Escarcha
Desde antiquísimos tiempos, en esta tierra
contamos con una rica historia navideña, tanto religiosa como artística, confitera, pastoril y popular, la
cual cada vez va cediendo más ante la parafernalia en torno a Papá Noel. Personaje este ajeno a nuestra costumbre hasta
los pasados 70, años estos en que se
inicia una mercadotecnia que irá calando en niños que serán padres y abuelos.
Lo cierto es que hoy prima en adornos,
postales, disfraces, regalos… Últimamente, hasta los villancicos son
desplazados en vídeos, transmisiones institucionales y comerciales, por
cualesquiera composiciones inglesas. Incluso el propio Ayuntamiento, estas
Navidades, ha prescindido en el hall del
ramo leonés, en favor de
unas escuálidas figurillas de
resplandor tintineante y un gigantesco Santa Claus, el cual, tan
desafortunada es su presencia, que si llega a ser colocado, en su lugar, como es costumbre, el buzón real, lo vaciará cada noche y se tragará las cartas
de los niños, para que no las reciban Sus Majestades, Melchor, Gaspar y Baltasar.
Hay consuelo: en las calles, los parques y lontananzas, te curte estos días
tras la Nochebuena un frío tan intenso, nebuloso y calmado, que la pródiga escarcha escala arracimada en cada rama
deshojada. Y ya vayamos por el Jardinillo, la Sinagoga, la Eragudina, Melgar o
Mayuelo, o nos adentremos por las veredas del río, auténtico, brillante, níveo, es el paisaje en
esta Navidad.
“El Faro Astorgano”, 29, 12, 2023
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Astorga, demolición castillo feudal. "La Ilustración Española y Americana", n.º 47, agosto, 1872 |
Juego de Cañas
En la
ciudad, anclada, por estribor de popa la clerecía conserva notables monumentos,
hospitalario, catedralicio y palaciego, mientras que a babor, del marquesado ni
ruina queda. Testimonian su medieval castillo dos dibujos de la fachada principal,
el primero, pintado por Parcerisa en 1855, y por Avendaño, en plena demolición,
17 años después. El Ayuntamiento, que compró la extensa propiedad en 1868, se
planteó conservar la portada de esta joya arquitectónica y embellecerla con un
entorno ajardinado, pero, finalmente, derruidas fueron sus torres, el escudo de
los Osorio, con los lobos pasantes, su coronación con las tres veneras
santiaguistas, y cuanta piedra se
aposentaba en otra piedra. En pie quedaron las distantes paneras, habilitadas
como Teatro Viejo, pero en 1887 también sucumbieron para alzar en su solar la
temporal cárcel del Partido. Es la finca del marquesado una gran planicie, hasta bien entrado el patio del seminario, en la que se
han levantado una plaza de toros,
centros docentes, sedes judiciales y policiales, hogar, oficina de empleo y
sindical... Fue bautizada como plaza del Juego de Cañas, nominación que
conserva la calle abierta en su costado oriental, como recuerdo de aquellos
lances incruentos, con destrezas ecuestres, que los caballeros ofrecían para
encantamiento del público. Casi vaciado el callejero de ancestrales nombres, una
suerte el conservar este, de tanto poderío histórico e imaginativo.
“El Faro
Astorgano”, 15, 12, 2023
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Arboricidio
Aquel 12 de marzo del 86, día de votación
sobre la OTAN, bien de madrugada, la expedición, integrada por el concejal
Daniel Gallego, Agustín Lera, de la Agraria, el oficial José Manuel y otros jardineros, se encaminó hacia
La Baña. Guiados por el hijo del Carrilano, Juan Carlos Martínez, llegaron, por
la montaña boscosa, al paraje, excepcional, donde crecen los tejos, entre
avellanos y abedules. Tuvieron que portar los 15 tejos extraídos, al hombro,
durante más de 2 km, para retornar al viejo Land Rover municipal; los dos
mejores se plantaron al día siguiente en el nuevo parque, el del Aljibe, cuyas
obras, en el solar del antiguo cuartel facilitado por el Cabildo a la Guardia
Civil, estábamos finalizando. De prender, necesitarían lustros para rivalizar
con el porte del viejo nogal, salvado del derribo, junto al muro de arcos, tres
años antes. Merecieron gran acogida al tratarse de árboles milenarios, con
trascendencia para astures, romanos y cristianos. Y lucían con su gran copa y carnosos arilos, hasta el
jueves, 16, día en que por orden concejil fueron macheteados; tan afeitados, que ni a ser esqueletos alcanzan. Aún peor
suerte han corrido, hace días, los 8 arces plantados este febrero, en sustitución
de lombardos fenecidos, ante el antiguo instituto. Por idéntica orden concejil
que en enero del 16 conllevó la
arrancada, en El Melgar, de los 29 tilos
de la pérgola arbórea. Parece que no será el último festín.
“El Faro Astorgano”, 1, 12, 2023
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Máquina, con concesión municipal a Isabel Suárez |
Castañas
De las plazas Mayor, y de la Estación, o de
Santocildes, fueron desapareciendo los puestos de helados, de golosinas, o el
bombo de obleas. Ha sido la Plaza, con sus donceles, el reloj y los
maragatos, el lugar apetecido por estos vendedores, como se aprecia en las
fotos antiguas. De estos personajes, me gusta el poema “El
buñolero”, de Félix Cuquerella, publicado
por el “Heraldo”, el 21 de abril de 1899: al amanecer en un día de fina nieve,
en el centro de la Plaza, ya retirados
los serenos, alrededor del fogón, unos niños “medio encogidos se acercan al
fuego”, a la espera de que el buñolero les depositase en cestas
de lata los dulces para venderlos por la ciudad, al proclamo de “¡¡calentitos!!
¡¡¡buñolero!!!”. De estos oficios artesanos, el rey desde nuestra infancia fue el
apacible Riancho, con su blanco carrillo de helados, su roja barquillera con
ruleta y la negra máquina de asar castañas. La venta de castañas calientes
permanece desde antiguo, dado que en el padrón de 1869 ya figura como castañera
Dominga del Otero, de 48 años, avencidada en c. del Cristo, 17; y cuando
la familia de Riancho dejó la plaza de los taxis, va para 17 años, fue
sustituida por la vecina de Villadangos, Isabel Suárez Rojano. Hace unos días
que ha vuelto. Su máquina no tiene la hermosa hechura
de la de Riancho, ni se caldea con carbón de encina, sino con butano, pero no
deja de resultar una pintoresca máquina de asar castañas.
"El Faro Astorgano", 18, 11, 2023
La maldición
No era el primer tren para los astorganos, el que llegó el 21 de
junio de 1896. Treinta años antes ya
podían viajar en el que, vía Palencia
arribaba a la capital del reino.
Pero el convoy de 100 m de
longitud, por la Línea del Oeste,
Plasencia / Astorga, tirado por dos locomotoras, con vagones
para el ministro Linares,
autoridades y periodistas, restaurante y
coches cama, era espectacular, dado su
carácter inaugural. En su recorrido de 347,5 km, desde la cabecera, una
multitud en estaciones, apeaderos, ya fuese por dehesas, cereales y
regadío, vitoreaba a aquellas locomotoras que rugían y exhalaban
humo a una inusitada velocidad, 60 km /
hora. Cuando llegó a Astorga, el distinguido cortejo fue recibido por la Corporación bajo mazas, la banda, estandartes
y trajes regionales, con continuos vivas al rey (niño) y a la reina (la madre
regente). La algarabía de aquel caluroso 21 de junio se convirtió, en la
gélida Nochevieja de 1984, en un
resignado silencio, con pocos viajeros damnificados, pues lo obsoleto de las
vías, la preferencia por el coche y el autobús, la voracidad mordida en su
patrimonio, tiempo hacía que habían relegado su uso. Andan con estudios para resucitar esta histórica Línea, y sobre ella cae una maldición, como la
sucedida para la Calzada de la Plata, fundamento de su trazado, al contemplar
su desvío anticipado a León, en perjuicio de las tierras de Valcabado, La
Bañeza y Astorga.
“El Faro Astorgano”, 3, 11, 2023
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Leopoldo Herrero, Antonio del Río, desconocido, Antonio, Moncho. Los tres últimos mecánicos, llos 1os, para carga y descarga.Estación de S. Andrés. |

La pértiga
En el último tercio del XIX el centro de la
ciudad se llenó de torres y postes, telegráficos y eléctricos, los cuales
sujetaban un tendido de tirantes que
surcaban las calles como si por ellas discurriese un trolebús. Tal maraña
ahuyentó a los pendones, que acompañaban el Corpus Christi, pero con el tiempo
se construyeron centrales y transformadores, y los cables se ciñeron a las
fachadas, menos en los cruces, que en menor cuantía aún perduran. Para librar los
altos pasos de las procesiones se
precisa alzarlos suavemente, con una pértiga, la cual, en su porteo al hombro, Paco, ya fuese la antigua
de madera, o la nueva desmontable de aluminio, mantuvo siempre el garbo, como
don Quijote con su lanzón. Si hemos visto las lomas que nos llevan a Piedralba llamear las estaciones ante el Ecce Homo, era porque Paco estaba al quite tanto de prender la mecha
como de apagar las brasas y devolver a la noche su oscura intimidad. Todo un
personaje, este vecino de Santa Clara, antiguo alumno de Cosamai, al que daba
fama con su destreza en la bicicleta. Le gustaba adentrarse tras los faldones de los gigantones
para bailarlos, tocar el bombo para el Atlético, repartir almohadillas en las tardes de toros…, y llenar
los escaparates de carteles festivos. Lo
cuidó, en su salud quebrada, su inseparable hermano, y en su definitiva morada,
junto a sus padres Lucía y Vicente Panduro, con la lluvia siguen frescas las flores.
El Faro Astorgano, 24, 10, 2023
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Manzana
dorada de la discordia, Jacob Jordaens, 1633, El Prado. Para
comprender la escena es preciso
informarse antes del llamado “juicio de
Paris”, origen mítico de la Guerra de Troya. En el cuadro: Eris con alas ha soltado la
manzana dorada con el texto “para la más bella”. Se la disputan las diosas Atenea, de
pie, Hera, sentada, ambas extienden la mano, y Afrodita, desnuda en primer
término. Los esposos en la celebración de la boda, Tetis, con velo, y Peleo, con corona
de flores. Zeus sostiene la manzana dorada, y pretende
entregarla a Hermes (que está detrás de él). |
Membrillos
Aquellos huertos del centro amurallado, en la vieja ciudad medieval, fueron desapareciendo en la medida que aumentaba la población y se sustituía el caserío. Pero, esa costumbre de tener al lado las hortalizas y frutales perdura en las casas que solemos llamar de las afueras. En ellas, de todos los frutales, manzanos, perales, ciruelos, cerezos, el más escatimado es el membrillo o membrillero, ese árbol con copa un tanto desmadejada, cuyo pomo los griegos consideraban manzana de miel. De ella, para algunos, se serviría la envidiosa Eris para provocar una disputa entre otras diosas, la cual depararía, finalmente, el rapto de Helena por Paris y la Guerra de Troya. Antonio López tiene en gran estima su membrillero madrileño, y a pintar su plenitud y podredumbre dedicó, en el otoño de 1990, largas horas, filmadas por el recobrado Víctor Erice. Sin la titánica lucha del gran pintor, por atrapar con el pincel la luz del sol en los membrillos, observo año tras año cómo su flor, de cinco pétalos blanquecinos y rosáceos, va cuajando, cuajando en un esplendoroso fruto, si no la calcina la helada. Estoy estos días a la espera de su total maduración para frotar su pelusa y captar su intenso aroma. Y pienso cuán sabia es la tradición popular, al llamar a este sol del veranillo de San Miguel, que nos acoge, sin abrasar, con su calor dorado, sol de membrillo.
"El Faro Asorgao", 10, 10, 2023
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4, oct. 2023 |
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Historias…
con enfoque: las de 10 personas que
han desempeñado las más diversas tareas, en el bar, la docencia, el comercio,
el ferrocarril, en la casa. Aparecen fotografiadas sonrientes, en Vilanova de Bellpuig, Arcos de Jalón, Santa
Comba, Trebujena, Astorga y Barrientos…; con sus habilidades, el ganchillo y la
raqueta, las plantas y el dominó. Quien conozca el padecimiento del párkinson
sabe que la dopamina atenúa pero no alcanza a detener definitivamente la
rigidez, o bien el temblor, por lo que, en la medida que uno o ambos síntomas sin
remedio se agravan, se requiere ir acrecentando la fortaleza en el
ánimo propio y la templanza por parte de los acompañantes. Esa fortaleza es la
que se respira en la exposición de la Biblioteca, auspiciada por varias
asociaciones del ramo, entre ellas la astorgana. Avelina, que se nos muestra
con un tapete blanco en las manos, regentó
durante años, con su marido, el Bar Midi, en Señor Ovalle, un tiempo una
cafetería en León, pero su trajín se
veía interrumpido cada vez más, hasta que, diagnosticada, tuvo que dejar el
trabajo que ‘le encantaba’. Domingo ejerció de Jefe de Estación, en Astorga, y
ahora, jubilado, ve pasar los trenes cada día por Barrientos; en la fotografía
maneja fichas de dominó, mientras su sombrero blanco reposa en la mesa. Hay un
paso que nunca se bloqueará para Avelina y Domingo: de camino para la atención
a los clientes, y hacia el tren, con el
rojo banderín.
“El Faro Astorgano”, 26, 9, 2023
El ferrocarril
Alcanza en ocasiones el
salón remozado de la Biblioteca, con sus butacas verdes y sus
costados de simuladas hojas de roble, traspasadas por la luz, su
sentido de ágora astorgana. Eso sucede cuando un cuantioso público
se muestra ávido por compartir y aprender sobre asuntos que guardan
relación con su vida. Como en la tarde del 15 de agosto, en la que
Alberto Matías y Marco Macía nos presentan su libro acerca del
ferrocarril en Astorga. Para las nuevas generaciones son,
prioritariamente, el coche familiar o el autobús, en las dársenas,
sus medios de transporte. Nada comparable al antiguo bullicio y
trajín del largo andén en la estación de la Línea del Norte,
punto de partida también para la del Oeste, desde donde, cuando
niños, nuestros padres nos llevaron a conocer las olas del mar o, ya
adultos, emprendimos el camino para forjar nuestro destino. Todo
abarca, tanto estas cuestiones afectivas, como otras históricas y
técnicas, el copioso volumen sobre el medio de transporte que nos
introdujo en la modernidad y transformó, junto a los chocolateros y
Gaudí, el paisaje urbano. Son numerosos los ferroviarios
asistentes, de varias generaciones, y se platica sobre cómo era
la gestión de cercanía, con El Recorrido, factores, jefes de
estación, sobrestantes, guardagujas y especialistas... Y esta de
hoy, con una estación impoluta, solitaria, de gestión remota,
combativa por mantenerse y conquistar mayor relevancia.
“El Faro Astorgano”,
8, 9, 2023
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Vuelta Chapista. Inscritos, 1983 |

Vuelta XLI
Cuando Perico Alonso Domínguez, acompañado de José Corona Bueno, para
las fiestas de 1983 nos propusieron celebrar la I Vuelta Chapista, ya contaban
con 41 inscritos. En calidad de director de carrera y juez árbitro, ellos
mismos; más tres árbitros, Jorge Romo,
Juan José Vilanova, José Alonso Herrero,
y un encargado de prensa, José Miguélez
Romo. ¿Podía tener éxito un divertimento para niños, con una chapa metálica de
botella, impulsada por el pulgar e índice, u otros dedos, por circuitos pintados con tiza con la
concepción y lenguaje de una vuelta ciclista profesional? Vaya si lo ha tenido.
Por el itinerario patrimonial, cada fiesta de Santa Marta, con trazado en el
suelo, o sobre rampas móviles, se vienen celebrando diversas etapas:
contrarreloj, tres en línea, la etapa
reina y la contrarreloj final o cronoescalada. Este año los inscritos, niños y
niñas, que no han de superar los 13 años de edad, han sido 58. Promueve esta
prueba el respeto, la igualdad y la
amistad; y favorece un arraigo generacional con la ciudad. De los
fundadores cogieron el testigo, desde 1997, año en que falleció Perico, los que
fueron niños jugadores, Jesús García Ovies, presidente, Alfredo Rebaque, vicepresidente, Alberto Víctor Fernández,
secretario, y como tesorero, Rafael Otero; algunos de sus hijos, junto a otros,
colaboran en la organización. Los premios estrella son las bicicletas y el
patrocinio, empresarial de la ciudad.
“El Faro Astorgano”, 29, 8, 2023

El cartel
Cuando, en el Prado, echamos la vista sobre “El jardín de las delicias”,
el tríptico del Bosco, los ignorantes,
quedamos fascinados ante una multitud de figuras y de colores, y aquellos otros
con conocimiento, a mayores disfrutarán, hasta donde alcancen, con la
simbología alusiva al paraíso, al pecado y al infierno. Esta doble visión de
una obra artística fascinante es propia
también del cartel de nuestras fiestas 2023: a primera vista a los foráneos
cautiva por su geometría, su figuración y su color, y para nosotros, por
ser cotidiana su simbología, es decir,
aprehendida desde la infancia, despierta
vivencias en lugares preferidos, variados
sonidos musicales, explosiones luminosas, ceremonial catedralicio, retablos con
marionetas, el luminoso día y la plateada noche… No puede la palabra alcanzar a
la pintura: ahí están trazados los chapiteles y
la espadaña con la campana y los maragatos, ambos en un aparte
engalanados y con repique de
castañuelas anunciándose la fiesta, el
corsé amurallado que circunda el jardín con su templete, las chapas circulando
por el suelo, la música instrumental, Gorgorito atizador. Y otros elementos
como el blanco alfil rematado con la mitra episcopal, el ardiente sol y la
coqueta luna con sus trenzas en cintas de colores… No alcanza la palabra a
relatar cuán virtuoso es el diseño de este cartel, de César Núñez, lo sé, pero
quizás pueda incitar a adentrarnos en su
fascinación.
“El Faro Astorgano”, 10, agosto,
2023


Corambres
Los mayores del lugar aún recuerdan su nombre: Casa del Botero. Aunque
en ruina, perduraba, en la calle de la
Fuente, después de Húsar Tiburcio, su
decorosa fachada, con su mampostería de
piedra y mortero. Seis eran sus vanos, simétricos, recercados con ladrillo
visto: en la planta baja con puertas de dos hojas accesibles desde la
calle, y
los tres del piso superior ornados con balcones de forja floreada. En
esta casa abrieron su negocio José Carro Fernández, de Villamañán, y Martina
Verdejo Mallo, nacida en Santa María del Páramo. Cuando la retroexcavadora finalizó,
el día 15, su derribo, avistamos, como cierre de su patio, un muro medio
derruido del castillo de los Osorio. Ni
rastro ya del olor a piel de cabra curtida ni de vino transportado. Arduo era
aquel trabajo para fabricar corambres o pellejos, destinados a la venta o alquiler:
había que esquilarlos, coserlos, empegarlos. Tan grande era su tamaño, que con 40 unidades, una vez henchidas con vino de La Mancha, se completaba un vagón, mercancía que
recogían, llegada a la estación, los almacenistas. También cumplían con la bota ‘de empinar’ para
los lugareños. Falleció José en 1923, con 56 años, y continuaron con el negocio su hermano Luis y su esposa Eufrasia.
En el piso superior, con Martina vivía
su hijo Miguel, el alcalde que libró a Astorga de una tragedia en julio de 1936,
pero al alba aciaga de aquel 15 de agosto,
en la pared del cementerio, nadie lo libró a él.
“El Faro Astorgano”, 27, 07, 2023
Nota: El
alcalde Miguel Carro Verdejo en julio de 1936 pidió a los mineros que bajaron a tomar el cuartel, con armas, que él
respondía de su acatamiento a la legalidad, por las consecuencias que se podían derivar para la ciudad. Se fueron los mineros y el Regimiento se sumó al golpe de Estado, y él
(no solo) fue fusilado el 15 de agosto ante una pared del cementerio.
OTROS
TIEMPOS
Viniendo
de Santiagomillas, a 3 km de Astorga, antes de sorprenderte con esa
visión horizontal de la ciudad en la que las torres catedralicias
despuntan en un remanso de techumbres, un letrero, Contenedores del
Tuerto, te avisa de que en su loma se almacenan todo tipo de
desechos: áridos, materiales de derribo, plásticos… Se trata de
una empresa de recepción de residuos, a la que acuden los
constructores de esta zona. Hoy en día, la eliminación del
desescombro cuesta un potosí, pues el promotor, además de
presentar aval en el Ayuntamiento, debe entregar los justificantes de
haber resuelto su reciclaje. Alberga el paraje de El Sierro
toneladas de escombros, hoy imperceptibles, pues el Ayuntamiento
ejecutó hace unos años su sellado. Igualmente procedió en Valle
Oscuro, con el antiguo vertedero de basura. Hubo un tiempo en el que
nuestras llanuras y lontananzas estaban inmaculadas, pues era
costumbre el reutilizar los materiales. Así sucedió con los
sillares y el mármol romanos, y desde 1837 y siguientes décadas con
el rebaje de las murallas y demolición de sus arcos. La labor del
desmontaje del antiguo atrio catedralicio, 1859 / 1864, no pudo ser
más provechoso: el Ayuntamiento compró al Cabildo los caballetes de
la pared por 1000 reales, a los que añadió 2500 para el arreglo de
la aledaña plazuela, y la iglesia de San Francisco se vio
beneficiada de las antiguas losas para su presbiterio. Eran otros
tiempos.
"El Faro Astorgano", 14, julio, 2023


ÚLTIMA CURIOSIDAD
Es tan relevante la presencia, en el balconcillo consistorial, de Colasa y Juan Zancuda, que los 14 donceles nos
pasan inadvertidos. Algo parecido sucede en la catedral, donde Pedro Mato tanto
impera en la torreta del ábside que apenas
nos apercibimos de las dos altas estatuas que flanquean las puertas de la
entrada principal al atrio. Desde niño
me ha gustado cruzar este amplio espacio de jaspe, y no quería finalizar
mandato sin llegar a descifrar las inscripciones que, cubiertas por los
líquenes, figuran en el pedestal de ambas
figuras. Sépase que, como los donceles, sostienen con su mano
izquierda un escudete, con el Agnus Dei del Cabildo, esculpido,
mientras en el relativo a los primeros
destaca
la rama de roble municipal. Así que socorrido de almas generosas, José
Miguel Rubio, con su grúa-cesta, y del cantero Abel Sierra, fue posible
desvelar, el pasado 14, el enigma de las inscripciones en ambas estatuas: ornavit
templum, en la primera, y ampliavit
atrium en la cercana al Hospital. Indagar en las actas capitulares a qué obedecen ambos textos, en los que el Cabildo celebra una gran mejoría
en el interior de la catedral y la remodelación y ampliación del atrio, ha sido
una curiosidad satisfecha con el sabio auxilio del director del Archivo. Por
ambas estatuas, ¿acaso representación virtuosa de la fe?, apoquinó el Cabildo,
en 1883, a Nicolás Capelan Suárez, 2500 reales. Bien empleados que fueron.
“El Faro Astorgano”, 30, junio, 2023

Pétalos
e hinojo
Como los niños de primera comunión este
domingo van esparciendo en el recorrido
de la procesión del Corpus Christi, desde la catedral hasta la Plaza, pétalos
de flores, las calles de noble pavimento quedan salteadas con hojas blancas,
rosas y rojas, de despojadas corolas. Vaciarán, finalmente, sus cestillas en la
alfombra floral municipal que los jardineros, temprano, han ido componiendo,
según plantilla de José Luis de la Iglesia. Otra alfombra, de menor tamaño, ha
sido extendida en la plaza de la
Libertad. De flores, con sumo gusto colocadas por Alfredo Fernández, henchido
va el carro triunfante, obra de Miguel
Echano, que recaló por aquí en 1832 para elaborar planos por mor de un pleito
de aguas en el Convento de San Dictino. Acoge bajo el templete de cuatro
columnas corintias, la Custodia, que preside un amplio cortejo: estandartes y cetros
de la Semana Santa, banda municipal
y de Puerta de Rey, el obispo, el Cabildo, la Corporación bajo mazas y autoridades,
los niños y los fieles. Si
volviéramos la vista 160 años atrás, nada, tampoco, igualaría a la Custodia, de
plata sobredorada con esmeraldas; y no sería menor el esplendor procesional,
con exigua banda municipal, los santos de cada barrio, los pendones de San
Andrés y comarca… No lo sería, pues sin
alfombras florales, sobre aquellas calles de tierra se esparcía arena y se cubrían de juncia, botón
de oro, lirios, hortelana romana…, y de oloroso
hinojo.
“El Faro Astorgano”, 15, junio,
2023

El gozne
Cuando uno mira la ciudad desde los arrabales
se percata del gigantesco trabajo y los cientos y cientos de toneladas
necesarios para levantar la gran cerca. Estos días la excavadora ha venido
mondando la calle donde luce la catedral su ábside, su sacristía y su archivo,
para a continuación los obreros, según disponga
la arqueóloga municipal, ir limpiando la muralla aflorada. El amplio
tramo rescatado arroja testimonios fehacientes de nuestra historia: los
labrados sillares de la Puerta Romana, la más antigua, del siglo IV, descubierta por Mañanes en las
excavaciones de 1972; el umbral de la
Puerta de Hierro, cercana al parque del Aljibe, alzada en el siglo IX…; incluso
restos empotrados de metralla. Esta parte amurallada de la calle Mérida Pérez, entre
las dos puertas, ha sufrido gran destrucción,
bien por la artillería napoleónica, o por los propios habitantes, para que no
quedasen salvaguardados, en caso de ocupación, los invasores franceses; permaneció tiempo, todo este destrozo, en un
inmenso talud de piedras derruidas. Pese a tantos estragos, el descubrir ahora soterrados
testimonios de la Puerta de Hierro, arrumbada en 1889, es de gran importancia,
pues son los primeros que podemos inventariar: con sus sillares, su cuidado
empedrado… Y con un elemento singular anclado en su suelo: el gozne donde se encastraban las
grandes portonas. Un gozne, símbolo de resistencia y abolengo de nuestra propia
vida.
“El Faro Astorgano”, 1, 6, 2023
Acta, 22, nov. 1889, dice que se ha iniciado el derribo de la Puerta de Hierro.A subasta las puertas,acta 20, 12, 1889.
(Nota. El acalde Miguel Carro Verdejo pidió a los mineros que bajaron, con armas en julio de 1936, a tomar el cuartel que se fueran pues él respondía de su lealtad a la República. El cuartel se sublevó y él fue fusilado ante una pared del cementerio el 15, 8, 1936, junto a otros astorganos.

Flores
Junto a la
ventana que daba a la Moldería, el rosal trepador, cada primavera, y tan solo
una vez, ofrecía sus rosas alba, las cuales, al no haberlas manipulado el
hombre, te envolvían en toda su fragancia. Era un rosal resistente, y de tener
admiradores, aparte de uno mismo, puede que alegrasen la vista a los conejos,
cercanos, que habitaban el largo cajón de madera con su alambrada. Según se
iban marchitando las rosas alba iba enjugándome con ellas las manos, así se
impregnaban de un aroma especial, que no
tenían las que se enroscaban en los arcos de La Rosaleda. Es este un recuerdo
de la infancia, que se aviva cuando las
flores se festejan, por mayo, en la ciudad: en la cascada de geranios que
vierte, desde 2016, el gran odre del Jardín, este 14 de mayo intensamente
rojos. Y en la Ofrenda que esta misma mañana, en la catedral, han tributado a
La Majestad, Ayuntamiento, cofradías
archicofradías y hermandades. A los pies de esta maravillosa talla, quedó
depositado un enjambre de ramos, con las flores de tenues y vivos colores,
provenientes de la España cálida: lirios, peonías, flores de cera y margaritas,
astromelias, solidagos..., blancos, fucsia, malvas, jaspeados... Son preciosas
estas flores, pero sin fragancia. Al contrario que mis rosas alba; y que el 'cantruejo', tomillo y tomillina, la
urz negral y los 'pechugos', y tantas plantas silvestres que en las
lomillas hacia Maragatería te trastornan
el sentido.
“El Faro Astorgano”, 18, mayo, 2023

Las manos
Ni el
abrasador sol del sureste, tampoco los cambios bruscos del
calor al frío, aun menos los racheados copos de nieve, han estragado, en
376 años, las puertas con la efigie de los
obispos, Toribio y Efrén, Dictino y Genadio, en el atrio catedralicio. Ha sido la
mano del hombre, involuntariamente, o con intención dañina, la que, con golpes
u objetos cortantes, fue arrancándoles manos,
rebanando narices, rompiendo dedos o trazando incisiones. Algunas cuñas para
taponar las grietas, oportunos ajustes,
fueron los ejecutados hasta 1992, fecha en que a Proceso Arte 8 se le encomienda una profunda
intervención, de limpieza y reposición. En la actual, promovida por Amigos de
la Catedral y sufragada con donación popular, por tercera vez les han
implantado los puños y las manos, decididamente en madera de nogal, después de
haber moldeado, en el 92 con resina, y tres años más tarde por medio de poliéster con carga de marmolina. Cuidado que
son bellas las imágenes de estos
obispos, con su vestimenta de pontifical, pero nada tan tentador como sus
salientes manos que bendicen a cuantos
cruzan el umbral para adentrarse en las góticas naves. Hermosos son los florones
de acanto, los corderos pascuales y los querubines, los trenzados largueros… Absténgase
cualquier balandrón de tentar las episcopales manos de obra tan singular,
largueza del obispo Atayde, esculpida por Lucas Gutiérrez y ensamblada por
Antonio López.
“El Faro Astorgano”, 28, 4, 2023

Lápidas
El que haya llegado hasta nuestros días una de las colecciones
epigráficas romanas más importantes de
la península ibérica, se debe al celo de esos eruditos de fines del XIX y
primeras décadas del XX. Entre ellos Andrés Martínez Salazar, Marcelo Macías, y
el autor de la “Historia de Astorga”, Matías Rodríguez, recopilador en los
escombros, ocasionados por el rebaje de
las murallas. Las lápidas conservadas
que son propiedad de la iglesia local se
hallan expuestas en el sótano del palacio, en tanto la colección municipal, con
37 piezas, ha transitado, desde el último tercio del XIX, por sitios dispares:
empotradas en las paredes del jardín de la Sinagoga, expuestas
en el ayuntamiento, custodiadas en el palacio, descargadas en los antiguos depósitos de agua, alojadas con
soporte, últimamente, en el edificio de la policía local en construcción… Hoy
en día, dado que se están trasladando al
Museo Romano, para poder ultimar las
obras de esa última edificación, se presenta la ocasión para admirar toda la colección municipal, salvo la lápida existente
en el interior de la Casa Panero. No debería rodar más tan destacado patrimonio, a no ser para
llevar a cabo su definitiva
exposición, prevista en la planta sótano de las nuevas dependencias de la policía local. Pues con su ritual votivo y
funerario, cincelado, se nos muestra la Astorga primera, habitada por familias
de legionarios, libertos, procuradores…
“El Faro Astorgano”, 14, 4, 2023
La Chirijota
Por Piñata, en la calle, en cualquier bar, estos
años nos vienen sorprendiendo tres astorganos, unidos por lazos familiares, con su Chirijota: unas ‘rimas finas’, cantadas por Javier
del Palacio, César y Neli Núñez, la cual compagina la tonada con un matasuegras de chirriante
pito. No le falta a César en el dibujo y la composición, talento, y a todos
ellos gracejo y conocimiento de nuestros
ciudadanos populares, de toda suerte y condición. Dado que en mayo se
celebrarán elecciones, esta ‘troupe’ carnavalesca, en directo y grabación, envía a
galeras a los actuales alcalde y
líderes del PP e IU, y propone, jocosamente, un elenco de personajes
para empuñar la vara de mando y cambiar la gobernanza local; unas veces con chanza y retranca, siempre con simpatía. Todos
juntos no dejan de representar un cuadro
social de nuestros tiempos: del mundillo del bar, con Pipo, el de ‘la
Cantaora’, María y Pepe, del Cubasol, de
los oficios, Santi ‘Persianas’, de la solidaridad, Julián, el de los helados,
de la medicina, doña Victorina, del periodismo, Enrique. También
de la clerecía, las monjitas de Santa Clara, y de la política más
pintoresca, Arconada; de nuestros afamados dulces, Luis ‘Mallorquina’, del
teatro, ‘A ras de suelo’ y Fernando, de típicas peñas, La Pocha… Sirva, como
aperitivo, una de sus coplillas: “Si quieres una Astorga con pasta y que reviva
/ que se presente el que le tocó La Primitiva”.
“El Faro Astorgano”, 28, 3, 2023
Berros
Dicen que
solo crecen en agua pura de manantial, son bajos en calorías, poseen
innumerables vitaminas y minerales, y, ahora que cunde la apetencia
vegetariana, en los mercados pasa el kilo de 12 euros: los berros. Camino a
Nistal, en las Fuentes de Santiago, sitas en el paraje de la Moldería y la
desaparecida o anegada Tabla del Marqués, es donde esta verdura fresca campa a
sus anchas. Cualquiera que se aproxime a este gran manantial observará
que cubre su perímetro un manto de
hojas verdes. Frente a esta opulencia vegetal, dos millas arriba, un
ramillete de berros flota en el río Jerga, en las proximidades del puente de La Eragudina. Aunque he paseado
este río, aguas arriba y abajo, hasta que el Ayuntamiento ha desbrozado
su cauce de espadañas no era bien visible que el agua del cercano artesiano,
tras pasar por un depósito soterrado, saliese entubada como un torrente
hacia su lecho. No es menor caudal el de este pozo, señalado por el zahorí
Ángel Albarrán, pues viene vertiendo, desde finales de marzo del 96, de 3 a 4
mil litros a la hora, pero resulta nimio para un río. Me pregunto si cuando se acerque el
estío y el Jerga retorne a ser un secarral, estos berros, tan solo alimentados por el artesiano, seguirán vivos, brujuleando en el agua
arremetida cual paleta verde de pintor; o se habrán extinguido, mientras
los de las fuentes del Apóstol, esplendorosos, se pavonean
con sus blancas flores.
"El Faro Astorgano", 10, 3, 23


CABINAS
Los componentes del grupo musical
Strong, Luis Pizarro, Enrique Echevarría, Jorge Álvarez y Valentín Rodríguez,
se promocionaron enclaustrados en la cabina telefónica que estaba situada
frente al desaparecido Cine Capitol. Es una buena foto de Núñez, en la que se
trasluce tras los cristales, dos de pie, otros dos agachados, su mirada hacia
el mundo y hasta un tiento de su carácter. No tiene esta foto de 1975 rastro
alguno de la angustia derretida de José Luis López Vázquez, en el mediometraje
interpretado en tan minúsculo escenario tres años antes. Pero, cierto es, que
después de esta cinta, ya fuese por temor de los usuarios a quedarse atrapados
tras colgar el teléfono, o por variadas interpretaciones, como filme de terror o
parábola del franquismo, las cabinas adquirieron una nueva relevancia en el
paisaje urbano. La telefonía móvil las ha dejado en total desuso, y su retirada
estaba prevista en el año transcurrido. Algunas ciudades, Astorga mismamente,
se resisten a la desaparición de estos hitos sociales, que guardan mil historias de avisos, de amores,
públicamente observadas. De las viejas cabinas con puertas, de los
sesenta, setenta, apenas queda una
frente a la rotonda de los
pendones, y otras tres de diseño abierto. Todas ellas, desde el
Ayuntamiento, están siendo
acondicionadas con repisas para dejar y coger libros. Y por ahora son visitadas
y no han tenido el menor asalto, el más mínimo derribo.
“El Faro Astorgano”, 23, 2, 2023

Carambolas
No tenía el Café Central, bajo el Casino, en los pasados 60, mucho que
envidiar al de doña Rosa, de “La
Colmena”: su amplísimo salón estaba
salpicado de mesas de mármol blanco, eso sí, sin nombre alguno de finados en su
reverso, también contaba con limpiabotas que abrillantaba los zapatos de los
señoritos mientras fumaban la picadura, y todo el recinto era un vaho nebuloso.
Doña Rosa pecaba de avara y no era dada, en su café, a dejar espacios
superfluos, así que carecía de mesas de
billar. Sin embargo, en el astorgano, en tanto los labradores, empleados,
comerciantes, contratistas, funcionarios…, se tomaban un anisete y conversaban
del precio de las patatas, del interés de los depósitos bancarios, del nuevo
urbanismo desaforado…; mientras todo ese
parloteo ocurría, en el fondo del salón sonaban secamente carambolas en dos mesas de billar. Pepe
Jofervi me ha ayudado a poner nombre a aquellos jugadores, que de niño me
sorprendían con su placer al deslizar sus dedos por el taco: Tomás, el Lechero,
Aureliano, el Pregonero, Marcelino,
el Pintor… Cerrado el Central, nuevas
mesas de billar han rondado por bares o salas de juego, y hoy son disfrutadas
en el Casino y en el Hogar. Pepe Jofervi y su Club nos han traído a los mejores
jugadores de España a la 89 Competición: las carambolas han sonado en una sala de hotel inmaculada, sin aquel
vaho ni parloteo del Central, pero infantiles carambolas todavía son.
“El Faro Astorgano”, 10, 2, 2023

Chocolate
Sabroso, dionisiaco: nuestro chocolate. Espesa
bebida que pronto se degustó en esta ciudad y diócesis, reservada a la
clerecía, y aristócratas como la IX
marquesa de Astorga, María de Toledo,
fenecida en su castillo, en 1636,
y en cuyo inventario figura “un basso de la Yndia para tomar chocolate”.
Las actas municipales, siglo largo
después, 1758, dan cuenta de cómo se ha popularizado la fabricación y gusto por
este producto, pues el Ayuntamiento realiza un pedido a la Real Compañía de Caracas de 150 fanegas
de cacao para “el común de la ciudad y
su cabildo eclesiástico”. Que Astorga se convirtió en una principal y temprana
ciudad, en su fabricación y calidad, está bien documentado, y aún perduran
edificios y útiles de aquel esplendor. En
nuestra infancia deambulaban con su mercancía junto al carbonero, el gaseosero, el panadero…, la
churrera y la vendedora de chocolate. Y
hasta nuestra casa blanca llegaba
por el sendero de las vías la señora Sofía con sus libras de ‘Santocildes’,
cuando consideraba que habíamos consumido las previas en la merienda o el
desayuno dominical. Algunos recordarán que nuestros ‘hermanos’, en Moissac, nos ponían a todas las horas en la mesa, como
promoción, su uva “chasselas”. Así que cuando el pasado 14 Profomento, finalizada
la presentación del cartel / 2023, nos
invitó a chocolate con churros, me di cuenta de cómo podemos saborear y poner
en valor nuestro especial producto.
“El Faro Astorgano”, 27, 1, 2023

Tent-T
Como el
Guadiana, la Línea del Oeste aparece y desaparece de los medios
informativos. El astorgano Alonso Garrote estuvo al cargo, como Jefe de Sección, de la instalación de este ferrocarril, de
Malpartida a Astorga; su trazado, según atestigua, “es paralelo a la antigua vía
militar romana llamada Calzada de la Plata”. Su construcción, con estaciones, modernos
puentes parisinos, y la draga eléctrica para extracción del ‘balaste’ sobre el Esla, fue toda una celebración en
aquella España irredenta. “El Heraldo
Astorgano”, en 1899, informaba que contaba con un tren mixto y otro de correos, compatibles
con los vagones de viajeros, tanto para ida como retorno; únicamente, un servicio menos que la
Línea del Norte. Desde su inauguración
en 1896, a su defunción en 1984, camino a la Extremadura viajaron familias,
estudiantes, militares y repatriados; asimismo, rebaños con sus pastores y
zagales, pescadores y compradores de
lechones en Benavente… Fui uno de los
últimos usuarios a finales de los pasados 70, pues en ferrobús, desde Puebla,
con enlace en Zamora, llegabas a la estación astorgana para apearte cual alma
solitaria. Ahora esta Línea, tras años ajada y hurtada, dicen que la renovarán en la década próxima
de los 30, por su inclusión en la Tent-T, la Red Transeuropea de Transporte.
¿Alcanzarán a ver tal maravilla mis ojos?, y si no, dada la holganza
administrativa, ¿los de otros más
jóvenes?
"El Faro Astorgano", 12, 1, 2023
Horario de trenes de las dos estaciones. 1899.
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Javier Santos |
MAGOS
No
han faltado magos en las distintas civilizaciones, desde el mencionado en
papiro egipcio, Dedi, al universal Copperfield.
El nuestro, de mayor alcance, es Javier Santos, que ha cosechado importantes
galardones, como el primer premio nacional/2008 en magia de cerca. En 2002 propuso
convertir a nuestra ciudad en pionera de este espectáculo que encandila, con
sus trucos indescifrables, a un público de toda edad. Bajo la dirección del
mago Karim, y con el arropamiento del concejal Joaquín Carro, se organizaron espectáculos
de este arte singular, ya fuese en el teatro diocesano, en el pabellón o en el
Gullón, con la asistencia de centenares
de fieles seguidores, aun apoquinando por la entrada. Por citar un año (el
festival se celebraba durante La Piñata),
Luis Boyano, Enric Magoo, el francés Arno, Luis Manuel, el argentino Mirko y Karim, convirtieron en 2005 a Astorga en un referente nacional, en calidad y
afición. Pronto esta idea fue imitada en los ámbitos provincial y regional, con
la organización de festivales paralelos, el del año actual con patrocinio de la
Diputación. En la Biblioteca, en la Plaza, niños y mayores disfrutan estos días la magia de César Bueno,
Pablo Costas y Armando de Miguel. El gusto por este encantamiento entre
nosotros es ya una tradición, que se mantiene, durante el año, por actuaciones esporádicas de Jesús Miguel
Cordero, “Magic Owy”, y, con algún número, de Zamorano, “Zamo Clown”.
"El Faro Astorgano", 30, 12, 2022
El belén
En
El Dos de Mayo, en la confluencia de las calles Pío Gullón y José María Goy,
podías adquirir, ante la pérdida, el
botón menos usual, o la hilatura menos
frecuente…; con razón no ha faltado quien lo considerase como una de las mercerías
más surtidas de España. Hoy es
testimonio del declinar del pequeño comercio, asediado por la venta en internet,
la despoblación de las comarcas, el pronto desuso de las prendas de vestir… En esta Navidad, su longo escaparate alberga el
belén municipal, con una extensión de unos
50 m2 y 75 imágenes,
artesanales, de las casas murcianas Serrano y Decor Arte, compradas año tras
año, a El Progreso y La Comercial, en el
periodo de 1998 a 2011. Primero fue
adquirido el pesebre, colocado a la
entrada del ayuntamiento junto a un nuevo cartero real, y después toda una
serie de figuras, que completan el
relato evangélico. Pretendíamos llevar
al espacio público una tradición cada vez más disputada por el Papá Noel, tan
ajeno a nuestras costumbres, como los llamados christmas, que no postales, con
paisajes surcados de trineos. El escenario del nacimiento se ha ido
acrecentando, al compás de las figuras, en
cada Navidad, y desde 2020 con material reciclado y vegetación de la zona, por
el trabajo artístico, durante meses, de Raquel Suárez. Valioso belén,
continuador de aquel primero, inventariado en 1773, y con precedentes, en la
Escuela de San Felipe Neri de la calle Santiago.
“El Faro Astorgano”, 16, 12,
2022
(Datos: "Astórica" 17. p. 139, año 1710, "Menudencias de hacer el Nacimiento"; en la p. 141 dos citas, 1773, en una ""Cajón con las cosas del portal de Navidad" y "Un portal de Nacimiento con varias figuras que lo adornan y son: San José de muy buena talla; Virgen María vestida; Niño en la cuna y seiis ramilletes").

Bolillos
Que a principios del XVII ya contaba España con una tradición en el
encaje de bolillos no ofrece duda, pues el Tesoro
de Covarrubias, en 1611, ya lo define como una labor artesana, adecuada
para entremeter en las gorgueras de las mujeres. Pese a su mecanización, a
partir del último tercio del siglo ilustrado, este arte popular, de dedicación paciente
y gusto exquisito, aún perdura. En nuestra ciudad, mismamente, un grupo de
astorganas, no falta algún varón, vienen reuniéndose los martes, desde hace ocho
años, salvo en tiempo de pandemia, en El Cubasol. Son acogidas y motivadas por Veli,
en su bar, para aprender y compartir labores que eran frecuentes, en las casas
y la docencia, como el bordado, el tejidoo el encaje de bolillos. Su banderín es un bastidor, cuya tela ha sido
pintada por Pilar Ramos con motivos de su artesanía, la cesta, las
plantillas, las tijeras, los ovillos,
las cintas, las agujas y alfileres…, con una significativa leyenda: “Martes
Costura. Astorga”. El concejal Rubén Martínez tuvo la idea de congregar el
sábado a bolilleras de toda España en el pabellón; acudieron unas 700, entre
ellas un enfermero jubilado, que colmaron las blancas mesas de patrones, mundillos,
y manojos de bolillos, los cuales de dos en dos movían, mezclaban… De esta
suerte se iban conformando abanicos, ligas, pañuelos de arras, puntillas…, un valioso
regalo, fruto de las propias manos, para
un familiar o un ser querido.
“El Faro Atorgano”, 31, nov.,
2022
El Jaimito
En tanto esta mañana del
miércoles, 16, Alberto García, ingeniero con numerosos saberes y actualGerente
del Área de Estudios de Renfe, permanece reunido en la azotea acristalada del
ayuntamiento, me renacen en el despacho vivas imágenes de las dos
distantes estaciones. Alberto, por esa
querencia suya tan astorgana, nos ha traído a profesionales de la red
ferroviaria, de ingeniería de material y de talleres, provenientes de Asturias,
León y Galicia, para planificar sobre cómo hacer las pertinentes
pruebas con que poner en marcha el tren
del futuro, el de hidrógeno. ¿Tendrán nombre reglado o también popular, si al
final se implantan estas nuevas máquinas de emisión cero? Ahora, en las tablas
de horarios y para la población no existen más denominaciones que las oficiales:
alvias y regionales. Sin embargo, en nuestra infancia y juventud, a la populosa
Estación del Norte, cerrada para los viajeros la del Oeste en 1963, llegaban trenes
que identificábamos con nombres caracterizadores: el Charango, que discurría,
con pitido andino, paralelo a la Calzada
de la Plata; el de más larga tradición y
recorrido, de Galicia a Barcelona, el Shangai; o el de alanceador traqueteo y
más querido por mí, el Jaimito, pues es
en el que con frecuencia iban mi padre, ferroviario, y mi madre, por alimentos
al Economato provincial. Lo de tren de hidrógeno suena áspero, mas si por aquí
pasare bien se llevaría un apodo popular.
“El Faro Astorgano”, 18, 11, 202
Gitana
¿Por qué Gitana?, le pregunto mientras
sostiene en su brazo el azor hembra. La primera vez que salí al campo con ella,
en vez de apresar fuerte al conejo y
clavarle la uña de atrás para el remate, sobre él, zapateaba, me responde David
Zumeta. Es tan llamativo, en los ojos de este azor, el color anaranjado de su iris con la pupila
azabache que su plumaje, blanco veteado de franjas grises en el pecho y
parduzco en el dorso, parece creado para ensalzarlos. A ninguno de los 14 donceles que coronan el ayuntamiento
desde hace cuatro siglos, Manuel de la Lastra colocó en su brazo un azor o un
halcón, frecuente compañía, en los nobles, para la caza y el galanteo, como
bien vemos en Calisto, cuando, a la búsqueda de su ave fugada, entra en el
huerto de Melibea y queda rendido de amor. Sonríe David al atribuirle que es el
doncel laureado, contemporáneo, de Astorga, dados los galardones de cetrería obtenidos
desde que adquirió el aguililla de Harris, a la actualidad, con su Gitana, del
criadero del jiminiego Pedro San Juan: en Asturias, Castilla y León, en Galicia,
en Portugal, en el dedicado a Félix R. de la Fuente… Y como corolario, el
reciente, nacional de bajo vuelo a perdiz roja, disputado en La Roda. Todo
empezó en 1995, en el I Campeonato de Cetrería del Norte de España, celebrado en
Castrillo, al que fue con su padre; entonces, me dice, “para mí la naturaleza
ya fue algo distinto, la empecé a ver de
otra forma”.
"El Faro Astorgano", 3, nov. 2022
Pastoreo
Recogidos los cereales, la colza y los girasoles, apenas unas pocas
fincas conservan los maizales, pues los otros, abundantes, ya los ha
triturado la cosechadora hará más de un mes. De los
dos antiguos derechos consuetudinarios, hace años desapareció el rebusco, de
las espigas, y el más practicado, el de la patata. Este tubérculo, que tuviera
a gala el buen labrador, ahora no se siembra en la vega astorgana; a nadie ha de
extrañar pues los almacenistas están
pagando 0,35 cts. por kilo, cuando en cualquier tienda o supermercado el
precio marcado es de 1 euro menos dos o tres cts. Dicho está que ya no se ve a ninguna
mujer acudir al rebusco de la patata, con cestas de bambú o de mimbre. Pero
tanto en secano como en regadío permanece el derecho al aprovechamiento de pastos
y rastrojeras. Por eso llevamos unas semanas en las que, aunque perdidas
aquellas riadas de lana blanca en nuestras cañadas, camino a los embarcaderos de la Línea
del Oeste, disfrutamos la estampa de dos rebaños: el de José Manuel Miranda, con
800 ovejas, por los campos de Manjarín y Los Bajos, esto es, Chapín,
Santa Clara, Moldería de San Andrés; y el de Aníbal Alonso, con 400, en Fuentencalada
y El Sierro. En el tablón municipal, nuevamente, por la Junta Agropecuaria a
punto está de ser anunciado, para concurso, este antiquísimo derecho, con el
fin de que las ovejas de pastoreo se alimenten con los rastrojos y
superfluas hierbas del campo.
"El Faro Astorgano", 21, 10, 2022
La palmera
La palmera
plantada por Leoncio Núñez, de ‘palmito
elevado’, a la entrada de su casa
de la antigua calle de la Catedral —de su nombre, y después de Leopoldo Panero, una vez fallecidos—, bien puede haber cumplido su
centenario. Aventuran que este abogado y edil, benefactor de Astorga, por donar
el suelo de la rosaleda del Jardín, la trajo de América, donde hizo fortuna, con la que adquirió la
señorial casona, heredada por Moisés
Panero, su sobrino predilecto. Esta ajardinada
morada, con Moisés, su esposa Máxima, y sus seis hijos, Odila,
Asunción, María Luisa y Charito, Juan y
Leopoldo, alcanzó gran relevancia,
social, industrial y cultural;
testigos fueron sus compactos muros de felices y luctuosos tiempos familiares,
y de relevantes y azarosos acontecimientos políticos. Adquirida en franco
deterioro por el Ayuntamiento en 2002, a los finalmente herederos, a Odila y los hijos de María Luisa, abre de
nuevo sus puertas, con salas destinadas a los dos poetas hermanos, Juan y
Leopoldo, a su primo Ricardo Gullón, a Luis Alonso Luengo y a una serie de
astorganos y allegados que en el ámbito cultural han legado una talentosa obra.
Acusa la palmera en su enjuto tronco la merma de la vejez, pero no en su copa
foliada, como los antiquísimos muros que sostienen el renovado mirador y la
contraventana mallorquina que franqueó
en 1931 el huésped César Vallejo para, nada más despertar, contemplar el cercano convento.
“El Faro Astorgano", 5, 10, 2022
‘El kkwaenggwari’
En dos plazas del casco
amurallado de Astorga, la del sur, con el ayuntamiento, y la del
norte, donde se alzan el palacio y la catedral, se puede apreciar
diariamente que a ella llegan no solo viajeros o turistas españoles, sino
ciudadanos de los cinco continentes. Muchos, peregrinos, se alojan, entrada
la mañana, en el albergue de las Siervas, y una vez echada la siesta suelen dar un
paseo en torno a los monumentos, o bien
toman un refresco en cualquier terraza.
A las 17:30 de esta tarde del tercer martes suenan redobles en la plaza
porticada, municipal, y observo cómo presencian un singular espectáculo los
andarines forasteros, de los que indago su procedencia: italianos, alemanes,
australianos, húngaros, británicos, belgas, suecos… Aplauden a un grupo de estudiantes seulenses, los cuales,
ataviados con indumentaria tradicional y provistos de tambores y varios gongs de bronce
que golpean con una especie de martillo de madera, danzan en el centro de la
Plaza. Guiados por la bandera de Corea del Sur y con los rítmicos toques del
gong campanil (‘el kkwaenggwari’), se agrupan, trazan aspas y corros…, toda una
exhibición, de gran simbolismo, que desearía saber interpretar. Me agradan los
espectáculos, imprevistos, de gentes a
las que resulta familiar la ciudad; es el caso de estos coreanos que
caminan a Santiago y ofrecen, con la propia identidad, que se acrecienta
en la distancia, su cultura ancestral.
“El Faro Astorgano”, 27, 9, 2022
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Burbujas
Si giras sobre tus propios
pies en la antesala de la entrada hacia la puerta de los obispos, por la
trasera de Santa Marta, disfrutarás uno de los espacios más sugerentes y bonitos
de la ciudad. Un letrero sobre esta última fachada explica cómo está uno pisando
un lugar sagrado, bajo el que se conservan restos de una iglesia datada en
torno al siglo VI, la cual sufrió un pavoroso incendio. El pasado 27, la
Compañía 7 Bubbles, en realidad un actor y una actriz, no se pararon en estas
mientes, sino que extendieron sobre el trazado remarcado de la iglesia un
tapete y colocaron un pequeño retablo donde esconder toda suerte de barreños y
aljofainas. Artilugios con que entretener a un gran número de niños, también
mayores, que esperaban su actuación desde unas gradas circenses, ante el
palacio. Como titularon el espectáculo ‘Burbujas’, al principio encontraba
grandilocuente este nombre, dado que, cuando mojaban la arandela en el recipiente, que contendría agua, jabón
y glicerina, las pompas de jabón que enviaban al cielo no eran mayores que las
de la maragata del cartel de nuestras fiestas, y sin esa gracia suya
de convertir el ‘pompero’ en una castañuela. Al principio, decía, porque
después encapsulaban a familias enteras en enormes bolas transparentes, que
explotaban al instante, y dejaban a los ocasionales actores ante la dura realidad, desprovistos del útero, que pudieron soñar, en la gigantesca burbuja.
“El Faro Astorgano”, 9, 9, 2022
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19, agosto, 2022
Cae el sol sobre los
familiares, los maceros, la Corporación, la Banda y los asistentes,
como un haz de rayos candentes en el mediodía, y desde esta empinada
cuesta del Oriente que baja hacia San Andrés se divisa un panorama
cotidiano. Tras los tejados, la subestación, donde cuando niños
vimos tendido en el suelo a un obrero electrocutado, con los pies
agujereados. Más allá, junto a la Moldería, tan escasa ahora de
arbolado, la casa blanca donde vivíamos cinco familias, y en la
lejanía la vega de San Justo con el Tuerto alineado por los chopos.
Hasta hoy no me había apercibido de que, en la cuesta, muy cercanos,
se alzan dos cipreses gemelos; como en el camposanto, testimonian la
pena que a todos nos alberga esta mañana, en la que emplazamos, en
el nuevo mirador de abujardado granito, una lápida, enmarcada con
ramas de roble, diseñada por Escarpizo. Con el escudo, y los nombres
de la familia de los Morteros, fallecidos con el derrumbamiento de la
muralla: Hortensia Mantecón (65 años), su hijo Francisco Fraile, de
20 años, el matrimonio José Dás y Eudosia Fraile, de 27 años, y
su hijo de 10 meses, José Evaristo. Fue la nuestra una crónica
resumida de aquella tragedia, y por parte de Pepe Núñez, en
representación de los familiares, un sentido agradecimiento. Si hace
70 años la Banda acompañó los cinco féretros con melodías
fúnebres, hoy, con el Himno de los Sitios, no han sido escasas la
emoción y la tristeza.
“El Faro Astorgano”,
30, agosto, 2022
19, agosto, 1952
La cerca o muralla, una vez mutilada por
la guerra napoleónica y desaparecida la obligación de los cuartos y
alfoces de colaborar en su mantenimiento y vigilancia, cayó en la mayor de las
desgracias. El cronista Martín Martínez dedicó tiempo para rastrear en las
actas municipales la rapiña y venta en ella consentidas, las reparaciones no
ejecutadas, sus puertas demolidas…
Desaparecido el arco de entrada de Puerta Sol en 1918, permanecía, aledaño, su alto paño oriental, que cubría Las Cinco Llagas, y bajo el que,
en la escarpada cuesta, se asentaban casas
humildes.En la madrugada del 19 de agosto de 1952 se derrumbó esta muralla, y
fue tal la tragedia que en nuestra infancia, la de los niños de San Andrés, nos
sobrecogían los relatos que el barrio no olvidaba: el matrimonio abrazado al niño, los demás
miembros de la familia, aplastados por el escombro; las manos de vecinos incapaces de retirar las
grandes piedras, las que no rodaron
hacia San Marcos y la iglesia; los astorganos, arracimados ante el ayuntamiento, donde fueron
velados los cadáveres… Sorprende que el consistorio abriese una suscripción
popular, como ayuda a las familias, y, al tiempo, no les condonara las tasas de propiedad de las sepulturas. Setenta años después,
en el nuevo mirador de Puerta Sol se colocará una lápida con los nombres
de la abuela, vendedora de mantecadas en la estación, de sus hijos, de su yerno
y de su nietecillo.
“El Faro Astorgano”, 12, 8, 2022
Volver
La pequeña ciudad que un día abandonó en la adolescencia no perdió sus
principales hitos: las murallas, la
plaza, el palacio, la catedral, el jardín…, y desde la balconada ese
monte Teleno, ya llameante, a veces amoratado, cuando no esquivo bajo un manto algodonado. Suyo es el dicho de
Rousseau, “lo que uno ama en la infancia se queda en el corazón para siempre”: las fiestas navideñas, con pandereta y
villancicos, los tambores procesionales, los gigantones y cabezudos, el circo…,
el misal de nácar y los guantes blancos de la primera comunión, las meriendas en el río o en
el embalse cercano…; la bici, el aro, el peón y los
pitos… En realidad, su exitosa vida profesional en la gran urbe ha sido como un paréntesis entre lo acaecido
antes del último examen del instituto astorgano y la jubilación. Ha cumplido su
anhelo de volver a la pequeña ciudad, para
sentir su pálpito en la calle, en algún concierto o conferencia; deseoso
de participar en una acción solidaria o de departir en una terraza. Como si de
reliquias se tratase, disfruta con las
antiguas fotografías, que circulan por
las redes, con su imagen o de conocidos. Rememorando su infancia y acostumbrado
a venir en fiestas, cuando abundan los visitantes, siente que las calles en el puro invierno están como muertas. Pero, transcurridos dos mil
años, es cuestión de adaptarse a las estaciones, pues la ciudad, con sus
altibajos, viva estuvo y viva estará.
“El Faro Astorgano”, 29, julio,
2022

Girasoles
No anda escasa Astorga, en
glorietas, grandes parques, jardines y
avenidas, de verdes y peinados tapices, de árboles y de flores, gracias a sus
afanosos jardineros. Pero su natural belleza también ‘cunde’ por el trabajo de
los labradores, en las laderas que
remontan hacia el occidental Teleno, en
esas otras que se ondulan cara a El
Sierro, y en su pequeña vega. Las ayudas europeas hacen posible que gran parte
del campo no sea maleza y zarzal; por ello
aún roturan y orean la tierra, y en ella crecen venteados mantos de cereales, enhiestas jabalinas con mazorcas
y tutorados lúpulos ornados de conos femeninos. A 3000 km de aquí, en el
granero del mundo, los invasores atufan
con su pólvora el aire que se respira, dejan malheridos o con el cuerpo
amputado a niños y mayores, incendian las cosechas y dificultan su exportación. Pese a tanto
infortunio, los ucranios no alistados para la guerra siguen cultivando la mies,
las pipas y la oleaginosa verde. Nuestros agricultores, sabedores de la
carestía y escasez de los aceites, por la infernal tragedia, han sembrado este año la novedosa colza junto
a los cereales, en pagos de secano. Y en el regadío han abandonado al maizal, en favor de inmensas tandas de girasoles,
coronados por la viva, amarillenta flor.
Los miro y remiro a ver cómo van girando para reverenciar al sol: empeño
inútil, pues es el suyo un movimiento tan sutil como inusitada resulta su belleza.
“El Faro Astorgano”, 15, julio,
2022
QUO VADIS
La apreciada escultura de material fungible, ‘El Caminante’, de Sendo, emplazada en la
plaza del palacio, fue incendiada por un chiflado, horas antes de su prevista retirada.
Coincidimos en que el arte debe renacer hasta del fuego, por eso le solicité realizar una réplica duradera.
Siete años después, en mayo de 2011,‘El Caminante’, esta vez en bronce, con la inscripción ‘quo vadis’
(¿adónde vas?), resurgía de las cenizas para recibir a los peregrinos y
agraciar a los astorganos. En ello, y en su legado artístico, pienso en el nuevo camposanto de San Justo, mientras el párroco, Víctor Murias, cuya
predicación ha sido una ilustración de su retablo, oficia la última ceremonia.
Es una tarde, esta, de domingo con un sol picajoso, chispeante, por la pasada tormenta. En la amplia vega que se
divisa, las choperas del Tuerto trazan una medianera de verdor horizontal,
entre la espadaña de la iglesia del pueblo, las torres catedralicias y el
brumoso, casi esquivo en la lejanía, Teleno. Acompañan a la familia vecinos y amigos, compañeros de instituto, Julio Llamazares, cada cual con sus
meditaciones en tanto los albañiles, al trajinar los ladrillos y la argamasa, producen lastimosos
chirridos… Ayer cogí en mis manos el
cuadernillo, que me ilustró en 1985: “La Pelos”, la hija del Portugués que por
nada le entra la congoja. Para preguntarle: ¿Adónde has ido?, Sendo, maleta a
la espalda, ¿y qué paraje nos has
pintado ya?
“El Faro Astorgano”, 5, 7, 2022
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El templete
En el atardecer del viernes, 24,
a los pies del templete la vista se recrea con la silueta brumosa del Teleno, reposado bajo una escorrentía de nubes de tintes blancos. Aún cantan los pájaros en los frondosos
árboles, que sustituyeron, en febrero de 1991, a aquellos negrillos, tan románticos, mas moribundos por el maldito
hongo. Mientras la Banda interpreta, de
nuevo en su palco enrejado, el programa de los ‘Arenales de San Juan’, un
paseante pone oído y se detiene absorto ante
tan bello horizonte. Han pasado casi
tres años, desde las fiestas patronales, con el templete deshabitado, sin su
cancilla abierta para que suban a jugar los niños en su peana octogonal. Apenas
corre una fresca brisa, aromatizada por los tilos, y las composiciones, por
ser muy populares, mueven los labios de
algunos espectadores, o incluso levantan
de sus asientos a contadas parejas para bailar.
Suena “El tambor de granaderos”, ya disfrutado
en la ‘Verbena de los Arenales’ de 1899,
y otras canciones de ayer y de hoy, como ‘Cuando calienta el sol’. Hemos vuelto
con la Banda a celebrar el solsticio de verano, sin la hoguera de urces en la
Plaza, pero con antorchas en una danza tribal. Es nuestra historia: hace dos
mil años nuestros antepasados festejaban
la fecundidad de Júpiter y Juno, e
implantado el cristianismo, con parejos ritos, el halo profético del Bautista, Juan, al que le atribuyen el
bautismo de Jesús de Nazaret.
“El Faro Astorgano”, 1, julio,
2022
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“El Chico”
Se
cumplen 25 años de cuando Luis Miguel Alonso propuso prestigiar la tradición
cinematográfica de Astorga con la celebración
de un certamen anual y la concejala Geli
Rubio acogió con entusiasmo la idea. Para celebrar dicho aniversario, uno de
los propósitos municipales es contar con
una muestra más de ese arte efímero, que es el grafito, ilustrado con una escena fílmica. Podía haber sido seleccionada una secuencia
memorable, de entre las primeras propuestas por Dados, de “Lo que el viento se llevó”, “Casablanca”, "Historias de Filadelfia”…, pero hemos preferido una imagen del primer
largometraje de Chaplin, “El Chico”.
Estrenado en 1921, está inspirado en las penurias de su propia niñez, vividas
primero en un hospital benéfico y después en un orfanato, y también por el sufrimiento padecido al morir,
prematuramente, su primer hijo. El niño John se abraza a
Charlot en la camioneta para no ser conducido al orfanato local: la ternura, la
fe en el amparo de los humildes, un sentido moral de la vida humana…, se
aprecian en la escena más divulgada de un cineasta genial. Que figurará, para
ser reconocida como propia de valores universales de nuestra ciudad, tan
visitada por peregrinos y viajeros de
los cinco continentes, en la oportuna medianera que linda por el sureste con la
casa hospicio astorgana: aquella que en 1921 acogía, en edificios
diferenciados, a niños y niñas expósitos de la mitad de la provincia.
“El Faro Astorgano”, 17, 06, 2022

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Arraigo
En
Valdeviejas, por el fallecimiento o jubilación de los últimos labradores, de la saga de los Nistal y Martínez, no hay quien
atienda la labranza; los pagos yermos no
están, pues aún se cultivan los cereales
y el garbanzo de pico pardal, a cargo, como sucede en el campo de Astorga, de
agricultores de San Román, Carneros, Celada… Para el recuerdo queda la
bendición de los campos el día de San Marcos: el pueblo subía, desde San Verísimo, con la cruz y la Virgen de la
Inmaculada, hasta las cercanías de la Cruz del Monte para, según ‘la hoja’ (el
predio sembrado) dirigir las oraciones. Se conserva la bendición del Ecce Homo, desde su ermita, por
la mañana, con novedades en los últimos
tiempos, como se ha apreciado el domingo 22, con la incorporación del pendón y la cruz de
Murias, y de otros 14 pendones, la
ofrenda de los Caballeros del Silencio, el convite con el garbanzo… Y se ha perdido,
con esta talla del XIX, la bendición de
la tarde para los pagos del Jerga, donde “el río de abajo”. Pese a la extinción de una tarea, en
Valdeviejas, que conlleva la sabiduría de siglos, de los animales y la tierra, vecinos y
familiares, algunos con la casa ya
cerrada, buscan su arraigo en una tradición en la que se aúnan lo religioso, la
labranza o bien el pastoreo, y la fiesta. Y así también ocurre en pueblos
cercanos, tan despoblados, cuando procesionan la imagen del santo patrón y
suenan la flauta y el tamboril.
"El Faro Astorgano", 3, junio, 2022
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San Isidro
Después de aquel trágico accidente del 14 de marzo de 1974, padecido por Tomás Frade y sus seres queridos más
cercanos, la casa de la calle Matadero 14 quedó deshabitada. Con la muerte
de Tomás se finiquitaba uno de los oficios más antiguos de la ciudad,
que era el de guarda del campo. Desde
esta casa se ven la Torre Vieja, la del
Moro y el rosetón calado del hastial, catedralicios. En ella se reúnen los doce
miembros de la Asociación de Agricultores y Ganaderos, con anterioridad denominada Hermandad; contó
con cerca de un centenar de socios hasta la mecanización y abandono del campo,
y a su custodia ha quedado el archivo de la Cámara Agraria. De sus antiguos
cometidos, conservan dos, el arriendo de los pastos y organizar la festividad
de San Isidro, adelantada este año un día, por la Rogativa del Castro. Procesión de Rectivía a Puerta de Rey, con
parada en la catedral ante la Virgen: la
cruz, la bandera de Unión Agraria, de 1926, con el bordado de la escena milagrosa, el paso
con la imagen del santo, la yunta y el ángel; castañuelas, flauta y tamboril, unos pocos
fieles y la representación eclesiástica
y civil. No faltó el pan del santo con posterior convite; para el martes, 16, misa por los difuntos. No perduran los fastos de los pasados 50, con el
Concurso de Arada y Carrera del Bollo, pero la pequeña comitiva procesional
encarna la resistencia a no dejar morir la herencia vital de nuestros campos.
"El Faro Astorgano", 20, 05, 2022

Colza
En el término astorgano, desde la balconada
de la muralla, los pagos ascienden, en lomas, hacia el Teleno, y desde lo alto
de Villaseca se modulan en un suave oleaje con el dique de la carretera que lleva al Atlántico. Son todos
ellos de secano, donde se alterna el
obligado barbecho, el campo baldío, y los cuartales de cereales. De trigo, cebada, centeno, avena…, los cuales,
como ha llovido, reverdecen entre campos
de hierba, clareados, y peinados mantos de tierra “en fuelga”. Así es en
Villaseca, y en sus pagos cercanos, Casares y El Barrial, Recorva y Toyedal… Pero en los del otro extremo, los del
suroeste, cuando el pasado 27 el sol tuvo su cielo azul, florecieron
los racimos de la desconocida colza con todo el esplendor del amarillo limón. Y
con tan inusitada belleza, contemplada desde el amurallado mirador, que en Fuentencalada
y Manjarín, La Juncal y La Lomba, incluso más allá, en el predio de Carbajales de Piedralba, las extensas plantaciones de cereal, teñidas de una gama de verdes, no resaltan, como
sucedía, con primacía, sino sirven de
relleno para lucimiento de la oleaginosa maldita. Maldita, sin culpa,
he dicho; mejor, proscrita desde septiembre
de 1981, cuando por aquella aceite, de colza, desnaturalizada por unos timadores, entre los
más de 4000 españoles que murieron hubimos de contar a Celsa Redondo, con 39
años, y más de una decena de vecinos quedó con sempiternas secuelas.
“El Faro Astorgano”, 6,5,
2022

(Foto del brasero de Alfredo Fernández)
El brasero
Por prender, se puede traspasar
la llama con una cerilla de madera china, o un mechero, si me apuran hasta con un chisquero, pero para
el rito del encendido del cirio pascual, con sus letras alfa y omega, la cruz, el
cordero, el año y otros relieves, se requiere de la hoguera el fuego. Alfredo, el sacristán que
tanto trajina por los campos y con diligencia atiende la intendencia
del Cabildo, se vale de leños de encina, a los que hace arder en un brasero,
situado en las cercanías del pozo del claustro
neoclásico catedralicio; de sus rescoldos se extraerá la llama con que prender el símbolo de la Resurrección. Esas
ascuas son el preámbulo para iniciar con cera de abeja, de llama pura, la función divina; y no dejan de despertar en uno la nostalgia
de un tiempo a su calor vivido. El de la mesa-camilla, con su vaciado círculo en la baja tarima para
albergar el brasero, el cual primero en casa aventaban a la intemperie, y una
vez asentado se debía escarbar con la redondeada pletina de la
alambrera, para que el picón no se apagase;
y con cuidado, no siendo que el tufo te ‘atontonase’ y durmiese para
siempre. Le pregunto a mi carbonero, Alija, si aún vende picón y
me comenta que hace 30 años, mil sacos, y ahora para nostálgicos de nuestras
comarcas y de otras bañezanas, cien. El
brasero, cual reliquia, aún perdura, para la llama pura del rito pascual y el
natural y familiar calor de la mesa-camilla.
“El Faro Astorgano”, 22, abril, 2022

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¿Dónde la bolla?
Fue el diccionario académico de 1925 el que sumó a las dos acepciones históricas de la palabra ‘bolla’, las recogidas
por el gran don Santiago en su “Dialecto vulgar leonés”. Así, al significado de
un impuesto para la venta al por menor de tejidos, en Cataluña, o la fabricación de naipes, se añadían, como propios
del territorio leonés, los de un panecillo “hecho con harina de flor y leche”,
o bien el popularmente conocido como ‘panico’, de una libra de peso. La bolla
de harina muy refinada acompañaba el chocolate de la tarde, y es la que la
maragata del mural de Sorolla lleva, con
actitud oferente, en sus manos. El
origen de la otra bolla, de
pan común, se debe al obispo Pedro
Fernández, quien donó en 1262 dieciocho
fanegas de trigo para fabricar ’panicos’ con que obsequiar, por Santa Marta
y Pentecostés, a los pobres y a los cofrades. La bolla, de sabor delicado, en palabras de
Alonso Garrote, y la genuinamente astorgana o ‘panico’, aparecieron por última
vez en el “Diccionario” de 1992. Desde entonces, la despachan como “pan pequeño”, de uso en
Astorga, León y Salamanca. La cofradía de la Vera Cruz, que conserva la
tradición de la bolla, con encomienda de amasarla a La Flor y Nata, pide que
suenen las trompetas y redoblen los tambores, para que los académicos la liberen del destierro, y retorne, plena, triunfante,
al universal diccionario, que bien lo merecemos nosotros, y no digamos
don Santiago.
“El Faro Astorgano”, 7, 04, 2022
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La Dominica
Disfrutamos múltiples sones que se cobijan en el interior
de nobles edificios, por grandes orquestas
y corales, chantres y organistas, pero no menos gratos son aquellos otros que se
expanden libremente hacia el cielo. Con tal fortuna, que tiene la ciudad, junto
a las campanas, habituales sonidos en sus calles: del tamborilero cuando
acompaña a los gigantes y cabezudos, de los gaiteros de Sartaina, de
estruendosas tamborradas, de la Banda
Municipal, que dignifica el tránsito de la Corporación en las festividades… Y de ‘La Dominica’, que el sábado 19, atemperada la pandemia, ha vuelto a
anunciar la Semana Santa. Conserva esta
ancestral tradición la Real Cofradía de Puerta de Rey, y son suficientes unas
sentidas notas y tres instrumentos, el
timbal, este año batido por José Manuel Villalibre, y dos trompetas, a cargo de Nerea Ferreiro y Pepe
Juidía, para poner en conocimiento de la vecindad, cofrades
y autoridades, que prontamente será otra la ciudad. Engalanada y devota, día y
noche, con ‘paparrones’, cornetas y
redoble de tambores, pasos procesionales
y oficios de La Pasión. Olerán las
tabernas a canela, por las sabrosas
torrijas, y a vino aromatizado de
limón y
licor, al verter la limonada; e impedimento no será apartar la mascarilla,
molusco aún ante nuestra boca, para tal degustación. Tal festividad, proclamada
por tres cofrades está, con unas
sentidas notas: mi-mi, mi-do, sol-sol-do.
“El Faro Astorgano”, 29, 3, 2022


Campo baldío
Los ucranios de las oficinas
y de las fábricas, y los que aran sus campos para exportar a los países de la
Unión cantidad ingente de cereales sufren, por la Federación Rusa, una
salvajada que siega sus vidas y provoca el mayor éxodo desde la Segunda Guerra.
Como daño colateral, ciudadanos de esa Europa, en la que añoran participar, se
compungen por la escasez y el precio que
alcanzarán los sacos de pienso con que se alimenta al ganado,
y acaparan estos días botellas de aceite de girasol, paquetes de harinas… En España, con tal frenesí que recuerda el mono por el papel
higiénico en la naciente pandemia. Comentaristas y políticos de cuna urbana
vuelven los ojos a la España despoblada, con gran parte de sus campos y montes yermos o abandonados. No es el
término astorgano pródigo en regadíos: el Jerga
baja escaso de caudal y la vega
de la Moldería cuenta con limitadas hectáreas. Nuevo valor cobran nuestras lontananzas
de secano, las cuales, con las ayudas europeas, hoy se hallan, en buen número, cultivadas
de trigo y de cebada en los antiguos pagos, los de El
Juncal y Torraos, Los Chanos y El
Barrial, en los de La Picona y Casares… Si pasear nos gusta, adentrémonos en nuestros campos, en ellos
despuntan las mieses, o están en año de barbecho, por el sabio dicho: “Encima
de la paja raro el año que pintaba”. Sálvese Ucrania y lábrense los campos de
las comarcas que no están en barbecho sino de baldío.
El Faro Astorgano, 11, 03, 2022

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Curva angosta
Hace 59 años que Valeriano Raposo y
Ceferina Mendaña subieron a vivir a la Corredera Baja. Para
llegar desde la Plaza a la que fuera fábrica de chocolates de Tomás Rubio, la
cual herederá su hijo Delfín en 1905 y con posterioridad adquirirá Román Crespo, Ceferina debía caminar con la
compra 2 km largos por la carretera a Nistal. Por aquel entonces, ya era una
industria desnuda: sin las máquinas de
vapor y de tres cilindros con correaje, sin el galet, las artesas,
batidoras… Pero los herederos de don
Román dejaban habitar la vivienda del
interior a la familia Raposo, a cambio de evitar la ruina del inmueble:
Valeriano recorría los tejados y su
esposa mantenía la cocina y las habitaciones
limpias como el jaspe. De la antigua
fábrica, de 370 m2, ni siquiera su completo esqueleto permanece en la
actualidad: no se adivinan, tras las ventanas con recerco de ladrillo, los
cuartos de la maquinaria y el horno, la carbonera y el almacén, las cuadras y el gallinero…; y ni
rastro del jardín con su cuartal y medio
de sembradura. Las cunetas de la carretera
están jalonadas de zarzales en el
término astorgano. La Diputación va a mejorarla: desaparecerá la angosta curva,
sobre la Moldería, porque donde Tomas Rubio adaptó para fábrica de chocolates un molino
harinero, que consumió el fuego, y después, en 1884, alzó el noble edificio, hoy pura ruina, una pala dejará expedita la finca para tupirla con caliente betún.
“El Faro Astorgano”, 25, 2, 2022

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N.P. 2090
Al acceder, bajo el arco, a la
casa consistorial, nadie alza la vista
hacia el demonio protector, que es su clave, y aún menos repara en la pequeña
placa, un cilindro de bronce, con la inscripción N.P. 2090 y clavo señalizador, incrustada en el primer peldaño. No es esta
señal, del Instituto Geográfico, la única para ilustrarnos sobre la altura del
promontorio y las laderas en relación con el nivel del mar en Alicante: la ovalada, al
costado de la puerta de los obispos catedralicia, reseña en su centro
870,3 m, pero si tomamos como referencia su suelo el punto más alto de la ciudad hemos
de fijarlo en 868,27 m; se conserva un clavo metálico, quizás desplazado, junto
a la sala del Jefe de la Estación del Norte, a una altitud de 845,41 m. Estas
tres señales, de la catedral, ayuntamiento y estación, son las más antiguas y
están registradas en el primer quinquenio de la década de los 20 del pasado
siglo. Una posterior, el clavo en el
segundo peldaño, frente al n.º 2 de la calle del Pozo, indica una cota de
858,21 m. Mi especial querencia es por
ese pequeño cilindro empotrado, municipal, de siete cm de diámetro, a una
altitud de 864,98 m. No puede rivalizar en primacía con el óvalo catedralicio, que ocupa el puesto 142
mientras a él le corresponde el 2090, pero el trasiego de astorganos que de
continuo lo pisan aviva su esplendor, en su bruñido, las iniciales N.P. (nivel
de precisión), y la numeración.
“El Faro Astorgano”, 11, 02, 2022


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91 + 1
Al mediodía de este
domingo, 23, el sol recibe a uno de lleno, por la calle de San Marcos, y ya
no hay en sus tejados rastro alguno del almidón helado que los cubrió en noche
tan fría. Es mi destino esta travesía, que contó con capilla y alberguería en
el siglo XIII, la de Doneth; limita por
el este con la vía férrea que, hasta el 85,
te llevaba hacia la Extremadura;
mientras, por occidente te conduce a la Iglesia y Zapata, o bien a las
Correderas y Postigo, a Puerta Sol y hacia San Feliz. Este enjambre de calles, en
las décadas centrales del XX, con el bloque de viviendas, simuladoras de un
tren en la Estación del Oeste, eran un hervidero: de ferroviarios, panaderos y
labradores. Desaparecieron los primeros, solo los nietos de Juanín, Mariví y
Juan, en el antiguo horno de leña Balart, cuecen cada día el pan en El Postigo;
y el último labrador de alta en la ciudad, Miguel Alonso, figura en la nómina
anual de jubilaciones, son 92, provincial. Con Miguel ante el descolorido
tractor, hacemos un recorrido por las casonas que fueron de labranza: de la
Baltasara, de la Morena, los Estebinas, los Pepitas, del Panerista, del Ti
Berciano… Le pido que me enseñe los aperos con los que, uncidos al viejo tractor,
cultivó los campos: la vertedera, las gradas, la sembradora, la segadora, los ‘soles’
para hacer ‘marallo’, y le digo que son valiosa artesanía, y su vida, desde la
infancia, pura resistencia del pequeño labrador.
“El Faro Astorgano”, 27, 1, 2022
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La Cabalgata
Al final, se alejó el
aguanieve minutos antes de las 18 del miércoles, así que también en Astorga
hubo cabalgata de Reyes, que discurrió por esa amplia arteria
arbolada, cercana al cuartel, y
ennoblecida por la catedral, el palacio
y la muralla. Discurrieron las carrozas
de Melchor, Gaspar y Baltasar con esplendor, acompañadas de figurantes y
danzantes, y redoble de tambores, hasta El Melgar. Que no es la Plaza, pero
dado su telón de fondo, con el humo de las chimeneas del encantado castillo, por la lumbre encendida
por Cenicienta, y el Gigante Egoísta, encaramado al ábside catedralicio para vigilar
su jardín, quedó el contagioso virus abrasándose en su incontenida rabia. Tiene
la Cabalgata, en cualquier circunstancia y tiempo, un encanto especial: se lo
dan los niños, con su inquietud, alborozo y ojos chispeantes; también los
padres, pues reviven la festividad más emotiva de su infancia, cuando abrillantaban
los escasos zapatos y, por aquellas noches de diamantina nieve, oían soñolientos al rey mago acercarse a posar en ellos lo que
resultaría ser un estuche de dos pisos con su tapa-regla, unos juegos reunidos…
Llegaban los Reyes a la Plaza, en nuestra niñez, montados a caballo, cuyas
riendas sujetaban los pajes, y se apeaban con gran ceremonial. A caballo iban
este año los pajes, y uno de ellos no dejó de relinchar en toda la travesía. No
conozco mejor pregonero para festejar tan entrañable costumbre.
“El Faro Astorgano”, 14, 1, 2022

El roscón
De la palabra rosca, conocida ya en 1300 con
el significado de un bollo o pan cuyo centro está vacío, deriva el aumentativo
roscón. Se cumplió, en el año despedido, el trescientos aniversario de la
primera cita, conocida, de este dulce, a propósito de un jumento que comía tan
satisfecho la paja o el heno “que a pechugas le sabe y a roscones”. Su evolución desde la “massa”, mezcla de agua
y harina, a la elaboración popularizada a principios del XIX —cada huevo requiere
una cucharada sopera de azúcar y de harina— nos es desconocida. Alonso Garrote recuerda cómo en
Nochebuena, por los años de La Gloriosa, este dulce predilecto llegaba a la
mesa familiar en una gran bandeja con la ‘chimenea’ rellena de almendras,
de caramelos, y coronada por una pera dulce; en su derredor se colocaban
los turrones y pasteles. El roscón es golosina que iguala a pobres y a ricos. Comprar hoy un molde
acanalado está al alcance de cualquiera, pero hasta
bien entrado el pasado siglo las personas más humildes se valían de una
lata grande, a la que el hojalatero le acoplaba el tubo central. Había
quien adquiría el roscón en las tahonas o confiterías, pero no faltaban
mujeres que hacían el batido en la habitual panadería, para cocerlo en su
horno. Con menor consumo, el roscón sigue conservando su nombre, sabor y
esencia; hoy prima el artificioso de Reyes, importado con posterioridad, nada tiene
de esponjoso, y muchos poco de natural.
“El
Faro Astorgano”, 4, enero, 2022

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Estrellas
Hoy es 13 de diciembre y campanean
Colasa y Zancuda las 5 de la tarde. Frente a
la ecléctica fachada del Teatro Gullón, diseñada por Cárdenas, un búho y unas estrellas sombreadas
de lluvia reciben nuestros pasos. La Academia entrega, como galardón, el busto
de Goya, y nuestro Festival el búho del palacio de Gaudí, modelado por
Castorina. Desde 2017 el búho ha bajado a la entrada del Teatro, para anunciar que
uno accede a un templo de ingenio y sabiduría. Cada año lo acompaña una nueva estrella,
menos la del septiembre pandémico, con el nombre de los galardonados: Santiago
Segura, Verónica Forqué, Marisa Paredes y Juan Diego. Sobre la estrella de
Verónica Forqué se va secando la lluvia de lágrimas y su cantarina voz parece haberse quedado para siempre, que
no desde hoy su grácil persona, en la bóveda sonora de la platea. Escarpizo
elaboró el dibujo y las plantillas para esculpir el búho, y las estrellas de
seis puntas —las de Holywood, cinco—, con singular valor artístico. Tres piezas
se acoplan en un armónico conjunto: el enmarque, de granito, y la luminosa
estrella, con su fina corona roja, de areniscas; las letras, rehundidas, en rojo sangre, y en el centro
despunta la simbólica rama de roble. Agustín Fernández ha sido el artesano marmolista, buen sucesor de Daniel Lois, uno de los cuatro
bienhechores que alzaron el Teatro, en 1923, y cuyas iniciales figuran en uno de los medallones modernistas.
“El Faro Astorgano”, 21, 12, 2021
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Ómicron
Como ninguna nación quiere cargar
con el sambenito de las variantes del coronavirus, desde mayo la OMS tomó la
decisión de bautizarlas con las letras del alfabeto griego: alfa, beta, gamma,
delta… Y ómicron, ‘la pequeña o’
para designar el ruin bicho, agresivo y transformista, procedente del sur de África. Aparte el temor que
cunde estos días ante este devorador
microbio, por si hemos de retornar a las cavernas y apartarnos de los vecinos, satisface que el alfabeto griego
concite el consenso de los diversos países del mundo. Mientras tanto, en
España se arrincona el estudio de esta lengua, y de la latina, fundamento ambas
de las lenguas romances. Universales han sido la arquitectura, la escultura y
la mitología griegas, en monumentos y creaciones literarias. Algunas ciudades,
Astorga misma, han tenido la fortuna de conservar testimonios de esta lengua y
de algunos de sus pretéritos hablantes en hermosas inscripciones: nuestro Thaumastus,
el esclavo que en blanquecina lápida pide para su contubernal esposa, Lyde,
fallecida a los 28 años, que la tierra le sea leve; el procurador Melanio con
su ara votiva a las diosas Némesis…. O
el desaparecido anillo de oro, octogonal,
con sus iniciales en la clásica lengua, atribuido a la secta del obispo
Prisciliano. Y una pregunta inocente: si
para la pandemia la lengua griega, a
todos iguala, negros, amarillos y blancos, ¿por qué no seguir su ejemplo con la
vacuna?

El Faro Astorgano, 2, 12, 2021
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‘La bufina’
No solo son las lenguas de carmín amoratado
en los atardeceres las que anuncian que se irán intensificando las
heladas hasta dejar al sol oculto en su resplandor, sino “esa brisa o airecillo
helado y sutil” que, por la mañana o al atardecer, afeita la cara. La llamamos ‘bufina’; “corre una bufina…”, decimos a cualquier
conversador mientras apuramos el paso,
porque no está el rato para andarse con milongas y complacencias a la
intemperie. El “Diccionario” no recoge este término, genuinamente leonés, tan acertadamente
definido por Alonso Garrote; y que bien
pudo surgir por esa querencia nuestra por los diminutivos, ”guapín”, “pequeñín”, “saladín”, que otros pueblos no
han llegado a ingeniar, y que sirven tanto
para mostrar cariño como un irónico
reproche. Las nuevas
generaciones, con el reduccionismo del vocabulario, no usan apenas la palabra ‘bufina’, ahora todo es ‘brutal’, “hace
un frío brutal”, “estuvo brutal”, “¡oye!, el concierto, brutal”. Tampoco es que
acudan a otros términos o expresiones de su familia léxica, y que son oportunas: “Viste, cómo bufaba el profe”,
“mi padre me soltó un bufido que salí pitando”…
Escribo, pues, para reivindicar estas palabras onomatopéyicas, tan
sonoras en días de otoño ya marchito, porque, “buffff…”, corre
un airecillo helado y sutil, y la gente, con la que cayó y está cayendo, en España y otras naciones, tal es su enfado, que
“¡¡buffff…!!”, está que bufa.
“El Faro Astorgano”, 18, 11, 2021

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La luz
Este agosto
estábamos con Jordi Socías, disfrutando su magna exposición en el Gullón.
Alguien le preguntó si algún día nos obsequiaría con fotografías de esta
tierra, dado que la frecuenta, y de ser así qué motivos podrían interesarle.
Respondió que, llegado el caso, el objetivo de su cámara no iría encaminado a
un personaje, un monumento, un paisaje, sino a la luz. Captar, ‘impresionar’ la
luz de Astorga y de su entorno no es arte menor, tampoco apreciarla según
qué estación, qué punto cardinal, qué instante… En cualquier caso, muchos
aficionados, en los digitales, cuelgan fotografías de los atardeceres por poniente, tan corridos
de sol y sombra en sus lomas
hasta alcanzar la ardorosa vistosidad, ya sobre la cima del
Teleno. Mas apenas se presta atención a la luz del oriente, por donde el
sol y la luna asoman como bola de fuego o de diamante, y cuando remontan avivan
los frutos de la labranza, que riega la Moldería Real. Este
mediodía de domingo en esa pequeña vega raspados están los hierbales y el
cereal; se alzan maduros los maizales, los que no han sido triturados, y cae un sol tan vertical que
diríase que todo el campo es polvo de oro bajo el infinito azul. Con dos
pompones de hierba empacada en funda de almidón, y que el tractor con sus
tenazas apresa. La luz de Astorga, pues, acompañándonos siempre está: una
foto algún día nos sorprenderá con aquello que vemos y nunca
hemos sabido mirar.
El
Faro Astorgano, 26, oct. 2021


AT
En el Medievo fueron
tantos los peregrinos a Santiago que aquí llegaban, por la calzada romana proveniente de Burdeos, a través de Roncesvalles, y también por
la occidental de Mérida a Astorga, que la ciudad se pobló de hospitales y alberguería.
Hospitales algunos suntuosos, y otros diminutos, con precarias instalaciones
para el hospedaje; hasta 26 se constatan,
regidos por cofradías gremiales, de
cardadores, zapateros, pellejeros…, o de clérigos. Veinte de estos hospitales desde
el pasado santo del Apóstol cuentan con un artístico azulejo para evocar su
emplazamiento, insertado en antiguos o modernos edificios, con los datos
fehacientes de su historia. Llegada la noche, diez de ellos te sorprenden a cada paso
en el pavimento, con un dibujo de ligeras líneas luminosas emanadas de un alto
foco. Inspirado en el ara votiva de Quintanilla, dedicada a la deidad griega y
egipcia, Zeus-Serapis, reproduce la figura
de la palma de la mano entre
las columnillas, bajo el remate del frontón. Pero no los nombres de los dos principales dioses, que
son reemplazados por dos discretas iniciales, AT. Si los romanos de Quintanilla
pretendían con el ara recibir a sus
invitados con paz y amistad, la Asociación de Amigos astorgana con
esa sigla, “Acogida Tradicional”, reclama para el Camino su histórica esencia
hospitalaria, puesta en solfa hoy en día, tanto como su espuria falsificación
con fraudulentos trazados.
“El Faro Astorgano”, 14, 10, 2021
Perico
Desaparecieron los viejos teatros
decimonónicos o de principios del XX, a cargo de las Sociedades o del
Ayuntamiento, como el habilitado en la que fue panera del castillo del marqués,
sito en solar donde se levantó de 1889 a
1892 la cárcel del Partido, y ahora se
alzan los juzgados. En cuanto a sus más inmediatos sucesores, el Velasco, con
una antigüedad de un siglo y una década, y el Gullón, que en un par de años
celebrará su centenario, casi resulta milagroso el que, con reformas menores o de
gran envergadura, permanezcan en pie y abiertos al público. Acogió el Gullón,
desde su apertura, las más notables compañías, como la de Eugenia Zúffoli en
1928; o la de Enrique Diosdado, en 1968,
con la obra Primavera en la plaza de
París, del dramaturgo Ruiz Iriarte.
Entre los actores de esta última comedia,
el reclamo se debía a Amelia de la Torre, y no a un veinteañero de
amplio flequillo, Juan Diego, que
interpretaba a Perico, el joven que, con su emparejado amor, reconcilia dos
ideologías enfrentadas en la precedente
guerra. Este Juan Diego, al que Lorenzo
López Sancho en la crónica sobre esta comedia reflejó, en ABC, como “alegre y bien
pintado”, hoy peina canas; es genio y
figura histórica de la representación, y celebraba días pasados la persistencia de su
vocación, precisamente en el escenario donde recibió primeros aplausos y, a propósito de nuestro Festival de Cine, el principal
galardón.
“El Faro Astorgano”, 28, 9, 2021
___________
La Buraca (y 2)
No solo existía un gran buraco, en la calle de su nombre,
también otros más pequeños, amenazantes para las casas altas del Postigo;
fueron taponados, a costa de sus vecinos, en el otoño de 1952, ante
la tragedia acaecida por el inmediato derrumbamiento,
el 19 de agosto, del paño de Puerta Sol.
El gran buraco sirvió, durante la postguerra y hasta los 60, en que fue cegado, como precaria vivienda para varias familias. Permaneció, a su lado, otro
más pequeño hasta la siguiente década, convertido por los chavales en fortín
para sus hogueras y pedradas. Como
tiraban hacia la Buraca las hojas marchitas del Jardín, incluso otros
desperdicios, se formaba una gran montonera, que facilitaba a los mozalbetes el poder
‘engarriar’ por la escarpada
muralla y colarse en las verbenas de
cobro. Llegados arriba, ante
el templete con su orquesta y las
elegantes parejas, creían asistir al deslumbrante baile en el que el emperador
Francisco José dice amar a Sisí. De desperdicios como paños y zapatos, se valían los niños de El
Corralón —aquella casa de vecinos con gran patio, al final del Postigo—, para
disfrazarse e ingeniar sus ‘funciones’, en medio de regatos malolientes
sobrevenidos de las viviendas. Ya no arrojan a
la Buraca la hojarasca otoñal del Jardín, ni otros desechos, pero se filtran sus humedades, que han ocasionado
este 16 de agosto el mostrarnos de nuevo
la ciclópea muralla en su viva encarnadura.
“El Faro Astorgano”, 14, 9, 2021

La Buraca (1)
Llevaban las calles los nombres
que los astorganos usaban, por estar en ellas asentados monumentos, oficios y
establecimientos: de la Catedral,
Panaderas, Carretas, Postas, del Carbón…; otras, por la percepción de su trazado o antigüedad, como de la Culebra, y las
rúas Vieja, Antigua y Nueva. La calle
que discurre bajo el paño de la muralla
que va del Cubo de los Sabios al desaparecido Mirador (desde donde voceaba el
Pregonero para los vecinos de San Andrés),
no fue bautizada con nombre de mérito;
apreciemos que limita con vías de tanto abolengo como del Postigo, hacia el sur, y
Puerta Sol y Corredera, cara al
oriente. A ella la vecindad le ha
adjudicado un término propio de estas tierras occidentales, cambiándole el género, con fino oído, pues de
escuchar calle del Buraco a de la Buraca
es como permutar una carraca por una dulzaina; gente espabilada, pues si te preguntan a dónde vas, tú contestas sin
aditamentos, a la Buraca, y tu interlocutor se entera de que te encaminas a una
calle; pero si respondieses al Buraco te
imaginarían como un Max Estrella en la cueva de Zaratustra, acompañado de un
loro, un can y un gato. El gran ‘buraco’ no era
sino la desembocadura de la cloaca romana del Jardín, de un m de altura
y medio de ancho, con una longitud accesible de 1,70; a la vista estaba por
haberse desprendido parte del forro de su derredor, el mismo, en parte, que
este 16 de agosto se derrumbó.
“El Faro Astorgano”, 10, 9, 2021

No bailan
… los gigantones este año no bailan,
quietos están durante horas como maniquís de escaparate, con unos pocos cabezudos, ante
la fachada consistorial. Por las mañanas deambulan con una pequeña comparsa y
tamboritero, por los barrios intramuros,
y se asoman a aquellos otros que hacia el oriente, sur y poniente alegran la vista de
los astorganos: con un sol, al amanecer
incandescente, desprendido del suelo; al
mediodía de luz radiante, y en la
oscurecida como oronda llama furtiva
tras el Teleno. No habrán sido los únicos por fiestas confinados, pues desde
que se identifican sus ancestros —los de 1910 que representaban las cinco razas del mundo—, la
ciudad ha padecido, además de esta pandemia, guerras, viruelas y calamidades.
Más suerte tuvieron los de nuestra infancia, que no les aconteció ningún
sobresalto, en el tránsito de los años 50 /60: el Príncipe y la Princesa, el Ogro y la
señorita Lilí, y los trece cabezudos,
el Moro, el Vasco, la Bruja…; iban
acompañados por el gran tamboritero Aquilino Pastor y danzantes maragatos. Dentro
de los cuatro gigantones al azar escogidos, este año no se esconde mozalbete
alguno: Colasa y Juan Zancuda, el caudillo Sebius y la guerrera Charriaya son
portados sobre ruedas; y los cabezudos, desinfectados, el Lobo, la Tuerta, el
Payaso…, blanden la escoba como quien
abanica el viento. No bailan, pero los acompañan la flauta y el tamboril y
muchos niños alborozados.
“El Faro Astorgano”, 27, 08, 2021
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Vencedora
No son fibras de bruñido oro sino bramantes
de cobre trenzado que culminan, a 69 m de altura, las torres catedralicias Vieja y del Moro. No ha
habido aparatosa antena, sobre los más elevados e intrusos edificios, que les
disputen a estos pararrayos, instalados por Eliseo, de Sateluz, el ser los finos
mojones bajo la capota del cielo. Anclados están, como soga de escalada, en las cruces de las veletas unicornio, hasta soterrarse, bajo los jaspes del atrio, o junto a las
pilastras jónicas del claustro. Resulta llamativo, por cercano, el doble tendido
del pararrayos de la torre más conocida como Rosada que del Moro, pero pronto
será filamento discreto, pues cierzos y soleamientos lo tornarán de un color
mortecino, desapercibido. Decían que el rayo del 25 del penúltimo julio había
caído sobre la varilla de Pedro Mato, pero el abanderado de los vientos a salvo
ha estado de las tormentas. Aquella estrepitosa descarga eléctrica derritió la punta Franklin, desconectada, en la picota
de la Torre Rosada; no alcanzó las
campanas —sépase que Santa Bárbara grabada está en la María Asunción y en la de San Antonio—, pero
abrasó el equipo de sonido y el electrónico. En el 550 aniversario del
asentamiento de la primera piedra de esta nueva catedral, por el canónigo
fabriquero Bartolomé Alonso, su sucesor,
Blas Miguélez, con los cobrizos bramantes, la ha dejado para la posteridad vencedora
de las ‘diabólicas tempestades’.
"El Faro Astorgano", 12, 08, 2021
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CM
Cuesta arriba, en el ángulo sureste de la antigua ciudad, de su muralla
y arco de Puerta Sol no quedan más vestigios que piedras rodadas, y restos de
las humildes casas que, con sus habitantes dentro, fueron reducidas a escombro
por el estrepitoso derrumbe el 19 de agosto de 1952. Alcanzada la cima, donde estuvo el primer hospital astorgano, el
de San Esteban, se halla el regido por la Hermandad, surgida de la unión de
cinco cofradías; sufrió un pavoroso
incendio el 8 de enero de 1981, y ha
sido reedificado por el Obispado para
acoger a personas con minusvalías físicas.
A su lado, el convento de la congregación Siervas de María, con sus ventanales
de diferenciado diseño para cada uno de
los tres pisos y engarzada espadaña, presenta un decoro que no desmerece del
noble edificio aledaño. Es una tarde
apacible esta del segundo sábado de julio, y sentados en la escalinata de este convento, reconvertido
en albergue por la señera Asociación de Amigos del Camino desde 2006,
peregrinos de diversas nacionalidades esperan el inicio del concierto de la
Banda Municipal. Para conmemorar el 900 aniversario del hospital de la cofradía
de San Feliz, asentado en este mismo lugar, en solar se cree donado por Sancha
y Elvira, hijas de Alfonso VI. En cada pieza, que tan bien suena, los aplausos
del numeroso público asistente son un tributo a la hospitalidad, dispensada,
durante tantos siglos, a cuantos caminan
a Compostela.
“El Faro Astorgano”, 23, 07, 2021
Sol y viento
Nominan a esta época como la de transición energética. Con el afán de
minorar el ‘calentamiento global’, los Gobiernos de la Unión Europea apadrinan
el ir sustituyendo el petróleo, el gas y el carbón, también las centrales
nucleares, por las denominadas energías limpias, obtenidas por medio de
artefactos que reciben el flujo del sol
y del viento. Voraces negociantes peinan el relieve patrio para alquilar, por
un largo plazo, terrenos de meseta y
llanura, donde instalar placas solares; o bien las cumbres de las montañas, para coronarlas de gigantescos puntales con el aspa de los
molinos de viento. No vienen faltando en ‘la contorna’ Juntas Vecinales que celebran
Concejo para con la propiedad del común sacar de estas instalaciones pingües
beneficios, tampoco Ayuntamientos que esperan el rédito de las tasas; y qué decir de particulares para quienes el
baldío ayer menospreciado hoy les parece terruño de oro. El mes pasado en el
Gullón era presentado el ‘Geoparque Médulas-Teleno’: proyecto para solicitar a
la Unesco el certificado que favorecería el desarrollo socioeconómico y
cultural de Astorga y las comarcas de su Partido, Maragatería, Cabrera…, y el Bierzo. El patrimonio romano, el camino peregrino y la
naturaleza de estas tierras, que son el
aval para el Geoparque, casan mal con hurtarle, sin consideración, el sol al campo, y convertir, sobre las
cimas, en zaheridor chirrido el silbido del viento.
“El Faro Astorgano”, 2, 7, 2021
Fuente forestal
Pasadas las siete de la tarde del sábado 5, Julián García, agente medioambiental (antes llamados
guardias forestales) se afana, envuelto
en una humareda, en apagar el fuego, que alguien debió prender al transitar por
la senda que une el camino del Cubillo con el parque y fuente del Mayuelo. No
le falta pericia, pues con el batefuegos va acorralando, aquí y allá, las llamaradas que
se extienden hacia la casa del sur como agua sobrevenida del mar. Cuando llegue
la autobomba, en un pis pas empapará el ardiente baldío, del que saldrán, durante
horas, vencidos ramilletes de humo. Esto pasa: los antiguos campos de cereales que por junio, granados, doraban estos
parajes de las dos fuentes y rebrillaban
con la brisa son hoy presa de la maleza.
Y donde antes llegaban los segadores y se oían sus cantos al cortar la mies, ahora arriban los forestales para sofocar el restallido del fuego. Cuentan estos benéficos agentes con un emblema en la fuente del Cubillo, desde que, a
fines de los 70, la dotaron de frontal y abrevadero. Apenas echa un chorrillo,
por ser saqueada su corriente, pero su agua, de entre las fuentes naturales de
la ciudad, es la de mayor calidad. El medallón-emblema, de cemento, aún
conserva la pintura aplicada por el forestal Roberto Bayón, y vaya si lucen su corona,
el marco real y el zapapico; y sus dos ramas, la de pino, y la que puede ser de encina, por la hoja, o de roble, por el fruto.
"El Faro Astorgano", 17, 6, 2021
Las palmetas
En el tránsito de los dos últimos siglos, activas las líneas férreas del
Norte y Oeste, el auge de la industria
del chocolate y harinera conllevó el surgimiento de una burguesía con ínfulas
arquitectónicas; no en vano, ante sus ojos, el Palacio se alzaba como la filigrana artística de una nueva época. En realidad, aquellos
edificios entonces levantados contribuyen, junto a los monumentos, a que Astorga conserve empaque y señorío. Uno de ellos es el de Juan Panero, en la plaza Mayor, con
extensa vuelta a Bodegones (Prieto de Castro). Se mantiene con su ladrillo aplantillado, granito y exquisita
forja, aunque sin la buhardilla por la que los Panero salían a la cornisa jalonada
de palmetas, para contemplar la sustancia de la Plaza, que
no es sino el trajín, salvo durante pestes como la acaecida, nunca perdido. Fue en 1890 cuando solicitó sustituir el viejo
caserón, para mayor confort de su numerosa prole, y disponer de modernas dependencias donde fabricar
chocolate a brazo, albergar almacén de
coloniales, ultramarinos, hierros
y aceros… Ahora acoge un banco y pisos turísticos, los ‘Ultramarinos
Aquilino’ y viviendas. Como el
pelícano bajo el soportal, el demonio,
los donceles y las gárgolas del consistorio,
las palmetas de cinco lóbulos que
coronan la cornisa de esta bella casa pasan desapercibidas. Mas
son herederas del arte clásico,
y les atribuyen representar la aureola del sol.
"El Faro Astorgano", 4, 6, 2021
Acta 17, mayo, 1892 "Que se diga a D. Vicente Pallarés que la línea de construcción de la casa que está llevando a efecto en la plaza Mayor sea la misma que tenía la cárcel vieja". Actas 5, junio y 19 de julio de 1892. Pasa a C. de Gob. la propuesta de Antonio Canseco para poner esfera iluminada".
Ciberataque
Nuestros hábitos en cuanto a la información y comunicación han cambiado mucho.
En casa y en el trabajo para la vecindad siempre está uno pertrechado de un telefonillo, que canta como un toque de gong cuando un mensaje llega y reverbera en su plaquilla ratonada. Me parece que fue anteayer,
1988, cuando el presidente Alberto Pérez Ruiz inauguraba el primer teléfono móvil provincial. Pronto desde un
telefonillo, o el ordenador, fue posible acceder a una información universal, y
hoy en día desde ambos artilugios puedes realizar cuantas operaciones precisas
en la vida diaria. Con un pero: lo que te place y curioseas, todo cuanto las
administraciones trajinan con sus
cuentas e informes es sabido y velado
por un ojo supremo en una incolora nube.
El lunes, 10, los becarios Iván y Víctor me alertaron de que no
maniobrase con el ordenador, porque un maligno Zeppelin había lanzado una
dentellada a la documentación municipal.
Al igual que en el Medievo, ante una invasión, se cerraban los postigos de las ciudades
amuralladas, en el consistorio se mantuvieron los ordenadores clausurados,
lunes y martes, para no dejar entrar a Zeppelin. En repisas y archivo descansan
los documentos municipales desde 1253 hasta recientes tiempos; los miré una vez
más, con el temor de que, en el futuro, cualquier
Zeppelin nos deje a la ciudad, en la incolora
nube, sin la actual memoria colectiva: desnuda, como hija de la mar.
“El Faro Astorgano”, 25, mayo,
202

N.º 10.011
Hoy, también
David Fresco levantará la recia trampilla metálica temprano y dejará en el buzón el periódico. Antes de encaminarme a la
Casona no podré evitar cogerlo en las manos, no para detenerme a su lectura,
sino por captar en los titulares y manchetas verdosas su fragancia, pues aunque ha pasado una noche, a pronta
hora aún conserva ese olor inigualable de
la tinta en papel baqueteado. Fenecida La
Luz en 1975 y clausurado El Pensamiento
de la segunda época, la de La Transición, el 24 de agosto de 1979, la ‘mística ciudad’ de Gil y Carrasco
dejaba en soledad al más antiguo
boletín informativo, el del Obispado,
que perdura desde 1852. Volvió el periódico meses después, con la cabecera de
los herederos de Porfirio López, aquel
impresor, librero y concejal a
cuyo cargo corrieron ediciones tan señeras como
el Episcopologio o la Historia de Astorga. Fue el 14 de junio
de 1980 cuando salió el número cero de la nueva época de El Faro Astorgano: quién lo diría, el
periódico que dejó el campo libre para los otros dos trisemanarios desde 1933,
renacía como el ave Fénix de sus cenizas. Aún seduce con sus pullazos municipales, crónicas, reflejos ciudadanos y
columnillas de opinión. Se elabora, se
tira y pliega en despachos y salas de
máquinas que conservan el trajín humano
de las antiguas imprentas. Y lo
adorna la principal virtud, que escasea en los medios de pantalla: El Faro se lee de pe a pa.
"El Faro Astorgano", 7, 05, 2021


El pelícano
Pues los actuales edificios se aprecian de un vistazo, estamos
acostumbrados a no reparar en los detalles que ornaban a otros que en
parte, o en su integridad, permanecen
alzados. Así sucede, y no solamente, en el ayuntamiento, con la clave de su arco
principal, esculpida en demonio
protector. En la plaza Mayor, de las dos casas de Paz Goy y el farmacéutico
Primo Núñez, en el flanco nororiental,
la reconstruida alberga la actual farmacia, mientras que de la antigua
de la botica solo resta el muro de la planta baja con la carpintería de la
entrada y del escaparate. No todo se ha arrasado en la ciudad, y de cada una de
estas casas, que fueron propiedad del Cabildo en el XVIII, se conserva un elemento simbólico que, junto a las fachadas de los herederos de Manuel Santos, en
la esquina con Señor Ovalle, nos acercan la gracia de la antigua Plaza. Uno de ellos, repintado,
es el Agnus Dei, con estandarte coronado por cruz latina, y otro, cercano, el
pelícano. En el hastial catedralicio, donde apenas alcanza la vista, bajo la
cruz de su cima, un pelícano hiere su propio pecho para alimentar a sus tres crías. Este símbolo eucarístico, con
similares características, ha sido conservado, como clave del repuesto arco, en
la reconstruida casa de la actual farmacia: nadie lo ha dibujado o filmado, aún
menos estimado a sus polluelos, pero, sépase que, aunque de menos vuelos, no
deja de ser primo hermano del
catedralicio.
“El Faro Astorgano”, 16, abril,
2021


La vacuna
Parecía que habíamos vencido toda peste, pandemia y epidemia, cuando se
presentó la ‘covid’ a arrebatarnos la
vida de nuestros mayores con menos defensas y a ocasionar secuelas en otros más
jóvenes. Se van atisbando los días en que podremos disfrutar una
abarrotada Plaza , con los Reyes
Magos, procesiones, figurantes de Carnaval y de pretéritas
épocas, astur y romana, orquestas y gigantones. Pues en esta Astorga del XXI, cuyo padrón acoge a 10.577 habitantes, todos seremos vacunados para sentenciar al
infernal virus. A la ciudad, como a
tantas otras, la han asolado toda suerte de infecciones. La malaria del XVIII nos acechó de nuevo, junto al paludismo, por
la atención a los miles de soldados repatriados de Cuba y Filipinas en 1898; llegaban
a nuestros andenes cadavéricos, para tomar unos trenes que discurrían hacia la
España central y oriental, o bien los
otros, a la de poniente. Y era azote periódico la viruela; como en 1888, cuando en aquella
vecindad, con la mitad de almas que
ahora, los niños pobres, de San Andrés, alguno de Rectivía y Puerta de Rey,
quedaban a merced de la beneficencia municipal; y los hospicianos, al cuidado
de las monjas paúles. No llegó a tiempo el auxilio médico ni
la vacuna para muchos mayores y ancianos, tampoco para niños
de otras épocas, que crecían con la cara surcada de cicatrices y la ceguera,
pero nosotros despacharemos al virus y
volveremos a llenar la Plaza.
“El Faro Astorgano”, 8, abril, 2021

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Oveja y lobo
Con años, pero lúcidos están lugareños que en los años 30 y 40 del pasado
siglo fueron niños y niñas pastores. Si bien de los campos ahora se enseñorean
las ‘urces’, el pastoreo es una actividad milenaria que mantiene inalterada su
esencia. A los ocho años o pocos más, niños como Maxi Arce apacentaban las ovejas de los vecinos de los pueblos, de los más pobres, con una media docena de reses, o bien, de los pudientes, con más de
setenta; les pagaban “anualmente en centeno más una peseta por cada oveja”. Hoy
sobran dedos de una mano para contar en los pueblos lospropietarios derebaños,
o de ganado bovino; las comarcas de La Cepeda,
Vega, Maragatería y Sequeda, albergan90 explotaciones, de las cuales más de 40 sobrepasan las 100 ovejas.Al acecho siempre está el lobo: aun
andando vivos, se ventila alas ‘lambrionas’ y ‘puntiegas’, o deja maltrecho
al ‘marón’. No solo come sino mata, recientemente en Rabanal dos ovejas, atacó
a 40 en Tabladillo, a otras en Filiel, Argañoso…; su presa suculenta son los
potros. Una nueva ley gubernamental, en discusión, contempla la totalprohibición
de la ancestral cacería del lobo. Urbanitas
de desaliño impostado le han enseñado los colmillos a Odile, la hija de
Félix Rodríguez de la Fuente, por afirmar que “mi padre sabía que conservar el
lobo en contra de la población que reside en los pueblos sería papel mojado”.
Razones, para una solución pactada, no le faltan.
"El Faro Astorgano", 19, 3, 2021.
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Noche de lobos
Tiene el lobo vista de lince, y desde los altozanos vigila el movimiento
de los ganados en un entorno de unos 5 km.
Deseoso de tiernas criaturas,
como Caperucita, rabiosamente libre frente al perro, en Esopo, licántropo por
Astorga, encarnado por López Vázquez, en
el filme de Olea…, de las leyendas es el rey. ¿Miedo al lobo?, y quién
no, como aquella noche de verano, cercanos
los 70. Era costumbre el
acompañar a los conjuntos musicales cuando tocaban en los pueblos. A nuestra
pandilla pertenecían Los Dólares, así
que para verlos y ligar, si se terciaba,
acudimos a la pista del cine de Vega de Magaz;
fuimos en tren, pero sin posible comunicación de vuelta. A Los Dólares los devolvió a la ciudad, en su 1500, el
representante, un tal Jaime, pero nosotros tuvimos que “coger el pendín” entre las traviesas y el balastro, a veces
como equilibristas sobre el raíl, para volver a casa. En esa meseta
cepedana, cubierta de arbolado y
matorrales, cuando la noche, antes del
alba, es un silencio diamante, solo se oyen tus pasos y presientes en las lomas
los ojos relucientes del lobo.
Aquellas vías que se fundían en
una línea de espejo hacia el infinito con sus
11 km resultaban interminables. Los jóvenes, de poco para acá, gustan de
ir a las fiestas de los pueblos, a cabecear música enlatada, pero son
señoritos, van y vienen con su “biscúter”, y para impresionar explosionan los
tubos de escape, tanto, que hasta asustan a los lobos.
“El Faro Astorgano”, 5, 3, 2021
"La Piñata", del gran muralista mexicano, Diego Rivera.
Guarda gran parecido nuestra antigua tradición en el Teatro Gullón.
Y piñata de este año de Antonio Morales.

¡Que arda!
Désele un garbeo a la piñata, y que arda, aunque no
podamos sentir de cerca su calor, ni su tronido. Fue el año pasado celebrada, bajo el ingenio de María Camba y el atrezo
llameante de “a ras de suelo”, como una
tradición ancestral. Antiguo, muy
antiguo, es nuestro Carnaval. Y su piñata: con la apertura del Gullón, iniciada
la Cuaresma, desde 1924 fue reina en su
escenario; retiradas las butacas para el baile, se mostraba engalanada en una gran olla de barro, rellena de monedas y chucherías, y al juego de
la pita ciega, con garrotes la hacían añicos, para el inmediato rebusco de la
disfrazada concurrencia. Este domingo arderá multiplicada, en cuatro
coronavirus, de verdor blandengue y
rostros satánicos, y sus tentáculos no atraparán sino el fuego que les llegará inyectado con jeringa, como espectral vacuna. Con tal mágico remedio, que Antonio
Morales, con artístico tiento, ha fabricado en su particular laboratorio, pronto
caminaremos inmunes por reverdecidos campos, los cuales, por la
lluvia de febrero, al ser abundante, ya
se sabe, dejarán mucho trigo en el granero. Se vaciarán los hospitales, sobrevolaremos llanuras y
cordilleras, del solar patrio o allende los mares. Arderá la piñata y el
infeccioso virus, como el viento Cristobalón lorquiano morderá su impotencia al
tiempo que se funden sus antenas y se consume. Y todo irá volviendo a su
cotidiana, agitada o plomífera, costumbre.
"El Faro Astorgano", 19, 2, 2021

Por San Blas
… la cigüeña verás. Ya no es un ave anunciadora de febrero, pues
hará al menos quince días que,
con las alas extendidas, planeó sobre el
ayuntamiento, puede que sobrevolase los
torreones del palacio, para comprobar si habían desaparecido los artefactos
ahuyentadores, donde sus predecesoras colocaban sus nidos y alimentaban a los
cigoñinos. Para la cigüeña es este un febrero más: en el alto y repujado anillo
de las abandonadas chimeneas de arrumbadas cerámicas crotorará el macho,
llegará la hembra y el apareamiento, y serán tan felices. No es igual nuestra
suerte: en la catedral la reliquia de san
Blas será reverenciada, que no besada, y la ceniza no podrá ser estampada sobre
la frente sino derramada; por San Valentín, en los jardines los jóvenes enamorados deberán traspasar sus besos con recato tras
las mascarillas, y para el Carnaval… Se
cumple el 40 aniversario de su recuperación, y tendrá que disfrutarse en la
pantalla del ordenador, en tecnicolor y
cinemascope, con la vistosidad del historial de rítmicos grupos, de la Piñata ardiendo y petardeando, y con la música de ‘Europa’ desde un deshabitado Teatro Gullón. No es la nuestra
la suerte de la cigüeña, pero remontemos el vuelo en 2022: incorporemos a la
efeméride festejos de las antiguas Carnestolendas, como la Caballada con los apuestos jinetes, la
mascarada de los toreros, o la
puja, con sudores de pez griega, del cascarón del huevo.
“El Faro Astorgano”, 4, 2, 2021
El hisopo
Los cientos de personas que el miércoles 20 guardaban una cola
kilométrica en torno al pabellón deportivo no sentían el temor de aquellos
astorganos de hace 102 años, que se
palpaban la frente por ver si la fiebre les anunciaba la mortífera gripe; mal llamada española, aunque con tal sambenito ha vuelto
ahora como recordatorio a todos los medios internacionales. No había
olor a medicamento en las amplias
tiendas del Ejército, interiores,
destinadas a los sanitarios de la pandemia, si bien, entre el colorido
de los trajes de Protección Civil y Cruz
Roja, su indumentaria galáctica recordaba a uno la vestimenta de los
astronautas, o la delos ingenieros de laboratorios nucleares. Como ya había
hecho una prueba en noviembre de PCR
para poder entrar en los platós de ‘los
Madriles’, pregunté candorosamente: “Qué nos toca ahora, ¿otro bastoncito?”. No
es ese su nombre, se llama hisopo, me respondióel médico asistente. Mientras la
enfermera me introducía el blanco hisopo por la nariz, como una varilla de
mimbre que se comba para llegar a la proximidad de la garganta; en tanto sentía
un cosquilleo del remate de su
escobilla, pues la sanitaria lo giraba, pensaba en tan sugestivo nombre. Y se
arremolinaban en mi cabeza volcada los hisopos en las iglesias, que en la
infancia me parecían cascabeles con mango, y que zarandeados por los párrocos
rocían de agua bendita personas, féretros, estancias y animales.
"El Faro Astorgano", 28, 1, 2021
La piruleta
En
tanto un sabiondo discutía con un
parroquiano sensato, en el Pabellón, le dije: “Sepa, señor, que los Reyes Magos
no han traído para los niños en la grupa de sus camellos unas quilmas de pirulís,
tampoco de chupa-chups, como usted dice, sino de piruletas”. Lo nuestro, en la
infancia, una vez salías del cine Asturic, era degustar, en el cantón de la
Plaza, un pirulí o una oblea ensamblada de miel. El puesto de Luis, el Pirulí, nos
tentaba con los caramelos cónicos a los
que debía su apodo, los chochos y regalices, mientras que el cercano bombo rojo
de Riancho nos reclamaba con su ruleta, la cual sonaba como un rudo xilófono cuando la
lengüeta raspaba sus barrotillos. Nos hubiera gustado encaminar a los Reyes
hasta la Plaza, que está adornada con racimos luminosos de diamantes, pero, con el venenoso virus, hubo que organizar las distancias.
Aun así, majestuosos estaban, porque un rey mago siempre agasaja a los niños,
esta vez en un polideportivo engalanado,
y nunca lo abandonan el halo de la
Estrella de Belén, ni los villancicos. A muchos adultos, al girar los pequeños la
piruleta de chocolate, para mostrarla, nos cosquilleó la nostalgia por los caramelos con palote, en mi caso del pirulí.
Tiene la piruleta en una de sus caras resaltado “Feliz Navidad”, y en la
opuesta, superpuesto, un cromo de una niña y un niño balanceándose en un columpio de chocolate:
graciosa réplica de una estampa de
nuestro Museo.
"El Faro Astorgano", 7, 1, 2020
Repartidores
El panadero, la lechera y el carbonero, el
chaval distribuidor de “La Luz de Astorga”, la vendedora de libras de
chocolate, el gaseosero, gitanas con puntillas y abalorios en cestas de mimbre; también el afilador,
frailes para recabar niños con que llenar sus lejanos colegios y hasta los
mendigos, llegaban a la alejada Casa Blanca, donde vivíamos cinco familias. Servían
mayormente sus productos por ese ramal de monumentales plazas
y calles del alto cogollo de la ciudad, y se veían burros con los serones
henchidos de cántaros, atados a las argollas, en tanto la lechera hacía el
reparto, pero no era lo mismo. Como por nuestros parajes de la Moldería Real, vaciados
hoy de tolvas, rodeznos, y de habitantes, solo rondaban los labradores, y los trenes pasaban con los viajeros como mecha de cohete encendida, pues eso, cuando aparecían ellos
era como si llegase una muestra del ambiente de allá
arriba. Al oír hoy en día repicar el claxon
de las furgonetas de los panaderos, el petardeo de las motos de las pizzerías, y
al ver a David con el fajo de “El Faro” bajo el brazo, bendigo su permanencia; como
la de los suministradores de butano o gasóleo, botella al hombro o manguera en
mano, y la de Alija, tan mañoso con las cestas de carbón. Por necesaria
costumbre, y porque son para mí el pálpito de antiguas calles, día y noche
correteadas por otros niños, de aquella
deseada ciudad, de tan alejada, más querida.
"El Faro Astorgano", 17, 12, 2020
Aplausos
Tiene la Plaza, con sus soportales, la
dimensión exacta para resultar acogedora. Si la explanada ante el castillo sirvió para los
juegos de cañas, en la Plaza se celebraban los espectáculos taurinos, se
representaban las comedias y se alimentaban con pólvora los arcabuces. Primero con su empedrado, en tiempos más modernos
revestida de cemento y hoy en día con baldosas de granito, viene siendo testigo
esencial de la vecindad: en ella la gente conversa, bebe y canta. Y este
noviembre, aunque desolada y un tanto deshabitada, pues apenas algún cliente
apura un café a la intemperie, o corretea un niño tras la pelota, sin embargo
se resiste a sucumbir ante la persistente pandemia. Tiñen de violeta su fachada, se
guarda silencio, o se lanzan proclamas, contra esa brutalidad que se ensaña contra la mujer, hasta 41
víctimas en lo que va de año. También los niños celebran en ella su Día con
juegos y trastean vestidos con los cabezudos.
Las campanadas de los maragatos, como aldabonazos del tiempo, y los aplausos,
la despiertan de una impuesta somnolencia. Son aplausos, de contenida rabia, a
las once de cada mañana, del gremio de hostelería: “No somos el problema, sino
la solución”. Y a las ocho de la noche la jalean disciplinados danzantes: mujeres, algunos hombres, que alineados acompasan sus cuerpos para grabar un vídeo con que camelar a muchos votantes, y así Rocher la ilumine esta Navidad más que el sol.
“El Faro Astorgano”, 26, nov. ,
2020
Los pinches
Existían los pinches, herederos de los aprendices de
los antiguos oficios artesanales, a cargo de sabios maestros. Y no solo en los
talleres para vehículos, con su típico mono de grasientos lamparones y manos
llenas de herramientas que suministrar al oficial, sino para la construcción y
otros oficios. Así se constata tanto en
la reparación de la maltrecha fachada municipal como en el remate de su diadema, llevados a cabo en los fenecidos
años 70. El arquitecto de este proyecto, Ramiro Moya, en el enjambre de
cifras para materiales y jornales, trátese de encargado, oficiales, ayudantes,
especialistas y peones, dedica un apartado a los “aprendices o pinches”. Así
como en la Edad Media no era lo mismo ser trovador que juglar, tampoco merecía
la misma consideración un pinche de 14
años, que otro de 16; es más, mientras había oficiales de primera y de segunda, de aprendices
eran cuatro las categorías. Así que a un rapaz de catorce años,
que cada poco tenía que dejar de lanzar ladrillos al peón para sonarse los mocos, le apoquinaban 103 peseticas al día en 1974,
pero a otro de 16, que ya faenaba junto al oficial para pulir la esfera de
piedra del reloj, le caían 163. Desaparecieron
los pinches, y ahora los adolescentes realizan, unos meses, lo que llaman
“prácticas en las empresas” como complemento a sesudos estudios. Pero la maestría a la que llegaba un pinche, que
roía el oficio, no tiene hoy parangón.
"El Faro Astorgano", 13, 11, 2020.
Buñuelos
No sucedió hace quinquenios, como pudiera parecer, sino hace un año: en
la Plaza los pendones de los pueblos, sobre la fachada consistorial, se erguían
con sus franjas de sedosos colores y tras las pancartas vecinos de los pueblos,
de la propia ciudad, lanzaban proclamas por los consultorios rurales. Bullía la vida en
cada calle, y en las confiterías, sin embozo, se adentraba el aroma de los buñuelos y de los huesos de
santo. En el Gullón, hubo una buena
entrada para presenciar a ese personaje vividor y calavera de Zorrilla, que fue
Don Juan Tenorio. No faltaban paseantes con crisantemos recién comprados, y se
había henchido la ciudad con el retorno
temporal de sus hijos desperdigados por otras tierras de estudios o de mayor fortuna. Bien pensado, cuando una
pandemia como esta acoquina se apercibe uno de que la vecindad se
forja con solidaridad, ritos y
tradiciones; y desea volver a la pautada
costumbre. Así que no en vano anticipa Los Santos del año venidero, a cara
descubierta, con Bautista tañendo la campana para el rito, junto a la octogonal
capilla copuda, y vislumbra el apacible caminar de las familias hacia las sepulturas, aras de
flores. Rebosarán los bares con
algarabía, y jóvenes habrá que
sorberán, posteados sobre las columnas de los soportales, la nostalgia de su
niñez y adolescencia. Y regusto será paladear la crema del buñuelo con la
sensación del tiempo no perdido, sino renacido.
El Faro Astorgano, 31, 10, 2020
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Fueron la alegría entre tanta tristeza
porque, pese a la pandemia, no dejaron de visitarnos: Peneque y Gorgorito. Las
dos marionetas que junto al cedro del Jardín pasan el gélido invierno en hibernación,
pero que, llegado agosto, en el pequeño retablo
cobran cada verano real vida, para ilusión, durante lustros, de niños y mayores, y gran contento del
concejal Carro. Por vez primera al Gorgorito invernal lo sumieron en las
cavernas del ‘facebook’, donde siniestros
personajes dieron a conocer que había sido arrancado de su humilde
pedestal; después se burlaron de su avispada figura subiéndolo a la grupa de la estimada
moto. Y toda esa jerigonza
acompañada de una calaña de donaires que recitaban “me gusta”, “me gusta”, con emoticonos de
grotescas figuras que se desternillaban de risa. La risa del bobo. Pues eso, para vengarse del alcalde, por haber
trasladado la colorista moto a un manto verde del paraje de la Eragudina,
enviaron a Gorgorito al camión de la basura, donde tuvo que sortear demoniacos
tridentes, gigantescas cuchillas, detritus pestilentes de los desperdicios. Apareció
en la cinta del gran vertedero donde se seleccionan los desechos, herido, con
magulladuras, sin la mano que alzaba al
cielo como el triunfo de la vida. Antonio
Morales, que lo moldeó con forma humana,
lo curará. Mientras, a sus verdugos, temerosos de que salgan a la luz sus andanzas, les toca maullar y maullar.
“El Faro Astorgano”, 16, oct.,
2020

Los búhos
Antaño era el soleado ‘Cantón’ de la plaza Mayor, donde, de pie, los hombres de postín con sombrero, o bien
otros, de humilde condición, cubiertos con boina, platicaban. Pero, hoy en día,
las más concurridas tertulias de los nativos y visitantes se celebran con
refrescos y humeantes viandas, acomodados a la sombra de los toldos, en la
principal plaza y en la de Santocildes. Es todo un espacio singular, donde
conviven típicas casas decimonónicas, otras de principios del XX, de valor
artístico; no faltan las contemporáneas, de factura horrenda algunas, y otras
con ese estilo plano y rectilíneo que ahora impera. Falta decir que también hay
algunos boquerones entre medianeras, techumbres y ventanas destartaladas, que
propician el que aniden las palomas. Se
apiñan en los tejados y beben en la bandeja de la fuente de los chorros, indiferentes
al bramido del león. Y cuando llueve, por los canalones, bajan diluidos
excrementos, blanquecinos y grises. Mientras ha sido posible disuadir a las
cigüeñas de anidar en el Palacio y el Ayuntamiento, con las leyes protectoras
parece imposible desterrar a las palomas. Y eso que dos búhos artificiales, en
dos balcones altos de la calle Pío
Gullón, extienden sus alas, o mueven la cabeza, a la mínima brisa, en tanto
gira un molinillo multicolor. Miras desde abajo y te impresionan sus
penetrantes ojos, pero las palomas, desdeñosas, toman, apiñadas, en los tejados
el sol, o revolotean.
El Faro Astorgano, 1, oct., 2020
El tirador de Fer
La última pedrada, el lunes 14, de Fer: Un chavalillo vuelve a la
escuela después de unos cuantos meses, por el confinamiento, con su tirador, su
mochila y larga regla de dibujo, que sobresale de la supuesta cremallera. Con
el tirador desplegado se relame por lo certero de su disparo, con el que ha rebanado
un ojo del amenazante coronavirus. ¿Por qué esa casualidad de que el genial
dibujante leonés y catalán, José Fernández, se haya despedido para siempre con
el tirador? Nuestras armas en la infancia, y a buen seguro las suyas, eran dos:
el revólver en cuyo tambor introducíamos una rosca de mixtos, ¡pas!, ¡pas!, y
el tirador. ¡Ojito con el tirador!: comprábamos en los zapateros, hermanos
Vega, las gomas, que conformaban con el desecho de los neumáticos, y un parche
de badana, cortábamos una horquilla de cualquier árbol y la pulíamos con un cristal, y a disparar, a los pájaros, a las jícaras de
los tendidos eléctricos… De gran calado, arte y mordacidad, lanzadas con el tirador de su infancia, son
las viñetas de Fer en “El Jueves”, “El Papus”…, sobre el
acontecer de España: irónicas, tiernas,
descarnadas, irreverentes... A los astorganos, con la mediación de Juan Carlos
Ordóñez, mucho nos estimó: por su
impulso contamos en nuestras calles y exposiciones con los mejores dibujantes,
en 1998, y dos años más; fue Pregonero
del Carnaval / 96 y autor de cartel. También
para nosotros ha dejado su tirador.
“El Faro Astorgano”, 18, sept.,
2020

La cosechadora
En nuestra pequeña vega, llegado septiembre, la paja de los cereales,
que fue apartada del grano, porque ha llovido ha sido tardíamente compactada en
pacas cilíndricas. Son estos monumentales rollos el último vestigio de unos
cuartales de espigas cuajados por
la densidad de sus tallos dorados. Si una parte de las fincas quedan en
reposo hasta que la vertedera saje la
tierra y ahonde, para su pudrición, las raíces, las de los maizales alzan
airosas su diadema de palmera y granan su tierno choclo. Donde hay un maizal
crecido pierdes todo horizonte, así que cuando la cosechadora, esta tarde, día nueve, va engullendo las plantas,
con un ruido traqueteado y con un crujir por el
tronchado, sé que, en una hora, la ciudad, por oriente, norte y poniente,
aparecerá revelada como una postal impresionista. ¿Adónde irá el chorro de
virutas, de los tallos y mazorcas, que
la cosechadora expulsa como un manantial
hacia el remolque? Le pregunto a
Miguel, el último labrador ‘con papeles’, y me contesta que, de momento, para
las eras que hay detrás del convento de
las clarisas. Si antaño bajaban los segadores gallegos y afilaban las hoces en el arco románico de San
Julián (actual Fátima), con el fin de salvarlas de las tormentas, hoy en día
llegan los mismos vecinos, a llevarse el
triturado maizal, una vez lo han envasado
en bolsas herméticas, para alimentar
las vacas de las tierras del Apóstol y
del huracanado mar.
“El Faro Astorgano”, 11, 9, 2020
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El demonio
Generaciones de astorganos, desde
aquellos vestidos con ropilla, jubón y calzones, y ellas con sayuelos, sayas y
faldillas, a estos de hoy, de moda unisex, con camiseta, cazadora y pantalón
pitillo, todos ellos, durante 336 años,cruzan el arco de entrada al
ayuntamiento observados por su vidriosa mirada. Ahí está, ignorado, en la parte
sombría de la clave, labrado en bajorrelieve, engarzado al fruto del roble, consu cabellera flamígera para provocar espanto y
laboca presta a dar dentelladas: el demonio. Es un demonio protector del
palacio municipal, vigilante para que no se adentren en él brujas, trasgos, y
cuantos seres, según creencia antigua, perturban la plácida vida de los
hombres. Abundan los demonios en edificios europeos desde el Medioevo, en
claves y mascarones, al alcance de la mirada, no como este nuestro, solapado en
la parte inferior del arco. ¿Rareza?, no, genialidad,de Manuel de la Lastra, el
maestro cantero queideó la entrada al consistorio conun doble simbolismo: el
roble del escudo de la ciudad con la fecha de construcción, 1684, y, aledaño, el
demonio.Desde ahora, al alzar la
vista, antes de pasar al portalón, pese
a su fealdad, no veáis en él a un ser
maligno, sino protector; similar a otras esculturas, que en las alturas cuidan
de ahuyentar a los rayos, a
genieciellos y coronavirus, que
quieren herir las campanas del reloj o colarse por los ventanucos de los
chapiteles.
“El Faro Astorgano”, 4, sept.,
2009



El termómetro
En las calles, colas y
mascarillas verdes, blancas o
multicolores; y en dispensarios, salas de conciertos, o centros municipales,
termómetros. A buen seguro, muchos lectores
recordarán el mercurio de la fina barra de cristal, que te ponían en
casa cuando te palpaban la frente caliente. Una vez sacudida, era larga la
espera, de unos cuantos minutos bajo el sobaco. Para un niño, un minuto quieto
es una eternidad: “¡¿Puedes parar!?”, “¡aprieta el brazo!”. Sucedió que aquel
año, a la espera de la operación de vegetaciones por don Tomás, el mercurio
subía y subía, me decían, y la fiebre no bajaba; en un niño una alta calentura
no es como la de un adulto, le arde el cuerpo y se inquieta como si lo pinchase
con el tridente Lucifer. Pero con nueve años, si te tenías de pie, no había
quien te sujetase, y conseguí ver los cabezudos y gigantones, los fuegos y mojarme
al romper pucheros en el Jardín. Ahora, con los sofisticados calmantes, pese a
algún mal, no habrá niño que acuda con el cuerpo ardiente a los escasos
espectáculos que en estas fiestas permite la pandemia. Además, en su casa, si
ha de poner el termómetro, será digital, y con un minuto en el ano o bajo el
brazo, va que chuta. Eso si sus padres no están a la última moda, y se auxilian
del que tanto abunda,ese que te ponen, al entrar a los conciertos o para ver
las marionetas; un pistolero te apunta a la frente, dispara, observa la pantalla trasera, y …: “Puedes
pasar”. “Muchas gracias”, y menos mal, pues si ante la cola dice “tienes
fiebre”, entonces sí que padeces una turbina de retortijones y al día siguiente
eres la comidilla de la ciudad. A ver después quién te quita el sambenito de
coronavirus. ¡Releche!: ¡que se vayan de una vez estos aciagos tiempos de pistoleros!
“El Faro Astorgano”, 20, 08, 2020
Enrique Gil
La pertenencia a la UE, que tanto
beneficio viene deparando a nuestra nación, en mayor medida en estos tiempos de
quiebra económica, no es un anhelo reciente. En las salas de exposiciones de la
Biblioteca, estos días se muestra la trayectoria vital, literaria y diplomática
de Gil y Carrasco, villafranquino de
corta vida, apenas 30 años, fallecido en
Berlín el año 1846. Como en todo acontecimiento relevante, no falta una ligazón
astorgana. En este caso de la pluma de
Ricardo Gullón, quien después de bucear en los más diversos archivos, recreó su
biografía en “Cisne sin lago”, con especial atención a sus dos cursos de
estudios en el seminario diocesano. En la obra del romántico villafranquino
despuntan retazos sobre la ciudad y los maragatos, incluso versos a la campana,
catedralicia, María: “Soberana de un mundo solitario / de grave y melancólico
ademán”. Pero lo que más a uno sorprende de esta exposición no son sus valores literarios,
según la época divulgados (en la actual,
con la edición de su obra completa), sino su recorrido por aquella
Europa de grandes exposiciones mercantiles, de mausoleos celebérrimos, como el
de Carlomagno, de novedosos caminos de hierro… Y la encomienda por González
Bravo, como Secretario de Legación, de absorber cuanta información fuese
posible de los lugares que visitase; con
el fin último de que España llegase establecer relaciones diplomáticas con el
“antiguo cuerpo Germánico”. Corta, menos de dos años, dichosa y penosa, fue su
estancia en Berlín, donde morirá de tuberculosis. Este nostálgico
villafranquino, con el traslado de esta
exposición al Parlamento Comunitario, será reconocido como el embajador precedente de nuestro anhelo y fervor europeos.
El Faro Astorgano, 4, agosto,
2020

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Embozados
Desde que nos obligan a ir
embozados para evitar el contagio uno en
ocasiones saluda a ciegas: “¿No me conoces…, soy yo?”, y el interlocutor se
baja la mascarilla, y abre una sonrisa para mostrar cuán picaresca es la situación. Nadie se libra de ir con la
boca y nariz arropadas, ni el nuevo obispo Jesús, que el sábado en la catedral,
con un ancestral ritual, hubo de iniciar
con embozo su episcopado. Insólito fue que para tan solemne ocasión, la Coral misma,
bajo la dirección de Milagros, aposentada en las altas balaustradas cara al
órgano, cantase como si la mascarilla fuese, ante los intermitentes soplidos, una
membrana cimbreada y musical. Esta es nuestra suerte actual: ir embozados. En
el siglo ilustrado, sucedió la epidemia
terciana, la malaria. Nuestro Fernando Simón era entonces el Intendente del Reino, Juan de
Lerena, quien ordenó al Ayuntamiento, en
providencias sucesivas, revisar fuentes y lagunas por si estuviesen infectas,
auxiliar con medicinas y alimentos a los pobres, el ‘aumento de un
médico’, así como proveer a los
facultativos, para evitar el contagio o
‘vapores’, de vinagre…; y al Cabildo enterrar a los infectados lejos de la
población, y en ‘sepulturas profundas’. Salvando las distancias, como ahora,
pero sin la pasada reclusión ni la dichosa mascarilla. ¿Nos veremos pronto
las caras o persistirá en nosotros la covid
tanto tiempo como en el XVIII el parásito de la
malaria?
“El Faro Astorgano”, 25 julio, 2020
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El rayo
“¡Que viene la truena!”, decimos cuando, en el
laboreo del campo, se va encapotando de un gris negruzco el cielo, o
suenan unos bramidos, que anuncian una próxima tormenta. Cuando llegan los
relámpagos conviene desprenderse de las azadas, de toda herramienta de acero, para que no desciendan apasionados a por las pulidas presas. Una vez, cerca de casa, un rayo se encaprichó
del chopo más altivo y lo sajó de cuajo; era todo él un calcinado despojo; en
la estancia se adentró una luz sobrenatural, como de milagrosa estampa, y el
agua del calderín de la cocina económica
se derramaba, por un duende que lo zarandeaba; las plantas de los pies ardían. El pasado 9, jueves, a las nueve y cinco de la
tarde un rayo cayó en la catedral: el reloj de la Torre del Moro quedó clavado,
enmudecieron la Jordana de las horas,
las otras campanas y el carillón con sus cinco campanillos; bajo las crucerías
estrelladas, rondaban las tinieblas.
Dice algún testigo que cayó en el pararrayos que Pedro Mato disimulado tiene
tras su espalda; de ser así, únicamente volvió a la fragua su banderín al
viento. Antes, el rayo igual que venía se iba: con los campaneros nunca enmudecían las campanas, al
alzar la palanca volvía la luz, y
los relojes jamás dejaban de repicar
las horas. Ahora, burlón
contempla al lejano informático que azorado rebusca en un teclado las claves
para devolvernos el tañido, la iluminación y
el paso del tiempo.

“El Faro Astorgano”, 17, 7, 2020
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Los Zuloaga
Durante el confinamiento también cerraron los cementerios; salvo para tres personas y el oficiante, que
procesionaban los entierros ‘ordinarios’, y aquellos otros que llegaban, en ataúdes, expeditos y precintados para achicharrar al bicho
infeccioso. Un camposanto, sin la ciudad como centinela, con sus cipreses en la
noche a merced del silbido del viento, es un espectro de gélida luz violeta, por el
que puede deambular sin temblor un Tenorio.
Y en la reclusión pasada,
embozados cacos, como los del cementerio segoviano. Expertos
con la maza y el cortafríos, la
arrancaron limpiamente: la lápida de Daniel Zuloaga Olalla. Los Zuloaga es una
saga que alcanzó la más alta fama con el primer Daniel, de segundo apellido
Boneta, considerado como “un ceramista
reencarnado de los del Renacimiento”, dados su finura y gusto florentino. Buena muestra es esa
lápida, hurtada, del
Descendimiento, cocida en el taller familiar hace más de cien años. Mayor fortuna
es la nuestra, al no quedar al
desamparo, tanto en tiempos saludables
como de epidemias, las cerámicas de los
netos de la capilla del Palacio, de 1913. Planteadas en principio por Gaudí y
encomendadas al más ilustre
Zuloaga, colmadas están de Modernismo, por los roleos y cuernos de la
abundancia, de tradición clásica, y por el tinte azul. Azul, preferido por
poetas como Rubén Darío y por el artífice de
aquella, la antigua fuente moruna del Jardín.
El Faro Astorgano, 7, 7, 2020
El mercado
Cuando Doré y Davillier hacen parada en Astorga, un martes de octubre de
1871, encuentran una ciudad en el fragor del mercado, y si el primero nos deja
un dibujo de títeres, el escritor nos relata lo más pintoresco: los gitanos
esquiladores, un fotógrafo que hacía retratos a los aldeanos con una guitarra
sobre la rodilla, una actuación de cómicos de la legua en la destartalada
panera de los Osorio (donde los actuales juzgados)… A principios del XX, don Matías
señala que cada martes concurrían a la ciudad más de 3000 comarcanos y el
mercado, según los productos, ocupaba todas las plazas: de granos en la del
Pozo (Santocildes), en las antiguas de San Bartolomé, ganado vacuno, hilazas y pieles; aves, alfarería, en la de
San Julián; en la del Progreso (Obispo Alcolea), carbón y leña… Salvo un
interregno por obras, en los últimos tiempos el mercado, abigarrado, ha estado
asentado en las plazas de Santocildes, de España, entorno del Gullón y San
Bartolomé. La actual pandemia ha ocasionado su traslado a un espacio abierto
como la avenida de Ponferrada, y en ella se van colocando los 44 puestos de
productos perecederos: frutas, verduras, quesos…; y a la espera están de que
amaine el contagio los 111 de textiles, bisutería, cosméticos… No había ya,
verdad es, comediantes, ni charlatanes,
ni coplas de ciego, pero sí músicos vagamundos, los cuales, puede que vuelvan pronto y entonen canciones en las arboladas aceras.
“El Faro Astorgano”, 18, 6, 2020
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Mercado en costado de pza. de San Julián ( hoy, Fátima) |
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La bici
En la plaza de Porfirio López, antigua de
la Leña, cuesta abajo de la desaparecida gasolinera de Treintaduros, como un mayo sin
figura, y creo ya sin jícaras, enhiesto estaba el alto poste. En su derredor
decenas de bicicletas, apiladas, que los alumnos del instituto, procedentes de
San Román, iban posando y retirando cada mañana, y cada tarde, según horario
escolar de los 60. Era la bici el medio
de transporte de los carteros, y de vecinos de Astorga y de los pueblos; en su portaequipajes
se cargaban todo tipo de bultos y hasta enseres, sujetos con vistosas gomas rematadas
con ganchos. Si en tu casa la existente era de barra alta, para aprender a
montarla primero debías pedalear con el
cuerpo en diagonal, y una vez que te atrevías a mal-llegar a los pedales, con
las nalgas a la altura del sillín, sufrías de continuo golpes en los testículos, y
caídas, con ella encima. La más fina era la BH, y la más recia, la Orbea: las
dos al detalle pintadas. Con el venenoso virus han vuelto a los caminos; algunas
chirrían, por no engrasar su cadena o no haber tensado los frenos. Las ves de todas las gamas y
colores, con la pátina del desuso, como esos libros que envejecen en los
mueble-bar sin abrir sus páginas. Igualmente les pasa a los anclajes existentes
por la ciudad, para su aparcamiento: al estar vacíos, simulan estanterías de
diseño. Dicen que la bici será el símbolo de nuevos hábitos saludables. Pues a
ver…
"El Faro Astorgano",, 5, 6, 2020
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Tiro de la bola
En el plano de Delgado, de 1850, anterior a la apertura del
ferrocarril Línea del Oeste en 1896,
entre diversos pagos, San Martín y la Madalena, Diezmario de San Miguel, La Zapata…,
figura, con veracidad, el de Tiro de la Bola, de 5,04 hectáreas. La
investigación de esta antiquísima parcelación en pagos, de gran enjundia y
sabroso contenido, es asunto pendiente. Este, de Tiro de la Bola, borrado de la
memoria popular, y hoy delimitado entre la calle Zapata, travesía de San Marcos
y la clausurada línea del ferrocarril, hasta su encuentro con la carretera a
Nistal, ha de deber su nombre a uno de
los entretenimientos antiguos de los astorganos, propio también de otras
tierras de España. Don Matías en su “Historia” de 1909 nos narra cómo se
practicaba el ‘juego de la bola’, que consistía en la pericia de introducir,
desde una distancia, en un hoyo con habas o monedas, las bolas de cañón de la
Guerra de la Independencia. El ‘tiro de la bola’, sin embargo, requería una amplia superficie, una senda o
camino en un pago como este nuestro,
pues se trataba de ir arrojando una bola
de acero, de unas cinco libras de peso,
por un amplio recorrido; ganaba aquel que emplease para llegar a la
meta el menor número de lanzamientos. ¡Cuán grande no sería, para este
divertimento, el brío de aquellos mozos,
pura hebra, por este pago donde vivían los labradores y a donde llegaba el olor
a crujiente pan de La Corredera!
"El Faro Astorgano", 22, mayo, 2020
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Camino que continúa, cercanamente, la c. Curtidores del Polígono Industrial. 21, mayo, 2020. J.J.A.P. |
El campo
En mi dilatada vida en la ciudad no he
visto, como en estos víricos tiempos de horaria reclusión, cierre de bares y de
lugares de encuentro, tantos paseantes, ciclistas y corredores por los caminos
que llevan a los pagos de nuestro campo;
ni al padre, con sus pequeños
hijos, encaminarse en bicicleta los fines de semana hacia las Fuentes de
Santiago. En las lontananzas,
antaño sembradas de cereales y con los
segadores gallegos afilando sus hoces para cortarlos una vez dorados, hoy,
despreciado el campo, rastrean las ‘urzdevillas’ con el amarillo de los girasoles Van Gogh, y
las campanillas de azul aguado del
brezo. Esta es la atractiva presencia de
las lontananzas del noroeste, hacia el
pago de Casares, y de las que, pasado El Jerga, por el suroeste, atisban el Teleno desde La Lomba y Raposeras. Por el este, sin
embargo, como la Moldería Real propicia el regadío, a la mayoría de los
pagos los encumbra el lúpulo, los peinan los cereales y, en su suelo, apunta el
maizal: en el de La Picona, próximo a Carneros, en el de Oballo, camino a Nistal, y en el de Entrealtares, por su justo medio. Muchos astorganos, que hoy, para
recreo, buscamos despistarnos del contagio humano por sendas y campo a través,
ignoramos, a no ser los viejos labradores, estos ancestrales topónimos,
inducidos por el relieve, los animales, o humedales como El Juncal.
Incluso, nadie me da cuenta del tan sugestivo Tiro de la Bola.
"El Faro Astorgano", 21, mayo, 2010
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El paseo
Lo piensa mientras se frota las
piernas hinchadas, encaradas al sol: “Mejor que
Ambrosio no haya llegado a vivir esto, y vaya acierto el de Andrés, al presentarse para administrativo funcionario”. El pequeño negocio
se fue extinguiendo como se marchitan las flores que vas dejando secar boca
abajo para, finalmente, colocarlas en un jarrón chino. Poco a poco: se fueron
vaciando las comarcas, se llenaron los bajos de coches, con los que rodar hasta el comercio
de León, descendió la prole familiar y nació la venta por Internet. Demasiadas
estocadas para la pequeña tienda, así que ahora, con lo del virus matador, no
será fácil que alguien puje por un nuevo alquiler, el cuarto desde que Ambrosio,
cercano a la setentena, y ella con la edad de cobrar la pensión, echaron la aldaba con lágrimas en los ojos. Pero a Bertín le ha pedido que no haga caso de
su padre, Andrés, y ponga el cartel “Se alquila”, con el añadido “a bajo precio”. En la primera tarde sabatina de este mayo
Anita se masajea las piernas al sol, después ahueca su pelo gris, y se pone el
vestido de primavera. Bertín está al
llegar, para, después de 50 días, sacarla a pasear y, con su mascarilla, que salude
a distancia a sus amistades. De la calle, con el renovado trajín de paseantes,
se han ahuyentado los pájaros. Anita, vierte sus ojos velados hacia las
lontananzas a las que se aproxima el sol: “Bertín, ¿pusiste también lo de ‘a
bajo precio’?”.
"El Faro Astorgano", 7, mayo, 2020
Colas, colas
Las colas se
daban ante las taquillas de los cinco cines;
las del Gullón, Astúric y Tagarro, exigían un culebreo constante, al
tener uno que retirarse y recolocarse al paso de los vehículos, pero en el
Velasco y Capitol, por ser las calles del docto Alonso Garrote y del médico
Alonso Goy de poca circulación, no te veías obligado a interrumpir la
conversación, o soltarte de la entrelazada mano de la novia adolescente. Los
intrusos 600 y Simca-1000 molestaban bastante porque aquello de separar los
intercalados dedos era como si te desprendieran del pecho la flecha de Cupido. Comentaban
los mayores que en la postguerra para el racionamiento se formaban grandes
colas en Astorga, pero eso no me tocó vivirlo; sería, como se aprecia en las grises
fotos de otras ciudades, con gente de mirada
apagada por un luto interminable. Por el maligno virus han vuelto las colas,
pero esta vez en calles y plazas silenciosas, deshabitadas, yermas, con los comercios, salvo los de alimentación,
con luz de tan apagada, tenebrosa. En los bancos y supermercados, en Correos y farmacias, colas,
colas…, y mascarillas, mascarillas blancas, mascarillas verdes, con astorganos
y comarcanos que se ignoran a dos metros de distancia, mientras meditan y
meditan en una ciudad que parece fantasma de sí misma. ¿Volverá pronto el
molesto tráfico, el juvenil tapeo, los tendales del mercado —¡a un euro,
señora, a un euro!—, en fin, la vida?
"El Faro Astorgano", 30, abril, 2020
El murciélago
Aunque transfiere el polen, como
de niño tenía la creencia de que me podía chupar la sangre, cuando algún murciélago,
en el crepúsculo estival sobrevolaba el patio como una exhalación, quedaba un
rato asustado. A mis amigos les pasaba igual, y hasta les atribuían parentesco
con los vampiros. Dado su protagonismo, por achacárseles el ser portadores de
los mortíferos corona-virus, a muchos se les habrá revuelto el estómago al ver
a los chinos, en mesa con mantel de seda
floreada, jalando su cuerpo arratonado y degustando sus alas membranosas. No es
animal apreciado, salvo por los valencianos, porque si bien a Ramiro I se le
presentó en sueños el Apóstol y salió victorioso en la legendaria Batalla de
Clavijo, cuatro siglos después, a Jaime I lo despertó con su chillido un
murciélago para prevenirle de que cabalgaba cercana, esta vez también, la
morisma. En el inframundo de nuestro coro catedralicio, donde conviven híbridos
seres que personifican vicios y maldades, una de las misericordias o ménsulas para
apoyar las nalgas durante el rezo de pie, es un murciélago hembra. Sus abiertas
manos aladas, el glotón hocico, ojos saltones, orejas puntiagudas y mamas
abultadas, simbolizan lo demoniaco y lujurioso. En el exterior, con similar apariencia,
sobresale como maléfica gárgola en la rosada Torre del Moro. El corona-virus
2019 lo hará temerario; pero esparce las
semillas, combate las plagas y se zampa los insectos.
"El Faro Astorgano", 16, abril, 2020
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Cartel del Concurso N. de Torrijas. En Astorga, la VII edic.
patrocinada por el Ayto. se celebró en marzo / 2019 |
Torrijas
Como cada año, de las cocinas sale el aroma de una fritura de pan con
canela, leche y huevo. En los periódicos y redes sociales se recrea la
teatralización de los pasos, las túnicas, las cruces y en los canastos las
flores. La Plaza, el Palacio, la Catedral, la bajada del Postigo, Puerta Sol,
San Bartolomé, las calles de San Pedro y de San Juanín, la antigua plazuela de
San Julián, y los cabildos donde los cofrades se congregan…, todo un abigarrado
ceremonial es disfrutado virtualmente, como un filme retrospectivo de añoranza
y anhelo. No hubo estos días ensayo alguno con las andas por las calles, ni
sonó La Dominica, tampoco requebraron trompetas o tambores; cierto es que adherido
a los escaparates sin luz, como
pantallas inertes, un Cristo doliente, en carteles, mira al cielo e implora
ante un maligno virus venido del oriente que nos encierra, trae el sufrimiento
a muchas familias, exilia al hospital a nuestros mayores y
ancianos, y a algunos nos los devuelve, sin un último adiós, en féretros sellados. Todo gravita en la plaza Mayor, sin su cruz y sudario, sin ‘paparrones’,
ni gentes con vasos en las manos, a solas con las campanadas del reloj, que
suenan cada mañana, en el interior de la Casa Consistorial como mandobles de
desaliento. Pero volverá una nueva primavera, y con ella el tradicional Pregón,
los acompasados pasos, y se renovará este olor a canela, leche y huevo, en las casas,
tascas y mesones.
“El Faro Astorgano”, 8, abril,
2020
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Coronavirus National Geographic |
Los mazos
Si a su alcance llegara, si bajo
sus mazos cayera, en la Plaza silenciosa, sin un alma sean las nueve, o al mediodía, cuando los venteroles del
reloj de Vitoria se agitan y bajan las
pesas para dar las doce campanadas, de suceder tal ventura, sería convertido en olorosa sustancia y la tierra, el aire, y este cielo de plomo,
siempre le serían leves. Pero, de momento, el corona-virus no reina en las
alturas, sino, invisible y sinuoso, se adentra por las casas bulliciosas, y en
las otras de soledad acalladas. Y se nos lleva al venerable anciano,a la madre con
las manos encallecidas de tanto laborar la tierra con la azada y lavar en el
río…; a un padre en la plenitud de la vida, en esa edad en la que los hijos ya levantan
unos cuantos palmos del suelo y se rebelan. No suelta las más débiles presas: hasta
el final en el hospital con su presencia, robando el aire que se respira, más y
más, sin poder dar un apretón de manos a
una esposa, a unos hijos, a unos hermanos, o a quien te ha obsequiado con su
amistad en tu vida. Ni siquiera acompañar a sus víctimas en su última urna uno
puede, ni ponerles unas flores, ni
compartir los rezos, o las más sentidas palabras, o unos bellos versos. Si alcanzar
pretendiera a Colasa y Juan Zancuda destronado sería, porque con sus mazos lo
estamparían en la campana de las horas de Ballesteros, y quedaría convertido en
efímera sustancia para el aire, la tierra y el cielo.
"El Faro Astorgano", 2, marzo, 2020
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Campanas
Todos los días ahora son iguales, con el mismo silencio. Poco antes de
las nueve, como de costumbre, cuando camino hacia el ayuntamiento, no veo, este
martes 24, a los niños de la mano de sus madres —es lo frecuente— hacia las
escuelas de Blanco de Cela o Santa Marta; no circulan coches, ni se alza la
persiana tempranera de algún establecimiento. De norte a sur del bajel, que es
el casco amurallado, me cruzo con dos o tres personas, alguna de ellas con mascarilla;
nos saludamos con la cabeza o con palabras acalladas, como si temiéramos que se
expandiera nuestro aliento. Una impenitente fumadora, con la puerta del portal
entreabierta, envía entre las hilachas blancas palabras ensimismadas hacia el
cielo. Nuestro es el silencio, que no de los pájaros, pues cantan para reclamar
el apareamiento, y en este ardoroso deseo el mirlo es el rey: las urracas y los
cuervos, los pardales y verdecillos, son, en la orquesta del tenor, un simple repiqueteo
de tablillas y un rechinar de la sonaja.
Si en la calle imperan los pájaros, en
la Casa Consistorial despoblada oigo las horas de las campanas: repica la de
Juan Zancuda y Colasa, y al momento responde la Jordana catedralicia. De los
pájaros y campanas es la pasión y el canto, nuestro es el silencio, a no ser a
la anochecida, cuando se abren las ventanas y balcones, para tocar instrumentos
y aplaudir, como agradecimiento, a
cuantos nos cuidan y hacen posible el sustento.
"El Faro Astorgano", 26, marzo, 2020
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Egeria
Desde que Gamurrini, en 1884, hallase en la Biblioteca de Santa María de
Atrezzo un códice del siglo XI, en el que se transcribía el viaje a Tierra
Santa, escrito y vivido por una mujer, que sería identificada por una cita de
san Valerio, el interés por Egeria no ha decaído. Se ve acrecentado en estos
tiempos, de impronta viajera y de auge feminista. Durante los años 381 a 384,
en los que Egeria se aventura a ir a conocer los Santos Lugares desde esta
diócesis, tal periplo no era excepcional en personas de alta condición, la singularidad
estriba en su narración, no ceñida tan solo a los aspectos religiosos, sino
también a otros profanos. Para cuantos gustan de la literatura, les apasiona su
relato; a aquellos otros de espíritu viajero, la descripción de ritos y
costumbres. Y para la actual ola violeta representa la temprana valía de la
mujer. Valga este hecho como ilustración: el 14 próximo, un conjunto femenino
de música vocal medieval, Egeria, en el marco del Festival de Arte Sacro, en
Madrid, recreará con varias piezas su itinerario ‘desde Galicia a Jerusalén’. Ellas,
y muchos estudiosos, dicen Galicia, en
alusión a la provincia romana, a la que pertenecía en el s. IV el Convento Jurídico
de Astúrica Augusta (Asturias, León, parte de Zamora…), pero a la mayoría no se
nos alcanzan las cuitas históricas, por lo tanto de modernizarnos, debemos
pedirles precisen así: desde la Diócesis de Astorga a Jerusalén.
“El Faro Astorgano”, 12, 03, 2020

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Evaristo (a la dcha.) en la Pescadería Astorgana, c. León, 22, Madrid. |
Tener palabra
A Evaristo García Gómez, natural de Combarros y fallecido este 23 de
febrero no le tentó la política, como a otro
ilustre maragato de Santiagomillas, Santiago Alonso Cordero, destacado
liberal progresista del XIX. No tuvo la oportunidad Evaristo de cursar estudios,
como el maragato Cordero; todo el bagaje cultural, que el maestro le
enseñó en la escuela y con el que llegó
a Madrid a los nueve años, para trabajar en la pescadería La Astorgana, fundada
por el abuelo en 1890, eran
la lectura y la operación de
sumar. Pero en cuanto a la razón de haber sido ambos exitosos en los
negocios, ya fuera en el transporte con diligencias, trátese del negocio de
pescadería, o por qué los dos ampliaron las miras comerciales a otros sectores,
tiene su explicación en sus ancestros ligados a la arriería. De familia arriera
era el maragato Cordero, y arriero fue en su juventud Santiago Gómez, el abuelo de Evaristo, y ya se
sabe que si algo ha hecho famosos, y acreditados, a los hijos de esa cobriza
tierra no solo es su apego a la vistosa indumentaria tradicional sino el
precepto que ha de regir todo trato, sin necesidad de documento: “la palabra
empeñada”. Con este principio dejó Evaristo su testamento oral, en entrevista
de 2010: hay que ser “con el público servicial, y no engañarle, ser serio y tener palabra, eso es lo que he hecho y
en esa línea pienso llegar hasta el último día de mi vida”. Tal y como lo dijo
fue.
“El Faro Astorgano”, 27, febrero,
2020
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Unidad a León, 14,02, 2020. 19:40 h |
La taquilla (y 2)
En la tarde del 21 de enero, paseo por el andén. Las cuatro vías de la
Línea del Oeste para embarcadero de ganado, los muelles y viajeros, están
invadidas por la maleza y desechos. Fui usuario de ella en 1978, pues desde
Puebla de Sanabria podía llegar a Astorga en ferrobús; ya entonces su clausura,
que sucedería el último día del 84, estaba cantada porque desde La Bañeza era
solitario viajero. No hay visitadores, ni mozos con carretillas, nadie canta
las mantecadas; el Gabinete de Circulación cuenta, con una persona, sin turno
de noche, y a diario. Lo que fue cantina hoy son los urinarios, y la cafetería,
que la sustituyó, está polvorienta; no
hay kiosco, los muelles de amplios alerones están cerrados o alquilados. No se descargan sacas de Correos, pues el 16
de junio de 1991 los sindicatos acordaron en León con la empresa ferroviaria el
traslado de la correspondencia por carretera; en realidad, lo que le falta a la
Estación lo ha engullido la carretera. La Unidad, pintada con grafitos, entra
puntual, a las 19:20; en mi vagón vamos tres
viajeros. Llego con tiempo a León para coger el Alvia a Madrid, que irá
lleno; se desliza suave, y eso que a partir de Valladolid supera los 200 km /
hora. Al día siguiente, en Fitur, le comento a Táboas, presidente de Renfe,
nuestras desdichas, y sobre la solución dada, por la tangente, a la permanencia
de la taquilla. Palabras vanas: como ejecutivo, ejecuta, y santas pascuas.
“El Faro Astorgano”, 14, febrero,
2020

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La taquilla (1)
Era verano, y la Estación, con las dos
Líneas, del Norte y del Oeste, parecía de capital. Siempre estaba abierta la
taquilla para sacar el billete que el revisor taladraría. Llegaban los trenes
con muchos viajeros asomados a las ventanillas, y de algunos, con vagón de
Correos, descargaban las sacas ornadas de dos franjas laterales con los colores
de la bandera; los mozos de estación
porteaban en carretillas equipajes y mercancías. El kiosco de Victoria, en la
sala, tentaba con tebeos, periódicos y mi revista Triunfo. Estaba abierta la cantina y las vendedoras cantaban
“Mantecadas de Astorga, ricas mantecadas”. En un ambiente de esta guisa,
esperábamos una tarde a finales de junio
de 1974 el Expreso a Irún, que nos enlazaría con el tren a París, adonde íbamos a trabajar durante el
verano. Éramos una pandilla joven, y con muchos amigos, así que, como también
nos acompañaban los familiares, el andén estaba cumplido. Los visitadores golpearon
con el martillo las ruedas para ver si ofrecían un son timbrado, y no otro
quebradizo, por roturas o fisuras. El Autorizado alzó el banderín, se
agitaron pañuelos cual mariposas blancas, y el tren emprendió
la marcha con un chaca-chaca en aceleración; sonó un pitido que corría por los
raíles como si los abrasase un relámpago; pensé que se ahogaría bajo el
puente del Tuerto en Nistal, pero no fue así, permaneció tintineando, hasta
agotarse en los humeros, chopos y paleras.
“El Faro Astorgano”, 13, febrero, 2020
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Lavanderas
No hay vivienda hoy sin lavadora, de suerte que el sonido del agua, como
un oleaje, un zambullido, o un trepidante volteo, canta en su tambor. En los
pasados 50, muchas casas de San Andrés carecían de grifos, y de alcachofas,
salvo las de las regaderas para mojar tu cuerpo y, después de enjabonarte, como
refrescante manantial, aclarar la piel. Para similar aseo, de un cubo se servía
Almodóvar, así se deduce de Dolor y
Gloria, film que, con siete Goyas, acaba de reconciliar al ilustre manchego
con la Academia; y en uno despertar vivencias de la temprana niñez. Como decía,
en nuestras casas el agua se vaciaba de calderos, llenados en el pozo, por
tanto nunca sonaba rumorosa. Sí en la Moldera, con cembo lindante a la gran
Casa Blanca; en ella vivíamos, aledaños a cuatro familias, pero hoy tras sus
muros apenas hay alma que oiga el paso del tren. Si para Almodóvar era una
fiesta cuando su madre lo cogía e iba a lavar al ‘río de su infancia’, donde junto
a otras vecinas ‘cantaban o hablaban’, otrosí fue mi dicha desde el
cajón-corralito de madera. Sujeto a sus bordes alcanzaba a ver a las mujeres
arrodilladas sobre cajoncillos, restregando la ropa, torciéndola y aclara que
te aclara, sobre piedras o acanaladas pilas de madera. Los baldes eran de zinc,
algunos con telas blancas en azulete, había tendales en las praderas y cuerdas
con más prendas colgadas desde la Moldera hasta el primer raíl. Y cantaban y
cantaban…
“El Faro Astorgano”, 30, enero, 2020

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Chocolate galdosiano
Al cumplirse el centenario de su
muerte, Galdós ha recobrado notoriedad. Es tan
fecunda su obra, en acontecimientos y personajes, que no hay región o diócesis
—también la asturicense— que no se vea en ella representada. Incluso, especias,
y sabores, como la bebida considerada,
por los aztecas, de los dioses: el chocolate. Mejor diríamos, nuestro
chocolate. En 1900, don Benito publica un nuevo “Episodio Nacional”, Los ayacuchos, sobre los aconteceres
habidos en la infancia de la reina Isabel; entre ellos, la sublevación de
Barcelona, motivada por el reclutamiento
de “las quintas” y la
liberalización del comercio de algodón con Inglaterra. En los días precedentes
al 3 de diciembre de 1842, fecha en que el regente Espartero sofocará la
rebelión de dicha capital, Galdós establece una conversación entre Fernando
Calpena, que es el hilo conductor del “Episodio”, y varios clérigos, contrarios
al regente, al que llaman Tamerlán, Atila y azote de Dios. Calpena, con ira
contenida, les responde a ver si pretenden que Espartero deje esa ciudad en
manos de los ‘patuleos”, “y encima les mande raciones de chocolate de Astorga”.
No solo en este capítulo novelesco, el 28, Galdós presta atención a un producto
tan común en su época, también en artículos de costumbres y en personajes como
Marianela; pero, ojito, el astorgano el único acreditado por su procedencia. Merece
don Benito un diplomilla, qué menos, en el actual museo.
“El Faro Astorgano”, 16,
enero, 2019
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Armonio de San Bartolomé. De A. Père et fils |
Armonios
Don José María ha sido el último maestro de capilla y organista, propio del
cabildo catedralicio. Pese a tamaña carencia, del dorado órgano de columnas
corintias, para las solemnidades, de la
mano de Nicolás Alonso, al amparo del rey David y Santa Cecilia, una
sinfonía ‘eleva las almas hacia Dios”. Peor suerte ha corrido su
benjamín, el antiguo armonio, que en las parroquias permanece silencioso,
cuando no desalojado del templo. A no ser el de Rectivía, muy deteriorado, todos conservan
su esplendor. Han sido fabricados, los
de San Andrés y San Bartolomé, en casas
señeras del XIX, las parisinas ‘Etienne
y Christophe’, ‘Père et fils’; y en el caso de Puerta Rey y Santa Marta, ya en
el tránsito de los dos siglos pasados, en las acreditadas ‘Erviti”, de San
Sebastián, y ‘Cotrina’, de Vitoria. Fallecida Josefina López, Fefi, tan
vinculada durante décadas a la iglesia de Santa Colomba y con tiempo para
auxiliar a San Andrés; con la salud quebrantada el ingeniero Echevarría, en San
Bartolomé, tan solo mantiene el testigo, en la iglesia de la Patrona, Marisol de Sampedro, que ha transitado del antiguo
armonio, donado por las carmelitas de León, al nuevo eléctrico. Son todos ellos
herederos de una tradición centenaria, que fenece, pues la afición de algunos
jóvenes es ocasional. Para el recuerdo queda el contoneo de aquel músico, que
tan pronto le hacía soplar al armonio
sonidos dulces como bramidos de fuego.
“El Faro Astorgano”, 3, 01, 2019
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El Callejón
De entre los
pasadizos, de las calles del Pozo a la del Mesón, de Portería a Leopoldo
Panero…, ninguno de ellos ha merecido un aumentativo como El Callejón, sito en
el límite, por poniente, del antiguo
foro romano, y que abrevia el camino entre la plaza de Santocildes y la calle
Pío Gullón. La prensa de hace un siglo recoge continuas pullas a los ediles,
porque al ser el mingitorio para los asistentes al mercado semanal, un río de
orín, no lo lavaban ni desinfectaban a tiempo. Cuando Santocildes fue ajardinada
en su corazón, disminuyó el número de paisanos que se aliviaban en sus paredes
de salitre, y rayana la década de los noventa convine dotarlo de puertas enrejadas,
con llaves dadas a los propietarios y la
guardia municipal, para su cierre nocturno; aun así, no falta quien abra hoy en
él la bragueta. Escondrijo de escarceos amorosos, El Callejón, tan transitado,
no ha merecido versos laudatorios, ni una pincelada de óleo o acuarela, y si
bien propuse a un solista un concierto en su túnel, cubierto pero con abertura
para las notas poder fugarse hacia el cielo, no obtuve respuesta. Dado que en
esta Navidad el Ayuntamiento le ha concedido categoría artística, con una
recreación en estampas de luz del famoso cuento de Hoffmann, no ha de extrañar
que el pasado sábado haya sido de los primeros en sumergirme, tras un haz de
cortinillas relucientes, en su interior, para que me cautivasen Cascanueces y
el Rey León.
"El Faro Astorgano", 19, dic., 2019

El busto
En la casa, de olor a lavanda, las dos habitaciones de contraventanas mallorquinas, que jalonan un
gran mirador, están encaradas
al gran muro sur del convento, el cual impregna la calle, pese a las cercanas
alturas desmedidas, de un recogimiento de siglos. Si algún día desapareciera
este convento, de Sancti Spiritus, con sus recatadas troneras, y esa casa de los Panero, con su murete enrejado, todas las pétreas figuras
que adornan, al fondo, la Puerta del Cielo catedralicia, desde Jesús con el
látigo a la Adúltera, bramarían en su quietud. Habitan hoy el convento cinco
monjas, que siguen repartiendo el pan de ángeles, y la casa, en su frente, rehabilitada, espera llenarse de estampas y
fotogramas de poetas, historiadores y músicos que han dejado en la ciudad un
poso de sesudas y bellas palabras, también notables pentagramas. De las dos habitaciones,
la más cercana al libresco pozo, la del poeta Juan Panero, desde el pasado sábado alberga el busto de
César Vallejo, el gran poeta peruano de “Los heraldos negros”. Lo habían
hospedado, en esa estancia, Máxima y Moisés, por petición de sus dos hijos,
unos días del verano de 1931. Gullón y López Sancho, en 1978 y 1985, nos dejaron
glosas jugosas de aquella ilustre visita en la que participaron; Leopoldo, abundantes
versos
al “indio manso de raíces eternas”, ¿y su hermano Juan?: a Juan Panero,
en el 37, la carretera a León le robó la vida y los recuerdos.
"El Faro Astorgano", 5, 12, 2019
Foro y Plaza
Se dice pronto, el nacimiento de
esta Plaza, con soportales ‘abrazando una superficie de 2102 m2’, según don
Matías, cumplirá, a saber si los ha cumplido ya, dos milenios. En este
tercer sábado de noviembre bulle en ella, después del mediodía, una población de
astorganos, y forasteros que son fiel reflejo de la importancia, para la
economía local, de su patrimonio y gastronomía. En el noble salón de la casa
consistorial un grupo de asturianos se admira ante las vidrieras de Escarpizo,
que impregnan la estancia de historia y de una dulzona calidez. Abandonan tan
preciado lugar, pues de la Calzada de la Plata llegan, con barro en las botas, comarcanos, que han hecho parada en Valimbre,
el puente sobre el Turienzo de variopintos trashumantes y afamados canteros. Me habían dicho que iban a
hacer una representación en el tablado, previo a la sillería de coro donde
discuten los ediles. Resultó ser una conversación entre Plinio el Viejo, el
culto procurador que visitó la antigua urbe en los 70, y un sacerdote indígena, de nombre Abieno.
Encarnados por Sergio Castrillo y Adrián Zamorano, la contraposición y
asimilación de dos culturas gratificaban nuestros oídos. Parecían rememorar una de las pláticas habidas en el
antiguo foro, que llegó a superar los 30.000 m2. Colmados XIX siglos, achicado
en una coqueta Plaza, siguen conversando en él ciudadanos de casa y del
mundo sobre conflictos, menudencias y
amores.
"El Faro Astorgano", 21, 11, 2019
El Puente (y II)
Este domingo, pueblo y
autoridades, han festejado que el viejo puente de Sopeña no terminase en cualquier
desguace de chatarra. Conserva la
centenaria estructura, menos los
voladizos laterales añadidos con posterioridad y que servían para el tránsito
peatonal; tampoco discurre el agua bajo su pasarela entarimada, pues a su
nuevo río, el Argañoso, aún no han llegado los torrentes de un diluvio o deshielo.
Pero, inmediato, el Tuerto lo llena de frescura, y ha sido tan
atinada su restauración, sin una soldadura, remache tras remache, que bien
parecen sus lamas de acero un bordado
con pompones. En la que fue escuela, se muestran fotos antiguas, otras de su remozamiento, como
barco en astillero, y algunas actuales. No
me percaté de que podía haber aportado la mía, una de las pocas que nos sacaban en la
infancia. Habían cerrado el Colegio Diocesano de San José, y muchos alumnos, de
9 y 10 años, pasamos para uno nuevo, de
laicos, San Fernando; a las puertas estaba la Prueba de Ingreso para el
instituto. Recuerdo que caminamos a Presarrey, en cuyas rocas buscábamos unas huellas de herraduras, las cuales, según la leyenda,
quedaron grabadas por el ahínco del caballo
del Apóstol para cabalgar por los cielos hasta Compostela. La foto fue,
a la vuelta, en el Puente de Hierro:
todos con el maestro arracimados ante sus arcos atirantados. Si en uno
despierta ahora simpatía, ¡qué no será para los lugareños!
"El Faro Astorgano", 7, 11, 2019

El Puente (1)
Como desplazaron
el Puente de Hierro, que exigía, por su semiesférico herraje
parisino, una complacida mirada, y por su angostura, refreno, los coches por la
carretera, en Sopeña, pasan como balas. Tanto que uno, en el atardecer de este
martes, se siente inseguro en el
sustituto puente, anodino y ancho, sobre el Tuerto; arrimado a su barandilla me he asomado para ver la frondosidad de los
árboles, los chopos amarillentos, espolvoreados de canela, los fresnos y los
humeros, con hojas aún tan verdes como la oliva. Y el agua, que llega remansada
desde el cercano Presarrey, paraje desde donde cae en cascada y ruge espumosa.
Cercano, el Argañoso está alfombrado de
hojas y por él parece no haber pasado gota de agua desde la primavera. Antes de
encontrarse los dos ríos perduran las instalaciones de la Fortificante, el edificio de baños termales, con su alero de
regusto mudéjar, y un majestuoso serbal en un costado. Frente a ella, los antiguos edificios, remodelados, y la
parra a cuya sombra comían y se
solazaban pudientes comensales; también,
me comentan, los adheridos a la División
Azul, que en sus salas celebraron el
último festín, acompañados de armamento y pólvora. De la existencia de la Forti, que no de
Presarrey, me di cuenta tardíamente,
pues cuando de niños, en la escuela, nos llevaban de excursión, pasábamos de
largo y no reparaba en baños tan
salutíferos, ni en venta de tanto postín.
“El Faro Astorgano”, 31, 10, 2019
El arca
He transitado mucho por la
carretera de nuestros cuatro pueblos, pero no me había percatado del arca,
hurtada, y recientemente
repuesta; y bien que se ve, ante
una corona de encinas, y frente al
molino La Galocha de Santa Catalina. Las arcas o mojones han ido desapareciendo
de los arroyos, y de las tierras de labrantío o de pasto. Algunos
perduran en la Moldería Real, para separar los cembos y caudal de cada molino. Entre los conservados desde
el Medievo, esta arca, rescatada después de una aventura detectivesca, que marca el límite de tres pueblos del alfoz
astorgano, Val de San Román, San Martín del Agostedo y Hospital de Yuso (en la
actualidad, Santa Catalina de Somoza),
es un testimonio histórico excepcional. Me la muestra el joven presidente de Val de
San Román, Julián Martínez, que bien sabe lo que significó antaño la disputa de un palmo de esta tierra o de sus montes. No en vano el
Concejo astorgano contaba con guardias específicos, los “montaneros”, para que se respetasen estos
hitos en sus lindes. El arca no está labrada, como los miliarios de las
calzadas romanas, pero en nada desmerece su prestancia y su simbología: si los
primeros ensalzaban a los emperadores y sus ancestros divinizados, nuestro
pedazo de roca, con una rústica cruz hendida en cada una de sus dos caras, indica que cualquier poder, del rey al concejo, se ejercía “En el nonbre
de dios padre e fijjo e spiritu santo”.
“El Faro Astorgano”, 8, 10, 2019.
Detalle, pozo, huerta provincial.
Las norias (y 2)
Del hospicio solo perdura, remodelado por segunda vez, para biblioteca
municipal, el pabellón de varones. La primera intervención en este inmueble que
albergaba, entre los asilados, a niños
huérfanos por la muerte de sus padres,
ya fuese en la guerra o fusilados, vino motivada por el dantesco fuego, acaecido la gélida noche del 28 de enero de
1940. La Diputación, junto a esta Residencia Provincial, contaba con una huerta
de 4233 m2, tapiada con altos
muros de piedra y mortero de tierra, en Manjarín. Hoy, acercarse a ella es olfatear
una ruina, en su cerca desmoronada, en las tres terrazas, así dispuestas con el
fin de salvar su pendiente y facilitar el cultivo; las pequeñas edificaciones, construidas para
albergar las azadas, rastrillos…, y resguardarse, recuerdan el abandono de las
casillas del ferrocarril a Plasencia. En
lo alto de la huerta, para su riego, se
localiza la noria, entre arbustos, de igual factura que la de San Andrés; en su gran pozo cuadrado, reverdece, flotante, la vegetación. A los hospicianos,
apenas adolescentes, en la postguerra, los mandaban a esta huerta, los jueves y durante las vacaciones, bien para cavar la
tierra, o extraer agua amarrados, varios, empuja que te empuja y gira que te girarás, al mayal de la noria de sangre. Así la
mentaban los labradores, en consideración al esfuerzo de sus asnos; nunca le
fue más propio su nombre que en la huerta provincial de Manjarín.
“El Faro Astorgano”, 1, octubre
2019
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Las norias (1)
El ´cigüeñal´ no era sino un varal con contrapeso, a modo de palanca, para sacar agua del pozo con un caldero de zinc, tal y como vimos en la casa de los abuelos. Pero a mí lo que me llamaba la atención eran, en los campos, las norias y el burro a ellas uncido, con los ojos vendados y su incansable rodeo. Cuando triunfó el motor de gasoil, allá por los 70, la mayoría de sus dueños, presurosos las enviaron a la chatarrería; rareza es encontrar alguna. Cerca del imponente silo, a unos 150 m del paso a nivel de la calle Zapata, camino a la Subestación, en el pago de la Madalena, perdura una noria, junto al inmediato pozo en el que estaba encastrada, desposeída de su rosario de cangilones. El lozano estado de su tambor, ruedas dentadas, cabezal y balancín, no ha de ocultarnos su antigüedad; en todo caso, algunos decenios antes de 1947, fecha en la que el pantano de Villameca regularizó el riego suministrado por la Moldería Real. Esta noria, para San Andrés, y los otros dos barrios que contaron con labradores y hortelanos, Puerta Rey y Rectivía, es testigo de un modo de sustento y de vida hoy en la ciudad casi desaparecidos. Y de gran sabiduría. Un avezado maestro bien podría explicarnos las virtudes de este ingenio; un monumento a nuestro alcance, perfeccionado durante más de 2500 años, que nos une con otras civilizaciones y ayuda a disfrutar una parte sustancial de nuestra cotidiana historia.
"El Faro Astorgano", 26, sept., 2019
(Foto, 16, sept. 2019, 20,15 horas. C. del Carmen)
Barrenderos
Oficio noble donde los haya: con su escoba y su carrillo van liberando las calles y plazas de residuos. Ora un envoltorio de chucherías, en cualquier peldaño o alféizar una botella olvidada…, junto a algún coche unas cuantas colillas y tiques de “la hora”; respecto a los chicles, no encuentran manera de erradicarlos, perduran en los pavimentos, como eternos diviesos, no sucede así con los excrementos de los perros, que delatan a sus incívicos dueños. Toda esta basurilla van los barrenderos recogiendo pasito a pasito, como Beppo, el fiel amigo de Momo. Si en los albores del Renacimiento se alzaba la nueva catedral, el castillo era reconvertido en palacio, se acometía el empedrado de calles y el procurador del Concejo ordenaba, además de llevar fuera de la ciudad las basuras, ‘estiercos’ y ‘cosas muertas’, ‘que los puercos no deambulasen sueltos por las calles’, no se entiende esto que nos pasa. Que cinco siglos después, con una Astorga ornada de nuevos monumentos, jardines, fuentes y granitos, sin cuadras en su caserío, algunos de sus vecinos o visitantes mancillen el suelo con escupitajos y toda suerte de desechos. Al barrendero, de noble oficio, deberíamos facilitarle mejor destino: recoger tan solo las hojas arremolinadas por el viento, las pardas del otoño, aquellas otras marchitas por las persistentes plagas, y ayudar a ancianos e impedidos, desprotegidos, a retirar de sus casas el diario desperdicio.
("El Faro Astorgano, 13, sept., 2019)
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¡Guau!, ¡guau!
De aquellos viejos tiempos, a
principios del siglo XX, en que se recogía la basura en la ciudad con un simple
carro adaptado, tirado por animal, al
año actual hay un trecho: en el consumo,
los medios y la conducta. De nuestras casas expulsamos kilos de vidrio, de
plástico, de hojalatas, de desperdicios, que van a parar a la mar o a las
entrañas de la tierra. Aleccionadora de este hábito depredador es la Noche
Larga de las fiestas, cuando la Plaza al
amanecer queda sembrada de botellas,
bolsas y vasos, y algunos vidrios rotos
que suelen provocar ocasionales heridas. Los barrenderos con vallas de obra
tumbadas van arrastrando, cumplida el alba, los desechos, para que, en
montones, los engulla la barredora-aspiradora.
El miércoles, también temprano, una vez que los caballitos en la noche han abandonado el parque del Melgar, tal máquina, como si fuera el riego
de un ruedo taurino, va absorbiendo similar basura achicando el círculo del parque. Presencio
esta faena solitario; desde la torneada
casa de los Granell baja una mujer, que
se me acerca: es la inglesa Teresa Spooner, que regenta en Astorga una tienda de regalos.
Muestra desasosiego ante tanta suciedad y me reclama la vacuna de la educación para combatirla. La perrilla que la acompaña, Flopsy, no deja
de ladrar, y me pregunto si es porque le han interrumpido su idílico paseo o
por sufrir tanto como su dueña semejante desatino.
"El Faro Astorgano", 30, agosto, 2019
¡Pum!: la fiesta
Cambian los tiempos y permanece la sustancia. Hace un siglo, ya la cohetería abundaba en las fiestas patronales. Gozaba de fama en aquel ayer el astorgano Marcos Blanco, artífice de confeccionar con pólvora y sales metálicas los fuegos de artificio. Si hace pocos días, como preámbulo, disfrutamos los juegos lúdicos de ‘Astures y Romanos’, no se quedaban ‘mancos’ nuestros antepasados con la procesión de una decrépita vieja sobre un pollino, en la ‘tornafiesta’ de Santa Ana, para celebrar la partida de los vencejos. No había pregonero en el balcón consistorial, ni himnos de la Banda y la Coral, tampoco trompetas de Lucio Valerio: cuando Colasa y Juan Zancuda tocaban las doce se volteaban las campanas, se disparaban bombas y voladores, y partía de la Plaza una comitiva con los músicos municipales, tamboriteros y dulzaineros, gigantones y cabezudos. Era honrada Santa Marta por el Ayuntamiento, no en la Catedral, sino en su iglesia parroquial. Correspondía a la plaza de toros la primacía festiva con la corrida, para cuya asistencia se fletaban trenes por las dos líneas ferroviarias. Y entonces, merced a clubes y Sociedades, como ahora, gracias a grupos y particulares, la ciudad, en su fiesta mayor, se transforma en un escenario donde los vecinos muestran su talento y valía. Este año, 2019, dada la gran participación de nuestros jóvenes artistas en el Gullón y diversas plazas, si cabe, con mayor fortuna.
"El Faro Astorgano", 9 de agosto de 2019.
La ola
Festejábamos el Bimilenario: exposiciones, congresos, homenajes…
Próximas las fiestas patronales, agosto / 1986, el concejal Juan Pablo me dice
que quiere dar a la celebración un poco de chispa. ‘¿Y?’...: ‘el circo romano’,
me contesta; ‘¿¡qué dices!?’, le replico. Hay acontecimientos que solo son
posibles cuando en los pueblos late un
ímpetu que, como el genio de la lámpara
de Aladino, ansía el manifestarse. No estaba reconstruido el coso taurino y se
celebró el día 30 en la plaza de San
Roque, con el césar Emilius, personaje que había ejercido en la catedral, con
talar atuendo, de pertiguero eclesiástico. Cientos y cientos de astorganos con
trajes romanos, y la alta balconada de la muralla como un hormiguero: Agripina
era portada por los esclavos, discurría
todo un cortejo de cónsules, centuriones y sibilas…, galopaban los caballos de
las cuádrigas, una vaquilla empitonaba a una cuadrilla de gladiadores… En 2002
el circo decaía y el concejal Fernando Barriales propone el incorporar a los astures a las
festividades. Cuando este sábado
participaba en el circo, para jalear, en la ola que vamos
desplazando con nuestros brazos por el tendido de la plaza de toros,
pensaba cuán grande fue el acierto de unir astures y romanos. Pues hoy en día, los encargados de pechar con la organización
de los ininterrumpidos actos, han convertido la ciudad en un espectacular plató,
arquitectónico, histórico y multitudinario.
“El Faro Astorgano, 1, agosto, 2019
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Eclipse
De los cubos de las murallas, el
Miradero, aledaño al Hospital de las Cinco Llagas, desde donde el pregonero
anunciaba a los vecinos de San Andrés
las almonedas y ordenanzas mandadas por los jueces y el corregidor, no
perviven sino restos de su solera; ni rastro queda del cercano al castillo del
marqués, el del Sultano, citado por Manuel Arias, y es probable que algunas de sus piedras se
hallen entremezcladas en los recios muros del nuevo coso taurino, alzado en 1900. Acondicionado el Jardín de la
Sinagoga a mediados del XIX, sigue siendo su cubo, de olvidado nombre, anclado
en el vértice donde confluyen El Postigo y La Buraca, el más significativo de
la ciudad: puede uno disfrutar la vista
del Teleno al tiempo que contempla las tierras de la vega. A él nos
encaminamos la noche de este martes, 16, por el acceso que linda con la Biblioteca, y según
vamos adentrándonos en el Jardín se adensa el aroma de los tilos. Está el cielo
encapotado y han apagado las farolas cercanas al cubo, casi hay que tantear
para no derribar los tres telescopios que Javi Jáñez, Marisa Alonso y Daniel
Mayo, han dispuesto para que veamos el
eclipse de luna; estamos próximos al circular poyo corrido, donde platicaban
aquellos sabios, Matías Rodríguez, Martínez Salazar, Marcelo Macías… ¡Quién lo diría!, estos tres jóvenes
astrólogos le han devuelto al Cubo de
los Sabios, siglo largo después, su popular y significativo nombre.
"El Faro Astorgano", 23, julio, 2019
Cereales
En la vega astorgana, que riega
la Moldería Real, por estas fechas, cada
vez el labrantío es más verde, sin el cañamazo amarillento de los trigales y el
cebadal. No falta a los patatales el
riego por aspersión, pese a que el agua corre a raudales, por la red de
acequias, si se demanda. Dentro de poco, desde la huerta, hasta entrado el
invierno, perderé la vista de los molinos aguas arriba, el paso de los mercancías y los ‘alvias’ hacia la
Estación, porque los maizales, reyes del
actual agro, se coronarán, enhiestos, con su abanico de borla. Ha sido este mal
año, asegura Asaja, para el cereal de pequeño grano, pero en mi ‘contorna’ poco
importa: apenas una finca de cebada espera a la cosechadora. Antaño eran
dominantes no solo los campos de trigo y cebada, sino los de lino, avena y
centeno, por eso bajaban los segadores gallegos, y esperaban en la plaza de
Santocildes la contratación. Afilaban sus hoces en la columnilla románica de
San Julián (o Fátima) porque así, benditas,
ahuyentaban de ellas las tormentas. Un año, el 17, julio, de 1932, a
punto estuvo de correr la sangre, pues participaron en los graves altercados, a la entrada del
Gullón, por un mitin de Acción Agraria. Mientras
me afano en “mullir”, discurro estas cosas, cómo ayer y hoy el grande se come
al chico: la mazorca de grueso grano a las espiguillas de finas cuentas, las
cuales, cuando las atiza el viento, son como
un dorado oleaje de mar.
"El Faro Astorgano", 4 de julio de 2019
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El trébole
Corría el año de gracia de 1899,
y estaba reciente el drama de los repatriados de Cuba que, por miles, hubimos
de socorrer. Tocaba celebrar la Noche de San Juan, con ritos ancestrales del
solsticio de verano y nuevas costumbres. Como saltar la hoguera, restallante de
urces, en la Plaza, si bien, antes, a las nueve (del 23), en el Jardín, la
Banda ya agasajaba a la concurrencia con la ‘Verbena de los Arenales’:
pasodobles, jotas y zarzuelas de Chapí, bajo la batuta de Mateo Blanco.
Amonestaba el primer don Magín, en El
Heraldo, al alcalde Pallarés, para que no consintiera, a los trasnochadores,
bailes de pandereta y tamboril, por razones “de moral e higiene”, pues no
faltaban los escarceos y el aliviarse en el bosquecillo de la fuente moruna o
al abrigo de los negrillos. Las rondallas, por las calles, con acordeones, violines
y guitarras, paraban de casa en casa, mientras los enamorados, furtivos,
dejaban un ramo en la ventana de la
amada, para que lo recogiese al alba. A saber cuándo se perdió esta tradición;
quizás su recuerdo fuese, en nuestra niñez, buscar en el campo un trébol de
cuatro hojas, que nos traería fortuna, o este cantar: “A coger el trébole, el
trébole, el trébole, /a coger el trébole la noche de San Juan. / A coger el
trébole, el trébole, el trébole, / a coger el trébole los mis amores van”. ¡Qué
cosas!: Ahora importamos la noche tétrica del ‘Halloween’ y no festejamos la de
nuestro San Juan.
“El Faro Astorgano”, 20 de junio,
2019
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Jardín de la Sinagoga. 3, junio, 2019. J.J.A.P. |
El cedro
Cualquier lugar de
nuestro cuidado Jardín reconforta el ánimo, si bien en las mañanas soleadas y
calurosas, como las de este estrenado junio, la sombra y el frescor se
agradecen, porque resguardan la vista y el cuerpo del fulgor de fuego que
campea desde la muralla hasta el Teleno. Para el recuerdo queda la grafiosis de
los pasados ochenta, que se apoderó, con su encolerizado insecto barrenador, de
los negrillos, plantados al tresbolillo, a partir de 1835, por unas
Corporaciones ilustradas. Tal era su porte que al arrancar sus raíces, lo que
había sido plácido jardín se transmutó en un extenso cráter; otro gran tajo fue
necesario en su solar, por motivos de saneamiento, y para ubicar en sus
entrañas la dependencia desde la que acceder a la monumental cloaca romana. Hoy,
los nuevos árboles, de febrero / 1991, tilos, arces, nogales, árbol del
paraíso…, están bien enraizados y se toquetean con sus vigorosas ramas, de suerte
que, desde el entorno del templete, hasta el límite de su recinto empedrado, al
Jardín lo cubre un tupido y verdoso
velo. No desmerece ya, pues, el renovado
plantío, de los pocos árboles que antaño no fenecieron: dos castaños, un arce,
y un cedro. Un gigantesco cedro, con dos vigías a sus pies, Gorgorito y
Peneque; de copa tan amplia que es capaz de acoger a los niños cuando cada
agosto jalean a las marionetas. Y, también, a uno mismo, para sosegar el ánimo
y apreciar el inmenso don de la vida.
“El Faro Astorgano”, 6, junio, 2019
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Mirlos
No solo en los entornos del Jerga o la Moldería Real vuelan
las aves, mendigan los animales domésticos y cantan los pájaros. En los
aledaños de la muralla suroeste, la que
es balconada al Teleno, y
en su opuesta, la que se perfila en el Melgar, entre el Palacio y la cercana
vega, bandadas de palomas duermen cada noche en casas desmoronadas, en otras,
deshabitadas y con desvencijados ventanales; los gatos, muchos, esperan
alimento bajo los coches aparcados junto al Seminario, otros, pocos, por las
coníferas cercanas al ábside catedralicio… ¡Ah!, y en este tiempo cantan los
mirlos. Puedes oírlos en sus dominios, ya que no todos interrumpen, a la vez, su gorjeo para bajar a corretear por las praderas de los jardines
y así alimentarse. Solázate, en la mañana, con un paseo desde el Jardín al
Conservatorio, o bien, en el otro costado, por el Melgar, no dejarás de oír su
canto, y si cerca de ellos anduvieses se apartarán sin levantar el vuelo. Si es
macho, no dejes de observar, en su cuerpecillo azabache, su afilada y dorada flauta, y los anillos de
sus ojos, también de oro. Mi mirlo
vuelve cada año al tejado; al amanecer te va despertando con una melodía que se
acrecienta según clarea, y por la tarde, como cercano está el Hogar, y los
mayores son tempraneros en el baile de pasodobles y rumberas, desafía a los flautines
y timbales. No he logrado saber en qué arbusto o balcón la hembra incuba los
azules huevos.
"El Faro Astorgano", 28, mayo, 2019
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En el Palacio hay cuatro veletas, en cuatro torreones,
una es un gallo y en las otras tres figura el escudo
episcopal.
Canta y canta…
Hace un siglo en la alta chimenea del Palacio anidaba la Chosca, la cigüeña con el nombre de la castañera que se apostaba en la plaza del Seminario. Según cuenta el cronista Luis Alonso Luengo, tal apodo no era gratuito, porque si una tableteaba con el pico, la otra chascaba los dientes, con intermitencia, para anunciar su asado fruto a los seminaristas y escolares de los salesianos y de la escuela pública, que por allí pululaban. “Por San Blas, la cigüeña veras”, y así era, pues cuando en el colegio nos llevaban a la catedral a besar la santa reliquia, en su nido del Palacio estaba; y me pregunto, ahora, si no sería la tataranieta de la Chosca. Eran tantas las cigüeñas en los campanarios que a las más cercanas no les prestaba atención. Pero sí, y desde entonces, al gallo que remata el gran torreón del Palacio. No tiene este gallo, entre las veletas del caserío amurallado, rival, trátese de sus tres hermanillas, ornadas con el capelo y las borlas del escudo episcopal, o de las catedralicias, municipales, de iglesias, monasterios y hospitales. Si celebridad han merecido el de San Isidoro, el de Notre-Dame, tras el incendio, no menor júbilo se ha de dispensar al nuestro: porque sobre encaramadas volutas descosido canta y canta, por la conversión de san Pedro, para anunciar el alba y decirnos que, pese a los ahuyentadores, cada San Blas, sobrevolando el Palacio, a las descendientes de la Chosca siempre verás.
El Faro Astorgano, 10, mayo, 2019
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El gallo y la veleta
Las dos se asientan en solares de anteriores
cultos, poseen dos altas torres, bóvedas de crucería que descansan sobre
majestuosos arcos ojivales, algunos con encajes de preciosos vidrios. En las
dos todo es elevación, color y transparencia, y perduran en los siglos bajo
advocación mariana: la catedral de Santa María, de Astorga, y Notre-Dame de
París. Si una cuenta con el gracejo de una veleta, la de Pedro Mato, la del
Sena se pavonea con un gallo a merced del viento, amarrado en la cúspide de una
estilizada aguja de 93 m. Cuenta don Bernardo Velado que la torre verdosa astorgana,
la desnuda de campanas, fue desalojada de su último tramo y el chapitel en el
Día de Todos los Santos, de 1755, por el terremoto de Lisboa. Fue un temblor tan
temible que desasentó las lápidas del cercano Cementerio Viejo e hizo bramar las
campanas; por falta de caudal o
calamidad, desmochada la torre estuvo
hasta 1965. Mayor infortunio ha padecido Notre-Dame, el pasado lunes 15, cuando
el fuego empezó a devorar la madera que sostiene su techumbre. Se doblegó y
cayó la aguja convertida en una tea, pero el gallo, en tal vorágine de calor, refrescó
en su interior las santas reliquias, que cobijaba para “pararrayos espiritual”
de los parisinos. Repondrán, en años, la aguja con su sobreviviente gallo, y,
en el entretanto, será la veleta de Pedro Mato la encargada de desviar, para las dos hermanas catedrales, rayos y malos vientos.
“El Faro Astorgano”, 25,
abril, 2019
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Luis A. Angulo Combarros |
Pieles y crin (2)
En 2012, Eufemiano Fernández echó el cierre, en la calle del Cristo, 4,
a su taller; pero perduran, coronando la
puerta, las letras estampadas de “Guarnicionería Cachi”. En su interior, que su
mujer, Dori Palacio, conserva inalterado, siguen ordenadas las herramientas, enrollados cueros y badanas,
y cuelgan correajes y cabezadas para caballerías. Con Cachi, desapareció una
artesanía ligada a la tracción animal en la agricultura. Había tanteado el
oficio en Santa María del Páramo, y antes de establecerse por su cuenta se fajó
con el Valenciano. Como Luis Angulo, que llegó de Valladolid a cumplir el
servicio militar en los pasados 50 con este arte aprendido, se enamoró de
Manuela Combarros, y ya aquí disfrutó la vida. Trabajó quince años con el
reconocido maestro, después abrió local propio en la calle del Carmen. No es
esta una travesía cualquiera: por ella pasa el señor obispo cada mañana a sus
oficinas, los paganos a la casa del fisco y los amantes de perrillos hacia la
muralla, cierto es. Pero no sería tanta su gracia sin el taller del señor
Angulo, ahora exclusivo de tapicería, a cargo de su hijo, que heredó su nombre
y oficio. Aunque labora con materiales nuevos, la espuma, el poliéster,
almacena en sacos de esparto la crin vegetal, para cuantos piden restaurar sus
sillones con las mañas de los antiguos artesanos. Petición que Luis hijo
complace, como deudo de guarnicioneros,
curtidores y tapiceros.

(El Faro Astgorgano, 5, 05, 2019)
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Luis Angulo, de pie, en su guarni-
cionería, con el empleado
Fernando Fraile |
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Cachi en su guarnicionería |
Pieles y crin (1)
Hay lugares, como la antigua plaza del ganado, donde se asienta el
Gullón, en que, a poco que escarbes, aún se olfatea el orín de los cerdos. No
así cerca de la iglesia de San Andrés, o en la carretera a San Román, donde
estuvieron alzados los cortijos de curtidos: de Ricardo Blanco, el empresario y
músico que pagó las pantagruélicas comidas donde los próceres meditaban, a
fines del XIX, sobre cómo conseguir para Astorga una nueva línea férrea, la del
Oeste; y de Cipriano Tagarro, apellido este de hondas resonancias hasta la
actualidad. Nada queda de aquellos imponentes edificios, ni siquiera, ya digo,
un tufillo, a cal y sodio, de las balsas donde se ablandaban las pieles. Ni
rastro de las corambres (pellejos para unos diez cántaros), que fabricaban y
alquilaban a los almacenistas, por los treinta del XX, los Carro Fernández (familia
del alcalde Carro Verdejo), y que retornaban, por los ferrocarriles, henchidos
de vino. No faltaron boteros en la ciudad, y algunos tuvimos la fortuna,
amortizado el cabás, de que a pocos pies de la iglesia de Fátima (antes, de San
Julián) el tío Paco, el Valenciano, nos confeccionase, en cuero, la primera
cartera con plateadas hebillas. La guarnicionería del Valenciano recuerdo tenía
una penumbra de color canela, como las badanas, suelas y mango de las leznas, y
olía a añejo curtido, a grasas y ceras; transmitió su maestría a Cachi, y a su
lado se bandeó en el oficio Luis Angulo.

("El Faro Astorgano, 4, 04, 2019)
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Zapateros
De las ciudades, también de Astorga, han ido desapareciendo oficios
artesanales que propiciaban, desde el Medievo, la economía y la vecindad.
Algunos quedan, en trance de extinción, al no contar con aprendices de unas
artes para las que se precisa destreza
en las manos, y agudeza de la vista y olfato. Como el de los zapateros, con
Jorge García Vega, ‘Zapatería Valbueno’, y Carlos González Pérez, ‘Don Zapato’;
los dos reciben a la clientela en plena faena, con el mandilón azul. Aprendió Jorge el oficio de su
abuelo Manuel, con taller en la propia casa; y Carlos, de su padre, Miguel
“Güichi”. Los dos, sin sucesores en el negocio, y con 33 y 27 años de oficio a
las espaldas, lamentan la mala calidad de los zapatos sintéticos, que
contaminan más que la bolsería de plástico. Acumulan sus estanterías zapatos, ‘philips’
y tapas. Y emana un olor a cola en proceso de secado, a cuero y a
‘servos’: ese olor que toman las
paredes, el mobiliario, durante décadas. Las hormas están ocupadas y a ratos se
activa la máquina que lija, prensa y pule. “Zapatería Valbueno” es casi la
última muestra de una serie de casas humildes de planta baja, en Río Esla (14),
que se hallan en venta; si desapareciese se iría con ella parte de la historia cotidiana
de Rectivía. ‘Don Zapato’, en Santiago Crespo (2), encamina a la calle de
Alonso Garrote: de San Crispín en 1901, cuando eran 11 los zapateros protegidos por este, su santo
patrón.
"El Faro Astorgano", 21, 3, 2019
La vecindad
2018
ha sido año de mal agüero para Astorga, por los pocos nacimientos inscritos en
el Juzgado, 65, y el elevado número de defunciones, constatadas en el padrón, 182;
al final, cotejando altas y bajas, ha perdido 151 habitantes. Así, como
aventurábamos, lo despedimos con menos de once mil vecinos, 10.874, cifra que
contempla tanto los naturales de España como los provenientes del extranjero
(de entre ellos, 582). En la última
década ha disminuido la población en 1165 personas. Nuestros migrantes proceden
de cuarenta países del mundo; los más numerosos, los marroquíes, 169, seguidos
de los portugueses, 67, y los búlgaros, 43. Si los juntáramos, además de las
tres lenguas de los anteriores, oiríamos hablar en chino, francés, rumano, urdo…, y en las variantes del
español de 14 países de América. En las calles destacan los marroquíes, con el
‘yihab’ y la túnica las mujeres, y con esta última prenda los hombres en días
de especial festejo. Cara al futuro, 65 nuevos niños con culturas diferentes:
seis de familias gitanas, ocho de marroquíes, los cuales, junto a todos los
demás, pronto convivirán en las escuelas, con nombres tan tradicionales como Marta,
Pedro, Manuela…, o de ascendencia árabe, Amira, Mohamed… Cuando el maestro les
pida un relato sobre sus orígenes familiares, contarán jugosas historias de
cuatro continentes. Esta es la Astorga de hoy, multicultural, y con la despoblación pisándole los talones.
“El Faro Astorgano”, 28, 08, 2019
Grito y viento
No es este monumento de Castorina de gran empaque y elevado pedestal,
como el de Enrique Marín, de bronce y piedra, para la conmemoración del
centenario de Los Sitios, inaugurado en la plaza del Progreso (hogaño, Obispo Alcolea)
el 29 de agosto de 1912; y con emplazamiento definitivo, tras chorreada fuente,
en la de Santocildes. Puede hasta pasar
desapercibido, por sus dimensiones modestas, 90 x 80 cm, en un entorno
poderoso, el de la iglesia de San Bartolomé y la ‘domus’ del oso y los pájaros.
Mientras que, en el primero, a poco que
levantes la vista, te percatarás de cómo bate sus alas un águila francesa bajo
las garras del león astorgano, y de sus chillidos y rugidos, en esta estatua de
Castorina, que esculpió para el Bimilenario en 1986, únicamente oirás la fuerza
del viento; y tan solo si te acercas y te alzas sobre las punteras. Entonces, sí: comprobarás
cómo una madre adelanta en sus brazos a su pequeño hijo, amparados por el
padre, enramado de naturaleza y con la cadena, que podría frenar el futuro, liberada.
Recuerda la disposición de esta escultura a Céfiro y Cloris, de Botticelli, con
los cabellos agitados por un soplo que esparce flores de primavera, y que en
Castorina quiero entender muestra de su ternura, de apuesta por la ciudad,
personificada en unos padres que lanzan, por el porvenir de su pequeño hijo, un
desafiante grito. Un grito que, si te aproximas, oirás que lo proclama el
viento.
El
Faro Astorgano, 1,
marzo, 2019
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La tortuga
En la calle La Tahona (3), hoy de Magín G.
Revillo, a la cerrada casa de los Francisco / Diego, Florentino y Castora,
nadie llama con el picaporte ‘mano de fátima’;
y se debe a que dos de sus cinco hijos, Mario y Sarita, hace años la dejaron
para continuar en el infinito celeste las clases de dibujo y recordar historias
familiares. Esta de la tortuga es verdadera: andaba suelta por el pequeño
jardín de flores, por la sala donde se fabricaban las gaseosas, para tenérselas
con los roedores, a los que atraía como una flautista de Hamelín. Florentino les
decía a los niños del barrio, y a su pequeña Yolanda, que bajo aquel caparazón latía un corazón eterno. Era una casa de artistas,
no solo de lápiz y pincel, sino de la materia viva, así que cuando caían
aquellos copos que inundaban la manzana, el padre y su hijo Mario modelaban esculturas
de nieve; de toda la vecindad se acercaban a ver tal aliño maravilloso: ¡Ooooh!
De esta especial saga ya solo queda viva Tinita, porque la virtuosa más celebrada, que heredó el nombre de
su madre, Castorina, este martes se aposentó en el camposanto, no sin antes
dejar sembrada la ciudad de pinturas, esculturas…: tantas maternidades, por el
hijo perdido, llagadas. Las dos vías muertas de la Línea del Oeste, frente a su
casa campesina, hoy vibran como un gong, para recordar la eternidad de la tortuga,
y la sabiduría del búho del Palacio, que Castorina modeló para galardón del cinema.
El Faro Astorgano, 21, febrero, 2019
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Fuente de luna
Está cumplida Astorga, en edificios eclesiásticos y civiles, plazas y
jardines, de las obras de pintores,
escultores, de la localidad y comarca. Vitrales, bronces y estatuas, plata labrada, imaginería
en la Semana Santa, cuadros, tapices y fotografías…: todo un elenco figurativo,
de su devenir, religiosidad y
tradiciones. Nos faltaba el estampado, en cerámica, de acuarelas y óleos, con
temas sugeridos por la vecindad. Y ahí está, en El Jardín, la fuente, diseño de
Herminio Dios, de inspiración moruna, azulejada, como un mojón de luna menguante.
En su cara, el escudo municipal y cuadradillos de impronta andaluza, con el
protagonismo de nuestra hoja de roble, que no de acanto. Y es su envés un
relato en tres paneles –de 1,20 x 1 m–, desde la antigüedad a los tiempos modernos:
la calzada de la Vía de la Plata, transitada, con posada, el puente de Valimbre
y la perspectiva de la antigua ciudad en día tormentoso, de Sendo. Uno segundo,
de Escarpizo, dedicado a la arriería, con el maragato, el mulo, el carro y la
amenaza del tren, ante el Ayuntamiento, con la cercanía del petirrojo. Y el de
Jaillus, de modulación modernista, con el Palacio, casa Granell e iglesia de
San Andrés, Gaudí, cartel y figuras de la época. Y otros detalles: mantecadas,
hojaldres, hitos romanos…, en una gama multicolor, destreza del aznalcazareño Jesús
García con su pincel. Esplendorosos están, pese al ardiente sol y la venteada
nieve.
El Faro Astorgano, 14, febrero, 2019
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Azulejos
Hay ciudades, vistosas, por su cerámica artística. Como Oporto, que nos
cautiva con sus lienzos, en iglesias, o
la propia estación, repletos de azuladas escenas religiosas, mitológicas, históricas… No es pródiga Astorga en este
arte que dicen mudéjar y morisco. Y estimado por los modernistas, por ello los
arcos ojivales de la capilla del Palacio se adornan de azulejos de Zuloaga, con
el símbolo clásico del cuerno de la abundancia. También gustan los existentes
en dos portalones, franqueados de día, como testigos de una hospitalidad
perdida: en la casa de los Álvarez de la Torre, tras el ayuntamiento, y en la
heráldica de los Rodríguez de Cela, en calle de tal nombre. Es el primero un
primor de orladas hojas de acanto, en un estampado amarillo y celeste, bello
por desvaído; mientras que, en el segundo zócalo, nos sorprenden las combinadas
figuras geométricas, enmarcadas por grecas trenzadas, en gama de azules con
tinte blanco. La trasera de la fuente del Jardín, de 2016, luce vítreos dibujos
originales, de Sendo, Escarpizo y Jaillus; temprana es la ‘Inmaculada del
Escorial’, de Murillo, en el antiguo solar de Bausá. Y en Alonso Goy sorprenden
esos blancos claveles, de los cuadradillos del remate de una pilastra aplantillada,
en el jardín de los García Crespo; son sus hojas de bordes dentados, como las
del acebo cercano, del que aún no se han desprendido sus bolillas rojas. Pocos:
¡pero qué bonitos son!
El
Faro Astorgano, 8,
febrero, 2019
¿Y Canillar…? (II)
L a ‘astorganía’ de Nemesio Felipe, víctima del
nazismo, está relacionada con la apertura del ferrocarril ‘Línea del Oeste’, en
1896; pues conllevó la implantación de una nueva vecindad, gran parte
proveniente de Extremadura, en San Andrés. En el primer flujo llegarían los
Canillar, Miguel, Marcelo y Josefa, naturales
de Valencia de Alcántara. Marcelo se casaría, con 21 años, el 3 de
octubre de 1902, en Puertarrey, con la joven, de 17, huérfana, Antonia
Fernández (hija de Justo y Dominga Ferruelo, de la c. del Cristo, 15). Nemesio,
el primer hijo (llegaría otro más, Ángel), nació el 9 de noviembre de 1903, y
fue bautizado en San Andrés. Exiliado, y combatiente, en el suroeste de
Francia, en abril de 1944 fue capturado por los hitlerianos en Bazas, y enviado
al campo de concentración de Neuengamme. En el Boletín francés 13232 consta que falleció en Auschwitz, el 11 de
abril de 1945; dato este incierto, pues este campo fue liberado tres meses
antes. Más probable es que muriese en Neuengamme, conquistado por los
británicos el 4 de mayo, previa ejecución por los nazis de un último
exterminio. En el padrón de 1940 figura que su tía Josefa, casada con el
ferroviario Julio Rodríguez, y sus
hijos, Alfonso, Josefa (que murió en Astorga, con descendencia), y
Teresa, residen en c. La Zapata, 34. Por hoy, nada más se nos alcanza de
Nemesio; pero alguien sabrá de este astorgano de nobles ideales al que
arrebataron la vida.

¿Y Canillar...? (I)
La exposición abierta en el
madrileño Arte Canal, sobre el genocidio nazi en Auschwitz, aunque encoge el
corazón, no puede igualar, así lo cuentan todos, la sensación que produce
visitar en Polonia sus instalaciones, pues las paredes de las literas, donde
apilaban a los reclusos, aún conservan el olor que los cuerpos exudaban al
consumirlos el sufrimiento; y en las cámaras de gas, se oye el grito ahogado
por la agonía de una muerte con vil engaño ejecutada. Me avisaron de que en la
citada muestra, en una relación de españoles aniquilados, constaba un
astorgano. Quise comprobarlo con mis ojos, porque conocemos la historia y el
terrible fin de nuestros hombres y mujeres, que por la guerra del 36 perdimos; incluso el nombre, procedencia y oficios de
los 4692 presos, confinados en 1940 en varios pabellones del cuartel astorgano
—Prisión Central los llamaban—, y,
también, de los muertos. Porque, ¿cómo no tener derecho, siquiera, a la
memoria? Cierto es: en el panel con las fotografías de registro de varios
reclusos republicanos, uno de los 67 que constan en aquel infierno fallecidos
es “Nemesio Felipe Canillar, político astorgano”; así, netamente, reza. He
pedido datos a responsables de la exposición, a asociaciones internacionales;
consultado nuestros archivos, eclesiásticos, judiciales, los padrones
municipales; y he preguntado a los mayores de la que pudo ser su vecindad, pero
escasa información he logrado.
El Faro Astorgano, 31, enero, 2019
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Bayas rojas
Para nutrir sus yemas en la primavera, los plataneros de la soleada muralla, las moreras de El Bastión y los castaños de indias de la nacional a León, desnudos están. En La Eragudina, ni un árbol de hoja perenne se atisba entre variados troncos, si bien los arces campestres y los fresnos aún retienen sus hojas caducas; todo el plantel, jalonado por los chopos lombardos del costal río, evita molestar la vista del Teleno, apenas, estos días, coronado de nieve. Los álamos y acacias de El Mayuelo resaltan la fuente, que ahora mana, si a ella te acercas, como una salutación; mas apena ver, en su pradera, los 21 tilos trasplantados, de entre los 29 arrancados del paseo alto de El Melgar, en las mañanas, temprano, del 18 al 22 de enero de 2016. Desapareció de este parque, con este infortunio, la prolongada pérgola vegetal, con sus entrelazadas flores: las rosadas de los supervivientes prunos, en un costado; y aquellas blancas y olorosas de los desterrados tilos, que, en frente, guarecían del sol de poniente. En El Melgar puntea un cuajado verdor, por las coníferas y lauros, como en el Jardín, por su cedro centenario, pero la mayor belleza, el ofrecido fruto invernal, son, en ambos vergeles, sus racimos de bayas rojas: las de los siete acebos bajo la cerca, en el primero; y las de los ocho madroños, de donación madrileña en el 92, a unos pies del templete donde la Banda, aunque esté ausente, ofrece su canción.
“El Faro Astorgano”, 18, 1, 2018
Natalicio real
En la Cabalgata del sábado, Nacho,
asombrado, veía pasar ante sus ojos una gran estrella, a los Reyes en camellos, acompañados de pajes, marionetas gigantes y
muñecos de nieve; y a una gran comparsa de cornetas, saxos, flautas,
tambores… Ahora ya, con sus cuatro años, podía coger al vuelo los caramelos que
salían como serpentinas de las carrozas reales. Quedó sorprendido, en este
fragor bullicioso, porque sus padres lo dejaran a cargo de sus abuelos paternos. No
hay niño, hasta aquel que no ha respirado su primer llanto, que no se
impaciente con la presencia en el firmamento de la Estrella de Oriente. Cuando
el domingo Nacho se levantó, encontró numerosos regalos, menos uno especial,
que Sus Majestades, en la madrugada, habían dejado en el hospital provincial. “Este
es el regalo especial”, le dijeron Míriam y José Ignacio cuando le acercaron a
su hermano, para que lo abrazara. Desde el 23 de diciembre no había nacido un
niño astorgano; fue inscrito por su padre en el Juzgado, con el nombre de
Manuel Jesús Esquinas Prieto. Converso con él, sobre su profesión, la
enseñanza, acerca de la competencia medioambiental de su esposa Míriam:
“Nosotros apostamos por la tierra y la ciudad”. Manuel Jesús pronto correteará
por los fogones del restaurante de sus abuelos, “Serrano”, y de vez en cuando
por las calles de Ocaña, donde habitan los padres de José Ignacio y se declaman las coplas de Jorge Manrique.
El Faro Astorgano, 11, enero, 2019

Tolva, carraquillo y canaleja; campanilla que suena cuando hay que reponer grano en la tolva.
La tolva / 101
A la tolva la podía haber llamado “tremunia”, como Garrote en su Dialecto vulgar leonés, o ‘tremuella’, que es el nombre que se conserva en el cauce molinero de la Moldería Real. El nombre, porque de las paradas, con sus tolvas, tambores, piedras, rodeznos…, apenas, en dos molinos, de los 22 existentes en 1929, hoy perviven. En la tolva se vacía la quilma de cereal, que va recibiendo la canaleja, o ‘tarabilla”, la cual traquetea dentada por el ‘carraquillo’ volteador, y así va arrojando poco a poco el grano a la piedra volandera, que gira y gira sobre la fija ‘molandera’. La harina cae, finalmente, al ‘farnal’; y, en el entretanto, las aspas del rodezno son batidas por la furia del agua acorralada. No hay bravo cereal bajo piedras volanderas; por eso el tiempo no se ha llevado su olor a mies de estío. Como cien quilmas de cereal, vaciadas a la tolva, han caído hasta hoy las palabras sobre este pliego; que ha habido que moler, y roer, en harina fina de 1420 caracteres. Ningún día ha sido igual en la molienda: de alberjón en horas de luto; de maíz, en las de pena; con la de trigo, hemos cantado la fiesta, y si ha sido de cebada, la nostalgia; del centeno molido han nacido héroes y algunos villanos; de la avena, labrantíos y amapolas. Y en día de cernido, con el “salvao” chiflas y castañuelas. A ver qué toca moler en 2019, a las puertas está, ‘biendichoso’ para todos sea.
"El Faro Astorgano", 28, diciembre, 2018
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Y la matanza (II)
A mediados de diciembre amanecía el día con heladas negras, que levantaba el sol en un vaho humeante, entrada la mañana. Temprano, el día de la matanza, se llenaba la casa de tíos y primos. Los cerdos anticipan su muerte en los ojos de los amos, por eso el nuestro se arrinconaba, y había que clavarle el gancho bajo el morro, para arrastrarlo, y empujarlo por el rabo hasta echarlo en el banco; entonces sí que gruñía. Sujetas las patas con los ‘grillos’, y agolpados sobre su cuerpo, mi padre le tentaba ‘la pocina’, le adentraba el cuchillo y brotaba un chorro de sangre, que se recogía para las morcillas. Se le chamuscaba y raspaba con cristales o tejas, y los primos nos disputábamos las pezuñas y el rabo. ‘Echaban la parva’ (beber aguardiente), y lo abrían en canal, en el propio banco, para vaciarlo de las tripas y ‘la entrañada’. Una vez colgado, llegaba Consumos para pesarlo, llevarse la muestra del veterinario, y apoquinar al Ayuntamiento. Era todo un arte ‘desentertiñar” sus tripas, para lavarlas en el río; y el deshacerlo, adobarlo y embutirlo, hasta ver en los varales los chorizos, y en las artesas, en sal, el espinazo, jamones… Sin olvidar los mantos de manteca, que derretidos dejaban el poso de los ‘chicharrones”, con los que elaborar tortas que nos cocía el panadero. ¡Lástima!: esta costumbre, en la ciudad, pronto será historia, pues son menos de diez vecinos los que hoy crían el cochinillo.
El Faro Astorgano, 13, diciembre, 2018

La crianza (I)
Hoy se considera costumbre propia de los pueblos, pero en Astorga no hace tantos años que en bastantes casas de los arrabales también se criaba el cerdo. Llegado septiembre, varios vecinos, mi padre entre ellos, por la Línea del Oeste traían de Benavente los cochinillos a la Casa Blanca, propiedad del señor Felipe, el Pellejero. Próxima a la vía del norte, en San Andrés, ahora está destartalada, casi abandonada, pero antaño las cinco familias que la habitábamos la teníamos en todo su derredor, aunque abundaban las cuadras y el barrizal en el camino, como un jaspe. Era una lata, en atención al nuevo inquilino, blanquecino y rosado, al que hospedábamos en la desinfectada cuadra con Zotal, el picar, en compañía de mi hermano, la remolacha con los restos de una pala afilada; añadirle después salvado, harina y agua, y removerlo todo para que, alimentado, durmiese agradecido. Yo lo maldecía, pues me interrumpía el rato del juego, pero él, complacido ante tal manjar, me miraba meloso, porque los cerdos se acostumbran a uno y no le faltan sentimientos. Crecía rápido y no era como las gallinas, sempiternas cantarinas, de cuando en cuando desplumadas, sino siempre lucido y, salvo hambruna, silencioso. Cebado, al final de su existir, con las pequeñas patatas de desecho, cocidas, podía rondar los 100 kg. Pasada La Inmaculada, al orondo cerdo le esperaba una noche de ayuno, preludio de su tragedia y de nuestra fiesta.
El Faro Astorgano, 7, XII, 2018



— de 11.000
La llaman pirámide, y quizás mereciese nombre tan evocador la gráfica del censo de Floridablanca, en 1787, pero hoy en día, para la población española, su resultado no guarda parecido alguno con tal monumento egipcio. Y aún menos respecto de la vecindad de Astorga y de sus comarcas. Hay mañanas en las que uno preferiría despistar la mirada de las numerosas esquelas pegadas en los muros, o bien en los expositores cercanos a las portaladas de las iglesias; por la desazón al contemplar cómo se van para siempre tantos parroquianos queridos de la ciudad, y otros de las comarcas, intensamente de la bella Cepeda. En nuestro municipio estrenamos 2011 con la mala ventura de menos de 12.000 habitantes, y el 2019 lo haremos, dados el ritmo de envejecimiento trepidante y de nacimientos calmados, con menos de 11.000; de los cuales más de 550 proceden de la migración, de Marruecos, Portugal, Bulgaria… Por otra parte, son 976, en este febrero, los astorganos residentes en el extranjero. Pintan bastos con estas cifras tan gélidas; máxime cuando la edad media es de 45 años para hombres y 50 para mujeres. No refleja nuestras edades, no, la espectacular pirámide de Keops, sino el típico barril de Jiménez, de estrecho culo de mal asiento —¡dónde los niños!—, y oronda barriga. Panza esta tan crecientemente hinchada que, salvo alivio de galenos, ‘terencios’ y artesanos, el cacharro caerá, finalmente, rendido, malparado.
El Faro Astorgano, 23, XI, 2018.
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Con Pilar Sánchez Cantalapiedra, viuda de Marino Amaya, y Salvador Amaya, su hijo, autor de esta escultura de Blas de Lezo, inaugurada el 15, 11, 2014. Plaza de Colón. 20, dic. 2014. |
El Faro Astorgano, 23, noviembre, 2018
«Mediohombre»
Los desgarros por el cuerpo, con que se ha retirado el torero Padilla, son una carantoña si a uno le detallan la mengua con que fue a la tumba Blas de Lezo en 1741, en Cartagena de Indias, a los 52 años. Porque si los pitones pueden atravesar los muslos como un incandescente puñal forjado en la fragua de Vulcano, o vaciar un ojo, las bombas de aquel entonces ya podían cobrarse una pierna, descoyuntar un brazo o dejar el iris y la pupila en un cuenco de revenida ceniza. Todas estas calamidades le acaecieron al marino militar vasco, cuya heroica figura ha sido rescatada del olvido, con exposiciones ambulantes —en nuestra biblioteca, recientemente—, publicaciones, y una estatua en la plaza de Colón madrileña. A Salvador Amaya, cuyo padre, Marino, hijo de fogonero y nacido en Astorga, cuenta con siete obras en nuestra ciudad, le cupo esculpir esta escultura; verdadera faena de aliño, para mostrar la prestancia y dignidad de este español, tuerto, manco y cojo, al que se le encomendaban los más arriesgados cometidos. Como defender intereses dinásticos, la recuperación de plazas en Europa y África, o la limpieza de corsarios para dejar expedito el tráfico marítimo, y a resguardo las posesiones del vasto imperio de Ultramar. En Colón está, con la casaca de almirante, la bota de la guardia de corps y la pata de palo, como presto a derrotar, desde el Castillo San Felipe colombiano, a las tropas inglesas.
El Faro Astorgano, 9, noviembre, 2018

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Alimentos
Al caminar, uno encuentra a la gente aseada, bien alimentada. Son escasos los vagabundos: los dos asiduos que desde hace años se reparten el espacio de la ciudad para su acción petitoria, en las iglesias y supermercados, y otros ocasionales, que se sientan, con el reclamo de un cartel de letras desdichadas, en las cercanías del kiosco de Lorenzo Segura o en la acera de Los Sitios. Mas de no existir una suerte de auxilio social, ¡cuántos desasistidos veríamos por nuestras plazas! A Cáritas, o a los servicios sociales del Ayuntamiento acuden numerosas personas, con necesidades perentorias. Entre ellas, de manutención; cuando lo reclaman, el camión municipal enfila la carretera hacia León para recoger el sustento en el Banco de Alimentos y la Cruz Roja Provincial (también colabora la local). La institución católica, en su sede de Martínez Salazar, lo viene repartiendo, anualmente, a 80 familias españolas —de ellas, la mitad gitanas—, a 18 suramericanas y europeas y a 6 africanas; son algo más de 42.000 kg de productos con caducidad. Y el municipio, en el sótano del Hogar, unas seis toneladas, para 17 españolas —cuatro, gitanas—, dos marroquíes y una búlgara. Todas ellas, asimismo, perciben frutas y verduras por un monto superior a las 15 toneladas. En nuestras calles es común el personal decoro, posible por estas instituciones, con sus voluntarios, que practican la virtud de la eficiencia y del anonimato.
El Faro Astorgano, 26, octubre, 2018
Padilla
Tienen en su haber las redondas plazas tardes de gloria, de tragedia para el toro, y alguna vez lo acompaña en esta suerte el torero. En la nuestra, Sordito, el 23 de agosto de 1908, pitoneó por el ano al diestro Serranito y le desgarró sus adentros; moriría dos meses después en un hospital madrileño. Igual infortunio corrió el novillero Carpio: por salir de la pobreza y alcanzar la fama de un Belmonte, fue recibiendo cornada tras cornada, hasta que en nuestra plaza, el 27 de agosto de 1916, el morlaco Aborrecido lo asaeteó para siempre; del Hospital de San Juan salió a hombros camino del cementerio dos días después, amortajado con hábito franciscano. Pero para los toreros, la mayoría de las tardes son de gloria. Como la de Padilla, con su faena de Astorga, en agosto de 2002. Presentaba entonces un aspecto galano: regaló al respetable faroles de rodillas y amarró los pitones del toro, así que el coso era un hervor de prolongados olés. El domingo 14 se cortó la coleta, ahora con su cuerpo maltrecho, con los aderezos de su posterior apodo, el Pirata: pañuelo negro atusado en la cabeza, el parche cruzado en el ojo que le horadó el pitón de un toro, la boca terciada y muchos zurcidos en su cuerpo. Tuvo el detalle aquella tarde de gloria de dedicar el quinto de la tarde a la dinastía astorgana del toreo cómico, representada por Pepe Burgos. Bien merecido tiene para nosotros la placidez y el descanso.
“El Faro Astorgano”, 19, octubre, 2018
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El bastón
Con motivo del centésimo aniversario del nacimiento de don Marcelo, varios intervinientes, en el Teatro Diocesano, van desgranando, este martes nueve, su biografía, desde sus orígenes familiares al final de su episcopado en la diócesis asturicense. Procuro seguir el hilo de tantas palabras ilustradas, de las fotografías proyectadas que las acompañan, mas no quiero orillar el oleaje de imágenes que despiertan en mi mente. Pues para un niño astorgano la entrada de un obispo en la ciudad era un gran acontecimiento. Aquel 19 de marzo de 1961 fue un día de cohetes; de arcos de bienvenida en las calles, uno, luminoso castillo antes de la vía férrea del norte: ¡y que si llovía!; pero los paraguas de entonces eran de abundante paño y la familia nos reguardábamos bajo sus tensas varillas, que campanilleaban. Discurría la comitiva del obispo, de venteo malva y blancor almidonado, bajo un palio que chorreaba. Un año después, en el estreno de nuestra primera radio, fabricada por el ferroviario Fernando García, me impresionaron sus palabras vigorosas y las balsámicas de Esteban Carro, director de la emisora que se inauguraba. Todo esto revivo hasta la sorpresa final: la donación pública al Cabildo, por el perenne secretario de don Marcelo, Santiago Calvo, del bastón (por él custodiado) de carey, con nuestro escudo grabado en su pomo de oro, obsequio del Ayuntamiento ante su partida para Barcelona, en 1966.
El Faro Astorgano, 13, octubre, 2018
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Dos hermanos

Si uno se fija en los asilados en una residencia para mayores, verá caras con gesto satisfecho; empero otras en las que se ha asentado una abstraída melancolía, no tanto debido a que los hijos los hayan llevado al desarraigo en el último escalón de su existencia, sino porque allí los han depositado, para apenas volver, cual mercancía caduca. Lucía Santiago Manceñido, aunque la diabetes y otros males, delatados en sus párpados amoratados, la achacan, conserva la clarividencia, y le gusta mostrar al visitante las dependencias de su actual residencia, la bañezana N.ª S.ª de Castrotierra, con esa costumbre de la gente humilde, que se enorgullece al enseñar la vivienda por la que han empeñado la vida. Es su habitación clara y con paisaje, con una repisa de imágenes, la más destacada la del Cristo de los Afligidos cuando le bailan las flores en la remontada de El Postigo. Tanto ella, que vino a Astorga de Cebrones, como su difunto marido —va para 16 años—, Vicente Panduro, un barrendero canela en rama, han sido uno de los matrimonios de la nueva vecindad de Santa Clara, la de las viviendas sociales de los pasados 70. Cobra Lucía modesta pensión de viudedad y sus hijos, Vicente y Paco, las de minusvalía y orfandad, y así se van defendiendo. Cada día uno de ellos, en el cuatriciclo, por los arcenes de la N-VI, se acerca a acompañarla: no hay en sus ojos ese vaho que se adensa con la pena, sino cristalina viveza.
El Faro Astorgano, 2, oct., 2018

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juárez & palmero· pixelado arquitectónico
Se vende
En 2000, para tapar las bocas de lobo del centro histórico, fueron colocadas en sus solares vacíos grandes lonas sostenidas por andamiajes. Atrajeron estos “Muros sutiles” la atención de miles de visitantes, que peregrinaban de una calle a otra para disfrutar en ellos la impronta de los artistas locales; hasta aparecieron agasajados en rotativos nacionales. Hoy, similar empeño resultaría una hazaña casi imposible, pues desde la reciente oquedad donde se alzaba la casa del alcalde Alonso Manrique, en el entronque de la muralla con la calle del Carmen, hasta la que fuera antigua botica de los Núñez en el foro, pocas rúas y plazas carecen de uno o varios boquerones: en Padre Blanco, Santa Lucía, Santiago Crespo, García Prieto, Obispo Alcolea, La Cruz, Señor Ovalle, Pío Gullón… Es el nuestro un cogollo patrimonial cada vez más salpicado de medianeras disonantes; provisto, como los barrios extramuros, de carteles en banderola, o pegados, en las ventanas de edificios nuevos y antiguos, con esta leyenda de inmobiliarias: “Se vende”. Uno de estos carteles ventea en la casa ruinosa de la calle Martínez Salazar, la que habitaron unos años Melquiades García Fidalgo y Mercedes Espina. Y por unos días, en 1912, Concha, hospedada por su hermana, para tomar apuntes de Maragatería y Astorga: habría que rescatar la lápida con su efigie, para su reposición, pues tras tiempos de ruinas volverán otros de alzados.
El Faro Astorgano, 28, sept., 2018
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Oro verde
Desde el mirador de la calle Las Eras, al comienzo de ese camino embreado de San Román a San Justo, divisas en el horizonte las torres catedralicias en un Teleno brumoso; a medio camino, paralela, la chopera del Tuerto, cuajada en un cortinaje de verdor, y a nuestros pies gran parte de la planicie de su vega, en parte cosechada. Así es: hay cuartales de cereales, segados, con grandes rollos de paja empacada; otros de maizales con el grano en maduración; y, finalmente, los de lúpulo, acometidos estos días por tractores con un brazo acoplado, cuyas plantas cortan a ras de suelo para vender su flor. Si coges una de estas flores y la abres como un abanico te sorprenderán unos ovoides dorados, como pepitas de oro; por ello no es presuntuoso, dada además su rentabilidad, que las hayan bautizado como ‘oro verde’. Cuenta el Órbigo con 465 hectáreas de este cultivo cervecero, por el que se arriesgaron, en los pasados cuarenta, los labradores —biendichosos sean— el Jato, el Molinero, el Pirolo y el Carrero, de Carrizo. De adolescentes teníamos tirria a este fruto en calles enramado, pues había que pelarlo flor a flor para ganar unas pesetillas, pero ahora, al sufrir cómo decaemos y que nos beneficiamos tan solo de 72 hectáreas de tan preciado cultivo, nos gustaría ver más postes tutores, enclavados en diagonal, por esta vega del Tuerto y en su hijuela, la Moldería, desde Presa de Rey a las Fuentes de Santiago.
"El Faro Astorgano", 14, sept., 2018
(Puntadas, soplos de vida, desde la pequeña ciudad. Destellos de pequeña ciudad)
«Mediohombre»
Los desgarros por el cuerpo, con que se ha retirado el torero Padilla, son una carantoña si a uno le detallan la mengua con que fue a la tumba Blas de Lezo en 1741, en Cartagena de Indias, a los 52 años. Porque si los pitones pueden atravesar los muslos como un incandescente puñal forjado en la fragua de Vulcano, o vaciar un ojo, las bombas de aquel entonces ya podían cobrarse una pierna, descoyuntar un brazo o dejar el iris y la pupila en un cuenco de revenida ceniza. Todas estas calamidades le acaecieron al marino militar vasco, cuya heroica figura ha sido rescatada del olvido, con exposiciones ambulantes —en nuestra biblioteca, recientemente—, publicaciones, y una estatua en la plaza de Colón madrileña. A Salvador Amaya, cuyo padre, Marino, hijo de fogonero y nacido en Astorga, cuenta con siete obras en nuestra ciudad, le cupo esculpir esta escultura; verdadera faena de aliño, para mostrar la prestancia y dignidad de este español, tuerto, manco y cojo, al que se le encomendaban los más arriesgados cometidos. Como defender intereses dinásticos, la recuperación de plazas en Europa y África, o la limpieza de corsarios para dejar expedito el tráfico marítimo, y a resguardo las posesiones del vasto imperio de Ultramar. En Colón está, con la casaca de almirante, la bota de la guardia de corps y la pata de palo, como presto a derrotar, desde el Castillo San Felipe colombiano, a las tropas inglesas.

La basura Por la calle Rodríguez de Cela, recién prendidas las doradas luminarias, que semejan a lo largo de las fachadas del suroeste una cimitarra ornamental, cada día laborable el camión discurre con una discreta caravana de coches tras de sí. Se detiene en las bocacalles, y dos peones arriman a su parte trasera los contenedores de quita y pon, esos cubos verdes con que la ciudad inició este siglo, para ser pulcra avanzadilla ante los millares de visitantes a las Edades del Hombre. Cuando el conductor comprueba en la cámara de vigilancia que los cubos han sido volcados y retirados, reinicia la marcha; y el foco, asido a lo alto de la caja compactadora, avanza por la calle como una desprendida luna llena entre residuos que, por su tamaño, no han resultado deglutidos. Otro camión, pero de carga lateral, regido tan solo por el conductor, antes del alba, iniciará su recorrido por los barrios y diseminado, del extramuros. En el silencio de la noche se oirá el rugido de su motor, el anclaje del tetón al aprisionar los grandes contenedores, y el soplido y vaivén por la descomprensión en su volcado y reposición. Tres tardes se encaminará hacia los cuatro pueblos del municipio. En total, cada día, arrojamos los 11 mil y pico de astorganos, aparte del cartón, del vidrio…, 17 toneladas de basura. Desentonamos, con esta opulencia, en las históricas calzadas que nos hermanan con los pueblos allende del Pirineo.
El Faro Astorgano, 31, agosto, 2018

("Mesa de los pecados capitales", El Bosco)
7 plagas
Hasta ahora, a nuestra ciudad, para dañar su imagen y sosiego, le han sobrevenido, desde que se aturdieran las aguas bajo el puente de cuello de oca del Bernesga, el 12 de mayo de 2014, siete de las diez plagas de Egipto, narradas en el Éxodo; tales calamidades, sucesivas como mazazos de martillo pilón, y aireadas, en España, o hasta el confín del universo, son fruto de cinco de los siete pecados capitales. Pero ya camine en naciente por las habituales calles, o me aventure al ocaso por los hermosos pueblos de los arciprestazgos de las tres provincias, la vecindad atiende a su cotidiana costumbre. Trajinan los presbíteros de una parroquia a otra parroquia, de una procesión festiva a un cementerio jalonado de brezos y retamas; se afanan los empleados del concejo y hay guardianes siempre en vela. Riegan los labradores los campos, y si de secano fuesen, a la espera están de la cosecha de la mies. Se abren al amanecer tahonas y obradores, y se laborea en fábricas, oficinas y tendales. No le faltan a la holganza sus castañuelas: en los jardines, las frescas praderas, terrazas y bibliotecas. Explosionarán los fuegos para estas fiestas y desde la muralla, ante tal festín multicolor, ascenderá un ohhh que enmudecerá el último tronido; y seguirá saliendo a la calle este Faro, con sus glosas y noticias, bajo la centinela pluma, junto a otras plumillas, menores, pero no carentes de empeño y donaire.
El Faro Astorgano, 16, agosto, 2018
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El Chapín
Estamos en la época de intenso riego. En las eras, hacia Manjarín, no se afanan los mozos con sus camisas blancas “flameando al viento”, como nos recordase Ricardo Gullón sucedía, al rememorar, por estas fechas, en 1931, su paseo por el Jardín con el poeta peruano César Vallejo, junto a Juan y Leopoldo Panero, Lorenzo López Sancho, y quizás Gabriel García Espina. Hacia el suroeste hoy el campo es yermo. No por el oriente, en la vega de la Moldería Real, que cuenta con un labrantío de cereal y maizales, fecundos, porque se benefician de los antiguos regueros, que en ella nacen, y de sus hijuelas. Son estos cauces el Cerezal, Zarzal, Pontón… Y El Chapín, que cruza esa barriada de Puerta Rey, de casas unifamiliares, con juego infantil en las calles y nocturnas tertulias de estío. No debe su nombre esta vecindad (tampoco el reguero), como es creencia popular, a un legendario pez, sino al del orificio para la toma de agua, al molino de Quintana, en la Moldería. Del tamaño de un chapín era el boquete por el que se colaba la tasada agua para suministro del monasterio de San Dictino, el pilón cercano, la Colada y las “tierras y linares” del entorno. Chapín era el zapato, con gran plataforma de corcho, de las cortesanas desde el XV; con el que se espigaban y libraban el brial de los barrizales. No les falta abolengo, pues, a estos vecinos de Puerta Rey, ni medieval sustancia a su reguero encañado.
El Faro Astorgano 3, agosto, 2018
(Mujer con chapines, cuadro del siglo XVI)
Pedrisco mortal
Justo desde la linde sur de Astorga a las comarcas norteñas, el pasado viernes, en torno a las siete de la tarde, fue taimado el trueno y virulento el pedrisco. Parecían haberse conjurado el ya aquí olvidado dios griego Noto, destructor de las cosechas con las tormentas de verano, y el justiciero, cristiano, del "Apocalipsis", con su castigo bíblico —fue aquel un diluvio de piedras de hielo como talentos—. En las huertas de Puerta Rey, San Andrés, las verduras y hortalizas quedaron desnudas en sus tallos: la descomunal granizada con un viento huracanado todo lo arrasó. Pisar las praderas era destripar un sinnúmero de pequeñas manzanas, peras, ciruelas… El arroyuelo de Manjarín, que desemboca bajo la N-VI en El Jerga, bajó henchido y se remansó, fatalmente, en el particular zoo del aserradero de Isaac de la Fuente; quedaron incólumes las pilas de madera, las sierras con dientes cortadores, incluso los artilugios, en vela o reparación, de las festividades astur-romanas. Porque para todo parece tener tiempo Isaac: para la dirección asociativa empresarial, cuando toca, la dignidad de César, la dilatada jornada en el propio aserradero, y el cuidado de su zoo. Muy doloroso para él tuvo que ser ir amontonando en el carretillo, ahogados, a 115 animales, la mayoría ‘pollines’ nuevos: faisanes, pavos, ocas, gallinas…, de procedencia universal. No le faltarán arrestos a Isaac para renovar la crianza.
El El Faro Astorgano 19, julio, 2018
Los búhos
Reconocidos edificios contemporáneos han alcanzado la fama por el valor neto de su arquitectura, no por albergar una rica simbología. Sin embargo, los monumentos antiguos, como catedrales, o palacios, con su paciente labra, en portadas, escudos, gárgolas, capiteles vegetales…, nos ofrecen la representación de historias bíblicas, escatológicas, nobiliarias… En Astorga, la catedral alberga tal festín alegórico que desentrañarlo requiere conocer siglos de arte y de acervo religioso; también destacan, con su ´orfebrería´ de piedra, el palacio episcopal y la fachada de la casa consistorial. Algunos de estos elementos simbólicos han sido esculpidos por el cantero para ser disfrutados por minuciosos visitantes; como la rana sobre la calavera de la universidad salmantina o los dos búhos de nuestro palacio, resaltados en la intersección de los arcos de la sala del trono episcopal. Están encarados hacia el baldaquino del príncipe de la iglesia, para ensalzar la sabiduría. Pedro Mato, Colasa y Zancuda, nos cautivan, por su altiva presencia, e ignoramos a los recoletos búhos gaudinianos. Luis Miguel Alonso les infundió el halo del séptimo arte y Castorina los modeló en barro para su fundición; cada septiembre son galardón con que obsequiar a famosos cineastas. Estos días los dos búhos están en alerta, pues han llegado congresistas, que se fijarán en ellos y ensalzarán, en diversas lenguas, el genio de Gaudí.
El El Faro Astorgano 6, julio, 2018
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El mirador
En la semana del fuego purificador del solsticio de verano, después de tantos aguaceros, el sol remonta desde las lomas de santo Toribio a las siete menos diez. Hasta que este inmenso aro diamante no alumbra, minutos después, las torres catedralicias y el cimborrio del seminario, en la ciudad no hay más son que el canto al alba de los pájaros, ni otro trajín que el de los peregrinos que reinician su andadura hacia Compostela. Casi nadie gusta de este mirador oriental de Puerta Sol, desde el que no solo se contempla el nacimiento del astro rey, sino el acolchado de las verdosas vegas, con sus verticales choperas y negrillos de la Moldería y el Tuerto. Se trataba en 2010 de eso, de convertir los 225 m del talud de la iglesia redentorista, con baldosas gris verdoso, granitos y herrajes, en una peana desde la que disfrutar la cuesta de los romeros, los arcos ojivales, el hospital de realengo, el albergue de las Siervas…; y, también, como perpetuo homenaje a las familias que el 19 / agosto de 1952 perecieron aplastadas por el desplome de la cercana muralla. Pero, ya digo, a no ser para balconada desde la que venerar a la Virgen del Castro, apenas nadie entra al mirador; no ha sido completado su ajuar, con sus cinco bancos, los durillos y retamas. Son unos grafiteros sus señores, con pintadas de “perra Europa”, salteadas de una esvástica que no es la hindú dedicada al dios sol, sino la de raza hitleriana.
EEl Faro Astorgano,22. junio, 2018
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Foto de la época de la Transición. |
Tolva, carraquillo y canaleja; campanilla que suena cuando hay que reponer grano en la tolva.
La tolva / 101
A la tolva la podía haber llamado “tremunia”, como Garrote en su Dialecto vulgar leonés, o ‘tremuella’, que es el nombre que se conserva en el cauce molinero de la Moldería Real. El nombre, porque de las paradas, con sus tolvas, tambores, piedras, rodeznos…, apenas, en dos molinos, de los 22 existentes en 1929, hoy perviven. En la tolva se vacía la quilma de cereal, que va recibiendo la canaleja, o ‘tarabilla”, la cual traquetea dentada por el ‘carraquillo’ volteador, y así va arrojando poco a poco el grano a la piedra volandera, que gira y gira sobre la fija ‘molandera’. La harina cae, finalmente, al ‘farnal’; y, en el entretanto, las aspas del rodezno son batidas por la furia del agua acorralada. No hay bravo cereal bajo piedras volanderas; por eso el tiempo no se ha llevado su olor a mies de estío. Como cien quilmas de cereal, vaciadas a la tolva, han caído hasta hoy las palabras sobre este pliego; que ha habido que moler, y roer, en harina fina de 1420 caracteres. Ningún día ha sido igual en la molienda: de alberjón en horas de luto; de maíz, en las de pena; con la de trigo, hemos cantado la fiesta, y si ha sido de cebada, la nostalgia; del centeno molido han nacido héroes y algunos villanos; de la avena, labrantíos y amapolas. Y en día de cernido, con el “salvao” chiflas y castañuelas. A ver qué toca moler en 2019, a las puertas está, ‘biendichoso’ para todos sea.
"El Faro Astorgano", 28, diciembre, 2018
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Y la matanza (II)
A mediados de diciembre amanecía el día con heladas negras, que levantaba el sol en un vaho humeante, entrada la mañana. Temprano, el día de la matanza, se llenaba la casa de tíos y primos. Los cerdos anticipan su muerte en los ojos de los amos, por eso el nuestro se arrinconaba, y había que clavarle el gancho bajo el morro, para arrastrarlo, y empujarlo por el rabo hasta echarlo en el banco; entonces sí que gruñía. Sujetas las patas con los ‘grillos’, y agolpados sobre su cuerpo, mi padre le tentaba ‘la pocina’, le adentraba el cuchillo y brotaba un chorro de sangre, que se recogía para las morcillas. Se le chamuscaba y raspaba con cristales o tejas, y los primos nos disputábamos las pezuñas y el rabo. ‘Echaban la parva’ (beber aguardiente), y lo abrían en canal, en el propio banco, para vaciarlo de las tripas y ‘la entrañada’. Una vez colgado, llegaba Consumos para pesarlo, llevarse la muestra del veterinario, y apoquinar al Ayuntamiento. Era todo un arte ‘desentertiñar” sus tripas, para lavarlas en el río; y el deshacerlo, adobarlo y embutirlo, hasta ver en los varales los chorizos, y en las artesas, en sal, el espinazo, jamones… Sin olvidar los mantos de manteca, que derretidos dejaban el poso de los ‘chicharrones”, con los que elaborar tortas que nos cocía el panadero. ¡Lástima!: esta costumbre, en la ciudad, pronto será historia, pues son menos de diez vecinos los que hoy crían el cochinillo.
El Faro Astorgano, 13, diciembre, 2018

La crianza (I)
Hoy se considera costumbre propia de los pueblos, pero en Astorga no hace tantos años que en bastantes casas de los arrabales también se criaba el cerdo. Llegado septiembre, varios vecinos, mi padre entre ellos, por la Línea del Oeste traían de Benavente los cochinillos a la Casa Blanca, propiedad del señor Felipe, el Pellejero. Próxima a la vía del norte, en San Andrés, ahora está destartalada, casi abandonada, pero antaño las cinco familias que la habitábamos la teníamos en todo su derredor, aunque abundaban las cuadras y el barrizal en el camino, como un jaspe. Era una lata, en atención al nuevo inquilino, blanquecino y rosado, al que hospedábamos en la desinfectada cuadra con Zotal, el picar, en compañía de mi hermano, la remolacha con los restos de una pala afilada; añadirle después salvado, harina y agua, y removerlo todo para que, alimentado, durmiese agradecido. Yo lo maldecía, pues me interrumpía el rato del juego, pero él, complacido ante tal manjar, me miraba meloso, porque los cerdos se acostumbran a uno y no le faltan sentimientos. Crecía rápido y no era como las gallinas, sempiternas cantarinas, de cuando en cuando desplumadas, sino siempre lucido y, salvo hambruna, silencioso. Cebado, al final de su existir, con las pequeñas patatas de desecho, cocidas, podía rondar los 100 kg. Pasada La Inmaculada, al orondo cerdo le esperaba una noche de ayuno, preludio de su tragedia y de nuestra fiesta.
El Faro Astorgano, 7, XII, 2018



— de 11.000
La llaman pirámide, y quizás mereciese nombre tan evocador la gráfica del censo de Floridablanca, en 1787, pero hoy en día, para la población española, su resultado no guarda parecido alguno con tal monumento egipcio. Y aún menos respecto de la vecindad de Astorga y de sus comarcas. Hay mañanas en las que uno preferiría despistar la mirada de las numerosas esquelas pegadas en los muros, o bien en los expositores cercanos a las portaladas de las iglesias; por la desazón al contemplar cómo se van para siempre tantos parroquianos queridos de la ciudad, y otros de las comarcas, intensamente de la bella Cepeda. En nuestro municipio estrenamos 2011 con la mala ventura de menos de 12.000 habitantes, y el 2019 lo haremos, dados el ritmo de envejecimiento trepidante y de nacimientos calmados, con menos de 11.000; de los cuales más de 550 proceden de la migración, de Marruecos, Portugal, Bulgaria… Por otra parte, son 976, en este febrero, los astorganos residentes en el extranjero. Pintan bastos con estas cifras tan gélidas; máxime cuando la edad media es de 45 años para hombres y 50 para mujeres. No refleja nuestras edades, no, la espectacular pirámide de Keops, sino el típico barril de Jiménez, de estrecho culo de mal asiento —¡dónde los niños!—, y oronda barriga. Panza esta tan crecientemente hinchada que, salvo alivio de galenos, ‘terencios’ y artesanos, el cacharro caerá, finalmente, rendido, malparado.
El Faro Astorgano, 23, XI, 2018.
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Con Pilar Sánchez Cantalapiedra, viuda de Marino Amaya, y Salvador Amaya, su hijo, autor de esta escultura de Blas de Lezo, inaugurada el 15, 11, 2014. Plaza de Colón. 20, dic. 2014. |
El Faro Astorgano, 23, noviembre, 2018
«Mediohombre»
Los desgarros por el cuerpo, con que se ha retirado el torero Padilla, son una carantoña si a uno le detallan la mengua con que fue a la tumba Blas de Lezo en 1741, en Cartagena de Indias, a los 52 años. Porque si los pitones pueden atravesar los muslos como un incandescente puñal forjado en la fragua de Vulcano, o vaciar un ojo, las bombas de aquel entonces ya podían cobrarse una pierna, descoyuntar un brazo o dejar el iris y la pupila en un cuenco de revenida ceniza. Todas estas calamidades le acaecieron al marino militar vasco, cuya heroica figura ha sido rescatada del olvido, con exposiciones ambulantes —en nuestra biblioteca, recientemente—, publicaciones, y una estatua en la plaza de Colón madrileña. A Salvador Amaya, cuyo padre, Marino, hijo de fogonero y nacido en Astorga, cuenta con siete obras en nuestra ciudad, le cupo esculpir esta escultura; verdadera faena de aliño, para mostrar la prestancia y dignidad de este español, tuerto, manco y cojo, al que se le encomendaban los más arriesgados cometidos. Como defender intereses dinásticos, la recuperación de plazas en Europa y África, o la limpieza de corsarios para dejar expedito el tráfico marítimo, y a resguardo las posesiones del vasto imperio de Ultramar. En Colón está, con la casaca de almirante, la bota de la guardia de corps y la pata de palo, como presto a derrotar, desde el Castillo San Felipe colombiano, a las tropas inglesas.
El Faro Astorgano, 9, noviembre, 2018
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Alimentos
Al caminar, uno encuentra a la gente aseada, bien alimentada. Son escasos los vagabundos: los dos asiduos que desde hace años se reparten el espacio de la ciudad para su acción petitoria, en las iglesias y supermercados, y otros ocasionales, que se sientan, con el reclamo de un cartel de letras desdichadas, en las cercanías del kiosco de Lorenzo Segura o en la acera de Los Sitios. Mas de no existir una suerte de auxilio social, ¡cuántos desasistidos veríamos por nuestras plazas! A Cáritas, o a los servicios sociales del Ayuntamiento acuden numerosas personas, con necesidades perentorias. Entre ellas, de manutención; cuando lo reclaman, el camión municipal enfila la carretera hacia León para recoger el sustento en el Banco de Alimentos y la Cruz Roja Provincial (también colabora la local). La institución católica, en su sede de Martínez Salazar, lo viene repartiendo, anualmente, a 80 familias españolas —de ellas, la mitad gitanas—, a 18 suramericanas y europeas y a 6 africanas; son algo más de 42.000 kg de productos con caducidad. Y el municipio, en el sótano del Hogar, unas seis toneladas, para 17 españolas —cuatro, gitanas—, dos marroquíes y una búlgara. Todas ellas, asimismo, perciben frutas y verduras por un monto superior a las 15 toneladas. En nuestras calles es común el personal decoro, posible por estas instituciones, con sus voluntarios, que practican la virtud de la eficiencia y del anonimato.
El Faro Astorgano, 26, octubre, 2018
Padilla
Tienen en su haber las redondas plazas tardes de gloria, de tragedia para el toro, y alguna vez lo acompaña en esta suerte el torero. En la nuestra, Sordito, el 23 de agosto de 1908, pitoneó por el ano al diestro Serranito y le desgarró sus adentros; moriría dos meses después en un hospital madrileño. Igual infortunio corrió el novillero Carpio: por salir de la pobreza y alcanzar la fama de un Belmonte, fue recibiendo cornada tras cornada, hasta que en nuestra plaza, el 27 de agosto de 1916, el morlaco Aborrecido lo asaeteó para siempre; del Hospital de San Juan salió a hombros camino del cementerio dos días después, amortajado con hábito franciscano. Pero para los toreros, la mayoría de las tardes son de gloria. Como la de Padilla, con su faena de Astorga, en agosto de 2002. Presentaba entonces un aspecto galano: regaló al respetable faroles de rodillas y amarró los pitones del toro, así que el coso era un hervor de prolongados olés. El domingo 14 se cortó la coleta, ahora con su cuerpo maltrecho, con los aderezos de su posterior apodo, el Pirata: pañuelo negro atusado en la cabeza, el parche cruzado en el ojo que le horadó el pitón de un toro, la boca terciada y muchos zurcidos en su cuerpo. Tuvo el detalle aquella tarde de gloria de dedicar el quinto de la tarde a la dinastía astorgana del toreo cómico, representada por Pepe Burgos. Bien merecido tiene para nosotros la placidez y el descanso.
“El Faro Astorgano”, 19, octubre, 2018
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El bastón
Con motivo del centésimo aniversario del nacimiento de don Marcelo, varios intervinientes, en el Teatro Diocesano, van desgranando, este martes nueve, su biografía, desde sus orígenes familiares al final de su episcopado en la diócesis asturicense. Procuro seguir el hilo de tantas palabras ilustradas, de las fotografías proyectadas que las acompañan, mas no quiero orillar el oleaje de imágenes que despiertan en mi mente. Pues para un niño astorgano la entrada de un obispo en la ciudad era un gran acontecimiento. Aquel 19 de marzo de 1961 fue un día de cohetes; de arcos de bienvenida en las calles, uno, luminoso castillo antes de la vía férrea del norte: ¡y que si llovía!; pero los paraguas de entonces eran de abundante paño y la familia nos reguardábamos bajo sus tensas varillas, que campanilleaban. Discurría la comitiva del obispo, de venteo malva y blancor almidonado, bajo un palio que chorreaba. Un año después, en el estreno de nuestra primera radio, fabricada por el ferroviario Fernando García, me impresionaron sus palabras vigorosas y las balsámicas de Esteban Carro, director de la emisora que se inauguraba. Todo esto revivo hasta la sorpresa final: la donación pública al Cabildo, por el perenne secretario de don Marcelo, Santiago Calvo, del bastón (por él custodiado) de carey, con nuestro escudo grabado en su pomo de oro, obsequio del Ayuntamiento ante su partida para Barcelona, en 1966.
El Faro Astorgano, 13, octubre, 2018
_____________________________________________________________ Dos hermanos

Si uno se fija en los asilados en una residencia para mayores, verá caras con gesto satisfecho; empero otras en las que se ha asentado una abstraída melancolía, no tanto debido a que los hijos los hayan llevado al desarraigo en el último escalón de su existencia, sino porque allí los han depositado, para apenas volver, cual mercancía caduca. Lucía Santiago Manceñido, aunque la diabetes y otros males, delatados en sus párpados amoratados, la achacan, conserva la clarividencia, y le gusta mostrar al visitante las dependencias de su actual residencia, la bañezana N.ª S.ª de Castrotierra, con esa costumbre de la gente humilde, que se enorgullece al enseñar la vivienda por la que han empeñado la vida. Es su habitación clara y con paisaje, con una repisa de imágenes, la más destacada la del Cristo de los Afligidos cuando le bailan las flores en la remontada de El Postigo. Tanto ella, que vino a Astorga de Cebrones, como su difunto marido —va para 16 años—, Vicente Panduro, un barrendero canela en rama, han sido uno de los matrimonios de la nueva vecindad de Santa Clara, la de las viviendas sociales de los pasados 70. Cobra Lucía modesta pensión de viudedad y sus hijos, Vicente y Paco, las de minusvalía y orfandad, y así se van defendiendo. Cada día uno de ellos, en el cuatriciclo, por los arcenes de la N-VI, se acerca a acompañarla: no hay en sus ojos ese vaho que se adensa con la pena, sino cristalina viveza.
El Faro Astorgano, 2, oct., 2018
______________________________juárez & palmero· pixelado arquitectónico
Se vende
En 2000, para tapar las bocas de lobo del centro histórico, fueron colocadas en sus solares vacíos grandes lonas sostenidas por andamiajes. Atrajeron estos “Muros sutiles” la atención de miles de visitantes, que peregrinaban de una calle a otra para disfrutar en ellos la impronta de los artistas locales; hasta aparecieron agasajados en rotativos nacionales. Hoy, similar empeño resultaría una hazaña casi imposible, pues desde la reciente oquedad donde se alzaba la casa del alcalde Alonso Manrique, en el entronque de la muralla con la calle del Carmen, hasta la que fuera antigua botica de los Núñez en el foro, pocas rúas y plazas carecen de uno o varios boquerones: en Padre Blanco, Santa Lucía, Santiago Crespo, García Prieto, Obispo Alcolea, La Cruz, Señor Ovalle, Pío Gullón… Es el nuestro un cogollo patrimonial cada vez más salpicado de medianeras disonantes; provisto, como los barrios extramuros, de carteles en banderola, o pegados, en las ventanas de edificios nuevos y antiguos, con esta leyenda de inmobiliarias: “Se vende”. Uno de estos carteles ventea en la casa ruinosa de la calle Martínez Salazar, la que habitaron unos años Melquiades García Fidalgo y Mercedes Espina. Y por unos días, en 1912, Concha, hospedada por su hermana, para tomar apuntes de Maragatería y Astorga: habría que rescatar la lápida con su efigie, para su reposición, pues tras tiempos de ruinas volverán otros de alzados.
El Faro Astorgano, 28, sept., 2018
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Oro verde
Desde el mirador de la calle Las Eras, al comienzo de ese camino embreado de San Román a San Justo, divisas en el horizonte las torres catedralicias en un Teleno brumoso; a medio camino, paralela, la chopera del Tuerto, cuajada en un cortinaje de verdor, y a nuestros pies gran parte de la planicie de su vega, en parte cosechada. Así es: hay cuartales de cereales, segados, con grandes rollos de paja empacada; otros de maizales con el grano en maduración; y, finalmente, los de lúpulo, acometidos estos días por tractores con un brazo acoplado, cuyas plantas cortan a ras de suelo para vender su flor. Si coges una de estas flores y la abres como un abanico te sorprenderán unos ovoides dorados, como pepitas de oro; por ello no es presuntuoso, dada además su rentabilidad, que las hayan bautizado como ‘oro verde’. Cuenta el Órbigo con 465 hectáreas de este cultivo cervecero, por el que se arriesgaron, en los pasados cuarenta, los labradores —biendichosos sean— el Jato, el Molinero, el Pirolo y el Carrero, de Carrizo. De adolescentes teníamos tirria a este fruto en calles enramado, pues había que pelarlo flor a flor para ganar unas pesetillas, pero ahora, al sufrir cómo decaemos y que nos beneficiamos tan solo de 72 hectáreas de tan preciado cultivo, nos gustaría ver más postes tutores, enclavados en diagonal, por esta vega del Tuerto y en su hijuela, la Moldería, desde Presa de Rey a las Fuentes de Santiago.
"El Faro Astorgano", 14, sept., 2018
(Puntadas, soplos de vida, desde la pequeña ciudad. Destellos de pequeña ciudad)
«Mediohombre»
Los desgarros por el cuerpo, con que se ha retirado el torero Padilla, son una carantoña si a uno le detallan la mengua con que fue a la tumba Blas de Lezo en 1741, en Cartagena de Indias, a los 52 años. Porque si los pitones pueden atravesar los muslos como un incandescente puñal forjado en la fragua de Vulcano, o vaciar un ojo, las bombas de aquel entonces ya podían cobrarse una pierna, descoyuntar un brazo o dejar el iris y la pupila en un cuenco de revenida ceniza. Todas estas calamidades le acaecieron al marino militar vasco, cuya heroica figura ha sido rescatada del olvido, con exposiciones ambulantes —en nuestra biblioteca, recientemente—, publicaciones, y una estatua en la plaza de Colón madrileña. A Salvador Amaya, cuyo padre, Marino, hijo de fogonero y nacido en Astorga, cuenta con siete obras en nuestra ciudad, le cupo esculpir esta escultura; verdadera faena de aliño, para mostrar la prestancia y dignidad de este español, tuerto, manco y cojo, al que se le encomendaban los más arriesgados cometidos. Como defender intereses dinásticos, la recuperación de plazas en Europa y África, o la limpieza de corsarios para dejar expedito el tráfico marítimo, y a resguardo las posesiones del vasto imperio de Ultramar. En Colón está, con la casaca de almirante, la bota de la guardia de corps y la pata de palo, como presto a derrotar, desde el Castillo San Felipe colombiano, a las tropas inglesas.
"El Faro Astorgano", 9, nov., 2018
La basura Por la calle Rodríguez de Cela, recién prendidas las doradas luminarias, que semejan a lo largo de las fachadas del suroeste una cimitarra ornamental, cada día laborable el camión discurre con una discreta caravana de coches tras de sí. Se detiene en las bocacalles, y dos peones arriman a su parte trasera los contenedores de quita y pon, esos cubos verdes con que la ciudad inició este siglo, para ser pulcra avanzadilla ante los millares de visitantes a las Edades del Hombre. Cuando el conductor comprueba en la cámara de vigilancia que los cubos han sido volcados y retirados, reinicia la marcha; y el foco, asido a lo alto de la caja compactadora, avanza por la calle como una desprendida luna llena entre residuos que, por su tamaño, no han resultado deglutidos. Otro camión, pero de carga lateral, regido tan solo por el conductor, antes del alba, iniciará su recorrido por los barrios y diseminado, del extramuros. En el silencio de la noche se oirá el rugido de su motor, el anclaje del tetón al aprisionar los grandes contenedores, y el soplido y vaivén por la descomprensión en su volcado y reposición. Tres tardes se encaminará hacia los cuatro pueblos del municipio. En total, cada día, arrojamos los 11 mil y pico de astorganos, aparte del cartón, del vidrio…, 17 toneladas de basura. Desentonamos, con esta opulencia, en las históricas calzadas que nos hermanan con los pueblos allende del Pirineo.
El Faro Astorgano, 31, agosto, 2018

("Mesa de los pecados capitales", El Bosco)
7 plagas
Hasta ahora, a nuestra ciudad, para dañar su imagen y sosiego, le han sobrevenido, desde que se aturdieran las aguas bajo el puente de cuello de oca del Bernesga, el 12 de mayo de 2014, siete de las diez plagas de Egipto, narradas en el Éxodo; tales calamidades, sucesivas como mazazos de martillo pilón, y aireadas, en España, o hasta el confín del universo, son fruto de cinco de los siete pecados capitales. Pero ya camine en naciente por las habituales calles, o me aventure al ocaso por los hermosos pueblos de los arciprestazgos de las tres provincias, la vecindad atiende a su cotidiana costumbre. Trajinan los presbíteros de una parroquia a otra parroquia, de una procesión festiva a un cementerio jalonado de brezos y retamas; se afanan los empleados del concejo y hay guardianes siempre en vela. Riegan los labradores los campos, y si de secano fuesen, a la espera están de la cosecha de la mies. Se abren al amanecer tahonas y obradores, y se laborea en fábricas, oficinas y tendales. No le faltan a la holganza sus castañuelas: en los jardines, las frescas praderas, terrazas y bibliotecas. Explosionarán los fuegos para estas fiestas y desde la muralla, ante tal festín multicolor, ascenderá un ohhh que enmudecerá el último tronido; y seguirá saliendo a la calle este Faro, con sus glosas y noticias, bajo la centinela pluma, junto a otras plumillas, menores, pero no carentes de empeño y donaire.
El Faro Astorgano, 16, agosto, 2018
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El Chapín
Estamos en la época de intenso riego. En las eras, hacia Manjarín, no se afanan los mozos con sus camisas blancas “flameando al viento”, como nos recordase Ricardo Gullón sucedía, al rememorar, por estas fechas, en 1931, su paseo por el Jardín con el poeta peruano César Vallejo, junto a Juan y Leopoldo Panero, Lorenzo López Sancho, y quizás Gabriel García Espina. Hacia el suroeste hoy el campo es yermo. No por el oriente, en la vega de la Moldería Real, que cuenta con un labrantío de cereal y maizales, fecundos, porque se benefician de los antiguos regueros, que en ella nacen, y de sus hijuelas. Son estos cauces el Cerezal, Zarzal, Pontón… Y El Chapín, que cruza esa barriada de Puerta Rey, de casas unifamiliares, con juego infantil en las calles y nocturnas tertulias de estío. No debe su nombre esta vecindad (tampoco el reguero), como es creencia popular, a un legendario pez, sino al del orificio para la toma de agua, al molino de Quintana, en la Moldería. Del tamaño de un chapín era el boquete por el que se colaba la tasada agua para suministro del monasterio de San Dictino, el pilón cercano, la Colada y las “tierras y linares” del entorno. Chapín era el zapato, con gran plataforma de corcho, de las cortesanas desde el XV; con el que se espigaban y libraban el brial de los barrizales. No les falta abolengo, pues, a estos vecinos de Puerta Rey, ni medieval sustancia a su reguero encañado.
El Faro Astorgano 3, agosto, 2018
(Mujer con chapines, cuadro del siglo XVI)
Pedrisco mortal
Justo desde la linde sur de Astorga a las comarcas norteñas, el pasado viernes, en torno a las siete de la tarde, fue taimado el trueno y virulento el pedrisco. Parecían haberse conjurado el ya aquí olvidado dios griego Noto, destructor de las cosechas con las tormentas de verano, y el justiciero, cristiano, del "Apocalipsis", con su castigo bíblico —fue aquel un diluvio de piedras de hielo como talentos—. En las huertas de Puerta Rey, San Andrés, las verduras y hortalizas quedaron desnudas en sus tallos: la descomunal granizada con un viento huracanado todo lo arrasó. Pisar las praderas era destripar un sinnúmero de pequeñas manzanas, peras, ciruelas… El arroyuelo de Manjarín, que desemboca bajo la N-VI en El Jerga, bajó henchido y se remansó, fatalmente, en el particular zoo del aserradero de Isaac de la Fuente; quedaron incólumes las pilas de madera, las sierras con dientes cortadores, incluso los artilugios, en vela o reparación, de las festividades astur-romanas. Porque para todo parece tener tiempo Isaac: para la dirección asociativa empresarial, cuando toca, la dignidad de César, la dilatada jornada en el propio aserradero, y el cuidado de su zoo. Muy doloroso para él tuvo que ser ir amontonando en el carretillo, ahogados, a 115 animales, la mayoría ‘pollines’ nuevos: faisanes, pavos, ocas, gallinas…, de procedencia universal. No le faltarán arrestos a Isaac para renovar la crianza.
El El Faro Astorgano 19, julio, 2018
Los búhos
Reconocidos edificios contemporáneos han alcanzado la fama por el valor neto de su arquitectura, no por albergar una rica simbología. Sin embargo, los monumentos antiguos, como catedrales, o palacios, con su paciente labra, en portadas, escudos, gárgolas, capiteles vegetales…, nos ofrecen la representación de historias bíblicas, escatológicas, nobiliarias… En Astorga, la catedral alberga tal festín alegórico que desentrañarlo requiere conocer siglos de arte y de acervo religioso; también destacan, con su ´orfebrería´ de piedra, el palacio episcopal y la fachada de la casa consistorial. Algunos de estos elementos simbólicos han sido esculpidos por el cantero para ser disfrutados por minuciosos visitantes; como la rana sobre la calavera de la universidad salmantina o los dos búhos de nuestro palacio, resaltados en la intersección de los arcos de la sala del trono episcopal. Están encarados hacia el baldaquino del príncipe de la iglesia, para ensalzar la sabiduría. Pedro Mato, Colasa y Zancuda, nos cautivan, por su altiva presencia, e ignoramos a los recoletos búhos gaudinianos. Luis Miguel Alonso les infundió el halo del séptimo arte y Castorina los modeló en barro para su fundición; cada septiembre son galardón con que obsequiar a famosos cineastas. Estos días los dos búhos están en alerta, pues han llegado congresistas, que se fijarán en ellos y ensalzarán, en diversas lenguas, el genio de Gaudí.
El El Faro Astorgano 6, julio, 2018
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El mirador
En la semana del fuego purificador del solsticio de verano, después de tantos aguaceros, el sol remonta desde las lomas de santo Toribio a las siete menos diez. Hasta que este inmenso aro diamante no alumbra, minutos después, las torres catedralicias y el cimborrio del seminario, en la ciudad no hay más son que el canto al alba de los pájaros, ni otro trajín que el de los peregrinos que reinician su andadura hacia Compostela. Casi nadie gusta de este mirador oriental de Puerta Sol, desde el que no solo se contempla el nacimiento del astro rey, sino el acolchado de las verdosas vegas, con sus verticales choperas y negrillos de la Moldería y el Tuerto. Se trataba en 2010 de eso, de convertir los 225 m del talud de la iglesia redentorista, con baldosas gris verdoso, granitos y herrajes, en una peana desde la que disfrutar la cuesta de los romeros, los arcos ojivales, el hospital de realengo, el albergue de las Siervas…; y, también, como perpetuo homenaje a las familias que el 19 / agosto de 1952 perecieron aplastadas por el desplome de la cercana muralla. Pero, ya digo, a no ser para balconada desde la que venerar a la Virgen del Castro, apenas nadie entra al mirador; no ha sido completado su ajuar, con sus cinco bancos, los durillos y retamas. Son unos grafiteros sus señores, con pintadas de “perra Europa”, salteadas de una esvástica que no es la hindú dedicada al dios sol, sino la de raza hitleriana.
EEl Faro Astorgano,22. junio, 2018
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Foto de la época de la Transición. |
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I. Las flores del
ciruelo con polvillo blanco.
II. El mago del
Palacio.
III. La Ferruja.
IV. Fuente Encalada.
V. La última nieve.
VI. El tamarindo.
VII. Reclamo de sol.
VIII. El espejo del Alvia.
IX. El caminante.
X. Maldita grafiosis.
XI. Las piedrecillas crujen...
XII. En el mar, en la mar.
XIII. En la albardilla de la
muralla.
XIV. El último labrador en el amarillento
campo de van Gogh.
XV. Nuestra comedia no era tal, sino
tragicomedia.
XVI. ¡Pobre garbanzo de pico pardal!
XVII. El niño de El Roto nunca llora.
XVIII Estas tardes de octubre...
XIX. El caballo y el perro, amigos del
hombre.
XX. Un roble muerto, trescientos
robles vivos.
XXI. Frío de luna creciente y de luna
llena.
XXII. El perrín blanco y el mendigo.
XXIII. Dafne...
XXIV. Peineta luce la mazorca.
XXV. Carámbanos en la Moldería Real.
XXVI. Felicitación en el solsticio de
invierno.
XXVII. Sol de nieve.
La tolva, en principal 2015
2015
Turismo total, 11, 6, 2015. Delírium, 19, 6, 2015. Esa coleta, 27, 6, 2015. La zapateta, 4, 7, 2015. Marranerías, 16, 7, 2015. 30 velas, 1, 8, 2015. Me eché a llorar, 14, 8, 2015. Cornadas, 22, 8, 2015. Septiembe, 11, 9, 2015. Dictado y cálculo, 22, 9, 2015. El cangrejo, 1, 10, 2015. La cosecha, 5, 10, 2015. Bailemos, 16, 10, 2015. Los pobres, 22, 10, 2015. Sectarios, 12, 11, 2015. ¿Tongo?, sí y no, 26, 11, 2015. La escapada, 3, 12, 2015. Fum,. Fum, fum, 15, 12, 2015. El atrio, 31, 12, 2015.
2016
El numerito, 14, 1, 2016.Piojos, 21, 1, 2016. Polvo gris, 5, 2, 2016. Faranduleros, 19, 2, 2016. El niño danés, 3,3, 2016. ¿Y los niños? 17, 3, 2016. La matraca, 22,3, 2016. ¡Malditos seáis!, 5, 4, 2016. El pico, 15, 4, 2016. ¿Y estos óculos?, 29, 4, 2016. Merles, 12, 5, 2016. El rayo, 26, 5, 2016. La amapola, 10, 6, 2016. El sátiro, 24, 6, 2016. Al fresco, 14, 7, 2016. Zig-zag, 26, 7, 2016. Donación, 5, 8, 2016. ¡Torero!, 18, 8, 2016. La cacha, 1, 9, 2016. Va por Losada, 15, 9, 2016. Razón tenía, 4, 10, 2016. El huevo, 28, 10, 2016. La esquela, 11, 11, 2016. La semilla, 15, 11, 2016, El mosquilón, 29, 11, 2016. ¡Es el pico!, 16, 12, 2016 .
2017
. ¡Riing¡, 12, 1, 2017. ¡aaam!, 26, 1, 2017. La taquilla, 9, 2, 2017. Cascabeles, 23, 2, 2017. La caballada, 28, 2, 2017. Tebeos, 10, 3, 2017. La sementera, 24, 3, 2017. Última ronda, 6, 4, 2017. El baile, 21, 4, 2017. Tam, tam, tic-tac, 4, 5, 2017. Zapatos, 19, 5, 2017. El callejón, 2, 6, 2017. Despedida, 19, 6, 2017. Préstamos, 29, 6, 2017. 870,3, 13, 7, 2017. Espadañas, 27, 7, 2017. Cóndor, 1938, 10, 8, 2017. Cóndor, 1940, 17, 8, 2017. El cohete, 5, 9, 2017. Aniversarios, 15, 9, 2017. Sin castañuelas, 29, 9, 2017. Banderas, 27, 10, 2017. Escalerillas, 10, 11, 2017. Las gradas, 23, 11, 2017. Aguinaldo, 21, 12, 2017. María, 9, 12, 2017.
2018
El jabalí,11, 1, 2018. El tufo, 19, 1, 2018. Superluna, 2, 2, 2018. Isidoro, 15, 2, 2018. El circo, 2, 3, 2018. ¿Y nuestro pan?, 16, 3, 2018. ¡Agua!, 3, 4, 2028. El afilador, 13, 4, 2018. El Maristany, ida, 13, 4, 2018, El maristany, vuelta, 3, 5, 2018. Los mayos, 11, 5, 2018. El pardal, 25, 5, 2018. Angosta ayer, 8, 6, 2018. Angosta, hoy, 12, 6, 2018. El mirador, 22, junio, 2018. Los búhos, 6, julio, 2018. Pedrisco mortal, 19, julio, 2018. El Chapín, 3, agosto, 2018. 7 plagas, 16, agosto, 2018. La basura, 31, agosto, 2018. Oro verde, 14, sept. 2018. Se vende, 28, sept. 2018. Dos hermanos, 2, oct. 2018. El bastón, 13, oct. 2018. Padilla, 19, oct. 20. Alimentos, 26, 10, 2018. Mediohombre, 9, nov. 2018 (la foto debe ser la del hijo de Amaya). -de 11.000, 23, nov. 2018. La crianza (I), 13, dic. 2018. Y la matanza (II), 13, dic. 2018. La tolva 102, 28, XII, 2018.
2019
Natalicio real (11, 1, 2019), Bayas rojas (18, 1, 2019), ¿Y Canillar?, 1 (31, 1, 2019), ¿Y Canillar?, 2 (1, 2, 2109), Azulejos (8, 2, 2019), Fuente de luna, 14, 2, 2019. La tortuga, 21, 2, 2019., Grito y viento (1, 3, 2019), La vecindad (8,3,2019), Zapateros (21, 3, 2019), Pieles y crin, 1 (4, 4, 2019), Pieles y crin, 2 (5, 4, 2019), El gallo y la veleta (25, 4, 2019), Canta y canta (10, 5, 2019), Mirlos (28, 5, 2019, El cedro (6,6, 2019), El trébole (20, 6, 2020), Cereales, 4, 7, 2019. Eclipse, 23, 7, 2019. La ola, 1, 8, 2019. ¡Pum!, la fiesta, 9, 8, 2019. ¡Guau!, ¡guau! 30, 8, 2019.Barrenderos, 13, 9, 2019. Las norias, 1 (26, 9, 2019), Las norias, 2 (1, 10, 2019), El arca (17, 10, 2019), El puente 1 (31, 10, 2019), El puente, 2 (7, 11, 2019), Foro y plaza (21, 11, 2019), El busto (5, 12, 2019), El callejón (19, 12, 2019),
2020
Armonios (3, 1, 2020), Chocolate galdosiano , (16, 1, 2020), Lavanderas, (30, 1, 2020). La taquilla1 (13, 2, 2020), La taquilla, 2 (14, 2, 2020); Tener palabra (27, 2, 2020), Egeria (12, 3, 2020), Campanas (26, 3, 2020), Los mazos (2, 4, 2020), El murciélago (16, 4, 2020), Colas, colas (30, 4, 2020). El Paseo (7, 5, 2020), El campo (21, 5, 2020), Tiro de la bola, 22, 5, 2020. La bici (5, 6, 2020), El mercado (18, 6, 2020), Los Zuloaga (7, 7, 2020). El rayo, 17, 7, 2020), Embozados (24, 7, 2020), Enrique Gil (4, 8, 2020), El termómetro (20, 8, 2020), El demonio (4, 9, 2020), La cosechadora (11, 9, 2020), El tirador de Fer (18, 9, 2020), Búhos (1, 10, 2020), Gorgorito (16, 10, 2020). Buñuelos, 31, 10, 2020. Los pinches, 13, 11, 2020. Aplausos, 26, 11, 2020. Repartidores, 17, 12, 2020.
2021
La piruleta, 7, 1, 2021. El hisopo, 28, 1, 2020. Por San Blas, 4, 2, 2021. ¡Que arda!, 19, 2, 2021. Noche de lobos, 5, 3, 2021. Oveja y lobo, 19, 3, 2021. La vacuna, 9, abril, 2021. El pelícano, 16, abril, 2021. N.º 10.011. Ciberataque , 25, 5, 2021. Palmetas, 4, 6, 2021. Fuente forestal, 17, 6, 2021. Sol y viento, 2, 7, 2021. CM, 23, 7, 2021. Vencedora, 12, 8, 2021. No bailan, 27, 8, 2021. Buraca (1), 10, 9, 2021. La Buraca (2) 14, 9, 2021. Perico, 28, 9, 2021. A.T., 14, 10, 2021. La Luz 26, oct. 2021. La bufina,18, 11, 2021. Ómicron, 2, 12, 2021. Estrellas, 21, 12, 2021.
2022
El roscón, 4, 1, 2022. La Cabalgata, 14, 1, 2022. 91 + 1, 27, 1, 2022. N.P. 2090, 11,2, 2022. Curva angosta, 25, 2, 2022. Campo baldío, 11, 3, 2022. La Dominica, 29, 3, 2022. ¿Dónde la bolla?, 7, 4, 2022. EL brasero, 22, 4, 2022. Colza, 6, 5, 2022. San Isidro,20, 5, 2022. Arraigo 3, junio, 2022.El Chico, 17, junio, 2022. El templete, 1, julio, 2022.. Quo vadis, 5, julio, 2022. Girasoles, 15, julio, 2022. Volver, 29, julio, 2022. 19, agosto, 1952, 12, agosto, 2022. 19, agosto, 2022, 30, agosto, 2022. Burbujas, 9, septiembre, 2022. El kkwaenggwari, 27, septiembre, 2022. La palmera, 6, octubre, 20222. Pastoreo, 21, octubre, 2022. Gitana, 3, noviembre, 2022. El Jaimito, 18, noviembre, 2022. Bolillos, 1, diciembre, 2022. El belén, 16, 12, 2022. Magos, 30, 12, 2022.
2023
Chocolate, 27, 1, 2023. Carambolas, 10, 2, 2023. Cabinas, 23, 3, 2023. Berros, 10, 3, 2023. La Chirijota, 28, 3, 2023. Lápidas, 14, 4, 2023. Las manos, 28, 4, 2023. Flores, 18, mayo, 2023. El gozne, 1, junio, 2023. Pétalos e hinojo, 15, junio, 2023. Última curiosidad, 30, 6, 2023. Otros tiempos, 14, 7, 2023. Corambres, 27, 7, 2023. El cartel, 9, 8,2023. Vuelta XLI, 29, 8, 2023. El ferrocarril, 8, sept., 2023. Historias, 26, sept., 2023. Membrillos, 10, oct. 1923. La pértiga, 24, oct., 1923. La maldición, 3, 11, 2023. Castañas, 18, 11, 2023. Arboricidio, 1, 12 , 2023. Juego de Cañas, 15, 12, 2023. Escarcha, 29, 12, 2023.
2024
Botella tañida, 12, 1, 2024. La puntada, 30, 1, 2024. La grúa, 9, 2, 2024. Tractores, 27, 2, 2024. Cal y arena, 8, 3, 2024. Olores, aromas, 26, 3, 2024. El lince, 5, 4, 2024. Bello espigón, 19, 4, 2024. Rendido de amor, 2, 5, 2024. El frío y el fruto, 17, 5, 2024. Pinches y maestros, 31, 5, 2024. Murales, 14, 6, 2024. Cardos y dedaleras, 2, 7, 2024. Flechazo, 12, 7, 2024. Verano, 30, 7, 2024. Bici y bombín, 9, 8, 2024. El centeno, 27, 8, 2024. Folletos, 5, 9, 2024. Magnolios, 24, 9, 2024. Postigo, 4, 10, 2024. Tono brillante, 18, 10, 2024. Flor de oro, 31, 10, 2024. Notre Dame, 15, 11, 2024. Aquel torno, 28, 11, 2024. Darse la mano, 12, 12, 2024.
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"La llave del Camino", 26, 9, 2015 |
Veli, M.ª Avelina García Martínez, bar Cub.