29, 12, 2014
UN PAISANO...
Hoy la Comunidad de Madrid ha
tributado un homenaje al relojero J.R. LOSADA, que donó a la Villa el reloj que luce en la Puerta del Sol
desde noviembre de 1866, y que da las campanadas
de cambio de año para toda España. Losada era natural del pueblo cabreirés de
Iruela, donde nació en 1797; murió en
1870 en Londres, ciudad a la que tuvo que huir exiliado, por sus ideas
liberales. Don Matías Rodríguez en la
“Historia de Astorga” (1909) ya le dedica una página, y don Luis Alonso Luengo,
cronista que fue de la ciudad, un tratado, “El reloj de la Puerta del Sol”.
EL RETORNO A LOS ORÍGENES
La vida de Losada a día de hoy no está suficientemente documentada,
esencialmente en el aspecto familiar en Londres, dado su matrimonio con la
viuda del relojero para el que trabajó en aquella capital, y del que, en suma,
heredó el negocio. Conservamos un relato del poeta y dramaturgo José Zorrilla,
en Hojas traspapeladas de los Recuerdos del viejo tiempo, pero en él ficción y
realidad aparecen mezclados. Antes de ser instalado su reloj en la Puerta del
Sol (noviembre de 1866) sintió la necesidad de volver a Iruela. Con 63 años
llega a Astorga, y desde esta ciudad partirá para su pueblo natal. Don Matías
Rodríguez bien porque ya ejerciese de maestro en Astorga (sí consta como tal
pero a partir de 1861) o porque tuviese conocimiento de su estancia en la
ciudad, da cuenta de este viaje.
La iglesia de Iruela no ha
llegado a contar con reloj, pese a que todo parece indicar que fue intención de
Losada donar uno para su pueblo natal; la peripecia que se narra, de que fue
enviado al Ayto. de Astorga y este, finalmente, lo remitió para Londres no está
demostrada. Lo que sí consta en el archivo parroquial de su pueblo
cabreirés es que financió el retablo del
Cristo de su iglesia y ropajes para el oficio,
a propósito de una visita del obispo, como recoge don Luis Alonso
Luengo: "Visita del 6 de julio de 1865. Obispo don Fernando Argüelles
Miranda. Enterado S.E.I. de que el nuevo retablo y altar del Santo Cristo de
dicha iglesia, así como también algunas de sus ropas han sido costeadas a
expensas del señor Losada, natural del referido pueblo de Iruela y actualmente
avecindado en Londres; y reconociendo S.E. en este acto sus piadosos
sentimientos, le da las debidas gracias por tan religiosa dádiva en obsequio ya
para el mayor culto de nuestro Divino Redentor; y en su virtud ordena al
Párroco que es o fuese de la mencionada Iglesia que al fallecimiento del
expresado señor Losada, se celebre en la misma por cuenta de los fondos del culto,
un oficio con Misa solemne por su eterno descanso".
ESTE ES EL RELATO DE D. MATÍAS EN
SU HISTORIA DE ASTORGA (1909) SOBRE QUIÉN FUE LOSADA (HABÍA FALLECIDO EN 1870).
EN PARTE, PARECE UN CUENTO DEL NIÑO Y EL LOBO. BIOGRAFÍAS POSTERIORES APORTAN DATOS
MÁS CONCLUYENTES.
“En la misma capital de la Gran Bretaña, la mejor relojería y la más
relacionada con América, ha sido durante muchos años la de Losada (Rogent
Street 105) donde aún se conserva acreditada por sus sobrinos los Sres. Riego y
Losada. El industrial que dio nombre a este famoso establecimiento, nació en
Iruela, pueblo de Cabrera, detrás del Teleno, y la odisea de sus aventuras es
de las más curiosas. Siendo niño y cuidando, como pastor, un rebaño vacuno,
tuvo la desgracia de que se le extraviase una ternera. Notada la falta, el
pobre niño fue castigado y obligado a salir aquella misma noche en busca del
animal, que después se averiguó que había sido devorado por los lobos. Viendo
inútiles sus pesquisas por las ásperas tierras de Cabrera y temeroso de otros
malos tratamientos por una falta que en razón no se podía imputar, se alejó
hasta los pueblos inmediatos de la Sanabria, siguió fatigado, desamparado y
triste por Castilla hasta tropezar al fin con algún protector anónimo que,
utilizando sus aptitudes, le llevó a Extremadura.
Era aproximadamente por el año 1830, cuando fue complicado en uno de
aquellos conatos revolucionarios de la época, por cuyo fracaso viose en la
necesidad de emigrar a Portugal. De Lisboa fue alejado a Inglaterra como
emigrado político, y hallose en la inmensa ciudad de Londres, ignorante del
idioma, sin relaciones, paseando medio muerto de hambre las calles, y sufriendo
toda clase de penalidades, hasta que logró colocarse en calidad de ínfimo
sirviente o barrendero en una relojería. En los momentos de limpieza comenzó a
fijarse en el mecanismo de los relojes, en las mesas, útiles y herramientas de
los operarios; y luego, cuando estos trabajaban, examinaba con la mayor
atención sus actos y labores, llegando a adquirir de esta manera tales
conocimientos que, cuando se hallaba solo en el taller, hacía por su cuenta
algunas composturas de relojes, las cuales, notadas al fin por el jefe de la
casa, dieron ocasión a este para cambiarle su servil empleo por el de oficial.
En este puesto hizo tan rápidos progresos el Sr. Losada que bien pronto
aventajó a sus demás compañeros de tareas, hasta llegar a ser el jefe de la
relojería, por enfermedad del dueño. Muerto este, Losada, que se había hecho
apreciable por todos los conceptos, se casó con la viuda y desarrolló sus
grandes aptitudes mecánicas y comerciales, elevando la relojería a tal altura
que su reputación es todavía universal.
La famosa relojería de Losada fue en Londres el centro de los españoles
y el refugio permanente de los emigrados de todos los partidos. Fue en mucho la
tertulia del habla española, en la que también se reunían los emigrados de
todas las repúblicas hispanoamericanas.
D. Juan Manuel de Rozas, que gobernó veintidós años en Buenos Aires; D.
Ramón Cabrera, que tanta reputación tuvo entre los carlistas de España; D. Juan
Prim, el bizarro general de la guerra marroquí y de la revolución española; el
duque de Montpsensier, que tanta influencia ejerció en la caída de los Borbones
en 1868; D. José Zorrilla, el gran poeta autor de una interesante composición
titulada La Repetición de Losada, en la que se contienen curiosas referencias
sobre los visitantes de la relojería del hijo de Iruela, fueron, con otros
ilustres militares, políticos y literatos, contertulios de nuestro paisano en
la gran metrópoli de Inglaterra.
El Sr. Losada no tuvo hijos. En su vejez sintió más que nunca la
nostalgia y quiso visitar y proteger el pueblo de su nacimiento. Acostumbrado a
las comodidades de la vida inglesa, sufrió grandes molestias en su viaje por la
falta de caminos carreteros para llegar al pueblo natal, teniendo que hacer la
travesía a caballo. Por estas dificultades no volvió a visitar su inolvidable
patria, ni pudo acaso favorecerla según su laudable propósito. Recuerdo de su
patriotismo y de su visita es el magnífico reloj, de gran muestra que en la
Puerta del Sol, en Madrid, ostenta sobre su fachada principal el Ministerio de
la Gobernación”.
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http://sirio.ua.es/libros/BFilosofia/hojas_traspapeladas_03/ima0055.htm
(En principio no está demostrado
el hecho de que don Matías acompañase a Losada en Astorga; de su escrito no
puede deducirse tal afirmación. Los datos de los que hasta ahora tenemos conocimiento
es que nuestro historiador se hizo cargo de la escuela municipal de la ciudad
en 1861; Losada había venido el año anterior, 1860. Aún, por otra parte, se
desconocen datos de la peripecia docente
de don Matías).