Y el reloj
Restauración afortunada en el cuerpo barroco del ayuntamiento fue la llevada a cabo, de 1972 a 1974, por Bellas Artes, según proyecto de Ramiro Moya. La Corporación se planteó, al tiempo, retirar el reloj de Bartolomé Fernández, activo durante 167 años, y encargar otro, mecánico, a la empresa Murua. Viene contando Astorga para atender maquinaria tan pintoresca con grandes relojeros, en el XIX Mateo Solís y su sobrino José, Felipe Redondo y su hijo Guillermo…; en el XX hasta nuestros días, entre otros, Carlos López y su hijo Alberto, Hermenegildo Díguele y su hijo Ramón. Fueron estos dos últimos los que montaron, en 1974, ese último reloj y a su cuidado ha permanecido, del padre hasta la senectud, y de Ramón hasta marzo del pasado año en que los mandatarios actuales prescindieron de sus servicios. En febrero encargaron a una empresa foránea reparar el daño ocasionado al reloj por estar un año desatendido. Devuelto de Palencia el día 26, funciona, si bien han dejado a Colasa aquejada de reúma, por eso golpea el mazo quejumbrosa. Este reloj con maragatos demanda alimento aceitoso, y un día precisa reponer un casquillo, otro una ampolla de mercurio, alguna vez un muelle… Le afecta la climatología, y si no se está al tanto de él, como Ramón, que siente su latido desde su cercana ventana, sucede como en días pasados, que toca a destiempo. Y es que como dice el refrán: “No desprecies lo que de valor hay en tu casa”.
"El Faro Astorgano", 8, abril, 2025
El ‘relox’
Recogían los regidores, en las actas, la gran consideración que merecían aquellos astorganos que desempeñaban los diversos oficios, por ello, al citarlos, anteponían la palabra ‘maestro’: maestro ‘ojalatero’ Cipriano Martínez, maestro cantero Raymundo Rebaque… Con la implantación en la espadaña del primer ‘relox con los dos figurones’, de Bernardo Francos, en 1749, el Ayuntamiento hubo de encargar su diario funcionamiento, y mantenimiento, y el maestro relojero vino a ser personaje imprescindible en la vida cotidiana. Y no solo para que los astorganos pudiesen ver u oír los tañidos del transcurso del tiempo, sino para percatarse del toque de queda. A los regidores antiguos les placía la ostentación, así que cuando acudían a las ‘funciones religiosas’ en la catedral, el relojero, a la ida y su retorno, debía repicar las campanas municipales; costumbre suprimida el 31 de diciembre de 1856 por el daño que se ocasionaba al subir a los tejados. Un relojero excepcional fue Bartolomé Fernández, desde muy joven a cargo del reloj de Francos, y que fabricaría, en 1800 y 1807, los dos que hoy se exponen en la catedral y el ayuntamiento. En 1974 los ediles acuerdan la adquisición de un nuevo reloj y liberar la torre occidental de las grandes pesas que la inhabilitaban. Y apostarán también por uno mecánico, a sabiendas de que Astorga seguía siendo ciudad de eminentes relojeros, a los que se les podía encomendar su cuidado.
“El Faro Astorgano”, 3, 4, 2025
La tomillina
Llega revuelta la primavera con frío, nieve, agua y polvo africano. Están empapadas hasta las lontananzas de nuestro entorno y cuando suba la temperatura y luzca espléndido el sol la tomillina abrirá su corola e impregnará las lomas y veredas de un intenso aroma, acompañado por el de otras flores, de las urces, del cantueso… Mas dejémonos de zalamerías y vayamos al tajo: Santi ha de desplazarse para fotografiar imágenes destinadas a las Edades del Hombre y a la revista de arte más bella del mundo, “FRM”, y, a su retorno, acercarse al albergue peregrino. A Eloy, después de la duermevela poética, el día le ha de dar para impartir la clase, las páginas de “Contextoglobal” y un reportaje social. A Paz siempre le gustaron los filandones, organizar certámenes, pero hoy debe de oírse en sus versos para el próximo recital de “Son de paz” con Moncho Otero. Como lo del cine es engorroso, Luismi ha de dejar a un lado el poema, el cuadro, el montaje de “Los abanicos de la muerte” y telefonear a Elías Querejeta y Jaime Chávarri para concretar su recepción en el Festival. Se avecina año santo y Jajus, antes de ir a la cofradía, nos ha prometido trazar con unas líneas la imagen del peregrino, que se difundirá en tarjetas, colgaduras en las calles jacobeas e insignia de plata cincelada por Santos. Esta gente, tan creativa, está siempre demasiado atareada, vayamos a lo nuestro: a disfrutar de sus anhelos, de sus sueños.
“El Faro Astorgano”, 22, 3, 2025
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Garras
y pico
Hubo un tiempo, mediado el XIX, que las calles y plazas de Astorga aún eran aludidas por los vecinos con el nombre sugerido por la propia ciudad: de la Catedral, de la Cárcel, del Arco, de Panaderas, de la Tahona… Esta tradición empezó a perturbarse a raíz de la visita el 15 y 16 de septiembre de 1858 de Isabel II, con su familia y el confesor Claret. El alcalde Rafael Moreno, que alojará a tan ilustres huéspedes en su casa palacio, frente a Sancti Spiritus, y los regidores idearon para la ocasión un engalanamiento que en nada tuvo que envidiar a la “festiva aclamación”, con corrida de toros en la plaza Mayor, organizada para Mariana de Neoburgo, los días 26 al 28 de abril de 1690, cuando iba camino a desposarse con el infecundo Carlos II. Cuatro meses después de la real visita, el 21 de enero, la agradecida Corporación acordó nominar “Plaza de Isabel Segunda” a la que el común llamaba “de la Cebada, del Palacio Biejo o del Pozo”. Desde esta fecha se irán sustituyendo rótulos ancestrales por el de meritorios ciudadanos: en esa plaza de la Reina Castiza, hoy con escultura de fieras dotadas de poderosas garras o desafiante pico, a su vez, por el del general Santocildes. Sabios y prácticos eran nuestros antecesores al identificar el callejero por sus monumentos, singularidades y oficios; tal querencia, aunque no oficial, en parte perdura. “¿Dónde nos vemos mañana?”: “En la plaza del león y el águila”.
“El Faro Astorgano”, 7, 3, 2025

En Vinateros
Debe su nombre el barrio de Vinateros, en el distrito madrileño de Moratalaz, al hecho de haber sido vía de entrada del zumo de uva fermentado para parte de la ciudad, procedente de la cercanía y de La Mancha. Con anterioridad a ser incluido, a fines de los pasados 50, en el Plan de Urgencia Social, apenas estaba habitado, ramoneaban las ovejas y el Ejército poseía un campo de tiro. Por esta última razón el conjunto de manzanas que se adentran con patio central se denomina calle Pico de Artilleros. Al número 118 fue a parar Evaristo Fernández Blanco, nacido en la calle Carretas astorgana (hoy de Lorenzo Segura) en 1902, con su hijo Paco. Eran años, como todos los suyos desde la guerra, de penuria; entonces pianista concertador con las compañías de Celia Gámez y Nati Mistral. Fue José Antonio Carro Celada quien, en 1983, rescató a este gran compositor del 27 del olvido. Con la publicación de su biografía, extraída en el humilde piso, junto al retrato de su esposa Sara, tan pronto fallecida, y el Maristany con que compuso a los 14 años “El vals” para la obrita cómica “La estufa” de Magín Revillo y Gonzalo Goy. Viene siendo Madrid, para esta tierra, como la segunda patria chica, donde han descollado comerciantes, pescaderos, periodistas, literatos… Y el miércoles, 19, ha colocado una placa donde reza el nombre de don Evaristo y Generación, en la fachada de la que fue su vivienda. Se honra y nos honra.
"El Faro Astorgano", 25, 2, 2025
Miliario
blanco
Puede ser una visión ilusoria, pero en un día como hoy, 5 de febrero, hacia el mediodía, cuando un sol radiante ha evaporado la helada, y la atmósfera es imperceptible, de tan limpia y transparente, allá lejos, en la nevada montaña, parece atisbarse, sobresaliendo en su más alta cumbre, un miliario blanquecino. Al solaz de este paseo de muralla enrejado, que con el tiempo fue recrecido sobre la cerca romana, desde la nivelada placa de bronce catedralicia, del Instituto Geográfico, a tal mojón geodésico del Pico del Teleno, emplazado a 2188 m, nos separan 1315 m de altura; y un horizonte de varias leguas. Nunca sabremos los nombres de los tribunos o centuriones de Augusto que decidieron someter al criterio de los dioses, a través de los ritos de nuestro primer y desconocido augur, la idoneidad de asentar el campamento romano de la legión, la X, y la construcción posterior del foro, calles, templos y cloacas, en este promontorio de robles, quizás de encinas. Si bien primaba en ellos ultimar el dominio militar y el beneficio del oro astur, más acertada su elección no pudo ser: durante dos milenios largos los astorganos venimos disfrutando un paisaje que desde la ciudad se va elevando, en lomas y lontananzas, hasta la lejana y alta cumbre, donde se atisba un mojón blanquecino, que separa a diestra y siniestra, en la montaña, estos días, extensas olas de nieve, que nutrirán los manantiales y arroyuelos.
“El Faro Astorgano", 7, 2, 2025
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Alfonso III, Ximena y el obispo de Oviedo Gomelo II, en el "Libro de los Testamentos", s. XII |
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Arqueta de San Genadio, principios del S.X. Museo de la catedral de Astorga |
El Rey Grande
En la avenida capitalina de Ordoño II, cada uno de los 19 reyes considerados como privativos leoneses cuentan con un hito, y un código de barras para recabar con tu telefonillo información de su reinado. Abarcan desde el año 910 a 1230, y la pretensión municipal con esta difusión no es ajena a la justificación histórica para la reivindicación de propia autonomía. A cuantos consideren un bien la descentralización en nacionalidades y regiones, incluso al extremo que ha sido llevada, no les falta razón para la reivindicación de la gobernanza, en un reino que llegó a adentrarse en territorios de Galicia, de Portugal, de Extremadura… No está de más el conocimiento de la historia de nuestro entorno, siempre que se mantenga una mirada universal, y en razón de ello cavilaba ante los hitos qué antiguo rey merecería para nosotros, los astorganos, un especial reconocimiento. Elegiría al monarca anterior a 910, fecha del traslado de Oviedo a León de la sede regia, Alfonso III, el Rey Grande en el “Episcopologio”. Gran estratega en la Reconquista, repoblador y fundamental para el cristianismo, el arte y la cultura. Sus restos mortales en el 910 fueron acogidos por el obispo Genadio (quien le fue tan esencial colaborador y consejero cercano); se verían acompañados dos años después con los de su esposa Ximena. Símbolo de su reinado es la “Arqueta” por ellos donada a este obispo, atesorada en el museo catedralicio.
“El Faro Astorgano”, 28, 1, 2025
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TVE este año cambió de presentadores, y la irreverencia con la estampa del Sagrado Corazón ha sido motivo de gran polémica (que, al tiempo los mencionados han aprovechado para difundirse). Antena 3 optó por los mismos, con la novedad de la confección de un vestido con leche materna.
12 campanadas
Se disputan las cadenas los televidentes para las doce campanadas con las que se finiquitan y se abren los años. Y en su emisión uno encuentra varias opciones: desde la puesta en escena clásica, a la costura lactosa y las ocurrencias (alguna de ellas, como amuleto individual de inspiración religiosa, prescindible). Las dos últimas despiertan admiradores y detractores, y un corolario de opiniones, con las que se entretiene al personal como si de un pugilato se tratase. En la retransmisión del uvero festín, el protagonista, el valiosísimo reloj de la Real Casa de Correos, carece, vez tras vez, de historia y de autor. Para la Reina Castiza la inauguración de este reloj, donado por el cabreirés de Iruela, Rodríguez Losada, fue una de las últimas satisfacciones, dos años antes de que la Revolución de 1868 la enviara al exilio. En aquel entonces la Puerta del Sol había sido remodelada según pauta de las casas de Santiago Cordero y en las calles del entorno se solazaban maragatos para inspiración de dibujantes como Gustavo Doré. En 158 años no ha tenido tiempo el Ayuntamiento de la Villa y Corte de reconocer a quien tanta aceptación popular sigue concitando, año tras año, en los madrileños, en millones de españoles. Para Losada, ni una calle, ni una estatua, como la de “Mariblanca”, “El oso y el madroño”, o la de “Carlos III”. Y, por si fuera poco desdén, los presentadores televisivos, cada Nochevieja, están a por uvas.
"El Faro Astorgano", 9, 1, 2025
Espiga sin grano
Poco a poco el pequeño comercio o pequeña
industria, de trato familiar, desde antiguo instalada, va desapareciendo;
incluso aquellos rentables, pues pese al propósito de sus detentadores de
alquilarlo, o venderlo, no hay adquirentes. Desde las vísperas de la Navidad, en la antigua calle de
la Torre (por la casa fortaleza en ella existente hasta 1907), y que hoy es del
sabio astorgano Marcelo Macías, el cartel “Se traspasa” figura en la trancada puerta
de la Panadería Merino. Queda clausurado otro obrador de varias generaciones,
así como el aroma a pan fermentado, el trajín de la furgoneta distribuidora, y las colas en la calle, a la espera de los
frutos amorosamente elaborados a partir de esa espiga dibujada en el toldo y que ampara la puerta y el escaparate.
Son tres hermanos los que han gestionado el negocio, aunque
preferentemente Jesús ha laborado en el obrador, Yompi en el reparto y Elda en la venta de la
panadería. Tras el cristal de la puerta, cerca de la oferta de traspaso, se puede leer, en una carta de
despedida, cuánto ha significado para ellos este oficio ancestral, «una etapa maravillosa de nuestras
vidas»,
y cómo han llegado a convertirse, los clientes fijos y aquellos otros, visitantes, en
«parte de nuestra familia, en testigos de nuestro esfuerzo y en la razón por la
cual cada madrugada valió la pena». Solitaria recibirá esta calle a la
madrugada y más escasa será la vecindad.
“El Faro Astorgano”, 27, 12, 2024
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Exposic. "Darse la mano". Museo del Prado. Santo Tomás y San Judas Tadeo, del retablo de Becerra, catedral de Astorga. |
Darse la mano
Cuando en febrero de 2008 fue presentada nuestra Semana Santa en la iglesia de los Jerónimos se habían finalizado los trabajos que, según acuerdo del M. de Cultura y el arzobispado madrileño, habían propiciado recuperar su ruinoso claustro, la ampliación del Prado y la mejora interior y exterior del propio templo gótico. Acceder ahora por la entrada del museo que conduce a la exposición, añorada y comisariada por el astorgano Manuel Arias, supone disfrutar de este entorno monumental tan afortunado. Se nos despierta un interés especial cuando una muestra importante, esta bajo el título de «Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro», ofrece obras que forman parte de nuestro patrimonio local o diocesano. En mayor medida en esta ocasión, pues las expuestas en el ‘nudo central’, Santo Tomás y San Judas Tadeo, descansan en el retablo catedralicio de Becerra a unos 12 m de altura; y otra, cercana, la Virgen de la Valvanera, en el del trascoro. Las esculturas de los dos apóstoles, junto al resto del retablo, cuentan con excelentes fotos de Imagen M.A.S., pero nada supera la observación directa: de su anatomía, de su expresividad. Y, ante todo, de su rica policromía. Pues de ello va esta gozosa exposición, que reúne cerca de 100 piezas selectas, en un discurso desde la antigüedad clásica al Barroco, y con la que Arias deja patente cómo, aunque no debidamente resaltada, es “la pintura la que da vida” a la escultura.
“El Faro Astorgano”, 12, 12, 2024