DESTRONAVIRUS
31, marzo, 2020
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Del libro "El reloj de los maragatos". AA.VV. 978-84-9773-483-7 |
En 1804, según se constata en
la sesión celebrada por los regidores el día 23 de agosto, el viejo reloj de
Bernardo Francos padecía una avería más, “haze muchos días que no anda ni
gobierna”, y se encarga a Bartolomé Fernández, “haga otro nuevo relox”, esta
vez, sin los pregones (lo equivalente hoy a concurso público). Las
características y precio del nuevo reloj presentadas por Bartolomé en
septiembre, serán enviadas para su valoración
“a los facultativos de Madrid”.
Bartolomé Fernández,
astorgano, era el gran relojero de la ciudad, y como ya se ha dicho
estuvo al cuidado del fabricado por Bernardo Francos, antes de ser sustituido.
La catedral, desde 1800, contaba con un reloj suyo (no era tampoco el primero),
gigantesco, con más de 600 piezas, con varias esferas, tres en la fachada
barroca y una en el interior, la conocida como “del sol y la luna”,
porque señala las 24 horas del día y de la noche, los días del mes y las fases
de la luna. Con el informe favorable de los facultativos madrileños, “en
consideración a la ciencia y práctica en este arte de el mencionado Bartolomé
Fernández, por haberla manifestado en otros que ha construido” el Regimiento establece
la escritura de contrato con el maestro astorgano el 29 de julio de 1805;
fueron testigos el regidor Ramón Martínez y el síndico procurador del común
Pedro Rubín. Su costo será de 19.000 reales de vellón.
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Una de las esferas, la del "sol y la luna" reloj de B.F., catedral, de 1800 |
En el contrato se
especifican, como ya sucedió con Bernardo Francos, todos los detalles del nuevo
reloj, y otras mejoras que al tiempo se llevarán a efecto (en las escaleras
principales, una escalera específica para subir al reloj “por si algunos
capitular u otro quiere subir a ver la maquinaria del reloj…). Y “pues
los maragatos que dan las oras se hallan viejos e ynserbibles lo ha de hazer de
nuevo y an de ser un maragato y una maragata con su caramiello, guarnecido en
plomo para su mayor permanencia y del mismo grandor o tamaño que los que ay”.
Esta mención de los maragatos, al precisar que han de ser hombre y mujer, ha
llevado a pensar que los de Bernardo Francos eran los dos varones.
Como seguía siendo norma
habitual, el adjudicatario debería con sus bienes constituir la fianza, y el Ayuntamiento
garantizar el pago con sus recursos. Bartolomé responderá “con los suyos
muebles y rayces presentes y futuros", mientras que el primero lo hará “con los
vienes, juros y rentas de esta ciudad y su común”. El Ayuntamiento haría los
tres libramientos acostumbrados, en función de los distintos periodos de
ejecución de la obra. Merece reseñar que le donarán “para que se
aproveche de ello y le sirva de premio, el relox viejo con toda su maquinaria,
querdas, pesas y más aperos que tiene”.
El reloj será de péndula
real, y las piezas de metal, hierro y acero. Dado que era preciso cada día
subir, con manivela, las pesas, de gran peso, al estar constituidas por grandes
piedras rodeadas de gruesas maromas, importante era el tiempo que duraba la
“cuerda” del reloj, que, en este caso, alcanzaba las 30 horas, con lo que se
garantizaba largamente el periodo de un día. Estará finalizado en julio de
1807, y por las actas conservadas exigió menos reparaciones, y tuvo menor
desgaste, que el de Bernardo Francos. Se tiene constancia de alguna avería
importante, como la sucedida en 1867, pero se mantuvo marcando el tiempo de la
ciudad durante 167 años.
El reloj de Bartolomé
Fernández fue sustituido por el Ayuntamiento en 1974. Su maquinaria fue
almacenada en el viejo matadero, pero el empeño del relojero José Ramos hizo posible su rescate y restauración (en la que empleó cientos de horas); hoy se halla
expuesta en el “Museo del Tiempo”, que él mismo regenta. El nuevo reloj,
que hoy cuenta con una notable dependencia, construida a propósito de la última
remodelación de la Casa Consistorial, fue montado por Hermenegildo Díguele y su
hijo Ramón (que continúa la tradición de la familia haciéndose cargo de su
mantenimiento).
No tengo estos días a mi alcance los diversos archivos de la ciudad, por estar cerrados, dada la extrema situación por el
corona-virus, pero el nuevo reloj también merece su capítulo. Es de gran
valor (una joya, sin duda, ya hoy), fue el último, de sus características, fabricado por la empresa de
Vitoria, Murua, que gozó de reconocimiento internacional; y es el que en la
ciudad aún conserva su “funcionamiento mecánico”. Y es, y suena así:
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30, marzo, 2020
La idea por parte de los regidores (concejales) de contar con reloj es temprana, si
bien dan, en 1730, prioridad a la construcción de los chapiteles. No obstante, y antes del alzamiento sobre el escudo de
armas de una peineta o espadaña, que quedará rematada en diciembre de 1748, se proponen
adquirir una campana para el reloj, en ese mismo año de 1730, de la iglesia de Piedralba,
y en 1731 de Redelga. No fructificará la adquisición, ni de una, ni de otra, y
habrá que esperar a 1744 para contar con la primera, que pronto se
resquebrajará, una vez colocada en la espadaña, y será refundida, cuatro años
después, por el trasmerano afincado en Astorga, Bartolomé Ballesteros. Cuenta, como era
habitual, con inscripción grabada, en la que se menciona a Santa Bárbara
(protectora contra las “diabólicas tempestades”), la ciudad a la que pertenece
y al maestro campanero. Su peso es algo superior a las 35 arrobas, dispone de un m de diámetro y costó unos 2150 reales. Las
dos campanas, pequeñas, de los cuartos, se atribuyen al mismo maestro; una pesa
4 arrobas y 16 libras, y otra 3 arrobas y 13 libras, con un costo de 1600
reales.
El encargo para la construcción del primer reloj (habrá otros dos hasta
nuestros días) no estuvo exenta de discrepancias y vicisitudes. El 5 de mayo de
1746, cuando se toma la decisión de poner “dicho relox y campana sobre las Armas Reales que
están en medio de las abujas”, tres regidores se oponen, al considerar que la
ciudad no tiene “caudales” suficientes; en una sesión posterior, nueve días más
tarde, es ratificada esta decisión, con
el informe del Procurador General, que
avala que sí hay fondos para costearlo con “quentas de propios”, es decir, sin el impuesto especial sobre el vino.
Fueron varias las propuestas para su construcción, en los meses
siguientes, en julio, por parte de Domingo González Perabélez, “maestro de cerrajería
en esta ciudad”. Este cerrajero planteará, posteriormente, llevar a cabo la ejecución del reloj con el
maestro de igual oficio, de León, Juan Gómez, pero, al final entre ambos no
hubo entendimiento. Pasarán meses hasta la firma del contrato de encargo, el 23
de enero de 1748, a Bernardo Francos, “maestro de zerrajero y vecino de la
villa de Villanueba de el Campo en Tierra de Campos”. Por parte de la “Xusticia
y Regimiento” firmará Manuel de la Vega, Procurador General.
Las condiciones que oferta para la fabricación del reloj Bernardo
Francos, presuponen un reloj de gran calidad, con un precio, en principio, menor que el de de los dos
licitantes citados, 8500 reales. Así, su
primer compromiso es “que tengo de fabricar todo el relox de yerro de Vizcaya
por ser el material más noble que por acá se descubre, así para seguridad como
para su lucimiento”; o por citar otros, “todos los abujeros de los exes de las
ruedas han de ser vaciados de bronce”, y la traza de la esfera del reloj ha de
ser de “quatro pies de deámetro de piedra de Boñal (Boñar), bien raspada, con
tres dedos de reliebe”. Además de los
toques ordinarios, el reloj de Francos incluye el toque de queda: “Asimismo tengo que formar
todo el juego que llaman de la queda, según todo el arte que ella pide, con las
pausas ordinarias y a la hora que la pidieren”.


(Colasa y Juan Zancuda,expuestos en el Ayto. tras su restauración, en 2003. Los más antiguos(dos varones, en principio, parece), de madera, guarnecidos con plomo, muy deteriorados, fueron sustituidos por otros de Bartolomé Fernández (hombre y mujer) y estos, unos 20 años antes, de aluminio, que también llegaron a estar en muy mal estado. Fue una restauración, la de 2003 muy cuidadosa, en la que intervinieron Dionisio Blanco, chapista, los relojeros Ramón -que sigue a cargo del reloj- e Iván Díguele, y el señor Antonio Martínez -el Jamonero-. El concejal al tanto de todos estos trabajos fue Joaquín Carro).
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29, marzo,2020
Recapitulación
Previamente a continuar el desarrollo del
tema en esta séptima entrega, vamos a
señalar, de las seis anteriores, las
fechas clave en la construcción del Ayuntamiento, que en la documentación
antigua consta como Casas Consistoriales. El Regimiento —en términos actuales,
con salvedades, la Corporación Municipal— se plantea en 1656 contar con unas nuevas dependencias, pues de
las que disponen, una sala capitular en la casa donde también se hallan la
cárcel y el peso (en la esquina Señor Ovalle / plaza Mayor), no reúne unas
mínimas condiciones, ni tampoco está provista de balcón desde el que presenciar las comedias y
espectáculos taurinos. Este mismo año adquieren la colindante, en muy mal estado,
pero la dotan de balcón.
En aras a la construcción del nuevo edificio
se van a socorrer de un impuesto sobre el vino, para lo que precisan la
autorización periódica del Real Consejo de Castilla; irán adquiriendo y
acumulando parte del material preciso paso a paso para tal fin. En 1682 los
regidores pretenden comprar las dos casas más arriba de las del Regimiento para, con las dos suyas, contar con unas edificaciones aptas, una vez remodeladas, para Casas Consistoriales. Asimismo, en 1683 también barajan la posibilidad de ubicar las Casas
Consistoriales en dos casas, que constituyen manzana, y que las atraviesa la
entonces llamada Rúa Vieja (donde el ayuntamiento actual pero con una calle de
por medio). Saldrá adelante, finalmente, este último propósito,
por la habilidad de los dos regidores del Cabildo catedralicio (que formaban
parte, también, del Regimiento): los regidores civiles estaban divididos entre
las dos opciones, e inclinarán la balanza
hacia el emplazamiento actual. El construir las Casas Consistoriales
entre la calle Señor Ovalle y la actual relojería Los Maragatos les afectaba,
pues una de las casas objeto de compra era del Cabildo. Esta disputa, pues, fue
la que deparó el mejor emplazamiento posible.
Ochenta y cinco años después del primer acuerdo para construir las Casas
Consistoriales (1656), y 58 de iniciar su construcción (que fue en 1683),
contamos, en 1741, con un edificio cerrado, con sus chapiteles, carpintería y
balcón, pero aún falta la construcción de la espadaña donde colocar la campana
y el reloj. Tres años serán esenciales para ver
rematadas las Casas Consistoriales: 1746, 1747 y 1748. En ellos se resolverá,
con obras que se superponen o modifican, tanto la edificación de la espadaña,
como la fabricación de la campana y la construcción del primer reloj con los
maragatos.
Los regidores, en la sesión del
27 de junio de 1746, ordenan pregonar la ejecución de la espadaña: “acordó la
Ziudad (siempre rezaba su nombre para los acuerdos, no el de los regidores) se
publique la obra de cantería, de sillería, que se ha de azer para la campana
del relox, sobre las armas reales que están en las Casas Consistoriales, y las condiciones
en que se ha de ejecutar dicha obra”. Si el autor del proyecto (de las trazas)
de las Casas Consistoriales fue el maestro de obras de la catedral, Manuel de
la Lastra (quizás también su padre, Francisco) que entonces, 1683, dirigía la construcción de la fachada barroca
catedralicia, para la espadaña lo será también otro maestro del templo mayor, Domingo
Martínez, en colaboración con el maestro cantero Bartolomé de la Gándara, que
va a ser el que ejecute la obra.

El descubrimiento por parte del profesor
Emilio Morais en el archivo provincial del expediente de esta obra (trazas o
proyecto, materiales, detalle de toda la ejecución…) es una de las aportaciones
más importantes al conocimiento de la construcción del Ayuntamiento (tan
escasas, a no ser las fundamentadas en las actas municipales). De dos canteras provinieron los materiales, de Boñar y de Santibáñez. La
primera, de más calidad, para las pilastras, los balaústres, zócalo…; la
segunda, para la rosca de los arbotantes. El deterioro de los donceles, de las
gárgolas, se debe a la calidad del material y al paso del tiempo, pues
corresponden al diseño del primer maestro, Manuel de la Lastra.
Las trazas (proyecto) de la espadaña conservadas, a decir de los
arquitectos, son de gran calidad en la resolución de incorporar un nuevo cuerpo
sobre el escudo central. El maestro de obras de la catedral, Domingo Martínez,
diseñó una solución innovadora, entre otras el arco de rajola tras el escudo
para mantener enhiesta la espadaña o peineta. La espadaña quedó finalizada, con
sus arbotantes o contrafuertes, a finales del verano de 1747. No es,
completamente, la inicialmente pensada, pues la incorporación de las dos
campanas laterales para los cuartos de hora, en principio no previstas, obligó a cambiar su diseño en la cumbrera, que
finalizaba con el arco de medio punto (no rectangular, por tanto), y sobre el
mismo (también en la solución final, los dos donceles y la escultura de La
Justicia), trasladados de encima del escudo principal o de armas.
Sin duda, la solución primera, la del arco de medio punto como cumbre de los dos cuerpos de la espadaña, resultaba más airosa que la solución que ahora vemos. En la foto de una de las trazas, que abre esta
entrega, bien se puede comprobar.
28, marzo, 2020
En diciembre de 1730, la fachada
del ayuntamiento presentaba el aspecto actual, parcialmente: con los chapiteles
y cinco esculturas sobre el Escudo de
Armas (el central), La Justicia en el centro, y cuatro donceles, dos en cada
uno de los lados del escudo de armas; sin la espadaña con su campana y reloj, ni la
carpintería en los vanos, tampoco el
balcón.
En la sesión del 11 de mayo del citado año, 1730, en la que se resuelve
la construcción de los chapiteles, ya se plantea el Regimiento la construcción
de “la espadaña para que en ella se ponga la campana para el relox y quarto
para las pesas”. Pero habrán de transcurrir 16 años antes de iniciar los primeros trámites
para su construcción y la del reloj; y catorce para la primera campana.
Desde 1730, pasarán ocho años con
las obras paradas, por falta de recursos económicos. Cabe el recordar que
sustancialmente eran obtenidos por el impuesto sobre el azumbre de vino, para
lo cual se precisaba renovar de continuo autorización por parte del Real Consejo de
Castilla; y otras veces, con los
llamados “recursos propios”. Una de las preocupaciones primeras de los
regidores era el contar con balcón en la Plaza, desde el que contemplar las comedias
y espectáculos taurinos; pues suponía desmerecimiento asistir a tales
espectáculos desde un tablado. Así, como
ya mencionamos, el 26 de enero de 1656 adquieren una casa destartalada junto a
la existente del municipio (en la fachada entre Señor Ovalle y la relojería Los
Maragatos) para colocar en ella un balcón; no será la última vez.
En la sesión del 18 de agosto de 1738 será cuando los regidores decidan
dotar de un gran balcón al nuevo edificio. El acuerdo tiene máximo interés,
pues refleja que no se pretendía un balcón utilitario, sino de gran calidad
artística. Dice así. “Se ponga un balcón voliado y seguido a las siete ventanas
–las de la fachada y las dos de los laterales—
de las Casas Consistoriales, que dé vuelta a las ventanas que están a
las calles que van a San Francisco y la iglesia parroquial de San Julián —hoy,
de Fátima—, con las bolas de bronce y los arcos que sobresalgan por encima del
balcón y hagan división de las ventanas o en la mejor forma y hermosura”.
Pronto resuelven la adjudicación de este gran balcón, y de otros dos “a
espaldas” de las Casas Consistoriales. El memorial o proyecto del mismo fue
presentado al Regimiento (Ayuntamiento) por don Francisco García Casellas, vecino de
la ciudad de Oviedo. En octubre de 1739, según se recoge en las actas de los
días 8 y 19, Casellas había concluido la obra: “Condujo, puso y asentó los tres
balcones de hierro de las Casas Consistoriales de ésta de Astorga”. El balcón mayor
pesó 461 arrobas y media, más de cinco mil kilos (5227,28), y los dos pequeños
33 arrobas. El precio total sufragado al maestro herrero fue de 19.697 reales y
medio.

Pese a estar colocado el balcón las Casas Consistoriales continuaban sin
estar aptas para ser habitado. Hasta tal punto,
que dos años después, marzo de 1741,
los regidores acordaron la adquisición de otra casa en la Plaza, en las
“filas a la derecha” del ayuntamiento, valiéndose de recursos propios, con el fin
de ampliarla y darle uniformidad, y
para presidir las funciones públicas “por no estar fenecidas las Casas
Consistoriales, ni con más habitación que la Sala”. No debieron servirse mucho
tiempo de estos balcones, y cabe suponer que
sería derribada la casa recién adquirida, pues un mes después, el 17 de
abril de 1741, se daba por terminada la colocación de la carpintería de los vanos; cada
puerta-ventana había tenido un costo de
154 reales de vellón.
20, marzo, 2020
Transcurrirán 17 años desde la celebración de la primera sesión por el
Regimiento (Ayuntamiento), en la nueva e inacabada Casa Consistorial, hasta
poder contar con nuevos fondos sobre el vino atabernado. La población, como ya
hemos dicho, era escasa, en torno a los 2000
habitantes, los ingresos, pues, mínimos,
y las dificultades máximas, por lo que era necesario cada cierto tiempo solicitar nueva autorización al Real y
Supremo Consejo de Castilla para aplicar este gravamen; que lo concedía, si bien sus oficiales en León
realizaban una labor de fiscalización entorpecedora.
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Torre izqd. con chapitel y el escudo de los mar- queses "picado" |
En la sesión del 7 de diciembre de 1729 se
aborda el dotar a las torres de chapiteles (‘abujas o chipiteles’). El regidor
Francisco Moreno plantea en la sesión que el maestro que había hecho los de
León, Joseph Albarez de la Biña, se halla en la ciudad y solicita hacer los de
las casas del ayuntamiento de Astorga, para lo cual presenta la traza de los
mismos. Para que actúen como peritos de dichos planos, el Regimiento encarga a los
regidores Moreno y Joseph Nieto presenten dichas trazas al maestro de la
catedral y a Manuel Sutil, ‘alcabuzero’ (arcabucero, probablemente más que
soldado, fabricante de arcabuces y otras armas de fuego). En las sesiones
siguientes, hasta la correspondiente al 22 de mayo de 1730, la construcción de
los chapiteles irá acompañada del deseo de construir una espadaña donde colocar
un reloj municipal con su campana y “quarto para las pesas”; si bien este
último propósito quedará postergado.
De la consulta realizada a los dos peritos salió la conclusión de que
resultaba excesivamente caro el primer proyecto presentado, por lo que se
encarga a de la Biña haga una nueva propuesta, que será aprobada en sesión del
23 de abril de 1730. A Francisco Moreno
se le designa como “comisario” para la
gestión de este asunto, con los procedimientos entonces al uso. Durante los
meses de mayo y junio siguientes, se resolverán las cuestiones respecto a la
adjudicación, por el celo del citado regidor (también mostrado en cuanto a la
dotación de espadaña y reloj).
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Torrre dcha. con escudo de la ciudad |
De esta suerte, en la sesión del 11 de mayo de 1730 se recoge, que
Moreno pide, según ortografía del texto original “que la Ziudad de horden para
que se publique dicha obra y señale el día para remate de ella”. Se acuerda que
esta licitación quede resuelta el 20 de junio; así ocurrirá, pues dos días más
tarde, en la sesión del 22, Moreno da cuenta de que las “abujas” de las torres
consistoriales según el diseño aprobado “se remataron en Joseph Albarez de la
Biña”, maestro de carpintería y albañilería, en seis mil seiscientos reales de
vellón. Dicho adjudicatario había solicitado unos maravedises como adelanto,
cuestión que queda a criterio del regidor Moreno. Por la participación del
maestro cantero de la catedral, que intervino en el proceso de elaboración y
adjudicación, dado que con su asesoramiento se consiguieron bajas en la obra
inicialmente prevista, Moreno pide se le abone una gratificación de doscientos
reales de vellón, demanda que es aprobada por el Regimiento. Igual cantidad se
concede a de la Biña por todo el trabajo y venidas a la ciudad para la
elaboración de nuevas trazas o planos, una vez desechados los primeros.
El Regimiento quedó satisfecho con el
maestro de carpintería y albañilería leonés,
así que cuando toma cuenta del trabajo efectuado, de las mejoras realizadas durante la ejecución y los chapiteles rematados, en la sesión del 11 de diciembre de tal año (1730) acuerda
considerar el monto total de la obra en 8000 reales de vellón (1400 más de los
inicialmente previstos). Con sus chapiteles, estilizados, como agujas, similares a los del antiguo ayuntamiento leonés (iguales en la cruz y la veleta), pero con mayor gracia, la Casa
Consistorial ha ganado en esbeltez, pero aún queda la espadaña, el reloj con
sus campanas y el cuarto para sus pesas.
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19, marzo, 2020
Desechada por el Regimiento (Ayuntamiento) la idea de ubicar las Casas
Consistoriales en el lienzo oriental de la Plaza, entre la calle de Señor
Ovalle y el extremo del mismo (actual
Relojería de los Maragatos), y resuelta la adquisición de las dos casas
el 21 de junio de 1683, con la permuta de una de la ciudad por otra de la
Cofradía de San Antonio y la compra de la perteneciente a los herederos de
Bartolomé Rodríguez, adjudicará la dirección de las obras, las cuales comenzarán prontamente. Las dos casas adquiridas, en el
‘frente’ de la Plaza, constituían cada
una de ellas una manzana, separadas por el primer tramo de la Rúa Vieja (que se
denominará después del Arco y, fallecido el maestro y autor de la Historia de Astorga, don Matías
Rodríguez, con su nombre, que es el actual).

La ejecución de la obra, pues, con el material adquirido desde 1656, gracias al impuesto sobre el vino atabernado, fue adjudicada a Manuel de la Lastra, por un importe de 10.950 ducados, pero no se
verá cubierto el edificio hasta 1704, veintiún años después de su contratación;
no fue este el único costo que el Regimiento hubo de sufragar en estas dos
décadas, sino otros complementarios como 38.000 reales por una obra de cantería,
y otra de maderamiento, por un monto de
18.000. Sobre el arco de entrada de la puerta principal figura en la piedra clave la cifra de 1684, fecha
que indica hasta dónde, en este año, se había llegado con la construcción del edificio.
El 3 de junio de 1711 celebra el Regimiento una primera sesión,
testimonial, en la nueva Casa Consistorial, en un estado
completamente precario, pues faltaba por instalar la carpintería de puertas y ventanas, el gran
balcón de la fachada y otros laterales, los chapiteles de las torres, y, como
se puede deducir, aún no se había planteado la dotación del reloj municipal,
por lo que la espadaña donde se aloja no existía. La imagen que se acompaña (algo
retocada, del libro “El reloj de los
maragatos…”) nos puede acercar a la idea de esta primera época del edificio (el escudo de armas real, en el centro, ya
estaba instalado, de hecho se esculpió mucho antes de su colocación en la
fachada). Manuel de la Lastra no llegaría a tener conocimiento de esta primera sesión, pues había fallecido en 1707.
Las penurias económicas del Regimiento, que
eran continuas, trajeron consigo una paralización de las obras, que no se
reanudarán hasta bien avanzado este siglo, el XVIII; es entonces cuando se
planteará la construcción de los chapiteles de las torres, de la espadaña con su reloj, del gran balcón y de la carpintería exterior, es decir, el
cerramiento de los vanos de puertas y ventanas.
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18, marzo, 2020
La construcción de las Casas Consistoriales (tal era su denominación) será un largo proceso, con múltiples
inconvenientes, sobre todo económicos, pues en la segunda mitad del siglo XVII, época en que corregidores y regidores se plantean contar con un edificio
digno para su función, era preciso el disponer de los recursos económicos por adelantado;
tampoco existía la posibilidad actual de endeudarse. En caso de que el
Regimiento quisiese imponer un arbitrio
especial se precisaba autorización del Real y Supremo Consejo de Castilla.
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Era habitual el dedicar las obras a la nobleza, en este caso al marqués de Astorga |
El Regimiento acudirá al marqués de Astorga, el noveno, Álvaro Pérez
Osorio, cuya presencia en la ciudad había sido mínima, hecho habitual, pues solían
estar cerca de la corte real; la situación del castillo, por otra parte, amenazaba
una ruina, que sería irreversible. No obstante, el marqués, que sigue siendo el
señor jurisdiccional de la ciudad, se compromete a financiar una tercera parte del
costo de las obras. El Regimiento tendrá que financiar dos terceras partes,
para lo que solicita al Real Consejo imponer cuatro maravedises (moneda de
entonces) por cada azumbre (medida equivalente a 2,016 litros) de “vino
atabernado”, es decir, el vendido en las tabernas de la ciudad. Será el impuesto, aplicado durante décadas (así se deduce de
actas posteriores, del 4 de abril de 1672 y 9 de julio de 1681), sobre el vino
atabernado, el que haga posible la edificación de las Casas Consistoriales.
No será en el solar de la casa
adquirida en 1656, ni en el colindante, donde se levante el actual edificio municipal. Sin tener
decidido el lugar de su emplazamiento, con los maravedises acumulados hasta
entonces, el Regimiento acuerda comprar una primera tanda de materiales para la
obra, que ira acumulando, según acuerdo tomado en la citada acta de 1681. Un año después, el 27 de julio de
1682, los regidores van a tomar un acuerdo que, de haberse llevado a cabo,
hubiera conllevado consecuencias funestas para el propio edificio municipal y
la misma Plaza. El acta reza así “sus mercedes —los regidores— acordaron que se
fabricase —el nuevo edificio— en la
misma Casa del Consistorio, comprando dos casas más abajo, que son la una de
Lorenzo López, mercader, y la otra del Hospital de San Juan”. De haber
prevalecido este acuerdo, el
Ayuntamiento hubiera contado con cuatro casas contiguas y estaría hoy en día ubicado en la fachada oriental, es decir, en el
tramo de la calle Señor Ovalle y la
relojería Los Maragatos.
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Sillería coro catedral de Astorga para los canónigos |
A esta sesión de 1682 el Regimiento no convocó a los dos regidores
eclesiásticos, nombrados por el Cabildo; se trataba de una disputa más, debida
a la interpretación de “el Albala” o
privilegio concedido al Cabildo por
Alfonso X, de pertenencia de dos de sus miembros
al órgano municipal siempre que se tratasen temas que afectasen a ambas
instituciones. Los dos regidores eclesiásticos elevaron su protesta por este
acuerdo, y en una sesión posterior, el 30 de agosto de 1682, en el que se trataba
sobre un inmediato inicio de las obras, a cargo del maestro de cantería
Francisco de la Lastra (entonces con tal función en la fachada principal de la
catedral, la de las torres), contradijeron el acuerdo, por el emplazamiento, si
bien mostraron su conformidad en lo relativo a labrar la piedra y acopiar
materiales. El acuerdo quedó en suspenso, y no se ejecutará.
Unos meses más tarde, el 19 de febrero de 1683, los regidores, sin unanimidad, optan por una nueva solución: permutar una casa a la Cofradía de San Antonio (la adquirida en 1656) y comprar otra a los herederos de Bartolomé Rodríguez, sitas en dos manzanas, donde ahora se halla el Ayuntamiento. Se vuelve a tratar el asunto el 2 de junio de 1683, y se toma, de nuevo con el Regimiento dividido, la decisión de volver a la idea anterior, es decir, a reconstruir, para edificio municipal, las dos casas propiedad de la ciudad, junto a las otras dos que se pretende adquirir, en la parte oriental de la Plaza. Aducen los favorables a este emplazamiento que el impuesto sobre el “vino atabernado” había sido concedido por el Real Consejo para “reedificar” lo existente, no para levantar unas casas consistoriales nuevas en lugar distinto.
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París Bordone pintó varios cuadros por encargo del marqués de Astorga, Pedro Ávarez Osorio, quien acom- pañó a Felipe II en su viaje por sus reinos. |
Cierto es que los dos regidores eclesiásticos se oponían al emplazamiento donde ya tenía
las dos casas el Regimiento por un interés particular: porque no querían
desprenderse de uno de los edificios de la parte oriental que se pretendía adquirir,
pues pertenecía, como ya hemos señalado,
al Hospital de San Juan. Y el Hospital de San Juan, entonces, como hoy en día, es propiedad del cabildo catedralicio.
Este ha sido el “vericueto” histórico por el que tenemos nuestro
Ayuntamiento en el lugar más adecuado de la Plaza, gracias a la disputa, “al
toma y daca”, de los regidores seglares
y del Cabildo, y la ‘tozudez’ de estos dos últimos.
17, marzo, 2020
En 1480 los Reyes Católicos celebran cortes en Toledo, y entre los
acuerdos tomados, uno de ellos va a ser esencial para los reinos de Castilla y
Aragón: que las poblaciones deberían contar con “plazas mayores” y que ellas
“tengan casa grande y bien hecha”, y si no perderían la categoría de villa o
ciudad. A fines del siglo XV Astorga era una ciudad completamente amurallada,
con la cerca y sus cubos mucho más elevados que los actuales, con cinco puertas de acceso,
cuyo recuerdo permanece en el callejero actual: Puerta de Sol, Postigo, Puerta
Obispo, Puerta de Rey y la Puerta de
Hierro (donde el Aljibe). Y tenía jurisdicción (y debía prestar protección),
sobre sus cuartos y alfoces: San Justo y
San Román, Brimeda (que incluía a
Carneros y Sopeña), y Castrillo (que encuadraba a Valdeviejas, Murias y
Hospital de Yuso, la actual Santa Catalina de Somoza); más Piedralba (de Suso y
de Yuso), Celada y Nistal.
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Peñalosa. Torre de la catedral vieja y parte de la nueva |
La catedral nueva, la actual, se empezó a construir en 1471; a medida
que se iba superponiendo sobre la anterior románica, esta se irá derribando. Edificios
notables eran el palacio episcopal, en el lugar del actual, y también otros,
como el Palacio Viejo, en la plaza de Santocildes, o el de la condesa de Santa
Marta de Ortigueira, donde la actual Escuela de Idiomas. Y de las conocidas como
“torres”, la más destacada, la de los Osorio de las Regueras, en el solar del
Cine Tagarro. Fuera del recinto murado se alzaban el Monasterio de Santa Clara,
hoy en pie, y el muy relevante de San Dictino (en el entorno de la actual
iglesia de Puerta Rey).
Rondaba la ciudad los 2000 habitantes. Las
casas eran en su mayor parte de planta baja, habitadas por comerciantes y
artesanos; cercanas a la catedral estaban las del Cabildo, dado que los
canónigos habrían de acudir a esta iglesia mayor varias veces al día. El
alcázar de los Osorio, en la actual plaza de los Marqueses, se estaba
reconstruyendo, para convertirlo en un importante castillo, del cual
conservamos grabados antes de su derribo definitivo. A esta familia nobiliaria, al conde de Villalobos, Pedro Álvarez Osorio, en 1465, por merced
de Enrique IV, se le otorgará el título de marqués de Astorga. Ello traerá
consecuencias importantes para el Concejo de la ciudad, que verá disminuidas
sus atribuciones. Será ahora el marqués, y no el rey, quien nombre al equivalente a un alcalde
actual, el Corregidor, y a todos los demás cargos de la administración
municipal, en aquel entonces “regidores y
notarios o escribanos públicos”. La administración de la ciudad quedará en
poder de esta familia, que irá ocupando los cargos más relevantes.

Habrán pasado 176 años, desde la disposición de los Reyes Católicos, de
construir “casa grande”, cuando tengamos
conocimiento de que el Regimiento (Ayuntamiento) astorgano considera el contar
con una sede más digna que la existente. En sendas sesiones de los días 20 y 26
de enero de 1656 los regidores se plantean adquirir una casa colindante a donde
tienen la sala capitular (de reuniones) porque carecían de ventanas y balcones
desde los que presenciar los festejos, es decir, los espectáculos taurinos y comedias, que
tenían lugar en la plaza Mayor; les parecía indigno contemplarlos sobre un
tablado que, para ellos, se instalaba provisionalmente. Empieza a partir de
esta fecha, una larga historia, una peripecia singular hasta ver levantado el
actual ayuntamiento; transcurrirán 65 años para celebrar la primera sesión en
el nuevo edificio, si bien entonces aún le quedará un largo trecho para
completar las obras y verlo en las
condiciones actuales.

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16, marzo, 2020
Dado nuestro forzado sedentarismo, nace
esta página, “Destronavirus”, como un desafío, de entretenimiento, hacia un
agente microscópico, venenoso, que quiere multiplicarse a costa de nuestras
células, y al que le han añadido a su
vulgar nombre un atributo real por su
semejanza, en la forma, con la corona solar. Destronemos al coronavirus.
¿Qué me apetece contaros a modo de diario?
Pues como muchas cosas valiosas que tenemos cerca, de tan habituales no reparamos en ellas, quiero
hablaros de la casa de todos, y en la que ocasionalmente trabajo con cometidos
propios de la municipalidad: la denominada Casa Consistorial, o Consistoriales,
Palacio Municipal o Ayuntamiento, con fachada a la plaza de España, más conocida como plaza Mayor. Y no solo del edificio, así, al por mayor, sino de una
serie de detalles que significan mucho y que no son muy apreciados desde el suelo o en su interior. Creo
que a cuantos os gusta conocer cómo ha sido posible lo que tenemos, algunos os
sorprenderán.
Foso campamental. Astorga. |
Vamos a comenzar por el principio, pues
nuestra Plaza no fue el primer lugar donde nació la ciudad con alguna
construcción, sino en el entorno del paseo Blanco de Cela, conocido como de la
Muralla, muy saludable y con vistas preciosas, por cierto. Corrían los años
entre el 26 y el 14 antes de Cristo, se dice bien, más de dos mil años, cuando un
destacamento de la legión romana, la X, se asienta en nuestro altozano, que
estaría cubierto de vegetación, quién sabe si con robles, encinas, urces…, con
el fin de terminar de conquistar este
territorio para el Imperio y con la gula de las explotaciones de las minas de
oro, de las que tenían noticia. A nuestro alrededor en los castros había
pobladores astures, solo hay que fijarse hoy en el nombre de muchos de
nuestros pueblos, compuestos con “castro”, Castrocontrigo, Castrotierra, o
nuestro Castro de la Mesa, el primer lugar habitado de Castrillo de los Polvazares,
y muy cerca del actual pueblo. Si alguno de vosotros tiene interés en
conocerlo, nuestra arqueóloga municipal, María Ángeles Sevillano, en un
librillo publicado por el Ayuntamiento, da cuenta de sus características
De aquel primer destacamento de la Legión X conservamos un testimonio en
su día excavado, que parece insignificante, pero muy importante. Es un tramo
del doble foso que construían por fuera
del campamento para su defensa, (forma parte de ese itinerario por restos de la Astorga antigua, al que llamamos
“Ruta Romana”). Hoy ha sido rescatado y presenta el aspecto que se observa en la foto.
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La 'Ergástula", en 1903. Hoy dentro del M. Romano |
Serían los legionarios romanos los encargados de ir levantando la nueva
ciudad; en Astorga bien se demuestra, pues en una excavación de la calle La
Cruz (la que parte del lateral del Teatro
Gullón), se encontró un sillar de construcción, donde un legionario dejó
inscrito cómo él, que participaba en esa construcción antigua, pertenecía a la
Legión X.
Lo que era la antigua ciudad romana, hoy el
recinto amurallado, está ya bien documentada por el gran número de excavaciones
llevadas a cabo en el tránsito de los
dos últimos siglos. Y dentro de ella, el foro, la gran plaza pública que
ocupaba unos 31.000 m2; la Plaza actual, en cuyo lado sur se alza el
ayuntamiento, está asentada casi en el centro del antiguo foro, y aunque tiene
una dimensión muy adecuada para lo que es hoy Astorga, su extensión es tan
solo de 2102 m2. De aquel antiguo foro, en la superficie la parte más
significativa que conservamos es una parte
de una de sus edificaciones, la llamada Ergástula, que hoy ha quedado en el interior
del Museo Romano. Y de los tiempos
posteriores, el Ayuntamiento, del que nos iremos ocupando día tras día.
he leído de golpe todo el "Destronavirus". Me ha encantado. Muchas gracias por toda la curiosidad sin precio. un saludo.
ResponderEliminarGracias las he de dar yo, por tener la suerte de poder compartir cuestiones que me interesan con otros conciudadanos, en este caso con tu amable persona,
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