13, febrero, 2014
UN BUEN MAESTRO
VALE UN IMPERIO
Un buen maestro vale un imperio. Como ejemplo tenemos a don Matías Rodríguez Díez (1824 / 1910), que pidió su
jubilación al Ayuntamiento a los 70 años, después de haber ejercido en la
ciudad 33 como maestro (tuvo otros destinos anteriores) de la única escuela graduada de niños.
Publicó varios libros para la enseñanza de los escolares, que merecieron
galardones nacionales e incluso de la Exposición Universal de París de 1889; de
lectura, ortografía y prosodia, matemáticas... Fue Cronista de su ciudad
querida y dedicó su Historia de la Muy Noble, Leal y Benemérita Ciudad de
Astorga, al pueblo, “impulsado por el noble sentimiento de gratitud”. Han
pasado 105 años, se dice bien, desde su publicación (elaboró un precedente de
ella en 1873), y ningún historiador, ni grupo de historiadores locales, han
conseguido continuar su labor. Contamos con multitud de estudios muy valiosos
posteriores, con lagunas importantes, sobre todo de los años de la II
República, de la Guerra y de la cruel represión posterior (García Bañales está
aportando actualmente datos muy importantes); pero nadie, insisto, ha sido
capaz de revisar tan ingente obra ni de continuarla a partir de 1909; sigue su
Historia siendo la fuente permanente de la sabiduría local
para cualquier ámbito pasado que se
pretenda abordar. Cada vez que uno
coge en las manos un volumen tan bellamente editado, ya con la pátina del
tiempo, siente la presencia de un astorgano de nacencia o de adopción
extraordinario, de un maestro con sus ojillos gastados que sigue impartiéndonos, cariñosamente, su lección.
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