desafío, de entretenimiento, hacia un agente microscópico, venenoso, que quiere multiplicarse a costa de nuestras células, y al que le han añadido a  su vulgar  nombre un atributo real por su semejanza, en la forma,  con  la corona solar. Destronemos al coronavirus.

    ¿Qué me apetece contaros a modo de diario? Pues como muchas cosas valiosas que tenemos cerca,  de tan habituales no reparamos en ellas, quiero hablaros de la casa de todos, y en la que ocasionalmente trabajo con cometidos propios de la municipalidad: la denominada Casa Consistorial, o Consistoriales, Palacio Municipal o Ayuntamiento, con fachada a la plaza de España, más conocida como plaza Mayor. Y no solo del edificio, así, al por mayor, sino de una serie de detalles que significan mucho y que no son muy  apreciados desde el suelo o en su interior. Creo que a cuantos os gusta conocer cómo ha sido posible lo que tenemos, algunos os sorprenderán.

Foso campamental. Astorga. 
    Vamos a comenzar por el principio, pues nuestra Plaza no fue el primer lugar donde nació la ciudad con alguna construcción, sino en el entorno del paseo Blanco de Cela, conocido como de la Muralla, muy saludable y con vistas preciosas, por cierto. Corrían los años entre el 26 y el 14 antes de Cristo, se dice bien, más de dos mil años, cuando un destacamento de la legión romana, la X, se asienta en nuestro altozano, que estaría cubierto de vegetación, quién sabe si con robles, encinas, urces…, con el fin de  terminar de conquistar este territorio para el Imperio y con la gula de las explotaciones de las minas de oro, de las que tenían noticia. A nuestro alrededor en los castros había pobladores astures, solo hay que fijarse hoy en el nombre de muchos de nuestros pueblos, compuestos con “castro”, Castrocontrigo, Castrotierra, o nuestro Castro de la Mesa, el primer lugar habitado de Castrillo de los Polvazares, y muy cerca del actual pueblo. Si alguno de vosotros tiene interés en conocerlo, nuestra arqueóloga municipal, María Ángeles Sevillano, en un librillo publicado por el Ayuntamiento, da cuenta de sus características

   De aquel primer destacamento de la Legión X conservamos un testimonio en su día excavado, que parece insignificante, pero muy importante. Es un tramo del doble foso que construían por  fuera del campamento para su defensa,  (forma parte de ese itinerario por restos de la Astorga antigua, al que llamamos “Ruta Romana”). Hoy ha sido rescatado y presenta el aspecto que se observa en la foto.  

La 'Ergástula", en 1903. Hoy dentro del M. Romano
   Serían los legionarios romanos los encargados de ir levantando la nueva ciudad; en Astorga bien se demuestra, pues en una excavación de la calle La Cruz (la que parte del lateral  del Teatro Gullón), se encontró un  sillar de construcción, donde un legionario dejó inscrito cómo él, que participaba en esa construcción antigua, pertenecía a la Legión X.

    Lo que era la antigua ciudad romana, hoy el recinto amurallado, está ya bien documentada por el gran número de excavaciones llevadas a cabo en el tránsito de los  dos últimos siglos. Y dentro de ella, el foro, la gran plaza pública que ocupaba unos 31.000 m2; la Plaza actual, en cuyo lado sur se alza el ayuntamiento, está asentada casi en el centro del antiguo foro, y aunque tiene una dimensión muy adecuada para lo que es hoy Astorga, su extensión es tan solo de 2102 m2. De aquel antiguo foro, en la superficie la parte más significativa que conservamos es una parte de una de sus edificaciones, la llamada Ergástula, que hoy ha quedado en el interior del Museo Romano. Y de  los tiempos posteriores, el Ayuntamiento, del que nos iremos ocupando día tras día.







2 comentarios:

  1. he leído de golpe todo el "Destronavirus". Me ha encantado. Muchas gracias por toda la curiosidad sin precio. un saludo.

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  2. Gracias las he de dar yo, por tener la suerte de poder compartir cuestiones que me interesan con otros conciudadanos, en este caso con tu amable persona,

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