viernes, 11 de enero de 2019

La tolva, 3







Olores, aromas

      Dejando atrás la  sinagoga enterrada, me adentro un día más por los yemados  árboles del Jardín, que un día vi muertos por la grafiosis y de nuevo  plantados como juncos desamparados. Ventean ya sus aromas  en el altozano amurallado, cara al Teleno,  y no merecerían ser impregnados, aún menos nosotros y nuestros vecinos,  del  tufo que depararía el almacenamiento cercano de toneladas de desechos extraídos de depuradoras y plantas fétidas. En el otro gran parque urbano, El Melgar, que se extiende desde la antesala de la puerta romana a la del rey,  45 prunos bordean,  con copas rosáceas y pétalos en el suelo, el aterrazado paseo que se solaza a la vista de tres torretas, la de Granell, la de Pedro Mato y la de la sacristía catedralicia. Está  más amparado este plantel  por tupirse  bajo la cerca, pero también le llegaría el olor nauseabundo, como a  aquellos otros, próximos, en la ribera  del río,  o lejanos,  en el paraje del Mayuelo.  Tiene la ciudad en cada estación su aroma y su fragancia,  de árboles y rosas, de setos, lavandas   y peonías, y si abres la ventana en días de copiosa lluvia  el olor  de la tierra mojada,  que según la mitología griega fluye por las venas de los dioses, es refrescante y agradable. Dicen los expertos que el olfato tiene una conexión directa con las emociones, ¿cuáles las nuestras si lo que es fragancia, aroma, buen olor,  lo convierten en emanación de removida  cloaca?

“El Faro Astorgano”, 26, 3, 2024    


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Plaza  Mayor, Pío Gullón, Prieto de  Castro. Tres fotos de las casas, en origen, izda., del alcalde Antonio García del Otero y de frente,  del industrial  Juan Panero. La primera foto, anterior a 1900, la segunda  a principios de 1900 con la nueva casa de Panero;   y la tercera de hoy  (la nueva casa de Otero entre 1908 y 1920).






Cal y arena  

      Desde 1890 a la guerra del 36, prendió en la ciudad la querencia por una arquitectura industrial y doméstica, exquisitas. Fuere por el estímulo de ese palacio episcopal al que se adentraba por un pórtico en abanico y se alzaba con grandes vanos góticos, bien debido a la influencia modernista (aquí cultivada en la pintura y revistas literarias), se construyeron  una serie de edificios rematados con ménsulas, forja, estucos  y esgrafiados, de gusto vegetal, geométrico o mitológico. Un grupo  de arquitectos jóvenes, que diseñarían para  Madrid y otras capitales obras de excelencia patrimonial, recibieron de chocolateros, comerciantes…, el encargo  de redactar los proyectos con que  levantar sus  fábricas, y viviendas con almacén o tienda. Tales como  Palacios, con  la casa Granell, Eznarriaga, la de Juan Panero en la Plaza y el palacete de Magín Rubio, Cárdenas con  el Gullón, el ingeniero Matinot, la Casa del Mejicano (según apunta Agustín Álvarez), Guisasola con el nuevo casino... Y sin tanta nombradía, un buen número  de edificios coetáneos, algunos sin restaurar, de opaca belleza por la pátina del tiempo, perviven dentro y fuera del recinto amurallado. Fueron materializados por grandes maestros de obras, autores en ocasiones del propio diseño, como Policarpo Arias, Pascual Álvarez, Pedro Cuesta, Luis Nistal… Y, admírense, fachadas tan bellas, en su revoco u ornamento, con materiales tan comunes como  la arena y la cal.

“El Faro Astorgano”, 8, 3, 2024

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Nota: En acta, 18, 6, 1903, alcalde Victorino Luengo Prieto, instancia de los sres. H. Granell y Martínez, en la que manifiesta que don Pascual Álvarez es el encargado de hacer la obra en su casa-fábrica, con arreglo al plano que con aquella se acompaña. 
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Tractores

   Los jóvenes no han conocido cómo en San Andrés y Rectivía, los labradores, que eran numerosos, cultivaban el campo auxiliados de antiguos aperos, y remolques, tirados por caballerías. El tractor desterró las yuntas, los machos y los caballos, y tras las carretales  se habilitó espacio para el nuevo motor; tal ha sido su evolución que su ‘tripuntal’ aloja los más sofisticados aparejos, incluso van dotados de tecnología digital.  Viejos labradores, otros que compatibilizan el trabajo operario con el cultivo de fincas heredadas, y algunos  jóvenes, hacen posible  que una buena parte del  campo de Astorga y de sus comarcas lindantes  no se vea invadido por la maleza. Cuentan con  ayudas europeas, muy diversas,  y según cultivos: las asociadas, las de desarrollo rural, y dentro de estas  las medioambientales…; gestionadas por la Sección Agraria Comarcal, sita en edificio próximo al  Mirador,  y que hoy luce, al haber sido remozado, decoroso. Las limitaciones ecológicas, los costos de producción, la farragosa burocracia, han incendiado a nuestros  labriegos y a los demás europeos, los cuales, como enseña, blanden,  un día sí y otro también,  su tractor ante parlamentos y sedes de gobierno.  Su supervivencia es nuestro alimento, y también el que esta tierra no termine siendo un absoluto   baldío de placas solares, de molinos de viento, y aún más de miles de toneladas de desechos enterrados o manipulados  al puro viento.

“El Faro Astorgano”, 27, 2, 2024





La grúa

   Antes de que avanzase  este siglo,  desde los altozanos que se solazan para encaminarte a la ciudad, emergían ante los ojos, sobre el caserío, como gigantescas veletas, múltiples grúas, que no las movía el viento, pero eso parecía. A su costado se iban  alzando  nuevos edificios,  en antiguas calles o solares baldíos.  Desde que se rehabilitase el Gullón, 2011 a 2015, a no ser ocasionalmente, no ha vuelto a destacar otro puntal hacia el cielo, por ello resulta una novedad la alta  torre de gigantesco brazo, emplazada  en el solar de la harinera de la calle del Cristo. Con dos millones de euros, otorgados por el  Gobierno de la nación en 2021 para bienes del Camino en la ciudad, el Ayuntamiento ha pretendido restaurar el tramo de muralla más rapiñado. Largos han sido  los trámites, para su  consecución, y después de desbroce, catas, permisos de propietarios, o la propia contratación de obra delegada en la Autonomía… Cobija este tramo de muralla, al noroeste de la brecha abierta en su seno en 1853, cuantos males ha sufrido la cerca  desde la segunda mitad del XIX: la ocupación de suelo público en su base, silenciada por la Corporación del Directorio del general Rivera, la demolición de sus cubos, la monda de su armazón para  asentar en su hueco la vivienda  derruida en 2017…  Toda una nefasta historia que será, salvo en sus cubos, desagraviada con labor artesanal y el trasiego de esta ‘eiffelesca’,  monumental grúa.

“El Faro Astorgano”, 9, 2, 2024










                                      La puntada

En los inicios de los pasados 60, los domingos, las  dos plazas ensambladas no eran peatonales, pero por ellas paseaban y conversaban familias de obreros, del ferrocarril y de la labranza, antes de ver la película en los cines cercanos, Gullón, Tagarro, Asturic, o en el  Velasco y Capitol. No faltaba, en la de Santocildes,  la cigarrera, con la mesilla de cajetillas y picadura junto a  papelillos de arroz y mecheros de chispa;  y en la Mayor, el bombo de obleas, el carro de helados por el  verano y en toda estación, en su cantón,  el puesto con chochos, chiflatos y chupilargos. Si dispusiéramos  de  una fotografía de aquel pasear apacible,  comprobaríamos la elegancia de  sus trajes y vestidos de fiesta, muy contados, atesorados, duraderos, y  ajustados a la hechura de cada cual. Era la Astorga,  vestida por los sastres, las modistas, de alta costura. Hoy los armarios rebosan de atuendos  y  existen en las calles contenedores donde arrojar ropa  a medio usar o recién estrenada, fabricada con tallas estándar. Carecemos de  sastres y modistas, pero perdura  el arte de la confección, gracias a las costureras, que hacen arreglos a las prendas, cogen los bajos del pantalón o elaboran bellos  encajes.  De ellas se ha acordado este año César Núñez, con el cartel de Piñata, pues es fiesta que requiere disfraces de fina aguja  veneciana. Todo un disfrute este cartel, con el rostro de un clown en el que “no hay puntada sin hilo”.

“El Faro Astorgano”, 30, 1, 2024







                                          BOTELLA TAÑIDA

  Famoso es, en esa Cabrera, enriquecida por el relato  de Carnicer y de Oria, Edilberto, urbanita retornado a la tierra de sus ancestros para vivir  del pastoreo y agitar la vida de unos pueblos, casi deshabitados. Es el suyo un empeño por salvaguardar  su folklore, sus ritos y habla. El documental,  referido a su nombre  y al de las brañas adonde con su rebaño trashuma en verano, Arganeo, le  ha dado cierta fama, que no decae pues de continuo se graba y difunde, por medio de   su móvil, con natural soltura. Para el 2024, ha pedido a Dios salud, trabajo y se cumpla un  antiguo dicho  oral,  de complacencia humilde: “Mientras haya chicharros comemos y de que se acaben tocamos na lata, cantemos y beilamos. ¡¡¡Y  a las penas puñaladas!!!”. La última hazaña ha sido juntar a una docena  de cabreireses para acercar  a los pueblos diocesanos de Benuza, uno tras otro, a los reyes magos. Al amparo  de los montes Aquilanos sumergidos en la niebla, todos caminan vestidos a la usanza,  ellas con pandereta, almirez, botella  de anís tañida…,  ellos con castañuelas, los reyes esparciendo serpentinas blancas, y en la cabeza de la comitiva Edilberto con la chifla y el tamboril. Es una estampa de resistencia, la de este peregrinaje, para que incluso  un solo niño, como en Santalavilla, reciba, asombrado, la visita real;  como la tropilla de rapaces que corrían  por  las casas de losa y corredor antes de la masiva migración de los 60.

“El Faro Astorgano”, 12, 1, 2024





Escarcha

  Desde antiquísimos tiempos, en esta tierra contamos con una rica historia navideña, tanto religiosa como  artística, confitera, pastoril y popular, la cual cada vez va cediendo más ante la parafernalia en torno a Papá Noel.  Personaje este ajeno a nuestra costumbre hasta los  pasados 70, años estos en que se inicia una mercadotecnia que irá calando en niños que serán padres y abuelos. Lo  cierto es que hoy prima en adornos, postales, disfraces, regalos… Últimamente, hasta los villancicos son desplazados en vídeos, transmisiones institucionales y comerciales, por cualesquiera composiciones inglesas. Incluso el propio Ayuntamiento, estas Navidades, ha prescindido en el hall  del ramo leonés,  en  favor de  unas escuálidas  figurillas de resplandor  tintineante y un  gigantesco Santa Claus, el cual, tan desafortunada es su presencia, que si llega a ser colocado, en su lugar,  como es costumbre, el buzón real,  lo vaciará cada noche y se tragará las cartas de los niños, para que no las reciban  Sus Majestades, Melchor, Gaspar y Baltasar. Hay consuelo: en las calles, los parques y lontananzas, te curte estos días tras la Nochebuena  un frío  tan intenso, nebuloso y calmado,  que la pródiga  escarcha escala arracimada en cada rama deshojada. Y ya vayamos por el Jardinillo, la Sinagoga, la Eragudina, Melgar o Mayuelo, o nos adentremos por las veredas del río,  auténtico, brillante, níveo, es el paisaje en esta Navidad.

“El Faro Astorgano”, 29, 12, 2023



Astorga, demolición castillo feudal. "La Ilustración Española
y Americana", n.º 47, agosto, 1872

                                            Juego de Cañas

    En la ciudad, anclada, por estribor de popa la clerecía conserva notables monumentos, hospitalario, catedralicio y palaciego, mientras que a babor, del marquesado ni ruina queda. Testimonian su medieval castillo dos dibujos de la fachada principal, el primero, pintado por Parcerisa en 1855, y por Avendaño, en plena demolición, 17 años después. El Ayuntamiento, que compró la extensa propiedad en 1868, se planteó conservar la portada de esta joya arquitectónica y embellecerla con un entorno ajardinado, pero, finalmente, derruidas fueron sus torres, el escudo de los Osorio, con los lobos pasantes, su coronación con las tres veneras santiaguistas, y  cuanta piedra se aposentaba en otra piedra. En pie quedaron las distantes paneras, habilitadas como Teatro Viejo, pero en 1887 también sucumbieron para alzar en su solar la temporal cárcel del Partido. Es la finca del marquesado  una gran planicie, hasta bien  entrado el patio del seminario, en la que se han levantado  una plaza de toros, centros docentes, sedes judiciales y policiales, hogar, oficina de empleo y sindical... Fue bautizada como plaza del Juego de Cañas, nominación que conserva la calle abierta en su costado oriental, como recuerdo de aquellos lances incruentos, con destrezas ecuestres, que los caballeros ofrecían para encantamiento del público. Casi vaciado  el callejero de ancestrales nombres, una suerte el conservar este, de tanto poderío histórico e imaginativo.

 “El Faro Astorgano”, 15, 12, 2023

 



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                                            Arboricidio

   Aquel 12 de marzo del 86, día de votación sobre la OTAN, bien de madrugada, la expedición, integrada por el concejal Daniel Gallego, Agustín Lera, de la Agraria, el oficial  José Manuel y otros jardineros, se encaminó hacia La Baña. Guiados por el hijo del Carrilano, Juan Carlos Martínez, llegaron, por la montaña boscosa, al paraje, excepcional, donde crecen los tejos, entre avellanos y abedules. Tuvieron que portar los 15 tejos extraídos, al hombro, durante más de 2 km, para retornar al viejo Land Rover municipal; los dos mejores se plantaron al día siguiente en el nuevo parque, el del Aljibe, cuyas obras, en el solar del antiguo cuartel facilitado por el Cabildo a la Guardia Civil, estábamos finalizando. De prender, necesitarían lustros para rivalizar con el porte del viejo nogal, salvado del derribo, junto al muro de arcos, tres años antes. Merecieron gran acogida al tratarse de árboles milenarios, con trascendencia para astures, romanos y cristianos. Y lucían  con su gran copa y carnosos arilos, hasta el jueves, 16, día en que por orden concejil fueron macheteados; tan afeitados,  que ni a ser esqueletos alcanzan. Aún peor suerte han corrido, hace días, los 8 arces plantados este febrero, en sustitución de lombardos fenecidos, ante el antiguo instituto. Por idéntica orden concejil que en enero del 16  conllevó la arrancada,  en El Melgar, de los 29 tilos de la pérgola arbórea. Parece que no será el último festín.  

“El Faro Astorgano”, 1, 12,  2023



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Máquina, con concesión municipal a 
Isabel Suárez

Castañas   

   De las plazas Mayor, y de la Estación, o de Santocildes, fueron desapareciendo los puestos de helados, de golosinas, o el bombo de obleas. Ha sido  la  Plaza, con sus donceles, el reloj y los maragatos, el lugar apetecido por estos vendedores, como se aprecia en las fotos  antiguas.  De estos personajes, me gusta el poema “El buñolero”,  de Félix Cuquerella, publicado por el “Heraldo”, el 21 de abril de 1899: al amanecer en un día de fina nieve, en el centro de la Plaza,  ya retirados los serenos, alrededor del fogón, unos niños “medio encogidos se acercan al fuego”, a la espera de que el buñolero les depositase en  cestas  de lata los dulces para venderlos por la ciudad, al proclamo de “¡¡calentitos!! ¡¡¡buñolero!!!”. De estos oficios artesanos, el rey desde nuestra infancia fue el apacible Riancho, con su blanco carrillo de helados, su roja barquillera con ruleta y la negra máquina de asar castañas. La venta de castañas calientes permanece desde antiguo, dado que en el padrón de 1869 ya figura como castañera Dominga del Otero, de 48 años, avencidada en c. del Cristo, 17;  y cuando  la familia de Riancho dejó la plaza de los taxis, va para 17 años, fue sustituida por la vecina de Villadangos, Isabel Suárez Rojano. Hace unos días que ha vuelto. Su máquina no tiene la hermosa hechura de la de Riancho, ni se caldea con carbón de encina, sino con butano, pero no deja de resultar una pintoresca máquina de asar castañas.

"El Faro Astorgano", 18, 11, 2023




La maldición

    No era el primer tren  para los astorganos, el que llegó el 21 de junio de 1896. Treinta años antes  ya podían viajar en el que, vía Palencia  arribaba a  la capital del  reino.  Pero el convoy  de 100 m de longitud,  por la Línea del Oeste, Plasencia / Astorga, tirado por dos locomotoras,  con vagones  para el ministro  Linares, autoridades y periodistas,  restaurante y coches cama,  era espectacular, dado su carácter inaugural. En su recorrido de 347,5 km, desde la cabecera, una multitud en estaciones, apeaderos, ya fuese por dehesas, cereales y regadío,  vitoreaba a  aquellas locomotoras que rugían y exhalaban humo a  una inusitada velocidad, 60 km / hora. Cuando llegó a  Astorga,  el distinguido cortejo  fue recibido por la  Corporación bajo mazas, la banda, estandartes y trajes regionales, con continuos vivas al rey (niño) y a la reina (la madre regente). La algarabía de aquel caluroso 21 de junio se convirtió, en la gélida  Nochevieja de 1984, en un resignado silencio, con pocos viajeros damnificados, pues lo obsoleto de las vías, la preferencia por el coche y el autobús, la voracidad mordida en su patrimonio, tiempo hacía que habían relegado su uso. Andan con estudios  para resucitar esta  histórica Línea,  y sobre ella cae una maldición, como la sucedida para la Calzada de la Plata, fundamento de su trazado, al contemplar su desvío anticipado a León, en perjuicio de las tierras de Valcabado, La Bañeza y Astorga.

“El Faro Astorgano”, 3, 11, 2023

Leopoldo Herrero, Antonio del Río, desconocido, Antonio, Moncho. Los tres últimos mecánicos, llos 1os, para carga y descarga.Estación de S. Andrés. 





                                                    La pértiga

    En el último tercio del XIX el centro de la ciudad se llenó de torres y postes, telegráficos y eléctricos, los cuales sujetaban un tendido  de tirantes que surcaban las calles como si por ellas discurriese un trolebús. Tal maraña ahuyentó a los pendones, que acompañaban el Corpus Christi, pero con el tiempo se construyeron centrales y transformadores, y los cables se ciñeron a las fachadas, menos en los cruces, que en menor cuantía aún perduran. Para librar los altos pasos de las  procesiones se precisa alzarlos suavemente, con una pértiga, la cual, en su  porteo al hombro, Paco, ya fuese la antigua de madera, o la nueva desmontable de aluminio, mantuvo siempre el garbo, como don Quijote con su lanzón. Si hemos visto  las lomas que nos llevan a Piedralba  llamear  las estaciones ante el  Ecce Homo, era porque  Paco estaba al quite tanto de prender la mecha como de  apagar las brasas y devolver  a la noche su oscura intimidad. Todo un personaje, este vecino de Santa Clara, antiguo alumno de Cosamai, al que daba fama con su destreza en la bicicleta. Le gustaba  adentrarse tras los faldones de los gigantones para bailarlos, tocar el bombo para el Atlético, repartir almohadillas en las tardes de toros…, y llenar los escaparates de carteles  festivos. Lo cuidó, en su salud quebrada, su inseparable hermano, y en su definitiva morada, junto a sus padres Lucía y Vicente Panduro,  con la lluvia siguen frescas las flores.

El Faro Astorgano, 24, 10, 2023




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Manzana dorada de la discordia, Jacob Jordaens, 1633, El Prado. Para comprender  la escena es preciso informarse antes del llamado  “juicio de Paris”, origen mítico de la Guerra de Troya.  En el cuadro: Eris con alas ha soltado la manzana dorada con el texto “para la más bella”. Se la disputan las diosas Atenea, de pie, Hera, sentada, ambas extienden la mano, y Afrodita, desnuda en primer término. Los esposos en la celebración de  la boda, Tetis, con velo, y Peleo, con corona de flores. Zeus sostiene la manzana dorada, y pretende entregarla a Hermes (que está detrás de él). 


Membrillos 

 Aquellos huertos del centro amurallado, en la vieja ciudad medieval, fueron desapareciendo en la medida que aumentaba la población y se sustituía el caserío. Pero, esa costumbre de tener al lado las hortalizas y frutales perdura en las casas que solemos llamar de las afueras. En ellas, de todos los frutales, manzanos, perales, ciruelos, cerezos, el más escatimado es el membrillo o membrillero, ese árbol con copa un tanto desmadejada, cuyo pomo los griegos consideraban manzana de miel. De ella, para algunos, se serviría la envidiosa Eris para provocar una disputa entre otras diosas, la cual depararía, finalmente, el rapto de Helena por Paris y la Guerra de Troya. Antonio López tiene en gran estima su membrillero madrileño, y a pintar su plenitud  y podredumbre dedicó, en el otoño de 1990,  largas horas, filmadas por el recobrado Víctor Erice. Sin la titánica lucha del gran pintor, por atrapar con el pincel la luz del sol en los membrillos, observo año tras año cómo su flor, de cinco pétalos  blanquecinos y rosáceos, va cuajando, cuajando en un esplendoroso fruto, si no la calcina la helada. Estoy estos días a la espera de su total maduración para frotar su pelusa y captar su intenso aroma.  Y pienso cuán sabia es la tradición popular, al llamar a este sol del veranillo de San Miguel, que nos  acoge, sin abrasar,  con su calor dorado, sol de membrillo.

"El Faro Asorgao", 10, 10, 2023


4, oct. 2023
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Historias…

                   con enfoque: las de 10 personas que han desempeñado las más diversas tareas, en el bar, la docencia, el comercio, el ferrocarril, en la casa. Aparecen fotografiadas sonrientes, en  Vilanova de Bellpuig, Arcos de Jalón, Santa Comba, Trebujena, Astorga y Barrientos…;  con sus habilidades, el ganchillo y la raqueta, las plantas y el dominó. Quien conozca el padecimiento del párkinson sabe que la dopamina atenúa pero no alcanza a detener definitivamente la rigidez, o bien el temblor, por lo que,  en la medida que uno o ambos síntomas sin remedio se agravan,  se  requiere ir acrecentando la fortaleza en el ánimo propio y la templanza por parte de los acompañantes. Esa fortaleza es la que se respira en la exposición de la Biblioteca, auspiciada por varias asociaciones del ramo, entre ellas la astorgana. Avelina, que se nos muestra con un tapete blanco en las manos,  regentó durante años, con su marido, el Bar Midi, en Señor Ovalle, un tiempo una cafetería en León, pero su trajín  se veía interrumpido cada vez más, hasta que, diagnosticada, tuvo que dejar el trabajo que ‘le encantaba’. Domingo ejerció de Jefe de Estación, en Astorga, y ahora, jubilado, ve pasar los trenes cada día por Barrientos; en la fotografía maneja fichas de dominó, mientras su sombrero blanco reposa en la mesa. Hay un paso que nunca se bloqueará para Avelina y Domingo: de camino para la atención a los clientes,  y hacia el tren, con el rojo banderín.

“El Faro Astorgano”, 26, 9, 2023



El ferrocarril

   Alcanza en ocasiones el salón remozado de la Biblioteca, con sus butacas verdes y sus costados de simuladas hojas de roble, traspasadas por la luz, su sentido de ágora astorgana. Eso sucede cuando un cuantioso público se muestra ávido por compartir y aprender sobre asuntos que guardan relación con su vida. Como en la tarde del 15 de agosto, en la que Alberto Matías y Marco Macía nos presentan su libro acerca del ferrocarril en Astorga. Para las nuevas generaciones son, prioritariamente, el coche familiar o el autobús, en las dársenas, sus medios de transporte. Nada comparable al antiguo bullicio y trajín del largo andén en la estación de la Línea del Norte, punto de partida también para la del Oeste, desde donde, cuando niños, nuestros padres nos llevaron a conocer las olas del mar o, ya adultos, emprendimos el camino para forjar nuestro destino. Todo abarca, tanto estas cuestiones afectivas, como otras históricas y técnicas, el copioso volumen sobre el medio de transporte que nos introdujo en la modernidad y transformó, junto a los chocolateros y Gaudí, el paisaje urbano. Son numerosos los ferroviarios asistentes, de varias generaciones, y se platica sobre cómo era la gestión de cercanía, con El Recorrido, factores, jefes de estación, sobrestantes, guardagujas y especialistas... Y esta de hoy, con una estación impoluta, solitaria, de gestión remota, combativa por mantenerse y conquistar mayor relevancia.

“El Faro Astorgano”, 8, 9, 2023






Vuelta Chapista. Inscritos, 1983



Vuelta XLI

  Cuando Perico Alonso Domínguez, acompañado de José Corona Bueno, para las fiestas de 1983 nos propusieron celebrar la I Vuelta Chapista, ya contaban con 41 inscritos. En calidad de director de carrera y juez árbitro, ellos mismos;  más tres árbitros, Jorge Romo, Juan José Vilanova,  José Alonso Herrero, y un  encargado de prensa, José Miguélez Romo. ¿Podía tener éxito un divertimento para niños, con una chapa metálica de botella, impulsada por el pulgar e índice, u otros dedos,  por circuitos pintados con tiza con la concepción y lenguaje de una vuelta ciclista profesional? Vaya si lo ha tenido. Por el itinerario patrimonial, cada fiesta de Santa Marta, con trazado en el suelo, o sobre rampas móviles, se vienen celebrando diversas etapas: contrarreloj, tres en línea, la  etapa reina y la contrarreloj final o cronoescalada. Este año los inscritos, niños y niñas, que no han de superar los 13 años de edad, han sido 58. Promueve esta prueba  el respeto, la igualdad y la amistad; y favorece un arraigo generacional con la ciudad.  De  los fundadores cogieron el testigo, desde 1997, año en que falleció Perico, los que fueron niños jugadores, Jesús García Ovies, presidente, Alfredo Rebaque,  vicepresidente, Alberto Víctor Fernández, secretario, y como tesorero, Rafael Otero; algunos de sus hijos, junto a otros, colaboran en la organización. Los premios estrella son las bicicletas y el patrocinio, empresarial de la ciudad.

“El Faro Astorgano”, 29, 8, 2023   




El cartel

  Cuando, en el Prado, echamos la vista sobre “El jardín de las delicias”, el tríptico del Bosco, los  ignorantes, quedamos fascinados ante una multitud de figuras y de colores, y aquellos otros con conocimiento, a mayores disfrutarán, hasta donde alcancen, con la simbología alusiva al paraíso, al pecado y al infierno. Esta doble visión de una obra artística fascinante  es propia también del cartel de nuestras fiestas 2023: a primera vista a los foráneos cautiva por su geometría, su figuración y su color, y para nosotros, por ser  cotidiana su simbología, es decir, aprehendida desde la infancia,  despierta vivencias en  lugares preferidos, variados sonidos musicales, explosiones luminosas, ceremonial catedralicio, retablos con marionetas, el luminoso día y la plateada noche… No puede la palabra alcanzar a la pintura: ahí están trazados los chapiteles y  la espadaña con la campana y los maragatos, ambos en un aparte engalanados y  con repique de castañuelas  anunciándose la fiesta, el corsé amurallado que circunda el jardín con su templete, las chapas circulando por el suelo, la música instrumental, Gorgorito atizador. Y otros elementos como el blanco alfil rematado con la mitra episcopal, el ardiente sol y la coqueta luna con sus trenzas en cintas de colores… No alcanza la palabra a relatar cuán virtuoso es el diseño de este cartel, de César Núñez, lo sé, pero quizás pueda incitar a adentrarnos  en  su fascinación.

“El Faro Astorgano”, 10, agosto, 2023






Corambres

   Los mayores del lugar aún recuerdan su nombre: Casa del Botero. Aunque en ruina, perduraba,  en la calle de la Fuente, después de Húsar Tiburcio,  su decorosa fachada,   con su mampostería de piedra y mortero. Seis eran sus vanos, simétricos, recercados con ladrillo visto: en la planta baja con puertas de dos hojas accesibles desde la calle,  y  los tres del piso superior ornados con balcones de forja floreada. En esta casa abrieron su negocio José Carro Fernández, de Villamañán, y Martina Verdejo Mallo, nacida en Santa María del Páramo. Cuando la retroexcavadora finalizó, el día 15, su derribo, avistamos, como cierre de su patio, un muro medio derruido  del castillo de los Osorio. Ni rastro ya del olor a piel de cabra curtida ni de vino transportado. Arduo era aquel trabajo para fabricar corambres o pellejos, destinados a la venta o alquiler: había que esquilarlos, coserlos, empegarlos. Tan grande era su tamaño,  que con 40 unidades, una vez henchidas con  vino de La Mancha,  se completaba un vagón, mercancía que recogían, llegada a la estación, los almacenistas.  También cumplían con la bota ‘de empinar’ para los lugareños. Falleció José en 1923, con 56 años, y continuaron con el  negocio su hermano Luis y su esposa Eufrasia. En el piso superior, con Martina  vivía su hijo Miguel, el alcalde que libró a Astorga de una tragedia en julio de 1936, pero al alba aciaga de aquel 15 de agosto,  en la pared del cementerio, nadie lo libró a él.

“El Faro Astorgano”, 27, 07, 2023  

Nota: El alcalde Miguel Carro Verdejo en julio de 1936 pidió a los mineros que bajaron a tomar el cuartel, con armas, que él respondía de su acatamiento a la legalidad, por las consecuencias que se podían derivar para la ciudad.  Se fueron los mineros y el  Regimiento  se sumó al golpe de Estado,  y él (no solo) fue fusilado el 15 de agosto ante una pared del cementerio.



OTROS TIEMPOS

   Viniendo de Santiagomillas, a 3 km de Astorga, antes de sorprenderte con esa visión horizontal de la ciudad en la que las torres catedralicias despuntan en un remanso de techumbres, un letrero, Contenedores del Tuerto, te avisa de que en su loma se almacenan todo tipo de desechos: áridos, materiales de derribo, plásticos… Se trata de una empresa de recepción de residuos, a la que acuden los constructores de esta zona. Hoy en día, la eliminación del desescombro cuesta un potosí, pues el promotor, además de presentar aval en el Ayuntamiento, debe entregar los justificantes de haber resuelto su reciclaje. Alberga el paraje de El Sierro toneladas de escombros, hoy imperceptibles, pues el Ayuntamiento ejecutó hace unos años su sellado. Igualmente procedió en Valle Oscuro, con el antiguo vertedero de basura. Hubo un tiempo en el que nuestras llanuras y lontananzas estaban inmaculadas, pues era costumbre el reutilizar los materiales. Así sucedió con los sillares y el mármol romanos, y desde 1837 y siguientes décadas con el rebaje de las murallas y demolición de sus arcos. La labor del desmontaje del antiguo atrio catedralicio, 1859 / 1864, no pudo ser más provechoso: el Ayuntamiento compró al Cabildo los caballetes de la pared por 1000 reales, a los que añadió 2500 para el arreglo de la aledaña plazuela, y la iglesia de San Francisco se vio beneficiada de las antiguas losas para su presbiterio. Eran otros tiempos.

"El Faro Astorgano", 14, julio, 2023








       ÚLTIMA CURIOSIDAD

   Es tan relevante la presencia, en el balconcillo consistorial, de  Colasa y Juan Zancuda, que los 14 donceles nos pasan inadvertidos. Algo parecido sucede en la catedral, donde Pedro Mato tanto impera en  la torreta del ábside que apenas nos apercibimos de las dos altas estatuas que flanquean las puertas de la entrada  principal al atrio. Desde niño me ha gustado cruzar este amplio espacio de jaspe, y no quería finalizar mandato sin llegar a descifrar las inscripciones que, cubiertas por los líquenes, figuran en el pedestal de ambas  figuras.  Sépase que,  como los donceles, sostienen con su mano izquierda un escudete, con el Agnus Dei del Cabildo,  esculpido,  mientras en  el relativo a los primeros  destaca  la rama de roble municipal. Así que socorrido de almas generosas, José Miguel Rubio, con su grúa-cesta, y del cantero Abel Sierra, fue posible desvelar, el pasado 14, el enigma de las inscripciones en ambas estatuas:  ornavit templum, en la primera,  y ampliavit atrium en la cercana al Hospital. Indagar en las actas capitulares  a qué obedecen ambos textos,  en los que el Cabildo celebra una gran mejoría en el interior de la catedral y la remodelación y ampliación del atrio, ha sido una curiosidad satisfecha con el sabio auxilio del director del Archivo. Por ambas estatuas, ¿acaso representación virtuosa de la fe?, apoquinó el Cabildo, en 1883, a Nicolás Capelan Suárez, 2500 reales. Bien empleados  que fueron.

“El Faro Astorgano”, 30, junio, 2023





    Pétalos e hinojo

    Como los niños de primera comunión este domingo  van esparciendo en el recorrido de la procesión del Corpus Christi, desde la catedral hasta la Plaza, pétalos de flores, las calles de noble pavimento quedan salteadas con hojas blancas, rosas y rojas, de despojadas corolas. Vaciarán, finalmente, sus cestillas en la alfombra floral municipal que los jardineros, temprano, han ido componiendo, según plantilla de José Luis de la Iglesia. Otra alfombra, de menor tamaño, ha sido extendida  en la plaza de la Libertad. De flores, con sumo gusto colocadas por Alfredo Fernández, henchido va el carro triunfante, obra de  Miguel Echano, que recaló por aquí en 1832 para elaborar planos por mor de un pleito de aguas en el Convento de San Dictino. Acoge bajo el templete de cuatro columnas corintias, la Custodia, que preside un amplio cortejo: estandartes  y cetros  de la Semana Santa,  banda municipal y de Puerta de Rey, el obispo, el Cabildo, la Corporación bajo mazas  y autoridades,  los niños y los fieles.  Si volviéramos la vista 160 años atrás, nada, tampoco, igualaría a la Custodia, de plata sobredorada con esmeraldas; y no sería menor el esplendor procesional, con exigua banda municipal, los santos de cada barrio, los pendones de San Andrés y comarca… No lo sería, pues  sin alfombras florales, sobre aquellas calles de tierra se esparcía arena  y se cubrían de juncia,   botón de oro, lirios,  hortelana romana…, y de oloroso hinojo.

“El Faro Astorgano”, 15, junio, 2023






                                                  El gozne

  Cuando uno mira la ciudad desde los arrabales se percata del gigantesco trabajo y los cientos y cientos de toneladas necesarios para levantar la gran cerca. Estos días la excavadora ha venido mondando la calle donde luce la catedral su ábside, su sacristía y su archivo, para a continuación los obreros, según disponga  la arqueóloga municipal, ir limpiando la muralla aflorada. El amplio tramo rescatado arroja testimonios fehacientes de nuestra historia: los labrados sillares de la Puerta Romana, la más antigua,  del siglo IV, descubierta por Mañanes en las excavaciones de 1972;  el umbral de la Puerta de Hierro, cercana al parque del Aljibe, alzada en el siglo IX…; incluso restos empotrados de metralla. Esta parte amurallada de la calle Mérida Pérez, entre las dos puertas,  ha sufrido gran destrucción, bien por la artillería napoleónica, o por los propios habitantes, para que no quedasen salvaguardados, en caso de ocupación, los invasores franceses;  permaneció tiempo, todo este destrozo, en un inmenso talud de piedras derruidas. Pese a tantos estragos, el descubrir ahora soterrados testimonios de la Puerta de Hierro, arrumbada en 1889, es de gran importancia, pues son los primeros que podemos inventariar: con sus sillares, su cuidado empedrado… Y con un  elemento  singular anclado  en su suelo: el gozne donde se encastraban las grandes portonas. Un gozne, símbolo de resistencia y abolengo de nuestra propia vida.

“El Faro Astorgano”, 1, 6, 2023

Acta, 22, nov. 1889, dice que se ha iniciado el derribo de la Puerta de Hierro.A subasta las puertas,acta 20, 12, 1889.

(Nota. El acalde Miguel Carro Verdejo pidió a los mineros que bajaron, con armas  en julio de 1936, a tomar el cuartel que se fueran pues él respondía de  su lealtad a la República. El cuartel se sublevó  y él fue fusilado ante una pared del cementerio el 15, 8, 1936, junto a otros astorganos.




       Flores 

  Junto a la ventana que daba a la Moldería, el rosal trepador, cada primavera, y tan solo una vez, ofrecía sus rosas alba, las cuales, al no haberlas manipulado el hombre, te envolvían en toda su fragancia. Era un rosal resistente, y de tener admiradores, aparte de uno mismo, puede que alegrasen la vista a los conejos, cercanos, que habitaban el largo cajón de madera con su alambrada. Según se iban marchitando las rosas alba iba enjugándome con ellas las manos, así se impregnaban de  un aroma especial, que no tenían las que se enroscaban en los arcos de La Rosaleda. Es este un recuerdo de la infancia, que se aviva  cuando las flores se festejan, por mayo, en la ciudad: en la cascada de geranios que vierte, desde 2016, el gran odre del Jardín, este 14 de mayo intensamente rojos. Y en la Ofrenda que esta misma mañana, en la catedral, han tributado a La Majestad,  Ayuntamiento, cofradías archicofradías y hermandades. A los pies de esta maravillosa talla, quedó depositado un enjambre de ramos, con las flores de tenues y vivos colores, provenientes de la España cálida: lirios, peonías, flores de cera y margaritas, astromelias, solidagos..., blancos, fucsia, malvas, jaspeados... Son preciosas estas flores, pero sin fragancia. Al contrario que mis rosas alba;  y que el 'cantruejo', tomillo y tomillina, la urz negral y los 'pechugos', y tantas plantas silvestres que en las lomillas  hacia Maragatería te trastornan el sentido.

 “El Faro Astorgano”, 18, mayo, 2023  

 

 







                                                    Las  manos

    Ni el  abrasador sol del sureste, tampoco los cambios  bruscos del  calor al frío, aun menos los racheados copos de nieve, han estragado, en 376 años,  las puertas con la efigie de los obispos, Toribio y Efrén, Dictino y  Genadio, en el atrio catedralicio. Ha sido la mano del hombre, involuntariamente, o con intención dañina, la que, con golpes u objetos cortantes,  fue arrancándoles manos, rebanando narices, rompiendo dedos o trazando incisiones. Algunas cuñas para taponar las grietas,  oportunos ajustes, fueron los ejecutados hasta 1992, fecha en que a  Proceso Arte 8 se le encomienda una profunda intervención, de limpieza y reposición. En la actual, promovida por Amigos de la Catedral y sufragada con donación popular, por tercera vez les han implantado los puños y las manos, decididamente en madera de nogal, después de haber moldeado, en el 92 con resina, y tres años más tarde  por medio de  poliéster con carga de marmolina. Cuidado que son bellas las imágenes  de estos obispos, con su vestimenta de pontifical, pero nada tan tentador como sus salientes  manos que bendicen a cuantos cruzan el umbral para adentrarse en las góticas naves. Hermosos son los florones de acanto, los corderos pascuales y los querubines, los trenzados largueros… Absténgase cualquier balandrón de tentar las episcopales manos de obra tan singular, largueza del obispo Atayde, esculpida por Lucas Gutiérrez y ensamblada por Antonio López. 

“El Faro Astorgano”, 28, 4, 2023







                                                      Lápidas

   El que haya llegado hasta nuestros días una de las colecciones epigráficas  romanas más importantes de la península ibérica, se debe al celo de esos eruditos de fines del XIX y primeras décadas del XX. Entre ellos Andrés Martínez Salazar, Marcelo Macías, y el autor de la “Historia de Astorga”, Matías Rodríguez, recopilador en los escombros, ocasionados por el  rebaje de las murallas.  Las lápidas conservadas que  son propiedad de la iglesia local se hallan expuestas en el sótano del palacio, en tanto la colección municipal, con 37 piezas, ha transitado, desde el último tercio del XIX, por sitios dispares: empotradas en  las  paredes del jardín de la Sinagoga, expuestas en el  ayuntamiento, custodiadas en el  palacio, descargadas  en los antiguos depósitos de agua, alojadas con soporte, últimamente, en el edificio de la policía local en construcción… Hoy en día, dado que se están trasladando  al Museo Romano, para poder ultimar  las obras de esa última edificación, se presenta la  ocasión para admirar  toda la colección municipal, salvo la lápida existente en el interior de la Casa Panero. No debería rodar   más tan destacado patrimonio,  a no ser para  llevar  a cabo su definitiva exposición, prevista en la planta sótano  de las nuevas dependencias de la  policía local. Pues con su ritual votivo y funerario, cincelado, se nos muestra la Astorga primera, habitada por familias de legionarios, libertos, procuradores…

“El Faro Astorgano”, 14, 4, 2023

 






La Chirijota

    Por Piñata, en la calle, en cualquier bar, estos años nos vienen sorprendiendo tres astorganos, unidos por lazos familiares,  con su  Chirijota: unas ‘rimas finas’, cantadas por Javier del Palacio, César y  Neli Núñez, la cual  compagina  la tonada con un matasuegras de chirriante pito. No le falta a César en el dibujo y la composición, talento, y a todos ellos gracejo  y conocimiento de nuestros ciudadanos populares, de toda suerte y condición. Dado que en mayo se celebrarán elecciones, esta ‘troupe’ carnavalesca, en directo y grabación,  envía  a galeras a los actuales  alcalde  y  líderes del PP e IU, y propone, jocosamente, un elenco de personajes para empuñar la vara de mando y cambiar la gobernanza local;  unas veces  con chanza y retranca, siempre con simpatía. Todos juntos  no dejan de representar un cuadro social de nuestros tiempos: del mundillo del bar, con Pipo, el de ‘la Cantaora’, María y Pepe, del Cubasol,  de los oficios, Santi ‘Persianas’, de la solidaridad, Julián, el de los helados, de la medicina, doña Victorina, del periodismo, Enrique.  También  de la clerecía, las monjitas de Santa Clara, y de la política más pintoresca, Arconada;  de nuestros  afamados dulces, Luis ‘Mallorquina’, del teatro, ‘A ras de suelo’ y Fernando, de típicas peñas, La Pocha… Sirva, como aperitivo, una de sus coplillas: “Si quieres una Astorga con pasta y que reviva / que se presente el que le tocó La Primitiva”.

“El Faro Astorgano”, 28, 3, 2023








Berros 

  Dicen que solo crecen en agua pura de manantial, son bajos en  calorías, poseen innumerables vitaminas y minerales, y, ahora que cunde la apetencia  vegetariana, en los mercados pasa el kilo de 12 euros: los berros. Camino a Nistal, en las Fuentes de Santiago, sitas en el paraje de la Moldería y la desaparecida o anegada Tabla del Marqués, es donde esta verdura fresca campa a sus anchas. Cualquiera que se aproxime a este gran manantial  observará que cubre  su perímetro un manto de hojas  verdes. Frente a esta opulencia vegetal, dos millas arriba, un ramillete de berros flota en el río Jerga, en las proximidades del  puente de La Eragudina. Aunque he paseado este  río, aguas arriba y abajo, hasta que el Ayuntamiento ha desbrozado su cauce de espadañas no era bien visible que el agua del cercano artesiano, tras pasar por un depósito soterrado, saliese entubada  como un torrente hacia su lecho. No es menor caudal el de este pozo, señalado por el zahorí Ángel Albarrán, pues viene vertiendo, desde finales de marzo del 96, de 3 a 4 mil  litros a la hora, pero resulta  nimio para  un río. Me pregunto si cuando se acerque el estío y el Jerga retorne a ser un secarral, estos berros,  tan solo  alimentados por el artesiano,  seguirán vivos, brujuleando en el agua arremetida cual paleta verde de pintor; o se habrán  extinguido, mientras los de  las fuentes  del Apóstol, esplendorosos,  se pavonean con sus  blancas flores.

"El Faro Astorgano", 10, 3, 23















CABINAS

   Los componentes del  grupo musical Strong, Luis Pizarro, Enrique Echevarría, Jorge Álvarez y Valentín Rodríguez, se promocionaron enclaustrados en la cabina telefónica que estaba situada frente al desaparecido Cine Capitol. Es una buena foto de Núñez, en la que se trasluce tras los cristales, dos de pie, otros dos agachados, su mirada hacia el mundo y hasta un tiento de su carácter. No tiene esta foto de 1975 rastro alguno de la angustia derretida de José Luis López Vázquez, en el mediometraje interpretado en tan minúsculo escenario tres años antes. Pero, cierto es, que después de esta cinta, ya fuese por temor de los usuarios a quedarse atrapados tras colgar el teléfono, o por variadas  interpretaciones, como filme de terror o parábola del franquismo, las cabinas adquirieron una nueva relevancia en el paisaje urbano. La telefonía móvil las ha dejado en total desuso, y su retirada estaba prevista en el año transcurrido. Algunas ciudades, Astorga mismamente, se resisten a la desaparición de estos hitos sociales, que guardan  mil historias de avisos, de amores, públicamente  observadas.  De las viejas cabinas con puertas, de los sesenta, setenta, apenas queda una  frente a  la rotonda de los pendones, y otras tres de diseño abierto. Todas ellas, desde el Ayuntamiento,  están siendo acondicionadas con repisas para dejar y coger libros. Y por ahora son visitadas y no han tenido el menor asalto, el más mínimo derribo.

“El Faro Astorgano”, 23, 2, 2023








                                                                  Carambolas

   No tenía el Café Central, bajo el Casino, en los pasados 60, mucho que envidiar al de doña Rosa, de  “La Colmena”: su  amplísimo salón estaba salpicado de mesas de mármol blanco, eso sí, sin nombre alguno de finados en su reverso, también contaba con limpiabotas que abrillantaba los zapatos de los señoritos mientras fumaban la picadura, y todo el recinto era un vaho nebuloso. Doña Rosa pecaba de avara y no era dada, en su café, a dejar espacios superfluos, así que carecía  de mesas de billar. Sin embargo, en el astorgano, en tanto los labradores, empleados, comerciantes, contratistas, funcionarios…, se tomaban un anisete y conversaban del precio de las patatas, del interés de los depósitos bancarios, del nuevo urbanismo desaforado…;  mientras todo ese parloteo ocurría, en el fondo del salón sonaban secamente  carambolas en dos mesas de billar. Pepe Jofervi me ha ayudado a poner nombre a aquellos jugadores, que de niño me sorprendían con su  placer al  deslizar sus dedos  por el taco: Tomás,  el Lechero,  Aureliano,  el Pregonero, Marcelino, el Pintor… Cerrado el  Central, nuevas mesas de billar han rondado por bares o salas de juego, y hoy son disfrutadas en el Casino y en el Hogar. Pepe Jofervi y su Club nos han traído a los mejores jugadores de España a la 89 Competición: las carambolas han sonado  en una sala de hotel inmaculada, sin aquel vaho ni parloteo del Central, pero infantiles carambolas todavía son.  

“El Faro Astorgano”, 10, 2, 2023

 







Chocolate

     Sabroso, dionisiaco: nuestro chocolate. Espesa bebida que pronto se degustó en esta ciudad y diócesis, reservada a la clerecía, y  aristócratas como  la  IX marquesa de Astorga, María de Toledo,  fenecida en su castillo, en  1636, y  en cuyo inventario figura  “un basso de la Yndia para tomar chocolate”. Las actas municipales,  siglo largo después, 1758, dan cuenta de cómo se ha popularizado la fabricación y gusto por este producto, pues el Ayuntamiento realiza un pedido  a la Real Compañía de Caracas de 150 fanegas de cacao  para “el común de la ciudad y su cabildo eclesiástico”. Que Astorga se convirtió en una principal y temprana ciudad, en su fabricación y calidad, está bien documentado, y aún perduran edificios y útiles  de aquel esplendor. En nuestra infancia deambulaban con su mercancía junto al  carbonero, el gaseosero, el panadero…, la churrera y la vendedora de chocolate. Y  hasta nuestra  casa blanca llegaba por el sendero de las vías la señora Sofía con sus libras de ‘Santocildes’, cuando consideraba que habíamos consumido las previas en la merienda o el desayuno dominical. Algunos recordarán que nuestros  ‘hermanos’, en Moissac,  nos ponían a todas las horas en la mesa, como promoción, su uva “chasselas”. Así que cuando el pasado 14 Profomento, finalizada la presentación del cartel / 2023,  nos invitó a chocolate con churros, me di cuenta de cómo podemos saborear y poner en valor nuestro especial producto.

“El Faro Astorgano”, 27, 1, 2023




Tent-T

    Como el Guadiana,  la Línea del Oeste  aparece y desaparece de los medios informativos. El astorgano Alonso Garrote  estuvo al cargo, como Jefe de Sección,  de la instalación de este ferrocarril, de Malpartida a Astorga; su trazado, según  atestigua, “es paralelo a la antigua vía militar romana llamada Calzada de la Plata”. Su construcción, con estaciones, modernos puentes parisinos, y la draga eléctrica para extracción del ‘balaste’  sobre el Esla, fue toda una celebración en aquella  España irredenta. “El Heraldo Astorgano”, en 1899, informaba que contaba con  un tren mixto y otro de correos, compatibles con los  vagones de  viajeros,   tanto para ida como  retorno; únicamente, un servicio menos que la Línea del Norte.  Desde su inauguración en 1896, a su defunción en 1984, camino a la Extremadura viajaron familias, estudiantes, militares y repatriados; asimismo, rebaños con sus pastores y zagales,  pescadores y compradores de lechones en Benavente…  Fui uno de los últimos usuarios a finales de los pasados 70, pues en ferrobús, desde Puebla, con enlace en Zamora, llegabas a la estación astorgana para apearte cual alma solitaria. Ahora  esta Línea, tras años  ajada y hurtada,  dicen que la renovarán en la década próxima de los 30, por su inclusión en la Tent-T, la Red Transeuropea de Transporte. ¿Alcanzarán a ver tal maravilla mis ojos?, y si no, dada la holganza administrativa,  ¿los de otros más jóvenes?

"El Faro Astorgano", 12, 1, 2023



                               Horario de trenes de las dos estaciones. 1899. 


 






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Javier Santos 

MAGOS

   No han faltado magos en las distintas civilizaciones, desde el mencionado en papiro  egipcio, Dedi, al universal Copperfield. El nuestro, de mayor alcance, es Javier Santos, que ha cosechado importantes galardones, como el primer premio nacional/2008 en magia de cerca. En 2002 propuso convertir a nuestra ciudad en pionera de este espectáculo que encandila, con sus trucos indescifrables, a un público de toda edad. Bajo la dirección del mago Karim, y con el arropamiento del concejal Joaquín Carro, se organizaron espectáculos de este arte singular, ya fuese en el teatro diocesano, en el pabellón o en el Gullón, con la asistencia de centenares de fieles seguidores, aun apoquinando por la entrada. Por citar un año (el festival se celebraba durante La  Piñata), Luis Boyano, Enric Magoo, el francés Arno, Luis Manuel, el argentino  Mirko y Karim, convirtieron en 2005 a Astorga  en un referente nacional, en calidad y afición. Pronto esta idea fue imitada en los ámbitos provincial y regional, con la organización de festivales paralelos, el del año actual con patrocinio de la Diputación. En la Biblioteca, en la Plaza, niños  y mayores  disfrutan estos días la magia de César Bueno, Pablo Costas y Armando de Miguel. El gusto por este encantamiento entre nosotros es ya una tradición, que se mantiene, durante el año, por  actuaciones esporádicas de Jesús Miguel Cordero, “Magic Owy”, y, con algún número, de Zamorano, “Zamo Clown”. 

"El Faro Astorgano", 30, 12, 2022



El belén

  En El Dos de Mayo, en la confluencia de las calles Pío Gullón y José María Goy, podías adquirir, ante la pérdida,  el botón menos usual, o  la hilatura menos frecuente…;  con razón no ha faltado  quien lo considerase como una de las mercerías más surtidas  de España. Hoy es testimonio del declinar del pequeño comercio, asediado por la venta en internet, la despoblación de las comarcas, el pronto desuso de las prendas de vestir… En  esta Navidad, su longo escaparate alberga el belén municipal, con una extensión de unos  50 m2 y 75  imágenes, artesanales, de las casas murcianas Serrano y Decor Arte, compradas año tras año,  a El Progreso y La Comercial, en el periodo de 1998 a 2011.  Primero fue adquirido el pesebre,  colocado a la entrada del ayuntamiento junto a un nuevo cartero real, y después toda una serie de figuras, que  completan el relato evangélico. Pretendíamos  llevar al espacio público una tradición cada vez más disputada por el Papá Noel, tan ajeno a nuestras costumbres, como los llamados christmas, que no postales, con paisajes surcados de trineos. El escenario del nacimiento se ha ido acrecentando, al compás de  las figuras, en cada Navidad, y desde 2020 con material reciclado y vegetación de la zona, por el trabajo artístico, durante meses, de Raquel Suárez. Valioso belén, continuador de aquel primero, inventariado en 1773, y con precedentes, en la Escuela de San Felipe Neri de la calle Santiago.

 “El Faro Astorgano”, 16, 12, 2022

(Datos: "Astórica" 17. p. 139, año 1710, "Menudencias de hacer el Nacimiento"; en la p. 141 dos citas, 1773, en una ""Cajón con las cosas del portal de Navidad" y "Un portal de Nacimiento con varias figuras que lo adornan y son: San José de muy buena talla; Virgen María vestida; Niño en la cuna y seiis ramilletes"). 

                                                                                                                                            



Bolillos

   Que a principios del XVII ya contaba España con una tradición en el encaje de bolillos no ofrece duda, pues el Tesoro de Covarrubias, en 1611, ya lo define como una labor artesana, adecuada para entremeter en las gorgueras de las mujeres. Pese a su mecanización, a partir del último tercio del siglo ilustrado, este arte popular, de dedicación paciente y gusto exquisito, aún perdura. En nuestra ciudad, mismamente, un grupo de astorganas, no falta algún varón, vienen reuniéndose los martes, desde hace ocho años, salvo en tiempo de pandemia, en El Cubasol. Son acogidas y motivadas por Veli, en su bar, para aprender y compartir labores que eran frecuentes, en las casas y la docencia, como el bordado, el tejidoo el encaje de bolillos. Su  banderín es  un bastidor, cuya  tela ha sido  pintada por Pilar Ramos con motivos de su artesanía, la cesta, las plantillas, las tijeras,  los ovillos, las cintas, las agujas y alfileres…, con una significativa leyenda: “Martes Costura. Astorga”. El concejal Rubén Martínez tuvo la idea de congregar el sábado a bolilleras de toda España en el pabellón; acudieron unas 700, entre ellas un enfermero jubilado, que colmaron las blancas mesas de patrones, mundillos, y manojos de bolillos, los cuales de dos en dos movían, mezclaban… De esta suerte se iban conformando abanicos, ligas, pañuelos de arras, puntillas…, un valioso regalo, fruto de las propias manos, para  un familiar o un ser querido.   

“El Faro Atorgano”, 31, nov., 2022 



El Jaimito

     En tanto esta mañana del miércoles, 16, Alberto García, ingeniero con numerosos saberes y actualGerente del Área de Estudios de Renfe, permanece reunido en la azotea acristalada del ayuntamiento, me renacen en el despacho vivas imágenes de las dos distantes  estaciones. Alberto, por esa querencia suya tan astorgana, nos ha traído a profesionales de la red ferroviaria, de ingeniería de material y de talleres, provenientes de Asturias, León y Galicia,  para  planificar sobre cómo hacer las pertinentes pruebas con que  poner en marcha el tren del futuro, el de hidrógeno. ¿Tendrán nombre reglado o también popular, si al final se implantan estas nuevas máquinas de emisión cero? Ahora, en las tablas de horarios y para la población no existen más denominaciones que las oficiales: alvias y regionales. Sin embargo, en nuestra infancia y juventud, a la populosa Estación del Norte, cerrada para los viajeros la del Oeste en 1963, llegaban trenes que identificábamos con nombres caracterizadores: el Charango, que discurría, con pitido andino,  paralelo a la Calzada de la Plata;  el de más larga tradición y recorrido, de Galicia a Barcelona, el Shangai; o el de alanceador traqueteo y más querido por mí,  el Jaimito, pues es en el que con frecuencia iban mi padre, ferroviario, y mi madre, por alimentos al Economato provincial. Lo de tren de hidrógeno suena áspero, mas si por aquí pasare bien se llevaría un apodo popular. 

“El Faro Astorgano”, 18, 11, 202



Gitana

     ¿Por qué Gitana?, le pregunto mientras sostiene en su brazo el azor hembra. La primera vez que salí al campo con ella, en vez de apresar fuerte al conejo  y clavarle la uña de atrás para el remate, sobre él, zapateaba, me responde David Zumeta. Es tan llamativo, en los ojos de este azor,  el color anaranjado de su iris con la pupila azabache que su plumaje, blanco veteado de franjas grises en el pecho y parduzco en el dorso, parece creado para ensalzarlos. A ninguno  de los 14 donceles que coronan el ayuntamiento desde hace cuatro siglos, Manuel de la Lastra colocó en su brazo un azor o un halcón, frecuente compañía, en los nobles, para la caza y el galanteo, como bien vemos en Calisto, cuando, a la búsqueda de su ave fugada, entra en el huerto de Melibea y queda rendido de amor. Sonríe David al atribuirle que es el doncel laureado, contemporáneo, de Astorga, dados los galardones de cetrería obtenidos desde que adquirió el aguililla de Harris, a la actualidad, con su Gitana, del criadero del jiminiego Pedro San Juan: en Asturias, Castilla y León, en Galicia, en Portugal, en el dedicado a Félix R. de la Fuente… Y como corolario, el reciente, nacional de bajo vuelo a perdiz roja, disputado en La Roda. Todo empezó en 1995, en el I Campeonato de Cetrería del Norte de España, celebrado en Castrillo, al que fue con su padre; entonces, me dice, “para mí la naturaleza ya fue algo distinto, la empecé a ver  de otra forma”.

"El Faro Astorgano", 3, nov. 2022

  


Pastoreo

   Recogidos los cereales, la colza y los girasoles, apenas unas pocas fincas conservan los maizales, pues los otros, abundantes, ya  los  ha triturado la cosechadora hará más de un mes.   De los dos antiguos derechos consuetudinarios, hace años desapareció el rebusco, de las espigas, y el más practicado, el de la patata. Este tubérculo, que tuviera a gala el buen labrador, ahora no se siembra en la vega astorgana; a nadie ha de extrañar pues los almacenistas están  pagando 0,35 cts. por kilo, cuando en cualquier tienda o supermercado el precio marcado es de 1 euro  menos dos  o tres cts. Dicho está que ya no se ve a ninguna mujer acudir al rebusco de la patata, con cestas de bambú o de mimbre. Pero tanto en secano como en regadío permanece el derecho al aprovechamiento de pastos y rastrojeras. Por eso llevamos unas semanas en las que, aunque perdidas aquellas riadas de lana blanca en nuestras  cañadas, camino a los embarcaderos de la Línea del Oeste, disfrutamos la estampa de dos rebaños: el de José Manuel  Miranda, con  800 ovejas, por los campos de Manjarín y Los Bajos, esto es, Chapín, Santa Clara, Moldería de San Andrés; y el de Aníbal Alonso, con 400, en Fuentencalada y El Sierro. En el tablón municipal, nuevamente, por la Junta Agropecuaria a punto está de ser anunciado, para concurso, este antiquísimo derecho, con el fin de que las ovejas de pastoreo se alimenten con los rastrojos y superfluas  hierbas del campo.

"El Faro Astorgano", 21, 10, 2022





La palmera

     La palmera  plantada por Leoncio Núñez, de ‘palmito  elevado’, a la entrada de  su casa de la antigua calle de la Catedral —de su nombre, y después  de Leopoldo Panero, una vez  fallecidos—, bien puede haber cumplido su centenario. Aventuran que este abogado y edil, benefactor de Astorga, por donar el suelo de la rosaleda del Jardín, la trajo de América, donde  hizo fortuna, con la que adquirió la señorial  casona, heredada por Moisés Panero, su sobrino predilecto. Esta ajardinada  morada, con Moisés, su esposa Máxima, y sus seis hijos, Odila, Asunción,  María Luisa y Charito, Juan y Leopoldo, alcanzó gran relevancia,  social, industrial  y cultural; testigos fueron sus compactos muros de felices y luctuosos tiempos familiares, y de relevantes y azarosos acontecimientos políticos. Adquirida en franco deterioro por el Ayuntamiento en 2002, a los finalmente herederos, a  Odila y los hijos de María Luisa, abre de nuevo sus puertas, con salas destinadas a los dos poetas hermanos, Juan y Leopoldo, a su primo Ricardo Gullón, a Luis Alonso Luengo y a una serie de astorganos y allegados que en el ámbito cultural han legado una talentosa obra. Acusa la palmera en su enjuto tronco la merma de la vejez, pero no en su copa foliada, como  los antiquísimos  muros que sostienen el renovado mirador y la contraventana mallorquina que franqueó  en 1931 el huésped César Vallejo para, nada más  despertar, contemplar el cercano  convento.

“El Faro Astorgano", 5, 10, 2022





‘El kkwaenggwari’

   En  dos plazas del casco amurallado de Astorga, la del  sur, con el ayuntamiento,  y la del norte, donde se alzan el palacio y la catedral,  se puede apreciar diariamente que a ella llegan no solo viajeros o turistas españoles, sino ciudadanos  de los cinco continentes. Muchos, peregrinos, se alojan, entrada la mañana,  en el  albergue de las Siervas,  y una vez  echada la siesta suelen dar un paseo en torno  a los monumentos, o bien toman  un refresco en cualquier terraza. A las 17:30 de esta tarde del tercer martes suenan redobles en la plaza porticada, municipal, y observo cómo presencian un singular espectáculo los andarines forasteros, de los que indago su procedencia: italianos, alemanes, australianos, húngaros, británicos, belgas, suecos… Aplauden a  un grupo de estudiantes seulenses, los cuales,  ataviados con  indumentaria tradicional y  provistos de tambores y varios gongs de bronce que golpean con una especie de martillo de madera, danzan en el centro de la Plaza. Guiados por la bandera de Corea del Sur y con los rítmicos toques del gong campanil (‘el kkwaenggwari’), se agrupan, trazan  aspas y corros…,   toda una exhibición, de gran simbolismo, que desearía saber interpretar. Me agradan los espectáculos, imprevistos, de  gentes a las que resulta familiar la ciudad; es el caso de estos coreanos que caminan a Santiago y ofrecen, con la propia identidad, que se acrecienta en la distancia, su cultura ancestral.

“El Faro Astorgano”, 27, 9, 2022

 

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Burbujas

   Si giras sobre tus propios pies en la antesala de la entrada hacia la puerta de los obispos, por la trasera de Santa Marta, disfrutarás uno de los espacios más sugerentes y bonitos de la ciudad. Un letrero sobre esta última fachada explica cómo está uno pisando un lugar sagrado, bajo el que se conservan restos de una iglesia datada en torno al siglo VI, la cual sufrió un pavoroso incendio. El pasado 27, la Compañía 7 Bubbles, en realidad un actor y una actriz, no se pararon en estas mientes, sino que extendieron sobre el trazado remarcado de la iglesia un tapete y colocaron un pequeño retablo donde esconder toda suerte de barreños y aljofainas. Artilugios con que entretener a un gran número de niños, también mayores, que esperaban su actuación desde unas gradas circenses, ante el palacio. Como titularon el espectáculo ‘Burbujas’, al principio encontraba grandilocuente este nombre, dado que, cuando mojaban la arandela  en el recipiente, que contendría agua, jabón y glicerina, las pompas de jabón que enviaban al cielo no eran mayores que las de la maragata del cartel de nuestras fiestas, y sin esa  gracia suya  de convertir el ‘pompero’ en una castañuela. Al principio, decía, porque después encapsulaban a familias enteras en enormes bolas transparentes, que explotaban al instante, y dejaban a los ocasionales actores  ante la dura  realidad, desprovistos  del útero, que pudieron soñar, en la  gigantesca burbuja.

 “El Faro Astorgano”, 9, 9, 2022

 

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19, agosto, 2022

   Cae el sol sobre los familiares, los maceros, la Corporación, la Banda y los asistentes, como un haz de rayos candentes en el mediodía, y desde esta empinada cuesta del Oriente que baja hacia San Andrés se divisa un panorama cotidiano. Tras los tejados, la subestación, donde cuando niños vimos tendido en el suelo a un obrero electrocutado, con los pies agujereados. Más allá, junto a la Moldería, tan escasa ahora de arbolado, la casa blanca donde vivíamos cinco familias, y en la lejanía la vega de San Justo con el Tuerto alineado por los chopos. Hasta hoy no me había apercibido de que, en la cuesta, muy cercanos, se alzan dos cipreses gemelos; como en el camposanto, testimonian la pena que a todos nos alberga esta mañana, en la que emplazamos, en el nuevo mirador de abujardado granito, una lápida, enmarcada con ramas de roble, diseñada por Escarpizo. Con el escudo, y los nombres de la familia de los Morteros, fallecidos con el derrumbamiento de la muralla: Hortensia Mantecón (65 años), su hijo Francisco Fraile, de 20 años, el matrimonio José Dás y Eudosia Fraile, de 27 años, y su hijo de 10 meses, José Evaristo. Fue la nuestra una crónica resumida de aquella tragedia, y por parte de Pepe Núñez, en representación de los familiares, un sentido agradecimiento. Si hace 70 años la Banda acompañó los cinco féretros con melodías fúnebres, hoy, con el Himno de los Sitios, no han sido escasas la emoción y la tristeza.

“El Faro Astorgano”, 30, agosto, 2022




19, agosto, 1952

   La cerca o muralla, una vez mutilada por  la guerra napoleónica y desaparecida la obligación de los cuartos y alfoces de colaborar en su mantenimiento y vigilancia, cayó en la mayor de las desgracias. El cronista Martín Martínez dedicó tiempo para rastrear en las actas municipales la rapiña y venta en ella consentidas, las reparaciones no ejecutadas,  sus puertas  demolidas…  Desaparecido el arco de entrada de Puerta Sol  en 1918, permanecía,  aledaño, su alto paño oriental,  que cubría Las Cinco Llagas, y bajo el que, en la escarpada cuesta, se asentaban  casas humildes.En la madrugada del 19 de agosto de 1952 se derrumbó esta muralla, y fue tal la tragedia que en nuestra infancia, la de los niños de San Andrés, nos sobrecogían los relatos que el barrio no olvidaba:   el matrimonio abrazado al niño, los demás miembros de la familia, aplastados por el escombro;  las manos de vecinos incapaces de retirar las grandes piedras, las  que no rodaron hacia San Marcos y  la iglesia;  los astorganos,  arracimados ante el ayuntamiento, donde fueron velados los cadáveres… Sorprende que el consistorio abriese una suscripción popular, como ayuda a las familias, y, al tiempo, no les condonara  las tasas de propiedad de las sepulturas.  Setenta  años después,  en el nuevo mirador de Puerta Sol se colocará una lápida con los nombres de la abuela, vendedora de mantecadas en la estación, de sus hijos, de su yerno y de su nietecillo.     

“El Faro Astorgano”, 12, 8, 2022




Volver

   La pequeña ciudad que un día abandonó en la adolescencia no perdió sus principales hitos: las murallas, la  plaza, el palacio, la catedral, el jardín…, y desde la balconada ese monte  Teleno, ya  llameante, a veces amoratado, cuando  no esquivo bajo  un manto algodonado. Suyo es el dicho de Rousseau, “lo que uno ama en la infancia se queda en el corazón para siempre”:  las fiestas navideñas, con pandereta y villancicos, los tambores procesionales, los gigantones y cabezudos, el circo…, el misal de nácar y los guantes blancos de la  primera comunión, las meriendas en el río o en  el embalse  cercano…; la bici, el aro, el peón y los pitos… En realidad, su exitosa vida profesional en la gran urbe  ha sido como un paréntesis entre lo acaecido antes del último examen del instituto astorgano y la jubilación. Ha cumplido su anhelo de volver a la pequeña ciudad,   para  sentir su pálpito en la calle, en algún concierto o conferencia; deseoso de participar en una acción solidaria o de departir en una terraza. Como si de reliquias se tratase,  disfruta con las antiguas fotografías, que circulan  por las redes, con su imagen o de conocidos. Rememorando su infancia y acostumbrado a venir en fiestas, cuando abundan los visitantes, siente  que las calles en el puro invierno están  como muertas. Pero, transcurridos dos mil años, es cuestión de adaptarse a las estaciones, pues la ciudad, con sus altibajos, viva estuvo y viva estará.

“El Faro Astorgano”, 29, julio, 2022

 








Girasoles

   No anda escasa Astorga,  en glorietas,   grandes parques, jardines y avenidas, de verdes y peinados tapices, de árboles y de flores, gracias a sus afanosos jardineros. Pero su natural belleza también ‘cunde’ por el trabajo de los labradores, en las laderas  que remontan hacia el occidental Teleno,  en esas otras que se ondulan cara a   El Sierro, y en su pequeña vega. Las ayudas europeas hacen posible que gran parte del campo  no sea maleza y zarzal;   por ello aún roturan y orean la tierra, y en ella crecen venteados mantos  de cereales, enhiestas jabalinas con mazorcas y  tutorados lúpulos ornados de  conos femeninos. A 3000 km de aquí, en el granero del mundo, los invasores  atufan con su pólvora el aire que se respira, dejan malheridos o con el cuerpo amputado a niños y mayores, incendian las cosechas y  dificultan su exportación. Pese a tanto infortunio, los ucranios no alistados para la guerra siguen cultivando la mies, las pipas y la oleaginosa verde. Nuestros agricultores, sabedores de la carestía y escasez de los aceites, por la infernal tragedia,  han sembrado este año la novedosa colza junto a los cereales, en pagos de secano.  Y  en el regadío  han abandonado al maizal, en  favor de inmensas tandas de girasoles, coronados por la  viva, amarillenta flor. Los miro y remiro a ver cómo van girando para reverenciar al sol: empeño inútil, pues es el suyo un movimiento tan sutil como inusitada resulta  su belleza.

“El Faro Astorgano”, 15, julio, 2022 







QUO VADIS

   La apreciada escultura de material fungible,  ‘El Caminante’, de Sendo, emplazada en la plaza del palacio, fue incendiada por un chiflado, horas antes de su prevista retirada. Coincidimos en que el arte debe renacer hasta del fuego, por eso  le solicité realizar una réplica duradera. Siete años después, en mayo de 2011,‘El Caminante’, esta vez  en bronce, con la inscripción ‘quo vadis’ (¿adónde vas?), resurgía de las cenizas para recibir a los peregrinos y agraciar a los astorganos. En ello, y en su legado  artístico,  pienso en el nuevo camposanto de San Justo,  mientras el párroco, Víctor Murias, cuya predicación ha sido una ilustración de su retablo, oficia la última ceremonia. Es una tarde, esta, de domingo con un sol picajoso, chispeante, por  la pasada tormenta. En la amplia vega que se divisa, las choperas del Tuerto trazan una medianera de verdor horizontal, entre la espadaña de la iglesia del pueblo, las torres catedralicias y el brumoso, casi esquivo en la lejanía, Teleno. Acompañan a la familia vecinos  y amigos, compañeros de instituto,  Julio Llamazares, cada cual con sus meditaciones en tanto los albañiles, al trajinar los  ladrillos y la argamasa, producen lastimosos chirridos…  Ayer cogí en mis manos el cuadernillo, que me ilustró en 1985: “La Pelos”, la hija del Portugués que por nada le entra la congoja. Para preguntarle: ¿Adónde has ido?, Sendo, maleta a la espalda, ¿y qué paraje  nos has pintado ya?

“El Faro Astorgano”, 5, 7, 2022


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El templete

   En el atardecer  del viernes, 24, a los pies del templete la vista se recrea con la silueta brumosa del  Teleno, reposado bajo una  escorrentía de nubes de tintes  blancos. Aún cantan los pájaros en los frondosos árboles, que sustituyeron, en febrero de 1991, a aquellos negrillos, tan  románticos, mas moribundos por el maldito hongo.  Mientras la Banda interpreta, de nuevo en su palco enrejado, el programa de los ‘Arenales de San Juan’, un paseante pone oído y  se detiene absorto ante tan bello horizonte.  Han pasado casi tres años, desde las fiestas patronales, con el templete deshabitado, sin su cancilla abierta para que suban a jugar los niños en su peana octogonal. Apenas corre una fresca brisa, aromatizada por los tilos, y las composiciones, por ser  muy populares, mueven los labios de algunos espectadores, o incluso  levantan de sus asientos a contadas parejas para bailar.  Suena “El tambor de granaderos”, ya   disfrutado en la ‘Verbena de los  Arenales’ de 1899, y otras canciones de ayer y de hoy, como ‘Cuando calienta el sol’. Hemos vuelto con la Banda a celebrar el solsticio de verano, sin la hoguera de urces en la Plaza, pero con antorchas en una danza tribal. Es nuestra historia: hace dos mil años nuestros antepasados  festejaban la fecundidad  de Júpiter y Juno, e implantado el cristianismo, con parejos ritos, el halo profético del  Bautista, Juan, al que le atribuyen el bautismo de  Jesús de Nazaret.   

“El Faro Astorgano”, 1, julio, 2022




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“El Chico”

    Se cumplen 25 años de cuando Luis Miguel Alonso propuso prestigiar la tradición cinematográfica  de Astorga con la celebración de un certamen anual  y la concejala Geli Rubio acogió con entusiasmo la idea. Para celebrar dicho aniversario, uno de los propósitos municipales es contar con  una muestra más de ese arte efímero, que es el  grafito, ilustrado  con una escena fílmica. Podía  haber sido seleccionada una secuencia memorable, de entre las primeras propuestas por Dados,  de “Lo que el viento se llevó”, “Casablanca”, "Historias de Filadelfia”…, pero hemos preferido una imagen del primer largometraje de  Chaplin, “El Chico”. Estrenado en 1921, está inspirado en las penurias de su propia niñez, vividas primero en un hospital benéfico y después en un orfanato, y también por  el sufrimiento padecido al morir, prematuramente,   su primer hijo. El niño John se abraza a Charlot en la camioneta para no ser conducido al orfanato local: la ternura, la fe en el amparo de los humildes, un sentido moral de la vida humana…, se aprecian en la escena más divulgada de un cineasta genial. Que figurará, para ser reconocida como propia de valores universales de nuestra ciudad, tan visitada por  peregrinos y viajeros de los cinco continentes, en la oportuna medianera que linda por el sureste con la casa hospicio astorgana: aquella que en 1921 acogía, en edificios diferenciados, a niños y niñas expósitos de la mitad de la provincia. 

“El Faro Astorgano”, 17, 06, 2022   




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     Arraigo

  En Valdeviejas, por el fallecimiento o jubilación de los últimos labradores,  de la saga de los Nistal y Martínez, no hay quien atienda  la labranza; los pagos yermos no están, pues  aún se cultivan los cereales y el garbanzo de pico pardal, a cargo, como sucede en el campo de Astorga, de agricultores de San Román, Carneros, Celada… Para el recuerdo queda la bendición de los campos el día de San Marcos: el pueblo  subía, desde  San Verísimo, con la cruz y la Virgen de la Inmaculada, hasta las cercanías de la Cruz del Monte para, según ‘la hoja’ (el predio sembrado) dirigir las oraciones. Se conserva la  bendición del Ecce Homo, desde su ermita, por la mañana,  con novedades en los últimos tiempos, como se ha apreciado el domingo 22, con  la incorporación del pendón y la cruz de Murias,  y de otros 14 pendones, la ofrenda de los Caballeros del Silencio, el convite con el garbanzo… Y se ha perdido, con esta talla del XIX,  la bendición de la tarde para los pagos del Jerga, donde “el río de abajo”.  Pese a la extinción de una tarea, en Valdeviejas, que conlleva la sabiduría de siglos, de  los animales y la tierra, vecinos y familiares, algunos con la casa  ya cerrada, buscan su arraigo en una tradición en la que se aúnan lo religioso, la labranza o bien el pastoreo, y la fiesta. Y así también ocurre en pueblos cercanos, tan despoblados, cuando procesionan la imagen del santo patrón y suenan la flauta y el tamboril.

"El Faro Astorgano", 3, junio, 2022



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   San Isidro

   Después de aquel trágico accidente del 14 de marzo de 1974, padecido  por Tomás Frade y sus seres queridos más cercanos, la casa de la calle Matadero 14 quedó deshabitada. Con la muerte de  Tomás se finiquitaba  uno de los oficios más antiguos de la ciudad, que era el de guarda del campo.  Desde esta casa  se ven la Torre Vieja, la del Moro y el rosetón calado del hastial, catedralicios. En ella se reúnen los doce miembros de la Asociación de Agricultores y Ganaderos,  con anterioridad denominada Hermandad; contó con cerca de un centenar de socios hasta la mecanización y abandono del campo, y a su custodia ha quedado el archivo de la Cámara Agraria. De sus antiguos cometidos, conservan dos, el arriendo de los pastos y organizar la festividad de San Isidro, adelantada este año un día, por la Rogativa del Castro.  Procesión de Rectivía a Puerta de Rey, con parada en la catedral ante la Virgen:  la cruz, la bandera de Unión Agraria, de 1926,  con el bordado de la escena milagrosa, el paso con  la imagen del santo, la yunta  y el ángel;  castañuelas, flauta y tamboril, unos pocos fieles y  la representación eclesiástica y civil.  No faltó  el pan del santo con  posterior convite; para el  martes, 16, misa por los difuntos.  No perduran los fastos de los pasados 50, con el Concurso de Arada y Carrera del Bollo, pero la pequeña comitiva procesional encarna la resistencia a no dejar morir la herencia vital de nuestros campos.

"El Faro Astorgano", 20, 05, 2022







Colza

   En el término astorgano, desde la balconada de la muralla, los pagos ascienden, en lomas, hacia el Teleno, y desde lo alto de Villaseca se modulan en un suave oleaje con el dique de  la carretera que lleva al Atlántico. Son todos ellos de secano, donde se alterna  el obligado barbecho,   el campo baldío,   y los cuartales de cereales.  De trigo, cebada, centeno, avena…, los cuales, como ha llovido, reverdecen entre  campos de  hierba, clareados, y peinados  mantos de tierra “en fuelga”. Así es en Villaseca, y en sus pagos cercanos, Casares y El Barrial, Recorva y Toyedal…  Pero en los del otro extremo, los del suroeste, cuando el  pasado 27 el sol tuvo su cielo azul, florecieron los racimos de la desconocida colza con todo el esplendor del amarillo limón. Y con tan inusitada belleza, contemplada desde el amurallado mirador, que en   Fuentencalada y  Manjarín,  La Juncal y La Lomba,  incluso más allá,  en el predio de  Carbajales de Piedralba, las extensas  plantaciones de cereal, teñidas  de una gama de verdes, no resaltan, como sucedía, con primacía, sino sirven de  relleno para  lucimiento  de la oleaginosa maldita. Maldita, sin culpa, he dicho; mejor, proscrita desde septiembre  de 1981, cuando por aquella aceite, de colza,  desnaturalizada por unos timadores, entre los más de 4000 españoles que murieron hubimos de contar a Celsa Redondo, con 39 años, y más de una decena de vecinos quedó con sempiternas secuelas. 

“El Faro Astorgano”, 6,5, 2022










(Foto del brasero de Alfredo Fernández)

  El brasero

    Por prender, se puede traspasar la llama con una cerilla de madera china, o un mechero,  si me apuran hasta con un chisquero, pero para el rito del encendido del cirio pascual, con sus letras alfa y omega, la cruz, el cordero, el año y otros relieves, se requiere  de la hoguera el fuego. Alfredo, el sacristán que tanto trajina por los campos y con diligencia atiende la  intendencia  del Cabildo, se vale de leños de encina, a los que hace arder en un brasero, situado  en las cercanías del pozo del claustro neoclásico catedralicio; de sus rescoldos  se extraerá la llama con que  prender el símbolo de la Resurrección. Esas ascuas son el preámbulo para iniciar con cera de abeja, de llama pura,  la función divina;  y no dejan de despertar en uno la nostalgia de un tiempo a su calor vivido. El de la mesa-camilla,  con su vaciado círculo en la baja tarima para albergar el brasero, el cual primero en casa aventaban a la intemperie, y una vez asentado  se debía  escarbar con la redondeada pletina  de  la alambrera,  para que el picón no se apagase; y con cuidado,  no siendo que  el tufo te ‘atontonase’ y durmiese para siempre.  Le pregunto  a mi  carbonero,  Alija, si aún vende  picón  y me comenta que hace 30 años, mil sacos, y ahora para nostálgicos de nuestras comarcas y de otras bañezanas, cien.  El brasero, cual reliquia,  aún  perdura,  para la llama pura del rito pascual y el natural y familiar calor de la mesa-camilla.

“El Faro Astorgano”, 22, abril, 2022







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¿Dónde la bolla?

   Fue el diccionario académico de 1925 el que sumó a las dos acepciones  históricas de la palabra ‘bolla’, las recogidas por el gran don Santiago en su “Dialecto vulgar leonés”. Así, al significado de un impuesto para la venta al por menor de tejidos, en Cataluña, o  la fabricación de naipes, se añadían, como propios del territorio leonés, los de un panecillo “hecho con harina de flor y leche”, o bien el popularmente conocido como ‘panico’, de una libra de peso. La bolla de harina muy refinada acompañaba el chocolate de la tarde, y es la que la maragata del mural de Sorolla  lleva, con actitud oferente,  en sus manos. El origen de  la otra  bolla,  de pan común, se debe al obispo  Pedro Fernández, quien  donó en 1262 dieciocho fanegas de trigo para fabricar ’panicos’ con que obsequiar, por  Santa Marta  y Pentecostés, a los pobres y a los cofrades.  La bolla, de sabor delicado, en palabras de Alonso Garrote, y la genuinamente astorgana o ‘panico’, aparecieron por última vez en el “Diccionario” de 1992. Desde entonces,  la despachan como “pan pequeño”, de uso en Astorga, León y Salamanca. La cofradía de la Vera Cruz, que conserva la tradición de la bolla, con encomienda de amasarla a La Flor y Nata, pide que suenen las trompetas y redoblen los tambores, para que los académicos la  liberen del destierro, y retorne, plena, triunfante,  al universal diccionario,  que bien lo merecemos nosotros, y no digamos don Santiago.

“El Faro Astorgano”, 7, 04, 2022

 




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   La Dominica

     Disfrutamos  múltiples sones que se cobijan en el interior de  nobles edificios, por grandes orquestas y corales, chantres y  organistas,  pero no menos gratos son aquellos otros que se expanden libremente hacia el cielo. Con tal fortuna, que tiene la ciudad, junto a las campanas, habituales sonidos en sus calles: del tamborilero cuando acompaña a los gigantes y cabezudos, de los gaiteros de Sartaina, de estruendosas tamborradas, de la  Banda Municipal,  que dignifica el tránsito de  la Corporación en las festividades… Y  de ‘La Dominica’, que el  sábado 19, atemperada la pandemia, ha vuelto a anunciar la Semana Santa. Conserva  esta ancestral tradición la Real Cofradía de Puerta de Rey, y son suficientes unas sentidas notas y  tres instrumentos, el timbal, este año  batido por  José Manuel Villalibre,  y dos trompetas,   a cargo de Nerea Ferreiro y Pepe Juidía,  para  poner en conocimiento de la vecindad, cofrades y autoridades, que prontamente será otra la ciudad. Engalanada y devota, día y noche, con  ‘paparrones’, cornetas y redoble  de tambores, pasos procesionales y oficios de La Pasión.  Olerán las tabernas a canela,  por las sabrosas torrijas,  y a vino aromatizado de limón  y  licor,  al verter la  limonada;  e impedimento no será apartar la mascarilla, molusco aún ante nuestra boca, para tal degustación. Tal festividad, proclamada por tres cofrades está, con unas  sentidas notas: mi-mi, mi-do, sol-sol-do.

“El Faro Astorgano”, 29, 3, 2022








   
 Campo baldío

   Los ucranios de las oficinas y de las fábricas, y los que aran sus campos para exportar a los países de la Unión cantidad ingente de cereales sufren, por la Federación Rusa, una salvajada que siega sus vidas y provoca el mayor éxodo desde la Segunda Guerra. Como daño colateral, ciudadanos de esa Europa, en la que añoran participar, se compungen por la escasez  y el precio que alcanzarán los sacos de pienso con que se alimenta  al ganado,  y acaparan  estos días  botellas de aceite de girasol,  paquetes de harinas… En España, con tal  frenesí que recuerda el mono por el papel higiénico en la naciente pandemia. Comentaristas y políticos de cuna urbana vuelven los ojos a la España despoblada, con gran parte de sus campos  y montes yermos o abandonados. No es el término astorgano pródigo en regadíos:  el Jerga  baja  escaso de caudal y la vega de la Moldería cuenta con limitadas hectáreas. Nuevo valor cobran nuestras lontananzas de secano, las cuales, con las ayudas europeas, hoy se hallan, en buen número, cultivadas de trigo y de cebada en los antiguos pagos,  los de El  Juncal y Torraos,  Los Chanos y El Barrial, en los de La Picona y Casares… Si pasear nos gusta,  adentrémonos en nuestros campos, en ellos despuntan las mieses, o están en año de barbecho, por el sabio dicho: “Encima de la paja raro el año que pintaba”. Sálvese Ucrania y lábrense los campos de las comarcas que no están en barbecho sino de baldío.

El Faro Astorgano, 11, 03, 2022


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   Curva angosta

    Hace 59 años que Valeriano Raposo y Ceferina  Mendaña  subieron a vivir a la Corredera Baja. Para llegar desde la Plaza a la que fuera fábrica de chocolates de Tomás Rubio, la cual herederá  su hijo Delfín  en 1905 y con posterioridad adquirirá  Román Crespo, Ceferina debía caminar con la compra 2 km largos por la carretera a Nistal. Por aquel entonces, ya era una industria  desnuda: sin las máquinas de vapor y de tres cilindros con correaje, sin el galet, las artesas, batidoras…  Pero los herederos de don Román dejaban habitar  la vivienda del interior a la familia Raposo, a cambio de evitar la ruina del inmueble: Valeriano recorría los tejados  y su esposa mantenía  la cocina y las habitaciones limpias como el jaspe. De la antigua fábrica, de 370 m2, ni siquiera su completo esqueleto permanece en la actualidad: no se adivinan,  tras  las ventanas con recerco de ladrillo, los cuartos de la maquinaria y el horno, la carbonera y  el almacén, las cuadras y el gallinero…; y ni rastro del  jardín con su cuartal y medio de sembradura. Las cunetas de la carretera están jalonadas de zarzales  en el término astorgano. La Diputación va a mejorarla: desaparecerá la angosta curva, sobre la Moldería, porque donde Tomas Rubio  adaptó para fábrica de chocolates un molino harinero, que consumió el fuego, y después, en 1884, alzó  el noble edificio, hoy  pura ruina, una pala dejará expedita  la finca para tupirla con caliente betún.

“El Faro Astorgano”, 25, 2, 2022 







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 N.P.  2090

   Al acceder, bajo el arco,   a la casa consistorial,  nadie alza la vista hacia el demonio protector, que es su clave, y aún menos repara en la pequeña placa, un cilindro de bronce, con la inscripción  N.P. 2090  y clavo señalizador,  incrustada en el primer peldaño. No es esta señal, del Instituto Geográfico, la única para ilustrarnos sobre la altura del promontorio y las laderas en relación con  el nivel del mar en Alicante: la ovalada, al costado de la puerta de los obispos catedralicia, reseña  en su centro  870,3 m, pero si tomamos como referencia  su suelo el punto más alto de la ciudad hemos de fijarlo en 868,27 m; se conserva un clavo metálico, quizás desplazado, junto a la sala del Jefe de la Estación del Norte, a una altitud de 845,41 m. Estas tres señales, de la catedral, ayuntamiento y estación, son las más antiguas y están registradas en el primer quinquenio de la década de los 20 del pasado siglo. Una posterior,  el clavo en el segundo peldaño, frente al n.º 2 de la calle del Pozo, indica una cota de 858,21 m.  Mi especial querencia es por ese pequeño cilindro empotrado, municipal, de siete cm de diámetro, a una altitud de 864,98 m. No puede rivalizar en primacía con el  óvalo catedralicio, que ocupa el puesto 142 mientras a él le corresponde el 2090, pero el trasiego de astorganos que de continuo lo pisan aviva su esplendor, en su bruñido, las iniciales N.P. (nivel de precisión), y la numeración.

“El Faro Astorgano”, 11, 02, 2022






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    91 + 1

    Al mediodía de este domingo, 23, el sol recibe a uno de lleno, por la  calle de San Marcos, y ya no hay en sus tejados rastro alguno del almidón helado que los cubrió en noche tan fría. Es mi destino esta travesía, que contó con capilla y alberguería en el siglo XIII, la de Doneth;  limita por el este con la vía férrea que, hasta el 85,  te llevaba  hacia la Extremadura; mientras, por occidente te conduce a la Iglesia y Zapata, o bien a las Correderas y Postigo, a Puerta Sol y hacia San Feliz. Este enjambre de calles, en las décadas centrales del XX, con el bloque de viviendas, simuladoras de un tren en la Estación del Oeste, eran un hervidero: de ferroviarios, panaderos y labradores. Desaparecieron los primeros, solo los nietos de Juanín, Mariví y Juan, en el antiguo horno de leña Balart, cuecen cada día el pan en El Postigo; y el último labrador de alta en la ciudad, Miguel Alonso, figura en la nómina anual de jubilaciones, son 92, provincial. Con Miguel ante el descolorido tractor, hacemos un recorrido por las casonas que fueron de labranza: de la Baltasara, de la Morena, los Estebinas, los Pepitas, del Panerista, del Ti Berciano… Le pido que me enseñe los aperos con los que, uncidos al viejo tractor, cultivó los campos: la vertedera, las gradas, la sembradora, la segadora, los ‘soles’ para hacer ‘marallo’, y le digo que son valiosa artesanía, y su vida, desde la infancia, pura resistencia del pequeño labrador.

“El Faro Astorgano”, 27, 1, 2022





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   La Cabalgata

     Al final, se alejó el aguanieve minutos antes de las 18 del miércoles, así que también en Astorga hubo cabalgata de Reyes, que discurrió por esa amplia  arteria  arbolada, cercana al cuartel,  y ennoblecida  por la catedral, el palacio y   la muralla. Discurrieron las carrozas de Melchor, Gaspar y Baltasar con esplendor, acompañadas de figurantes y danzantes, y redoble de tambores, hasta El Melgar. Que no es la Plaza, pero dado su telón de fondo, con el humo de las chimeneas del  encantado castillo, por la lumbre encendida por Cenicienta, y el Gigante Egoísta,  encaramado al ábside catedralicio para vigilar su jardín, quedó el contagioso virus abrasándose en su incontenida rabia. Tiene la Cabalgata, en cualquier circunstancia y tiempo, un encanto especial: se lo dan los niños, con su inquietud, alborozo y ojos chispeantes; también los padres, pues reviven la festividad más emotiva de su infancia, cuando abrillantaban los escasos zapatos y, por aquellas noches de diamantina nieve,  oían soñolientos al  rey mago acercarse a posar en ellos lo que resultaría ser un estuche de dos pisos con su tapa-regla, unos juegos reunidos… Llegaban los Reyes a la Plaza, en nuestra niñez, montados a caballo, cuyas riendas sujetaban los pajes, y se apeaban con gran ceremonial. A caballo iban este año los pajes, y uno de ellos no dejó de relinchar en toda la travesía. No conozco mejor pregonero para festejar tan entrañable costumbre.

“El Faro Astorgano”, 14, 1, 2022









 El roscón

           De la palabra rosca, conocida ya en 1300 con el significado de un bollo o pan cuyo centro está vacío, deriva el aumentativo roscón. Se cumplió, en el año despedido, el trescientos aniversario de la primera cita, conocida, de este dulce, a propósito de un jumento que comía tan satisfecho la paja o el heno “que a pechugas le sabe y a roscones”.  Su evolución desde la “massa”, mezcla de agua y harina, a la elaboración popularizada  a principios del XIX —cada huevo requiere una cucharada sopera de azúcar y de harina— nos es desconocida. Alonso Garrote recuerda cómo en Nochebuena, por los años de La Gloriosa, este dulce predilecto llegaba a la mesa familiar en una gran bandeja con la ‘chimenea’ rellena de almendras, de caramelos,  y coronada por una pera dulce; en su derredor se colocaban los turrones y pasteles. El roscón es golosina que iguala a  pobres y a ricos. Comprar hoy un molde acanalado está al  alcance de cualquiera, pero  hasta  bien entrado el pasado siglo las personas más humildes se valían de una lata grande, a la que el hojalatero le acoplaba el tubo central.  Había quien adquiría el roscón  en las tahonas o confiterías, pero no faltaban mujeres que hacían el batido en la habitual panadería, para cocerlo en su horno. Con menor consumo, el roscón sigue conservando su nombre, sabor y esencia; hoy prima el artificioso de Reyes, importado con posterioridad, nada tiene de esponjoso, y muchos poco de natural.  

“El Faro Astorgano”, 4, enero, 2022






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 Estrellas

   Hoy es 13 de diciembre y campanean Colasa y Zancuda las 5 de la tarde. Frente a  la ecléctica fachada del Teatro Gullón, diseñada por  Cárdenas, un búho y unas estrellas sombreadas de lluvia reciben nuestros pasos. La Academia entrega, como galardón, el busto de Goya, y nuestro Festival el búho del palacio de Gaudí, modelado por Castorina. Desde 2017 el búho ha bajado a la entrada del Teatro, para anunciar que uno accede a un templo de ingenio y  sabiduría. Cada año lo acompaña una nueva estrella, menos la del septiembre pandémico, con el nombre de los galardonados: Santiago Segura, Verónica Forqué, Marisa Paredes y Juan Diego. Sobre la estrella de Verónica Forqué se va secando la lluvia de lágrimas y su cantarina  voz parece haberse quedado para siempre, que no desde hoy su grácil persona, en la bóveda sonora de la platea. Escarpizo elaboró el dibujo y las plantillas para esculpir el búho, y las estrellas de seis puntas  —las de Holywood,  cinco—, con singular valor artístico. Tres piezas se acoplan en un armónico conjunto: el enmarque,  de granito,  y  la luminosa estrella,  con su  fina corona roja, de areniscas;  las letras,  rehundidas, en rojo sangre, y en el centro despunta  la simbólica  rama de roble. Agustín Fernández ha sido el artesano  marmolista, buen sucesor  de Daniel Lois, uno de los cuatro bienhechores que alzaron  el  Teatro,  en 1923, y cuyas iniciales figuran  en uno de los medallones modernistas.

“El Faro Astorgano”, 21, 12, 2021

   





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 Ómicron

   Como ninguna nación quiere  cargar con el sambenito de las variantes del coronavirus, desde mayo la OMS tomó la decisión de bautizarlas con las letras del alfabeto griego: alfa, beta, gamma, delta… Y ómicron, ‘la pequeña o’ para designar el ruin bicho, agresivo y transformista,  procedente del sur de África. Aparte el temor que cunde estos días ante  este devorador microbio, por si hemos de retornar a las cavernas y apartarnos de los vecinos,  satisface que el alfabeto  griego  concite el consenso de los diversos países del mundo. Mientras tanto, en España se arrincona el estudio de esta lengua, y de la latina, fundamento ambas de las lenguas romances. Universales han sido la arquitectura, la escultura y la mitología griegas, en monumentos y creaciones literarias. Algunas ciudades, Astorga misma, han tenido la fortuna de conservar testimonios de esta lengua y de algunos de sus pretéritos hablantes en hermosas inscripciones: nuestro Thaumastus, el esclavo que en blanquecina lápida pide para su contubernal esposa, Lyde, fallecida a los 28 años, que la tierra le sea leve; el procurador Melanio con su  ara votiva a las diosas Némesis…. O el desaparecido anillo de oro, octogonal,  con sus iniciales en la clásica lengua, atribuido a la secta del obispo Prisciliano. Y una pregunta  inocente: si para la pandemia  la lengua griega, a todos iguala, negros, amarillos y blancos, ¿por qué no seguir su ejemplo con la vacuna?

El Faro Astorgano, 2, 12, 2021






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   ‘La bufina’

   No solo son las lenguas de carmín  amoratado  en los atardeceres las que anuncian que se irán intensificando las heladas hasta dejar al sol oculto en su resplandor, sino “esa brisa o airecillo helado y sutil” que, por la mañana o al atardecer,  afeita la cara. La llamamos ‘bufina’;  “corre una bufina…”, decimos a cualquier conversador  mientras apuramos el paso, porque no está el rato para andarse con milongas y complacencias a la intemperie. El “Diccionario” no recoge este término,  genuinamente leonés, tan acertadamente definido por Alonso Garrote;   y que bien pudo surgir por esa querencia nuestra por los diminutivos, ”guapín”,  “pequeñín”, “saladín”, que otros pueblos no han llegado a ingeniar, y que sirven tanto  para mostrar cariño como un irónico  reproche.  Las nuevas generaciones, con el reduccionismo del vocabulario, no usan apenas  la palabra ‘bufina’, ahora todo es ‘brutal’, “hace un frío brutal”, “estuvo brutal”, “¡oye!, el concierto, brutal”. Tampoco es que acudan a otros términos o expresiones de su familia léxica, y que  son oportunas: “Viste, cómo bufaba el profe”, “mi padre me soltó un bufido que salí pitando”…  Escribo, pues, para reivindicar estas palabras onomatopéyicas, tan sonoras  en días de otoño ya marchito,  porque,  “buffff…”,   corre un airecillo helado y sutil, y   la gente, con la que cayó y está cayendo, en  España y otras naciones, tal es su enfado, que “¡¡buffff…!!”,  está que bufa. 

“El Faro Astorgano”, 18, 11, 2021



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    La luz

     Este agosto estábamos con Jordi Socías, disfrutando su magna exposición en el Gullón. Alguien le preguntó si algún día nos obsequiaría con fotografías de esta tierra, dado que la frecuenta, y de ser así qué motivos podrían interesarle. Respondió que, llegado el caso, el objetivo de su cámara no iría encaminado a un personaje, un monumento, un paisaje, sino a la luz. Captar, ‘impresionar’ la luz  de Astorga y de su entorno no es arte menor, tampoco apreciarla según qué estación, qué punto cardinal, qué instante… En cualquier caso, muchos aficionados, en los digitales, cuelgan  fotografías  de los atardeceres por poniente, tan corridos  de sol y sombra  en  sus lomas hasta  alcanzar la  ardorosa vistosidad, ya  sobre la cima del Teleno. Mas  apenas se presta atención a la luz del oriente, por donde el sol y la luna asoman como bola de fuego o de diamante, y cuando remontan avivan  los frutos de la labranza, que riega la Moldería Real.  Este mediodía de domingo en esa pequeña vega raspados están los hierbales y el cereal;  se alzan maduros los maizales, los que no han sido  triturados, y cae un sol tan vertical que diríase que todo el campo es polvo de oro bajo  el infinito azul. Con dos pompones de hierba empacada en funda  de almidón, y que el tractor con sus tenazas apresa. La luz de Astorga, pues, acompañándonos siempre  está: una foto algún día  nos sorprenderá con aquello que vemos y  nunca  hemos sabido mirar.   

El Faro Astorgano, 26, oct. 2021


 















                                     AT

  En el Medievo fueron tantos los peregrinos a Santiago que aquí llegaban,  por la calzada romana proveniente de  Burdeos, a través de Roncesvalles,  y  también por  la occidental de Mérida a Astorga, que la ciudad  se pobló de hospitales y alberguería. Hospitales algunos suntuosos, y otros diminutos, con precarias instalaciones para el hospedaje;  hasta 26 se constatan, regidos por cofradías  gremiales, de cardadores, zapateros, pellejeros…, o de clérigos. Veinte de estos hospitales desde el pasado santo del Apóstol cuentan con un artístico azulejo para evocar su emplazamiento, insertado en antiguos o modernos edificios, con los datos fehacientes de su historia. Llegada la  noche, diez de ellos te sorprenden a cada paso en el pavimento, con un dibujo de ligeras líneas luminosas emanadas de un alto foco. Inspirado en el ara votiva de Quintanilla, dedicada a la deidad griega y egipcia, Zeus-Serapis,  reproduce la  figura  de la  palma de la  mano  entre las columnillas, bajo el remate del frontón.  Pero no  los nombres de los dos principales dioses, que son reemplazados por dos discretas iniciales, AT. Si los romanos de Quintanilla pretendían con el ara recibir  a sus invitados con  paz y  amistad, la Asociación de Amigos astorgana con esa sigla, “Acogida Tradicional”,  reclama para el Camino su histórica esencia hospitalaria, puesta en solfa hoy en día, tanto como su espuria falsificación con fraudulentos trazados. 

“El Faro Astorgano”, 14, 10, 2021







Perico

     Desaparecieron los viejos teatros decimonónicos o de principios del XX, a cargo de las Sociedades o del Ayuntamiento, como el habilitado en la que fue panera del castillo del marqués, sito en solar donde se  levantó de 1889 a 1892  la cárcel del Partido, y ahora se alzan los juzgados. En cuanto a sus más inmediatos sucesores, el Velasco, con una antigüedad de un siglo y una década, y el Gullón, que en un par de años celebrará su centenario, casi resulta milagroso el que, con reformas menores o de gran envergadura, permanezcan en pie y abiertos al público. Acogió el Gullón, desde su apertura, las más notables compañías, como la de Eugenia Zúffoli en 1928;  o la de Enrique Diosdado, en 1968, con la obra Primavera en la plaza de París, del dramaturgo  Ruiz Iriarte. Entre los actores de esta última comedia,  el reclamo se debía a Amelia de la Torre, y no a un veinteañero de amplio flequillo,  Juan Diego, que interpretaba a Perico, el joven que, con su emparejado amor, reconcilia dos ideologías  enfrentadas en la precedente guerra.  Este Juan Diego, al que Lorenzo López Sancho en la crónica sobre esta comedia reflejó, en ABC,  como “alegre y bien pintado”,  hoy peina canas; es genio y figura histórica de la representación, y celebraba días pasados la persistencia  de su  vocación,  precisamente en  el escenario donde recibió   primeros aplausos y, a propósito  de nuestro Festival de Cine, el principal galardón.

“El Faro Astorgano”, 28, 9, 2021






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   La Buraca (y 2)

   No solo  existía un  gran buraco, en la calle de su nombre, también otros más pequeños, amenazantes para las casas altas del  Postigo;  fueron taponados, a costa de sus vecinos, en el otoño de 1952, ante la  tragedia acaecida por el inmediato derrumbamiento, el 19 de agosto, del paño de  Puerta Sol. El gran buraco sirvió, durante la postguerra y hasta  los 60, en que fue cegado, como  precaria vivienda para  varias familias. Permaneció, a su lado, otro más pequeño hasta la siguiente década, convertido por los chavales en fortín para  sus hogueras y pedradas. Como tiraban hacia la Buraca las hojas marchitas del Jardín, incluso otros desperdicios, se formaba una gran montonera, que facilitaba  a los mozalbetes  el poder  ‘engarriar’  por la escarpada muralla y colarse en las  verbenas de cobro. Llegados  arriba,  ante  el templete con su orquesta  y las elegantes parejas, creían asistir al  deslumbrante baile en el que el emperador Francisco José dice amar a Sisí. De desperdicios como  paños y zapatos, se valían los niños de El Corralón —aquella casa de vecinos con gran patio, al final del Postigo—, para disfrazarse e ingeniar sus ‘funciones’, en medio de regatos malolientes sobrevenidos de las viviendas. Ya no arrojan a  la Buraca la hojarasca otoñal del Jardín, ni otros desechos,  pero se filtran sus humedades, que han ocasionado este 16 de agosto el mostrarnos de  nuevo la ciclópea muralla en su viva encarnadura.

“El Faro Astorgano”, 14, 9, 2021








    La Buraca (1)

   Llevaban las  calles los nombres que los astorganos usaban, por estar en ellas asentados monumentos, oficios y establecimientos: de la Catedral,  Panaderas, Carretas, Postas, del Carbón…;  otras, por la percepción de su trazado o  antigüedad, como de la Culebra, y las rúas  Vieja, Antigua y Nueva. La calle que discurre bajo  el paño de la muralla que va del Cubo de los Sabios al desaparecido Mirador (desde donde voceaba el Pregonero para los vecinos de San Andrés),  no fue bautizada con nombre de mérito;  apreciemos  que  limita con vías  de tanto abolengo como  del Postigo, hacia el sur,  y  Puerta Sol y Corredera, cara al  oriente. A ella  la vecindad le ha adjudicado un término propio de estas tierras occidentales,  cambiándole el género, con fino oído, pues de escuchar  calle del Buraco a de la Buraca es como permutar una carraca por una dulzaina; gente espabilada, pues  si te preguntan a dónde vas, tú contestas sin aditamentos, a la Buraca, y tu interlocutor se entera de que te encaminas a una calle;  pero si respondieses al Buraco te imaginarían como un  Max Estrella  en la cueva de Zaratustra, acompañado de un loro, un can y un gato. El gran ‘buraco’ no era  sino la desembocadura de la cloaca romana del Jardín, de un m de altura y medio de ancho, con una longitud accesible de 1,70; a la vista estaba por haberse desprendido parte del forro de su derredor, el mismo, en parte, que este 16 de agosto se derrumbó.

“El Faro Astorgano”, 10, 9, 2021








      No bailan

     … los gigantones este año no bailan, quietos están durante horas como maniquís  de escaparate, con unos pocos cabezudos, ante la fachada consistorial. Por las mañanas deambulan con una pequeña comparsa y tamboritero, por los barrios intramuros,  y se asoman a aquellos otros que hacia el  oriente, sur y poniente alegran la vista de los astorganos:  con un sol, al amanecer incandescente,  desprendido del suelo; al mediodía  de luz radiante, y en la oscurecida  como oronda llama furtiva tras el Teleno. No habrán sido los únicos por fiestas confinados, pues desde que se identifican sus ancestros —los de 1910  que representaban las cinco razas del mundo—, la ciudad ha padecido, además de esta pandemia, guerras, viruelas y calamidades. Más suerte tuvieron los de nuestra infancia, que no les aconteció ningún sobresalto, en el tránsito de los años 50 /60:  el Príncipe y la Princesa, el Ogro y la señorita Lilí,  y los trece cabezudos, el  Moro, el Vasco, la Bruja…; iban acompañados por el gran tamboritero Aquilino Pastor y danzantes maragatos. Dentro de los cuatro gigantones al azar escogidos, este año no se esconde mozalbete alguno: Colasa y Juan Zancuda, el caudillo Sebius y la guerrera Charriaya son portados sobre ruedas; y los cabezudos, desinfectados, el Lobo, la Tuerta, el Payaso…,  blanden la escoba como quien abanica el viento. No bailan, pero los acompañan la flauta y el tamboril y muchos niños alborozados.

“El Faro Astorgano”, 27, 08, 2021











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    Vencedora

    No son fibras de bruñido oro sino bramantes de cobre trenzado que culminan, a 69 m de altura, las  torres catedralicias Vieja y del Moro. No ha habido aparatosa antena, sobre los más elevados e intrusos edificios, que les disputen a estos pararrayos, instalados por Eliseo, de Sateluz, el ser los finos mojones bajo la capota del cielo. Anclados están, como soga de escalada,  en las cruces  de las veletas unicornio,  hasta soterrarse,  bajo los jaspes del atrio, o junto a las pilastras jónicas del claustro. Resulta llamativo, por cercano, el doble tendido del pararrayos de la torre más conocida como Rosada que del Moro, pero pronto será filamento discreto, pues cierzos y soleamientos lo tornarán de un color mortecino, desapercibido. Decían que el rayo del 25 del penúltimo julio había caído sobre la varilla de Pedro Mato, pero el abanderado de los vientos a salvo ha estado de las tormentas. Aquella estrepitosa descarga eléctrica derritió  la punta Franklin, desconectada, en la picota de la  Torre Rosada; no alcanzó las campanas —sépase que Santa Bárbara grabada está en la  María Asunción y en la de San Antonio—, pero abrasó el equipo de sonido y el electrónico. En el 550 aniversario del asentamiento de la primera piedra de esta nueva catedral, por el canónigo fabriquero Bartolomé Alonso, su  sucesor, Blas Miguélez, con los cobrizos bramantes, la ha dejado para la posteridad vencedora de  las  ‘diabólicas tempestades’.  

"El Faro Astorgano", 12, 08, 2021



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      CM

   Cuesta arriba, en el ángulo sureste de la antigua ciudad, de su muralla y arco de Puerta Sol no quedan más vestigios que piedras rodadas, y restos de las humildes casas que, con sus habitantes dentro, fueron reducidas a escombro por el estrepitoso derrumbe el 19 de agosto de 1952.  Alcanzada la cima,  donde estuvo el primer hospital astorgano, el de San Esteban, se halla el regido por la Hermandad, surgida de la unión de cinco cofradías;  sufrió un pavoroso incendio el 8 de enero de 1981, y  ha sido  reedificado por el Obispado para acoger a personas con minusvalías físicas. A su lado, el convento de la congregación Siervas de María, con sus ventanales de diferenciado diseño para  cada uno de los tres pisos y engarzada espadaña, presenta un decoro que no desmerece del noble edificio aledaño.  Es una tarde apacible esta del segundo sábado de julio, y sentados  en la escalinata de este convento, reconvertido en albergue por la señera Asociación de Amigos del Camino desde 2006, peregrinos de diversas nacionalidades esperan el inicio del concierto de la Banda Municipal. Para conmemorar el 900 aniversario del hospital de la cofradía de San Feliz, asentado en este mismo lugar, en solar se cree donado por Sancha y Elvira, hijas de Alfonso VI. En cada pieza, que tan bien suena, los aplausos del numeroso público asistente son un tributo a la hospitalidad, dispensada, durante  tantos siglos, a cuantos caminan a Compostela.

“El Faro Astorgano”, 23, 07, 2021




   Sol y viento

   Nominan a esta época como la de transición energética. Con el afán de minorar el ‘calentamiento global’, los Gobiernos de la Unión Europea apadrinan el ir sustituyendo el petróleo, el gas y el carbón, también las centrales nucleares, por las denominadas energías limpias, obtenidas por medio de artefactos que reciben  el flujo del sol y del viento.  Voraces negociantes  peinan el relieve patrio para alquilar, por un largo plazo,  terrenos de meseta y llanura, donde instalar placas solares; o bien las cumbres de las montañas,  para coronarlas de  gigantescos puntales con el aspa de los molinos de viento. No vienen faltando en ‘la contorna’ Juntas Vecinales que celebran Concejo para con la propiedad del común sacar de estas instalaciones pingües beneficios, tampoco Ayuntamientos que esperan el rédito de las tasas;  y qué decir de particulares para quienes el baldío ayer menospreciado hoy les parece terruño de oro. El mes pasado en el Gullón era presentado el ‘Geoparque Médulas-Teleno’: proyecto para solicitar a la Unesco el certificado que favorecería el desarrollo socioeconómico y cultural de Astorga y las comarcas de su Partido,  Maragatería, Cabrera…, y el Bierzo.  El patrimonio romano, el camino peregrino y la naturaleza  de estas tierras,  que son el  aval para el Geoparque, casan mal con hurtarle, sin consideración,  el sol al campo, y convertir, sobre las cimas,  en  zaheridor chirrido el silbido del viento.

“El Faro Astorgano”, 2, 7, 2021













Fuente forestal

  Pasadas las siete  de la tarde del sábado 5, Julián García,  agente medioambiental (antes llamados guardias forestales) se afana,  envuelto en una humareda, en apagar el fuego, que alguien debió prender al transitar por la senda que une el camino del Cubillo con el parque y fuente del Mayuelo. No le falta  pericia, pues con el batefuegos  va acorralando, aquí y allá, las llamaradas que se extienden hacia la casa del sur como agua sobrevenida del mar. Cuando llegue la autobomba, en un pis pas empapará el ardiente baldío, del que saldrán, durante horas, vencidos ramilletes de humo. Esto pasa: los antiguos campos de cereales  que por junio, granados, doraban estos parajes de las dos fuentes y  rebrillaban con la brisa  son hoy presa de la maleza. Y donde antes llegaban los segadores y se oían sus cantos  al cortar la mies, ahora arriban  los forestales para  sofocar el restallido del  fuego. Cuentan  estos benéficos agentes con  un  emblema en la fuente del Cubillo, desde que, a fines de los 70, la dotaron de frontal y abrevadero. Apenas echa un chorrillo, por ser saqueada su corriente, pero su agua, de entre las fuentes naturales de la ciudad, es la de mayor calidad. El medallón-emblema, de cemento, aún conserva la pintura aplicada por el forestal Roberto Bayón, y vaya si lucen su corona, el marco real y el zapapico; y sus dos ramas, la de pino,  y la  que puede ser  de encina,  por la hoja, o de roble, por el fruto.

"El Faro Astorgano", 17, 6, 2021

 











Las palmetas

   En el tránsito de los dos últimos siglos, activas las líneas férreas del Norte y Oeste,  el auge de la industria del chocolate y harinera conllevó el surgimiento de una burguesía con ínfulas arquitectónicas;  no  en vano, ante sus ojos,   el Palacio se alzaba como la filigrana  artística de una nueva época. En realidad, aquellos edificios entonces levantados contribuyen, junto a los monumentos, a  que Astorga  conserve  empaque y señorío. Uno de ellos  es el de Juan Panero, en la plaza Mayor, con extensa vuelta a Bodegones (Prieto de Castro). Se mantiene con  su ladrillo aplantillado, granito y exquisita forja, aunque sin la buhardilla por la que  los Panero salían a la cornisa jalonada de  palmetas,  para contemplar la sustancia de la Plaza, que no es sino el trajín, salvo durante pestes como la acaecida,  nunca perdido.  Fue en 1890 cuando solicitó sustituir el viejo caserón,  para mayor confort  de su numerosa  prole, y  disponer de modernas dependencias donde fabricar chocolate a brazo, albergar almacén de  coloniales,  ultramarinos, hierros y aceros… Ahora acoge un banco y pisos turísticos, los  ‘Ultramarinos  Aquilino’  y viviendas. Como el pelícano bajo el soportal,  el demonio, los donceles y las gárgolas del consistorio,  las palmetas de cinco lóbulos  que coronan la cornisa de esta bella casa pasan desapercibidas.  Mas  son herederas  del  arte clásico,  y les atribuyen  representar  la aureola del sol.

"El Faro Astorgano", 4, 6, 2021

Acta 17, mayo, 1892 "Que se diga a D. Vicente Pallarés que la línea de construcción de la casa que está llevando a efecto en la plaza Mayor sea la misma que tenía la cárcel vieja". Actas 5, junio y 19 de julio de 1892. Pasa a C. de Gob. la propuesta de Antonio Canseco para poner esfera iluminada". 




Ciberataque

  Nuestros hábitos  en cuanto a la  información y comunicación han cambiado mucho. En casa y en el trabajo para la vecindad siempre está uno pertrechado de un telefonillo,  que canta como un toque de gong  cuando un mensaje  llega y reverbera en su  plaquilla ratonada. Me parece que fue anteayer, 1988, cuando el presidente Alberto Pérez Ruiz inauguraba el primer  teléfono móvil provincial. Pronto desde un telefonillo, o el ordenador, fue posible acceder a una información universal, y hoy en día desde ambos artilugios puedes realizar cuantas operaciones precisas en la vida diaria. Con un pero: lo que te place y curioseas, todo cuanto las administraciones  trajinan con sus cuentas e informes es sabido  y velado por un  ojo supremo en una incolora nube.  El lunes, 10,  los becarios  Iván y Víctor me alertaron de que no maniobrase con  el ordenador,  porque un maligno Zeppelin había lanzado una dentellada a  la documentación municipal. Al igual que en el Medievo, ante una invasión,  se cerraban los postigos de las ciudades amuralladas, en el consistorio se mantuvieron los ordenadores clausurados, lunes y martes, para no dejar entrar a Zeppelin. En repisas y archivo descansan los documentos municipales desde 1253 hasta recientes tiempos; los miré una vez más, con el temor de que, en el futuro,  cualquier Zeppelin  nos deje a la ciudad, en la incolora nube,  sin la actual memoria colectiva:  desnuda, como hija de la mar.

“El Faro Astorgano”, 25, mayo, 202










N.º  10.011

    Hoy, también David Fresco levantará la recia trampilla metálica temprano y  dejará en el buzón  el periódico. Antes de encaminarme a la Casona no podré evitar cogerlo en las manos, no para detenerme a su lectura, sino por captar en los titulares y manchetas verdosas su fragancia, pues  aunque ha pasado una noche, a pronta hora  aún conserva ese olor inigualable de la tinta en papel baqueteado. Fenecida La Luz en 1975 y clausurado El Pensamiento de la segunda época,  la de  La Transición,  el 24 de agosto de 1979, la ‘mística ciudad’ de Gil y Carrasco dejaba  en soledad al más antiguo boletín  informativo, el del Obispado, que perdura desde 1852. Volvió el periódico meses después, con la cabecera de los herederos de Porfirio López, aquel  impresor, librero y  concejal a cuyo cargo corrieron ediciones tan señeras como  el Episcopologio o la Historia de Astorga. Fue el 14 de junio de 1980 cuando salió  el  número cero de la nueva época de El Faro Astorgano: quién lo diría, el periódico que dejó el campo libre para los otros dos trisemanarios desde 1933, renacía como el ave Fénix de sus cenizas.  Aún seduce con sus pullazos  municipales, crónicas, reflejos ciudadanos y columnillas de opinión. Se elabora,  se tira y  pliega en despachos y salas de máquinas que conservan el trajín humano  de las antiguas imprentas.  Y lo adorna la principal  virtud,  que escasea en los medios de pantalla:  El  Faro  se lee de pe a pa.   

"El Faro Astorgano", 7, 05, 2021





     El pelícano

  Pues los actuales edificios se aprecian de un vistazo, estamos acostumbrados a no reparar en los detalles que ornaban a otros que en parte,  o en su integridad, permanecen alzados. Así sucede, y no solamente,  en  el ayuntamiento, con la clave de su arco principal,  esculpida en demonio protector. En la plaza Mayor, de las dos casas de Paz Goy y el farmacéutico Primo Núñez, en el flanco nororiental,  la reconstruida alberga la actual farmacia, mientras que de la antigua de la botica solo resta el muro de la planta baja con la carpintería de la entrada y del escaparate. No todo se ha arrasado en la ciudad, y de cada una de estas casas, que fueron propiedad del Cabildo en el XVIII, se conserva un  elemento simbólico que, junto a las fachadas de los herederos de Manuel Santos, en la esquina con Señor Ovalle, nos acercan la gracia  de la antigua Plaza. Uno de ellos, repintado, es el Agnus Dei, con estandarte coronado por cruz latina, y otro, cercano, el pelícano. En el hastial catedralicio, donde apenas alcanza la vista, bajo la cruz de su cima, un pelícano hiere su propio pecho para alimentar a  sus tres crías. Este símbolo eucarístico, con similares características, ha sido conservado, como clave del repuesto arco, en la reconstruida casa de la actual farmacia: nadie lo ha dibujado o filmado, aún menos estimado a sus polluelos, pero, sépase que, aunque de menos vuelos, no deja de ser  primo hermano del catedralicio.

“El Faro Astorgano”, 16, abril, 2021









La vacuna

   Parecía que habíamos vencido toda peste, pandemia y epidemia, cuando se presentó la ‘covid’  a arrebatarnos la vida de nuestros mayores con menos defensas y a ocasionar secuelas en otros más jóvenes. Se van atisbando los días en que podremos disfrutar una abarrotada  Plaza , con los Reyes Magos,  procesiones,  figurantes de Carnaval y de pretéritas épocas, astur y romana, orquestas y gigantones. Pues  en esta Astorga del XXI,  cuyo padrón acoge a 10.577 habitantes,  todos seremos vacunados para sentenciar al infernal virus.  A la ciudad, como a tantas otras, la han asolado toda suerte de infecciones. La malaria del XVIII  nos acechó de nuevo, junto al paludismo, por la atención a los miles de soldados repatriados de Cuba y Filipinas en 1898; llegaban a nuestros andenes cadavéricos, para tomar unos trenes que discurrían hacia la España central y oriental,  o bien los otros,  a la de poniente. Y era  azote periódico  la viruela; como en 1888, cuando en aquella vecindad, con la mitad de  almas que ahora, los niños pobres, de San Andrés, alguno de Rectivía y Puerta de Rey, quedaban a merced de la beneficencia municipal; y los hospicianos, al cuidado de las  monjas  paúles. No llegó a tiempo el auxilio médico ni la vacuna  para  muchos mayores y ancianos, tampoco para niños de otras épocas, que crecían con la cara surcada de cicatrices y la ceguera, pero nosotros despacharemos al virus  y volveremos a llenar  la Plaza.

“El Faro Astorgano”, 8, abril, 2021




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   Oveja y lobo

   Con años, pero lúcidos están  lugareños que en los años 30 y 40 del pasado siglo fueron niños y niñas pastores. Si bien de los campos ahora se enseñorean las ‘urces’,  el pastoreo es una  actividad milenaria que mantiene inalterada su esencia. A los ocho años o pocos más, niños como Maxi Arce apacentaban  las ovejas de los vecinos de los pueblos,  de los más pobres, con una media docena de  reses, o bien, de los pudientes, con más de setenta; les pagaban “anualmente en centeno más una peseta por cada oveja”. Hoy sobran dedos de una mano para contar en los pueblos lospropietarios derebaños, o de ganado bovino; las comarcas de La Cepeda,  Vega, Maragatería y Sequeda, albergan90 explotaciones,  de las cuales más de 40 sobrepasan las  100 ovejas.Al acecho siempre está el lobo: aun andando vivos, se ventila  alas  ‘lambrionas’ y ‘puntiegas’, o deja maltrecho al ‘marón’. No solo come sino mata, recientemente en Rabanal dos ovejas, atacó a 40 en Tabladillo, a otras en Filiel, Argañoso…; su presa suculenta son los potros. Una nueva ley gubernamental, en discusión, contempla la totalprohibición de la ancestral cacería del lobo. Urbanitas  de desaliño impostado le han enseñado los colmillos a Odile, la hija de Félix Rodríguez de la Fuente, por afirmar que “mi padre sabía que conservar el lobo en contra de la población que reside en los pueblos sería papel mojado”. Razones, para una solución pactada, no le faltan. 

 "El Faro Astorgano", 19, 3, 2021.


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  Noche de lobos

   Tiene el lobo vista de lince, y desde los altozanos vigila el movimiento de los ganados en un entorno de unos 5 km.  Deseoso de  tiernas criaturas, como Caperucita, rabiosamente libre frente al perro, en Esopo, licántropo por Astorga, encarnado por  López Vázquez, en el filme de  Olea…, de las  leyendas es el rey. ¿Miedo al lobo?, y quién no, como aquella noche de verano, cercanos  los 70. Era costumbre  el acompañar a los conjuntos musicales cuando tocaban en los pueblos. A nuestra pandilla pertenecían  Los Dólares, así que para verlos y  ligar, si se terciaba, acudimos a la pista del cine de Vega de Magaz;  fuimos en tren, pero sin posible comunicación de vuelta. A Los Dólares los devolvió a la ciudad, en su 1500, el representante, un tal Jaime, pero nosotros tuvimos que “coger el pendín”  entre las traviesas y el balastro, a veces como equilibristas sobre el raíl, para volver a casa. En esa meseta cepedana,  cubierta de arbolado y matorrales,  cuando la noche, antes del alba, es un silencio diamante, solo se oyen tus pasos y presientes en las lomas los ojos relucientes del lobo.  Aquellas  vías que se fundían en una línea de espejo hacia el infinito con sus  11 km resultaban interminables. Los jóvenes, de poco para acá, gustan de ir a las fiestas de los pueblos, a cabecear música enlatada, pero son señoritos, van y vienen con su “biscúter”, y para impresionar explosionan los tubos de escape, tanto, que hasta asustan a los lobos.

“El Faro Astorgano”, 5, 3, 2021









"La Piñata", del gran muralista mexicano, Diego Rivera.
Guarda gran parecido nuestra antigua tradición en el Teatro Gullón.
Y piñata de este año de Antonio Morales.









¡Que arda!

    Désele un  garbeo a la piñata, y que arda, aunque no podamos sentir de cerca su calor, ni su tronido. Fue el año pasado celebrada,  bajo el ingenio de María Camba y el atrezo llameante  de “a ras de suelo”, como una tradición ancestral.  Antiguo, muy antiguo, es nuestro Carnaval. Y su piñata: con la apertura del Gullón, iniciada la Cuaresma, desde 1924 fue reina en  su escenario; retiradas las butacas para el baile, se mostraba  engalanada en una  gran olla de barro,  rellena de monedas y chucherías, y al juego de  la pita ciega,  con garrotes la hacían  añicos, para el inmediato rebusco de la disfrazada concurrencia. Este domingo arderá multiplicada, en cuatro coronavirus, de  verdor blandengue y rostros satánicos,  y  sus tentáculos  no atraparán sino el fuego que les  llegará inyectado con jeringa, como  espectral  vacuna. Con tal mágico remedio, que Antonio Morales, con artístico tiento,  ha  fabricado en su particular laboratorio, pronto caminaremos inmunes por  reverdecidos  campos, los cuales,  por  la lluvia de febrero, al ser  abundante, ya se sabe, dejarán mucho trigo en el granero. Se vaciarán los hospitales,  sobrevolaremos llanuras   y cordilleras, del solar patrio o allende los mares. Arderá la piñata y el infeccioso virus, como el viento Cristobalón lorquiano morderá su impotencia al tiempo que se funden sus antenas y se consume. Y todo irá volviendo a su cotidiana, agitada o plomífera, costumbre.

  "El Faro Astorgano", 19, 2, 2021












   Por San Blas

   … la cigüeña verás. Ya no es un ave anunciadora de  febrero, pues  hará al menos  quince días que, con las alas extendidas, planeó sobre  el ayuntamiento,  puede que  sobrevolase   los torreones del palacio, para comprobar si habían desaparecido los artefactos ahuyentadores, donde sus predecesoras colocaban sus nidos y alimentaban a los cigoñinos. Para la cigüeña es este un febrero más: en el alto y repujado anillo de las abandonadas chimeneas de arrumbadas cerámicas crotorará el macho, llegará la hembra y el apareamiento, y serán tan felices. No es igual nuestra suerte: en la catedral  la reliquia de san Blas será reverenciada, que no besada, y la ceniza no podrá ser estampada sobre la frente sino derramada; por San Valentín,  en los jardines  los jóvenes enamorados  deberán traspasar sus besos con recato tras las mascarillas,  y para el Carnaval… Se cumple el 40 aniversario de su recuperación, y tendrá que disfrutarse en la pantalla del ordenador, en  tecnicolor y cinemascope, con la vistosidad del historial de rítmicos grupos, de la  Piñata ardiendo y petardeando, y con  la música de ‘Europa’ desde un  deshabitado Teatro Gullón. No es la nuestra la suerte de la cigüeña, pero remontemos el vuelo en 2022: incorporemos a la efeméride festejos de las antiguas Carnestolendas,  como la Caballada con los apuestos jinetes, la mascarada de los toreros,  o la puja,   con sudores de pez griega,   del cascarón del huevo.

“El Faro Astorgano”, 4, 2, 2021 













El hisopo

  Los cientos de personas que el miércoles 20 guardaban una cola kilométrica en torno al pabellón deportivo no sentían el temor de aquellos astorganos de hace 102 años,  que se palpaban la frente por ver si la fiebre les anunciaba la mortífera gripe;  mal llamada española, aunque  con tal sambenito  ha vuelto  ahora como recordatorio a todos los medios internacionales. No había olor a medicamento  en las amplias tiendas del Ejército, interiores,  destinadas a los sanitarios de la pandemia, si bien, entre el colorido de los trajes  de Protección Civil y Cruz Roja, su indumentaria galáctica recordaba a uno la vestimenta de los astronautas, o la delos ingenieros de laboratorios nucleares. Como ya había hecho una prueba en noviembre  de PCR para poder  entrar en los platós de ‘los Madriles’, pregunté candorosamente: “Qué nos toca ahora, ¿otro bastoncito?”. No es ese su nombre, se llama hisopo, me respondióel médico asistente. Mientras la enfermera me introducía el blanco hisopo por la nariz, como una varilla de mimbre que se comba para llegar a la proximidad de la garganta; en tanto sentía un cosquilleo del remate de  su escobilla, pues la sanitaria lo giraba, pensaba en tan sugestivo nombre. Y se arremolinaban en mi cabeza volcada los hisopos en las iglesias, que en la infancia me parecían cascabeles con mango, y que zarandeados por los párrocos rocían  de agua bendita personas,  féretros, estancias y animales.

"El Faro Astorgano", 28, 1, 2021

















La piruleta

     En tanto un sabiondo  discutía con un parroquiano sensato, en el Pabellón, le dije: “Sepa, señor, que los Reyes Magos no han traído para los niños en la grupa de sus camellos unas quilmas de pirulís, tampoco de chupa-chups, como usted dice, sino de piruletas”. Lo nuestro, en la infancia, una vez salías del cine Asturic, era degustar, en el cantón de la Plaza, un pirulí o una oblea ensamblada de miel. El puesto de Luis, el Pirulí, nos tentaba con  los caramelos cónicos a los que debía su apodo, los chochos y regalices, mientras que el cercano bombo rojo de Riancho nos reclamaba con su ruleta, la cual  sonaba como un rudo xilófono cuando la lengüeta raspaba sus barrotillos. Nos hubiera gustado encaminar a los Reyes hasta la Plaza, que está adornada con racimos luminosos  de diamantes, pero, con  el venenoso virus, hubo que organizar las distancias. Aun así, majestuosos estaban, porque un rey mago siempre agasaja a los niños, esta vez  en un polideportivo engalanado, y  nunca lo abandonan el halo de la Estrella de Belén, ni los villancicos. A muchos adultos, al girar los pequeños la piruleta de chocolate, para mostrarla, nos cosquilleó la nostalgia por los  caramelos con palote, en mi caso del pirulí. Tiene la piruleta en una de sus caras resaltado “Feliz Navidad”, y en la opuesta, superpuesto, un cromo de una niña y un niño  balanceándose en un columpio de chocolate: graciosa réplica  de una estampa de nuestro Museo.  

"El Faro Astorgano", 7, 1, 2020












Repartidores

    El panadero, la lechera y el carbonero, el chaval distribuidor de “La Luz de Astorga”, la vendedora de libras de chocolate, el gaseosero, gitanas con puntillas y abalorios  en cestas de mimbre; también el afilador, frailes para recabar niños con que llenar sus lejanos colegios y hasta los mendigos, llegaban a la alejada Casa Blanca, donde vivíamos cinco familias. Servían  mayormente sus  productos por ese ramal de monumentales plazas y calles del alto cogollo de la ciudad, y se veían burros con los serones henchidos de cántaros, atados a las argollas, en tanto la lechera hacía el reparto, pero no era lo mismo.  Como  por  nuestros parajes de la Moldería Real, vaciados hoy de tolvas, rodeznos, y de habitantes, solo rondaban los labradores,  y los trenes  pasaban con los viajeros  como mecha de cohete  encendida, pues eso, cuando aparecían ellos era como si llegase una muestra del ambiente  de  allá arriba. Al oír  hoy en día repicar el claxon de  las  furgonetas de los panaderos,  el petardeo de las motos de las pizzerías, y al ver a David con el fajo de “El Faro” bajo el brazo, bendigo su permanencia; como la de los suministradores de butano o gasóleo, botella al hombro o manguera en mano, y la de Alija, tan mañoso con las cestas de carbón. Por necesaria costumbre, y porque son para mí el pálpito de antiguas calles, día y noche correteadas por otros niños, de aquella  deseada ciudad, de tan alejada, más querida. 

"El Faro Astorgano", 17, 12, 2020













Aplausos

 Tiene la Plaza, con sus soportales, la dimensión exacta para resultar acogedora. Si la  explanada ante el castillo sirvió para los juegos de cañas, en la Plaza se celebraban los espectáculos taurinos, se representaban las comedias y se alimentaban con pólvora los arcabuces. Primero  con su empedrado, en tiempos más modernos revestida de cemento y hoy en día con baldosas de granito, viene siendo testigo esencial de la vecindad: en ella la gente conversa, bebe y canta. Y este noviembre, aunque desolada y un tanto deshabitada, pues apenas algún cliente apura un café a la intemperie, o corretea un niño tras la pelota, sin embargo se resiste a sucumbir ante la persistente  pandemia. Tiñen de violeta su fachada, se guarda silencio, o se lanzan proclamas, contra esa brutalidad  que se ensaña contra la mujer, hasta 41 víctimas en lo que va de año. También los niños celebran en ella su Día con juegos y trastean  vestidos con los cabezudos. Las campanadas de los maragatos, como aldabonazos del tiempo, y los aplausos, la despiertan de una impuesta somnolencia. Son aplausos, de contenida rabia, a las once de cada mañana, del gremio de hostelería: “No somos el problema, sino la solución”. Y a las ocho de la noche la jalean disciplinados  danzantes:  mujeres, algunos hombres,  que alineados  acompasan  sus cuerpos para  grabar un vídeo con que camelar  a muchos votantes, y así  Rocher la ilumine esta Navidad más que el sol.

“El Faro Astorgano”, 26, nov. , 2020













   Los pinches

   Existían los pinches, herederos de los aprendices de los antiguos oficios artesanales, a cargo de sabios maestros. Y no solo en los talleres para vehículos, con su típico mono de grasientos lamparones y manos llenas de herramientas que suministrar al oficial, sino para la construcción y otros oficios. Así se constata tanto  en la reparación de la maltrecha fachada municipal como en el remate de  su diadema, llevados a cabo en los fenecidos años 70.  El arquitecto de este  proyecto, Ramiro Moya, en el enjambre de cifras para materiales y jornales, trátese de encargado, oficiales, ayudantes, especialistas y peones, dedica un apartado a los “aprendices o pinches”. Así como en la Edad Media no era lo mismo ser trovador que juglar, tampoco merecía la misma consideración un pinche  de 14 años, que otro de 16; es más,  mientras  había oficiales de primera y de segunda, de aprendices eran  cuatro las  categorías. Así que a un rapaz de catorce años, que cada poco tenía que dejar de lanzar ladrillos al peón  para  sonarse los mocos,  le apoquinaban 103 peseticas al día en 1974, pero a otro de 16, que ya faenaba junto al oficial para pulir la esfera de piedra del reloj, le caían  163. Desaparecieron los pinches, y ahora los adolescentes realizan, unos meses, lo que llaman “prácticas en las empresas” como complemento a sesudos estudios. Pero  la maestría a la que llegaba un pinche, que roía el oficio, no  tiene hoy parangón.

"El Faro Astorgano", 13, 11, 2020.










    Buñuelos

   No sucedió hace quinquenios, como pudiera parecer, sino hace un año: en la Plaza los pendones de los pueblos, sobre la fachada consistorial, se erguían con sus franjas de sedosos colores y tras las pancartas vecinos de los pueblos, de la propia ciudad, lanzaban proclamas por  los consultorios rurales. Bullía la vida en cada calle,  y en las confiterías,  sin embozo, se adentraba  el aroma de los buñuelos y de los huesos de santo. En el Gullón, hubo  una buena entrada para presenciar a ese personaje vividor y calavera de Zorrilla, que fue Don Juan Tenorio. No faltaban paseantes con crisantemos recién comprados, y se había  henchido la ciudad con el retorno temporal de sus hijos desperdigados por otras tierras de estudios o de  mayor fortuna. Bien pensado, cuando una pandemia  como esta  acoquina se apercibe uno de que la vecindad se forja con solidaridad,  ritos y tradiciones;  y desea volver a la pautada costumbre. Así que no en vano anticipa Los Santos del año venidero, a cara descubierta, con Bautista tañendo la campana para el rito, junto a la octogonal capilla copuda, y vislumbra  el  apacible caminar  de las familias hacia las sepulturas, aras de flores. Rebosarán  los bares con algarabía, y jóvenes habrá que sorberán, posteados sobre las columnas de los soportales, la nostalgia de su niñez y adolescencia. Y regusto será paladear la crema del buñuelo con la sensación del tiempo no perdido, sino renacido.

El Faro Astorgano, 31, 10, 2020



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Gorgorito

   Fueron  la alegría entre tanta tristeza porque,  pese a la pandemia,  no  dejaron de visitarnos: Peneque y Gorgorito. Las dos marionetas que junto al cedro del Jardín pasan el gélido invierno en hibernación, pero que, llegado agosto, en el pequeño retablo  cobran cada verano  real  vida, para ilusión, durante lustros,  de niños y mayores, y gran contento del concejal Carro. Por vez primera al Gorgorito invernal lo sumieron en las cavernas  del ‘facebook’, donde   siniestros  personajes dieron a conocer que había sido arrancado de su humilde pedestal;  después se burlaron  de su avispada figura subiéndolo a  la grupa  de la estimada  moto.  Y toda esa jerigonza acompañada de una calaña de donaires que recitaban  “me gusta”, “me gusta”, con emoticonos de grotescas figuras que se desternillaban de risa. La risa del bobo.  Pues eso, para vengarse del alcalde, por haber trasladado la colorista moto a un manto verde del paraje de la Eragudina, enviaron a Gorgorito al camión de la basura, donde tuvo que sortear demoniacos tridentes, gigantescas cuchillas, detritus pestilentes de los desperdicios. Apareció en la cinta del gran vertedero donde se seleccionan los desechos, herido, con magulladuras,  sin la mano que alzaba al cielo como el triunfo de la vida.  Antonio Morales, que lo moldeó con  forma humana, lo curará. Mientras, a sus verdugos, temerosos de que  salgan a la luz  sus andanzas, les  toca maullar y maullar.

“El Faro Astorgano”, 16, oct., 2020










  Los búhos

  Antaño era el soleado ‘Cantón’ de la plaza Mayor, donde, de pie,  los hombres de postín con sombrero, o bien otros, de humilde condición, cubiertos con boina, platicaban. Pero, hoy en día, las más concurridas tertulias de los nativos y visitantes se celebran con refrescos y humeantes viandas, acomodados a la sombra de los toldos, en la principal plaza y en la de Santocildes. Es todo un espacio singular, donde conviven típicas casas decimonónicas, otras de principios del XX, de valor artístico; no faltan las contemporáneas, de factura horrenda algunas, y otras con ese estilo plano y rectilíneo que ahora impera. Falta decir que también hay algunos boquerones entre medianeras, techumbres y ventanas destartaladas, que propician el que aniden las palomas. Se apiñan en los tejados y beben en la bandeja de la fuente de los chorros, indiferentes al bramido del león. Y cuando llueve, por los canalones, bajan diluidos excrementos, blanquecinos y grises. Mientras ha sido posible disuadir a las cigüeñas de anidar en el Palacio y el Ayuntamiento, con las leyes protectoras parece imposible desterrar a las palomas. Y eso que dos búhos artificiales, en dos  balcones altos de la calle Pío Gullón, extienden sus alas, o mueven la cabeza, a la mínima brisa, en tanto gira un molinillo multicolor. Miras desde abajo y te impresionan sus penetrantes ojos, pero las palomas, desdeñosas, toman, apiñadas, en los tejados el sol, o revolotean.   

El Faro Astorgano, 1, oct., 2020






El tirador de Fer

   La última pedrada, el lunes 14, de Fer: Un chavalillo vuelve a la escuela después de unos cuantos meses, por el confinamiento, con su tirador, su  mochila y larga regla de dibujo,  que sobresale de la supuesta cremallera. Con el tirador desplegado se relame por lo certero de su disparo, con el que ha rebanado un ojo del amenazante coronavirus. ¿Por qué esa casualidad de que el genial dibujante leonés y catalán, José Fernández, se haya despedido para siempre con el tirador? Nuestras armas en la infancia, y a buen seguro las suyas, eran dos: el revólver en cuyo tambor introducíamos una rosca de mixtos, ¡pas!, ¡pas!, y el tirador. ¡Ojito con el tirador!: comprábamos en los zapateros, hermanos Vega, las gomas, que conformaban con el desecho de los neumáticos, y un parche de badana, cortábamos una horquilla de cualquier árbol y la pulíamos  con un cristal,  y a disparar, a los pájaros, a las jícaras de los tendidos eléctricos… De gran calado, arte y mordacidad,  lanzadas con el tirador de su infancia, son las viñetas de  Fer  en “El Jueves”, “El Papus”…, sobre el acontecer de España:  irónicas, tiernas, descarnadas, irreverentes... A los astorganos, con la mediación de Juan Carlos Ordóñez,  mucho nos estimó: por su impulso contamos en  nuestras  calles y exposiciones con los mejores dibujantes, en 1998,  y dos años más; fue Pregonero del Carnaval / 96 y autor de cartel.  También para nosotros ha dejado su tirador.

“El Faro Astorgano”, 18, sept., 2020









La cosechadora   

  En nuestra pequeña vega, llegado septiembre, la paja de los cereales, que fue apartada del grano, porque ha llovido ha sido tardíamente compactada en pacas cilíndricas. Son estos monumentales rollos el último vestigio de unos cuartales de  espigas cuajados por la  densidad de sus tallos  dorados. Si una parte de las fincas quedan en reposo hasta que la vertedera saje  la tierra y ahonde, para su pudrición, las raíces, las de los maizales alzan airosas su diadema de palmera y granan su tierno choclo. Donde hay un maizal crecido pierdes todo horizonte, así que cuando la cosechadora, esta  tarde, día nueve, va engullendo las plantas, con un ruido traqueteado y con un crujir por el  tronchado, sé que, en una hora, la ciudad, por oriente, norte y poniente, aparecerá revelada como una postal impresionista. ¿Adónde irá el chorro de virutas, de los tallos y mazorcas,  que la cosechadora expulsa como un manantial  hacia  el remolque? Le pregunto a Miguel, el último labrador ‘con papeles’, y me contesta que, de momento, para las eras que hay detrás  del convento de las clarisas. Si antaño bajaban los segadores gallegos y  afilaban las hoces en el arco románico de San Julián (actual Fátima), con el fin de salvarlas de las tormentas, hoy en día llegan los mismos vecinos,  a llevarse el triturado maizal, una vez lo han envasado  en bolsas herméticas, para  alimentar las vacas de las tierras  del Apóstol y del huracanado mar. 

“El Faro Astorgano”, 11, 9, 2020




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El demonio

  Generaciones de astorganos, desde aquellos vestidos con ropilla, jubón y calzones, y ellas con sayuelos, sayas y faldillas, a estos de hoy, de moda unisex, con camiseta, cazadora y pantalón pitillo, todos ellos, durante 336 años,cruzan el arco de entrada al ayuntamiento observados por su vidriosa mirada. Ahí está, ignorado, en la parte sombría de la clave, labrado en bajorrelieve, engarzado al fruto del roble, consu  cabellera flamígera para provocar espanto y laboca presta a dar dentelladas: el demonio. Es un demonio protector del palacio municipal, vigilante para que no se adentren en él brujas, trasgos, y cuantos seres, según creencia antigua, perturban la plácida vida de los hombres. Abundan los demonios en edificios europeos desde el Medioevo, en claves y mascarones, al alcance de la mirada, no como este nuestro, solapado en la parte inferior del arco. ¿Rareza?, no, genialidad,de Manuel de la Lastra, el maestro cantero queideó la entrada al consistorio conun doble simbolismo: el roble del escudo de la ciudad con la fecha de construcción, 1684, y, aledaño, el demonio.Desde ahora,  al alzar la vista,  antes de pasar al portalón, pese a su fealdad, no veáis en  él a un ser maligno, sino protector; similar a otras esculturas, que en las alturas cuidan de ahuyentar a  los  rayos,  a  genieciellos y coronavirus,  que  quieren herir las campanas del reloj o colarse por los ventanucos de los chapiteles.

“El Faro Astorgano”, 4, sept., 2009













   El termómetro

    En las calles, colas y mascarillas verdes, blancas  o multicolores;  y en dispensarios, salas  de conciertos, o centros municipales, termómetros. A buen seguro, muchos lectores  recordarán el mercurio de la fina barra de cristal, que te ponían en casa cuando te palpaban la frente caliente. Una vez sacudida, era larga la espera, de unos cuantos minutos bajo el sobaco. Para un niño, un minuto quieto es una eternidad: “¡¿Puedes parar!?”, “¡aprieta el brazo!”. Sucedió que aquel año, a la espera de la operación de vegetaciones por don Tomás, el mercurio subía y subía, me decían, y la fiebre no bajaba; en un niño una alta calentura no es como la de un adulto, le arde el cuerpo y se inquieta como si lo pinchase con el tridente Lucifer. Pero con nueve años, si te tenías de pie, no había quien te sujetase, y conseguí ver los cabezudos y gigantones, los fuegos y mojarme al romper pucheros en el Jardín. Ahora, con los sofisticados calmantes, pese a algún mal, no habrá niño que acuda con el cuerpo ardiente a los escasos espectáculos que en estas fiestas permite la pandemia. Además, en su casa, si ha de poner el termómetro, será digital, y con un minuto en el ano o bajo el brazo, va que chuta. Eso si sus padres no están a la última moda, y se auxilian del que tanto abunda,ese que te ponen, al entrar a los conciertos o para ver las marionetas; un pistolero te apunta a la frente,  dispara,  observa la pantalla trasera, y …: “Puedes pasar”. “Muchas gracias”, y menos mal, pues si ante la cola dice “tienes fiebre”, entonces sí que padeces una turbina de retortijones y al día siguiente eres la comidilla de la ciudad. A ver después quién te quita el sambenito de coronavirus. ¡Releche!: ¡que se vayan de una vez  estos aciagos tiempos de pistoleros!

“El Faro Astorgano”, 20, 08, 2020



      Enrique Gil

   La  pertenencia a la UE, que tanto beneficio viene deparando a nuestra nación, en mayor medida en estos tiempos de quiebra económica, no es un anhelo reciente. En las salas de exposiciones de la Biblioteca, estos días se muestra la trayectoria vital, literaria y diplomática de Gil y Carrasco, villafranquino  de corta vida,  apenas 30 años, fallecido en Berlín el año 1846. Como en todo acontecimiento relevante, no falta una ligazón astorgana.  En este caso de la pluma de Ricardo Gullón, quien después de bucear en los más diversos archivos, recreó su biografía en “Cisne sin lago”, con especial atención a sus dos cursos de estudios en el seminario diocesano. En la obra del romántico villafranquino despuntan retazos sobre la ciudad y los maragatos, incluso versos a la campana, catedralicia, María: “Soberana de un mundo solitario / de grave y melancólico ademán”. Pero lo que más  a uno  sorprende de esta  exposición no son sus valores literarios, según la época divulgados (en la actual,  con la edición de su obra completa), sino su recorrido por aquella Europa de grandes exposiciones mercantiles, de mausoleos celebérrimos, como el de Carlomagno, de novedosos caminos de hierro… Y la encomienda por González Bravo, como Secretario de Legación, de absorber cuanta información fuese posible de los lugares que visitase;  con el fin último de que España llegase establecer relaciones diplomáticas con el “antiguo cuerpo Germánico”. Corta, menos de dos años, dichosa y penosa, fue su estancia en Berlín, donde morirá de tuberculosis. Este nostálgico villafranquino,   con el traslado de esta exposición al Parlamento Comunitario, será reconocido como el  embajador precedente  de nuestro anhelo y fervor  europeos. 


El Faro Astorgano, 4, agosto, 2020














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   Embozados

   Desde que nos obligan a ir embozados para evitar el contagio  uno en ocasiones saluda a ciegas: “¿No me conoces…, soy yo?”, y el interlocutor se baja la mascarilla, y abre una sonrisa para mostrar cuán picaresca es  la situación. Nadie se libra de ir con la boca y nariz arropadas, ni el nuevo obispo Jesús, que el sábado en la catedral, con un ancestral ritual,  hubo de iniciar con embozo su episcopado. Insólito fue que para tan solemne ocasión, la Coral misma, bajo la dirección de Milagros, aposentada en las altas balaustradas cara al órgano, cantase como si la mascarilla fuese, ante los intermitentes soplidos, una membrana cimbreada y musical. Esta es nuestra suerte actual: ir embozados. En el siglo ilustrado, sucedió  la epidemia terciana, la malaria. Nuestro Fernando  Simón  era entonces el Intendente del Reino, Juan de Lerena, quien ordenó al Ayuntamiento,  en providencias sucesivas,  revisar  fuentes y lagunas por si estuviesen infectas, auxiliar con medicinas y alimentos a los pobres, el ‘aumento de un médico’,  así como proveer a los facultativos, para evitar  el contagio o ‘vapores’, de vinagre…; y al Cabildo enterrar a los infectados lejos de la población, y en ‘sepulturas profundas’. Salvando las distancias, como ahora, pero sin la pasada reclusión  ni  la dichosa mascarilla. ¿Nos veremos pronto las caras o persistirá en nosotros  la covid   tanto tiempo como en el XVIII el  parásito de la  malaria?


“El Faro Astorgano”, 25 julio, 2020














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    El rayo

  “¡Que viene  la truena!”,  decimos cuando,  en el  laboreo del campo, se va encapotando de un gris negruzco el cielo, o suenan unos bramidos, que anuncian una próxima tormenta. Cuando llegan los relámpagos conviene desprenderse de las azadas, de toda herramienta de acero,  para que no  desciendan apasionados a  por las pulidas presas.  Una vez, cerca de casa, un rayo se encaprichó del chopo más altivo y lo sajó de cuajo; era todo él un calcinado despojo; en la estancia se adentró una luz sobrenatural, como de milagrosa estampa, y el agua del  calderín de la cocina económica se derramaba, por un duende que lo zarandeaba; las plantas de los pies ardían.  El pasado 9, jueves, a las nueve y cinco de la tarde un rayo cayó en la catedral: el reloj de la Torre del Moro quedó clavado, enmudecieron la  Jordana de las horas, las otras campanas y el carillón con sus cinco campanillos; bajo las crucerías estrelladas,  rondaban las tinieblas. Dice algún testigo que cayó en el pararrayos que Pedro Mato disimulado tiene tras su espalda; de ser así, únicamente volvió a la fragua su banderín al viento. Antes, el rayo igual que venía se iba: con los  campaneros nunca enmudecían las campanas, al alzar la palanca  volvía  la luz, y  los relojes jamás dejaban de repicar  las horas. Ahora,  burlón contempla al lejano informático que azorado rebusca en un teclado las claves para devolvernos el tañido, la iluminación y  el paso del tiempo. 


“El Faro Astorgano”, 17, 7, 2020











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   Los Zuloaga

    Durante el confinamiento  también cerraron los cementerios; salvo  para tres personas y el oficiante, que procesionaban los entierros ‘ordinarios’, y aquellos otros que llegaban,  en ataúdes, expeditos y  precintados para achicharrar al bicho infeccioso. Un camposanto, sin la ciudad como centinela, con sus cipreses  en la  noche a merced  del  silbido del viento,  es un espectro de gélida luz violeta, por el que puede deambular sin temblor un Tenorio.  Y en la reclusión pasada,  embozados  cacos,  como los del cementerio segoviano. Expertos con  la maza y el cortafríos, la arrancaron limpiamente: la lápida de Daniel Zuloaga Olalla. Los Zuloaga es una saga que alcanzó la más alta fama con el primer Daniel, de segundo apellido Boneta,  considerado como “un ceramista reencarnado de los del Renacimiento”, dados su finura y gusto florentino.   Buena muestra es  esa  lápida, hurtada,  del Descendimiento, cocida en el taller familiar hace más de cien años. Mayor fortuna es la nuestra,  al no quedar al desamparo,  tanto en tiempos saludables como de epidemias, las cerámicas  de los netos de la capilla del Palacio, de 1913. Planteadas en principio por Gaudí y encomendadas  al más ilustre Zuloaga,  colmadas están de  Modernismo, por los roleos y cuernos de la abundancia, de tradición clásica, y por el tinte azul. Azul, preferido por poetas como Rubén Darío y por el artífice de  aquella,  la  antigua fuente moruna del Jardín.

El Faro Astorgano, 7, 7, 2020
















   El mercado

   Cuando Doré y Davillier hacen parada en Astorga, un martes de octubre de 1871, encuentran una ciudad en el fragor del mercado, y si el primero nos deja un dibujo de títeres, el escritor nos relata lo más pintoresco: los gitanos esquiladores, un fotógrafo que hacía retratos a los aldeanos con una guitarra sobre la rodilla, una actuación de cómicos de la legua en la destartalada panera de los Osorio (donde los actuales juzgados)… A principios del XX, don Matías señala que cada martes concurrían a la ciudad más de 3000 comarcanos y el mercado, según los productos, ocupaba todas las plazas: de granos en la del Pozo (Santocildes), en las antiguas de San Bartolomé, ganado vacuno,  hilazas y pieles; aves, alfarería, en la de San Julián; en la del Progreso (Obispo Alcolea), carbón y leña… Salvo un interregno por obras, en los últimos tiempos el mercado, abigarrado, ha estado asentado en las plazas de Santocildes, de España, entorno del Gullón y San Bartolomé. La actual pandemia ha ocasionado su traslado a un espacio abierto como la avenida de Ponferrada, y en ella se van colocando los 44 puestos de productos perecederos: frutas, verduras, quesos…; y a la espera están de que amaine el contagio los 111 de textiles, bisutería, cosméticos… No había ya, verdad es,  comediantes, ni charlatanes, ni coplas de ciego, pero sí músicos vagamundos, los cuales, puede que vuelvan  pronto y  entonen canciones  en las arboladas aceras. 
 

“El Faro Astorgano”, 18, 6, 2020


Mercado en costado de pza. de San Julián ( hoy, Fátima)












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    La bici


    En la plaza de Porfirio López, antigua de la Leña, cuesta abajo  de la desaparecida  gasolinera de Treintaduros, como un mayo sin figura, y creo ya sin jícaras, enhiesto estaba el alto poste. En su derredor decenas de bicicletas, apiladas, que los alumnos del instituto, procedentes de San Román, iban posando y retirando cada mañana, y cada tarde, según horario escolar de los 60.  Era la bici el medio de transporte de los carteros, y de vecinos de Astorga y de los pueblos; en su portaequipajes se cargaban todo tipo de bultos y hasta enseres, sujetos con vistosas gomas rematadas con ganchos. Si en tu casa la existente era de barra alta, para aprender a montarla  primero debías pedalear con el cuerpo en diagonal, y una vez que te atrevías a mal-llegar a los pedales, con las nalgas a la altura del  sillín,  sufrías de continuo golpes en los testículos, y caídas, con ella encima. La más fina era la BH, y la más recia, la Orbea: las dos al detalle pintadas. Con el venenoso virus han vuelto a los caminos; algunas chirrían, por no engrasar su cadena o no haber tensado  los frenos. Las ves de todas las gamas y colores, con la pátina del desuso, como esos libros que envejecen en los mueble-bar sin abrir sus páginas. Igualmente les pasa a los anclajes existentes por la ciudad, para su aparcamiento: al estar vacíos, simulan estanterías de diseño. Dicen que la bici será el símbolo de nuevos hábitos saludables. Pues a ver…  

"El Faro Astorgano",, 5, 6, 2020













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Tiro de la bola


  En  el plano de Delgado,  de 1850, anterior a la apertura del ferrocarril  Línea del Oeste en 1896, entre diversos pagos, San Martín y la Madalena, Diezmario de San Miguel, La Zapata…, figura, con veracidad, el de Tiro de la Bola, de 5,04 hectáreas. La investigación de esta antiquísima parcelación en pagos, de gran enjundia y sabroso contenido, es asunto pendiente. Este, de Tiro de la Bola, borrado de la memoria popular, y hoy delimitado entre la calle Zapata, travesía de San Marcos y la clausurada línea del ferrocarril, hasta su encuentro con la carretera a Nistal, ha de  deber su nombre a uno de los entretenimientos antiguos de los astorganos, propio también de otras tierras de España. Don Matías en su “Historia” de 1909 nos narra cómo se practicaba el ‘juego de la bola’, que consistía en la pericia de introducir, desde una distancia, en un hoyo con habas o monedas, las bolas de cañón de la Guerra de la Independencia. El ‘tiro de la bola’, sin embargo,  requería una amplia superficie, una senda o camino en un  pago como este nuestro, pues se trataba de ir arrojando  una bola de acero, de unas cinco libras de peso,  por   un amplio recorrido;  ganaba aquel que emplease para llegar a la meta el menor número de lanzamientos. ¡Cuán grande no sería, para este divertimento,   el brío de aquellos mozos, pura hebra, por este pago donde vivían los labradores y a donde llegaba el olor a crujiente pan de La Corredera!

"El Faro Astorgano", 22, mayo, 2020














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Camino que continúa, cercanamente, la c. Curtidores del Polígono Industrial. 21, mayo, 2020. J.J.A.P.
   El campo


    En mi dilatada vida en la ciudad no he visto, como en estos víricos tiempos de horaria reclusión, cierre de bares y de lugares de encuentro, tantos paseantes, ciclistas y corredores por los caminos que llevan a los pagos de nuestro campo;  ni al padre, con sus  pequeños hijos, encaminarse en bicicleta los fines de semana hacia las Fuentes de Santiago. En las  lontananzas, antaño  sembradas de cereales y con los segadores gallegos afilando sus hoces para cortarlos una vez dorados, hoy, despreciado el campo, rastrean las ‘urzdevillas’ con el  amarillo de los girasoles Van Gogh, y las  campanillas de azul aguado del brezo.  Esta es la atractiva presencia de las lontananzas del noroeste,  hacia el pago de Casares, y de las que, pasado El Jerga, por el suroeste,  atisban el Teleno  desde La Lomba y Raposeras. Por el este, sin embargo, como la Moldería Real propicia el regadío, a la mayoría de los pagos  los encumbra el lúpulo, los  peinan los cereales y, en su suelo, apunta el maizal: en el de La Picona, próximo a Carneros, en el de  Oballo, camino a Nistal, y en el de   Entrealtares, por su  justo medio. Muchos astorganos, que hoy, para recreo, buscamos despistarnos del contagio humano por sendas y campo a través, ignoramos, a no ser los viejos labradores, estos ancestrales topónimos, inducidos por el relieve, los animales, o humedales como El Juncal. Incluso,  nadie me da cuenta del  tan sugestivo Tiro de la Bola. 

"El Faro Astorgano", 21, mayo, 2010
















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El paseo

     Lo piensa mientras se frota las piernas hinchadas, encaradas al sol: “Mejor que  Ambrosio no haya llegado a vivir esto, y vaya acierto el de  Andrés, al presentarse para  administrativo funcionario”. El pequeño negocio se fue extinguiendo como se marchitan las flores que vas dejando secar boca abajo para, finalmente,  colocarlas  en un jarrón chino. Poco a poco: se fueron vaciando las comarcas, se llenaron los bajos  de coches, con los que rodar hasta el comercio de León, descendió la prole familiar y nació la venta por Internet. Demasiadas estocadas para la pequeña tienda, así que ahora, con lo del virus matador, no será fácil que alguien puje por un nuevo alquiler, el cuarto desde que Ambrosio, cercano a la setentena, y ella con la edad de cobrar la pensión, echaron  la aldaba con lágrimas en los ojos.  Pero a Bertín le ha pedido que no haga caso de su padre, Andrés, y ponga el cartel “Se alquila”, con el  añadido “a bajo precio”.  En la primera tarde sabatina de este mayo Anita se masajea las piernas al sol, después ahueca su pelo gris, y se pone el vestido  de primavera. Bertín está al llegar, para, después de 50 días, sacarla a pasear y, con su mascarilla, que salude a distancia a sus amistades. De la calle, con el renovado trajín de paseantes, se han ahuyentado los pájaros. Anita, vierte sus ojos velados hacia las lontananzas a las que se aproxima el sol: “Bertín, ¿pusiste también lo de ‘a bajo precio’?”. 

"El Faro Astorgano", 7, mayo, 2020 



















Colas, colas

   Las colas se daban ante las taquillas de los cinco cines;  las del Gullón, Astúric y Tagarro, exigían un culebreo constante, al tener uno que retirarse y recolocarse al paso de los vehículos, pero en el Velasco y Capitol, por ser las calles del docto Alonso Garrote y del médico Alonso Goy de poca circulación, no te veías obligado a interrumpir la conversación, o soltarte de la entrelazada mano de la novia adolescente. Los intrusos 600 y Simca-1000 molestaban bastante porque aquello de separar los intercalados dedos era como si te desprendieran del pecho la flecha de Cupido. Comentaban los mayores que en la postguerra para el racionamiento se formaban grandes colas en Astorga, pero eso no me tocó vivirlo; sería, como se aprecia en las grises fotos de otras ciudades, con gente  de mirada apagada por un luto interminable. Por el maligno virus han vuelto las colas, pero esta vez en calles y plazas silenciosas, deshabitadas, yermas,  con los comercios, salvo los de alimentación, con luz de tan apagada, tenebrosa. En los bancos y  supermercados, en Correos y farmacias, colas, colas…, y mascarillas, mascarillas blancas, mascarillas verdes, con astorganos y comarcanos que se ignoran a dos metros de distancia, mientras meditan y meditan en una ciudad que parece fantasma de sí misma. ¿Volverá pronto el molesto tráfico, el juvenil tapeo, los tendales del mercado —¡a un euro, señora, a un euro!—, en fin, la vida?

"El Faro Astorgano", 30, abril, 2020




































     El murciélago


      Aunque transfiere el polen, como de niño tenía la creencia de que me podía chupar la sangre, cuando algún murciélago, en el crepúsculo estival sobrevolaba el patio como una exhalación, quedaba un rato asustado. A mis amigos les pasaba igual, y hasta les atribuían parentesco con los vampiros. Dado su protagonismo, por achacárseles el ser portadores de los mortíferos corona-virus, a muchos se les habrá revuelto el estómago al ver a los chinos, en  mesa con mantel de seda floreada, jalando su cuerpo arratonado y degustando sus alas membranosas. No es animal apreciado, salvo por los valencianos, porque si bien a Ramiro I se le presentó en sueños el Apóstol y salió victorioso en la legendaria Batalla de Clavijo, cuatro siglos después, a Jaime I lo despertó con su chillido un murciélago para prevenirle de que cabalgaba cercana, esta vez también, la morisma. En el inframundo de nuestro coro catedralicio, donde conviven híbridos seres que personifican vicios y maldades, una de las misericordias o ménsulas para apoyar las nalgas durante el rezo de pie, es un murciélago hembra. Sus abiertas manos aladas, el glotón hocico, ojos saltones, orejas puntiagudas y mamas abultadas, simbolizan lo demoniaco y lujurioso. En el exterior, con similar apariencia, sobresale como maléfica gárgola en la rosada Torre del Moro. El corona-virus 2019 lo hará temerario; pero  esparce las semillas, combate las plagas y se zampa los insectos. 

"El Faro Astorgano", 16, abril, 2020















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Cartel del Concurso N. de Torrijas. En Astorga, la VII edic.
 patrocinada por el Ayto. se celebró en marzo / 2019


   Torrijas

   Como cada año, de las cocinas  sale el aroma de una fritura de pan con canela, leche y huevo. En los periódicos y redes sociales se recrea la teatralización de los pasos, las túnicas, las cruces y en los canastos las flores. La Plaza, el Palacio, la Catedral, la bajada del Postigo, Puerta Sol, San Bartolomé, las calles de San Pedro y de San Juanín, la antigua plazuela de San Julián, y los cabildos donde los cofrades se congregan…, todo un abigarrado ceremonial es disfrutado virtualmente, como un filme retrospectivo de añoranza y anhelo. No hubo estos días ensayo alguno con las andas por las calles, ni sonó La Dominica, tampoco requebraron trompetas o tambores; cierto es que adherido a  los escaparates sin luz, como pantallas inertes, un Cristo doliente, en carteles, mira al cielo e implora ante un maligno virus venido del oriente que nos encierra, trae el sufrimiento a muchas familias, exilia al hospital a nuestros  mayores y  ancianos, y a algunos nos los devuelve, sin un último adiós,  en féretros sellados. Todo gravita en la  plaza Mayor, sin su cruz y sudario, sin ‘paparrones’, ni gentes con vasos en las manos, a solas con las campanadas del reloj, que suenan cada mañana, en el interior de la Casa Consistorial como mandobles de desaliento. Pero volverá una nueva primavera, y con ella el tradicional Pregón, los acompasados pasos, y se renovará este olor a canela, leche y huevo,  en las casas,  tascas y mesones.      


“El Faro Astorgano”, 8, abril, 2020








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Coronavirus National Geographic

   Los mazos


   Si a su alcance llegara, si bajo sus mazos cayera, en la Plaza silenciosa, sin un alma sean las nueve,  o al mediodía, cuando los venteroles del reloj de Vitoria se agitan  y bajan las pesas para dar las doce campanadas, de suceder tal ventura, sería  convertido en olorosa sustancia y  la tierra, el aire, y este cielo de plomo, siempre le serían leves. Pero, de momento, el corona-virus no reina en las alturas, sino, invisible y sinuoso, se adentra por las casas bulliciosas, y en las otras de soledad acalladas. Y se nos lleva al venerable anciano,a la madre con las manos encallecidas de tanto laborar la tierra con la azada y lavar en el río…; a un padre en la plenitud de la vida, en esa edad en la que los hijos ya levantan unos cuantos palmos del suelo y se rebelan. No suelta las más débiles presas: hasta el final en el hospital con su presencia, robando el aire que se respira, más y más, sin poder dar un  apretón de manos a una esposa, a unos hijos, a unos hermanos, o a quien te ha obsequiado con su amistad en tu vida. Ni siquiera acompañar a sus víctimas en su última urna uno puede, ni ponerles  unas flores, ni compartir los rezos, o las más sentidas palabras, o unos bellos versos. Si alcanzar pretendiera a Colasa y Juan Zancuda destronado sería, porque con sus mazos lo estamparían en la campana de las horas de Ballesteros, y quedaría convertido en efímera sustancia para el aire, la tierra y el cielo. 

"El Faro Astorgano", 2, marzo, 2020

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   Campanas


  Todos los días ahora son iguales, con el mismo silencio. Poco antes de las nueve, como de costumbre, cuando camino hacia el ayuntamiento, no veo, este martes 24, a los niños de la mano de sus madres —es lo frecuente— hacia las escuelas de Blanco de Cela o Santa Marta; no circulan coches, ni se alza la persiana tempranera de algún establecimiento. De norte a sur del bajel, que es el casco amurallado, me cruzo con dos o tres personas, alguna de ellas con mascarilla; nos saludamos con la cabeza o con palabras acalladas, como si temiéramos que se expandiera nuestro aliento. Una impenitente fumadora, con la puerta del portal entreabierta, envía entre las hilachas blancas palabras ensimismadas hacia el cielo. Nuestro es el silencio, que no de los pájaros, pues cantan para reclamar el apareamiento, y en este ardoroso deseo el mirlo es el rey: las urracas y los cuervos, los pardales y verdecillos, son, en la orquesta del tenor, un simple repiqueteo de tablillas  y un rechinar de la sonaja. Si en la calle  imperan los pájaros, en la Casa Consistorial despoblada oigo las horas de las campanas: repica la de Juan Zancuda y Colasa, y al momento responde la Jordana catedralicia. De los pájaros y campanas es la pasión y el canto, nuestro es el silencio, a no ser a la anochecida, cuando se abren las ventanas y balcones, para tocar instrumentos y aplaudir, como agradecimiento,  a cuantos nos  cuidan  y hacen posible el sustento. 

 "El Faro Astorgano", 26, marzo, 2020














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   Egeria

  Desde que Gamurrini, en 1884, hallase en la Biblioteca de Santa María de Atrezzo un códice del siglo XI, en el que se transcribía el viaje a Tierra Santa, escrito y vivido por una mujer, que sería identificada por una cita de san Valerio, el interés por Egeria no ha decaído. Se ve acrecentado en estos tiempos, de impronta viajera y de auge feminista. Durante los años 381 a 384, en los que Egeria se aventura a ir a conocer los Santos Lugares desde esta diócesis, tal periplo no era excepcional en personas de alta condición, la singularidad estriba en su narración, no ceñida tan solo a los aspectos religiosos, sino también a otros profanos. Para cuantos gustan de la literatura, les apasiona su relato; a aquellos otros de espíritu viajero, la descripción de ritos y costumbres. Y para la actual ola violeta representa la temprana valía de la mujer. Valga este hecho como ilustración: el 14 próximo, un conjunto femenino de música vocal medieval, Egeria, en el marco del Festival de Arte Sacro, en Madrid, recreará con varias piezas su itinerario ‘desde Galicia a Jerusalén’. Ellas, y muchos estudiosos,  dicen Galicia, en alusión a la provincia romana, a la que pertenecía en el s. IV el Convento Jurídico de Astúrica Augusta (Asturias, León, parte de Zamora…), pero a la mayoría no se nos alcanzan las cuitas históricas, por lo tanto de modernizarnos, debemos pedirles precisen así: desde la Diócesis de Astorga a Jerusalén.  


“El Faro Astorgano”, 12, 03, 2020


















Evaristo (a la dcha.) en la Pescadería Astorgana, c. León, 22, Madrid.

     Tener palabra

   A Evaristo García Gómez, natural de Combarros y fallecido este 23 de febrero no le tentó la política, como a otro  ilustre maragato de Santiagomillas, Santiago Alonso Cordero, destacado liberal progresista del XIX. No tuvo la oportunidad Evaristo de cursar estudios, como el maragato Cordero; todo el bagaje cultural, que el maestro le enseñó  en la escuela y con el que llegó a Madrid a los nueve años, para trabajar en la pescadería La Astorgana, fundada por el  abuelo en 1890,  eran  la lectura y la operación de  sumar. Pero en cuanto a la razón de haber sido ambos exitosos en los negocios, ya fuera en el transporte con diligencias, trátese del negocio de pescadería, o por qué los dos ampliaron las miras comerciales a otros sectores, tiene su explicación en sus ancestros ligados a la arriería. De familia arriera era el maragato Cordero, y arriero fue en su juventud  Santiago Gómez, el abuelo de Evaristo, y ya se sabe que si algo ha hecho famosos, y acreditados, a los hijos de esa cobriza tierra no solo es su apego a la vistosa indumentaria tradicional sino el precepto que ha de regir todo trato, sin necesidad de documento: “la palabra empeñada”. Con este principio dejó Evaristo su testamento oral, en entrevista de 2010: hay que ser “con el público servicial, y no engañarle, ser serio y tener palabra, eso es lo que he hecho y en esa línea pienso llegar hasta el último día de mi vida”. Tal y como lo dijo fue.   


“El Faro Astorgano”, 27, febrero, 2020














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Unidad a León, 14,02, 2020. 19:40 h
   

     La taquilla (y 2)

   En la tarde del 21 de enero, paseo por el andén. Las cuatro vías de la Línea del Oeste para embarcadero de ganado, los muelles y viajeros, están invadidas por la maleza y desechos. Fui usuario de ella en 1978, pues desde Puebla de Sanabria podía llegar a Astorga en ferrobús; ya entonces su clausura, que sucedería el último día del 84, estaba cantada porque desde La Bañeza era solitario viajero. No hay visitadores, ni mozos con carretillas, nadie canta las mantecadas; el Gabinete de Circulación cuenta, con una persona, sin turno de noche, y a diario. Lo que fue cantina hoy son los urinarios, y la cafetería, que la sustituyó, está  polvorienta; no hay kiosco, los muelles de amplios alerones están cerrados o alquilados.  No se descargan sacas de Correos, pues el 16 de junio de 1991 los sindicatos acordaron en León con la empresa ferroviaria el traslado de la correspondencia por carretera; en realidad, lo que le falta a la Estación lo ha engullido la carretera. La Unidad, pintada con grafitos, entra puntual, a las 19:20; en mi vagón vamos tres  viajeros. Llego con tiempo a León para coger el Alvia a Madrid, que irá lleno; se desliza suave, y eso que a partir de Valladolid supera los 200 km / hora. Al día siguiente, en Fitur, le comento a Táboas, presidente de Renfe, nuestras desdichas, y sobre la solución dada, por la tangente, a la permanencia de la taquilla. Palabras vanas: como ejecutivo, ejecuta, y santas pascuas.


“El Faro Astorgano”, 14, febrero, 2020















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      La taquilla (1)

     Era verano, y la Estación, con las dos Líneas, del Norte y del Oeste, parecía de capital. Siempre estaba abierta la taquilla para sacar el billete que el revisor taladraría. Llegaban los trenes con muchos viajeros asomados a las ventanillas, y de algunos, con vagón de Correos, descargaban las sacas ornadas de dos franjas laterales con los colores de la bandera; los  mozos de estación porteaban en carretillas equipajes y mercancías. El kiosco de Victoria, en la sala, tentaba con tebeos, periódicos y mi revista Triunfo. Estaba abierta la cantina y las vendedoras cantaban “Mantecadas de Astorga, ricas mantecadas”. En un ambiente de esta guisa, esperábamos una tarde a finales de  junio de 1974 el Expreso a Irún, que nos enlazaría con el tren  a París, adonde íbamos a trabajar durante el verano. Éramos una pandilla joven, y con muchos amigos, así que, como también nos acompañaban los familiares, el andén estaba cumplido. Los visitadores golpearon con el martillo las ruedas para ver si ofrecían un son timbrado, y no otro quebradizo, por roturas o fisuras. El Autorizado alzó el banderín, se agitaron  pañuelos  cual mariposas blancas, y el tren emprendió la marcha con un chaca-chaca en aceleración; sonó un pitido que corría por los raíles como si los abrasase un  relámpago; pensé que se ahogaría bajo el puente del Tuerto en Nistal, pero no fue así, permaneció tintineando, hasta agotarse en los humeros, chopos y paleras.

“El Faro Astorgano”, 13, febrero, 2020
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   Lavanderas

   No hay vivienda hoy sin lavadora, de suerte que el sonido del agua, como un oleaje, un zambullido, o un trepidante volteo, canta en su tambor. En los pasados 50, muchas casas de San Andrés carecían de grifos, y de alcachofas, salvo las de las regaderas para mojar tu cuerpo y, después de enjabonarte, como refrescante manantial, aclarar la piel. Para similar aseo, de un cubo se servía Almodóvar, así se deduce de Dolor y Gloria, film que, con siete Goyas, acaba de reconciliar al ilustre manchego con la Academia; y en uno despertar vivencias de la temprana niñez. Como decía, en nuestras casas el agua se vaciaba de calderos, llenados en el pozo, por tanto nunca sonaba rumorosa. Sí en la Moldera, con cembo lindante a la gran Casa Blanca; en ella vivíamos, aledaños a cuatro familias, pero hoy tras sus muros apenas hay alma que oiga el paso del tren. Si para Almodóvar era una fiesta cuando su madre lo cogía e iba a lavar al ‘río de su infancia’, donde junto a otras vecinas ‘cantaban o hablaban’, otrosí fue mi dicha desde el cajón-corralito de madera. Sujeto a sus bordes alcanzaba a ver a las mujeres arrodilladas sobre cajoncillos, restregando la ropa, torciéndola y aclara que te aclara, sobre piedras o acanaladas pilas de madera. Los baldes eran de zinc, algunos con telas blancas en azulete, había tendales en las praderas y cuerdas con más prendas colgadas desde la Moldera hasta el primer raíl. Y cantaban y cantaban…

“El Faro Astorgano”, 30, enero, 2020
















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Chocolate  galdosiano

   Al  cumplirse el centenario de su muerte, Galdós ha recobrado  notoriedad.  Es  tan fecunda su obra, en acontecimientos y personajes, que no hay región o diócesis —también la asturicense— que no se vea en ella representada. Incluso, especias, y sabores, como  la bebida considerada, por los aztecas, de los dioses: el chocolate. Mejor diríamos, nuestro chocolate. En 1900, don Benito publica un nuevo “Episodio Nacional”, Los ayacuchos, sobre los aconteceres habidos en la infancia de la reina Isabel; entre ellos, la sublevación de Barcelona, motivada por el reclutamiento  de  “las quintas” y la liberalización del comercio de algodón con Inglaterra. En los días precedentes al 3 de diciembre de 1842, fecha en que el regente Espartero sofocará la rebelión de dicha capital, Galdós establece una conversación entre Fernando Calpena, que es el hilo conductor del “Episodio”, y varios clérigos, contrarios al regente, al que llaman Tamerlán, Atila y azote de Dios. Calpena, con ira contenida, les responde a ver si pretenden que Espartero deje esa ciudad en manos de los ‘patuleos”, “y encima les mande raciones de chocolate de Astorga”. No solo en este capítulo novelesco, el 28, Galdós presta atención a un producto tan común en su época, también en artículos de costumbres y en personajes como Marianela; pero, ojito, el astorgano el único acreditado por su procedencia. Merece don Benito un diplomilla, qué menos, en el actual museo.

“El Faro Astorgano”, 16, enero, 2019



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Armonio de San Bartolomé. De A. Père et fils

   Armonios

  Don José María ha sido el último maestro de capilla y organista, propio del cabildo catedralicio. Pese a tamaña carencia, del dorado órgano de columnas corintias, para las solemnidades,  de la mano de Nicolás Alonso, al amparo del rey David y Santa  Cecilia, una  sinfonía ‘eleva las almas hacia Dios”. Peor suerte ha corrido su benjamín, el antiguo armonio, que en las parroquias permanece silencioso, cuando no desalojado del templo. A no ser el  de Rectivía, muy deteriorado, todos conservan su esplendor. Han sido  fabricados, los de  San Andrés y San Bartolomé, en casas señeras  del XIX, las parisinas ‘Etienne y Christophe’, ‘Père et fils’; y en el caso de Puerta Rey y Santa Marta, ya en el tránsito de los dos siglos pasados, en las acreditadas ‘Erviti”, de San Sebastián, y ‘Cotrina’, de Vitoria. Fallecida Josefina López,  Fefi,   tan vinculada durante décadas a la iglesia de Santa Colomba y con tiempo para auxiliar a San Andrés; con la salud quebrantada el ingeniero Echevarría, en San Bartolomé, tan solo mantiene el testigo, en la iglesia de la Patrona,  Marisol de Sampedro, que ha transitado del antiguo armonio, donado por las carmelitas de León, al nuevo eléctrico. Son todos ellos herederos de una tradición centenaria, que fenece, pues la afición de algunos jóvenes es ocasional. Para el recuerdo queda el contoneo de aquel músico, que tan  pronto le hacía soplar al armonio sonidos dulces como bramidos de fuego.


“El Faro Astorgano”, 3, 01, 2019














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   El Callejón

   De entre los pasadizos, de las calles del Pozo a la del Mesón, de Portería a Leopoldo Panero…, ninguno de ellos ha merecido un aumentativo como El Callejón, sito en el límite, por poniente,  del antiguo foro romano, y que abrevia el camino entre la plaza de Santocildes y la calle Pío Gullón. La prensa de hace un siglo recoge continuas pullas a los ediles, porque al ser el mingitorio para los asistentes al mercado semanal, un río de orín, no lo lavaban ni desinfectaban a tiempo. Cuando Santocildes fue ajardinada en su corazón, disminuyó el número de paisanos que se aliviaban en sus paredes de salitre, y rayana la década de los noventa convine dotarlo de puertas enrejadas, con llaves dadas a  los propietarios y la guardia municipal, para su cierre nocturno; aun así, no falta quien abra hoy en él la bragueta. Escondrijo de escarceos amorosos, El Callejón, tan transitado, no ha merecido versos laudatorios, ni una pincelada de óleo o acuarela, y si bien propuse a un solista un concierto en su túnel, cubierto pero con abertura para las notas poder fugarse hacia el cielo, no obtuve respuesta. Dado que en esta Navidad el Ayuntamiento le ha concedido categoría artística, con una recreación en estampas de luz del famoso cuento de Hoffmann, no ha de extrañar que el pasado sábado haya sido de los primeros en sumergirme, tras un haz de cortinillas relucientes, en su interior, para que me cautivasen Cascanueces y el Rey León.

"El Faro Astorgano", 19, dic., 2019
























    El busto


  En la casa, de olor a lavanda, las dos habitaciones  de contraventanas mallorquinas, que jalonan un gran mirador,  están  encaradas  al gran muro sur del convento, el cual impregna la calle, pese a las cercanas alturas desmedidas, de un recogimiento de siglos. Si algún día desapareciera este convento, de Sancti Spiritus, con sus  recatadas  troneras, y esa casa de los Panero,  con su murete enrejado, todas las pétreas figuras que adornan, al fondo, la Puerta del Cielo catedralicia, desde Jesús con el látigo a la Adúltera, bramarían en su quietud. Habitan hoy el convento cinco monjas, que siguen repartiendo el pan de ángeles, y la casa, en su frente,  rehabilitada, espera llenarse de estampas y fotogramas de poetas, historiadores y músicos que han dejado en la ciudad un poso de sesudas y bellas palabras, también  notables pentagramas. De las dos habitaciones, la más cercana al libresco pozo, la del poeta Juan Panero,  desde el pasado sábado alberga el busto de César Vallejo, el gran poeta peruano de “Los heraldos negros”. Lo habían hospedado, en esa estancia, Máxima y Moisés, por petición de sus dos hijos, unos días del verano de 1931. Gullón y López Sancho, en 1978 y 1985, nos dejaron glosas jugosas de aquella ilustre visita en la que participaron; Leopoldo, abundantes  versos  al “indio manso de raíces eternas”, ¿y su hermano Juan?: a Juan Panero, en el 37, la carretera a León le robó la vida y los recuerdos.

"El Faro Astorgano", 5, 12, 2019
















   Foro y Plaza


  Se dice pronto, el  nacimiento de esta Plaza, con soportales ‘abrazando una superficie de 2102 m2’, según don Matías,  cumplirá, a saber si  los ha cumplido ya, dos milenios. En este tercer sábado de noviembre bulle en ella, después del mediodía, una población de astorganos, y forasteros que son fiel reflejo de la importancia, para la economía local, de su patrimonio y gastronomía. En el noble salón de la casa consistorial un grupo de asturianos se admira ante las vidrieras de Escarpizo, que impregnan la estancia de historia y de una dulzona calidez. Abandonan tan preciado lugar, pues de la Calzada de la Plata llegan, con barro en las botas,  comarcanos, que han hecho parada en Valimbre, el puente sobre el Turienzo de variopintos trashumantes y  afamados canteros. Me habían dicho que iban a hacer una representación en el tablado, previo a la sillería de coro donde discuten los ediles. Resultó ser una conversación entre Plinio el Viejo, el culto procurador que visitó la antigua urbe en los  70, y un sacerdote indígena, de nombre Abieno. Encarnados por Sergio Castrillo y Adrián Zamorano, la contraposición y asimilación de dos culturas gratificaban nuestros oídos. Parecían  rememorar una de las pláticas habidas en el antiguo foro, que llegó a superar los 30.000 m2. Colmados XIX siglos, achicado en una coqueta Plaza, siguen conversando en él ciudadanos de casa y del mundo  sobre conflictos, menudencias y amores. 

"El Faro Astorgano", 21, 11, 2019













El Puente (y II)


    Este domingo, pueblo y autoridades, han festejado que el viejo puente de Sopeña no terminase en cualquier desguace de chatarra.  Conserva la centenaria estructura, menos  los voladizos laterales añadidos con posterioridad y que servían para el tránsito peatonal;  tampoco discurre el agua  bajo su pasarela entarimada,  pues  a su nuevo río, el Argañoso, aún no han llegado los torrentes de un diluvio o deshielo.  Pero, inmediato,  el Tuerto lo llena de frescura, y ha sido tan atinada su restauración, sin una soldadura, remache tras remache, que bien parecen  sus lamas de acero un bordado con pompones. En la que fue escuela, se muestran  fotos antiguas, otras de su remozamiento, como barco en astillero,  y algunas actuales. No me percaté de que podía haber aportado la mía,  una de las pocas que nos sacaban en la infancia. Habían cerrado el Colegio Diocesano de San José, y muchos alumnos, de 9 y 10 años,  pasamos para uno nuevo, de laicos, San Fernando; a las puertas estaba la Prueba de Ingreso para el instituto. Recuerdo que caminamos a Presarrey,  en cuyas rocas buscábamos  unas huellas de  herraduras, las cuales, según la leyenda, quedaron grabadas por el ahínco del caballo  del Apóstol para cabalgar por los cielos hasta Compostela. La foto fue, a la vuelta, en el  Puente de Hierro: todos con el maestro arracimados ante sus arcos atirantados. Si en uno despierta  ahora simpatía,  ¡qué no será para los lugareños! 

"El Faro Astorgano", 7, 11, 2019






















   El Puente (1)

   Como  desplazaron  el  Puente de Hierro,  que exigía, por su semiesférico herraje parisino,  una  complacida mirada,  y por su angostura, refreno, los coches por la carretera, en Sopeña, pasan como balas. Tanto que uno, en el atardecer de este martes,  se siente inseguro en el sustituto puente, anodino y ancho, sobre el Tuerto;  arrimado a su barandilla  me he asomado para ver la frondosidad de los árboles, los chopos amarillentos, espolvoreados de canela, los fresnos y los humeros, con hojas aún tan verdes como la oliva. Y el agua, que llega remansada desde  el cercano Presarrey, paraje  desde donde cae en cascada y ruge espumosa. Cercano, el  Argañoso está alfombrado de hojas y por él parece no haber pasado gota de agua desde la primavera. Antes de encontrarse los dos ríos perduran las instalaciones de la Fortificante,  el edificio de baños termales, con su alero de regusto mudéjar, y un majestuoso serbal en un costado. Frente a ella,  los antiguos edificios, remodelados, y la parra a cuya sombra  comían y se solazaban pudientes comensales;  también, me comentan,  los adheridos a la División Azul, que en sus salas  celebraron el último festín, acompañados de armamento y pólvora.  De la existencia de la Forti, que no de Presarrey,  me di cuenta tardíamente, pues cuando de niños, en la escuela, nos llevaban de excursión, pasábamos de largo y  no reparaba en baños tan salutíferos, ni en venta de tanto postín.


“El Faro Astorgano”, 31, 10, 2019





















    El arca

   He transitado mucho por la carretera de nuestros cuatro pueblos, pero no me había percatado del arca, hurtada,  y  recientemente  repuesta;  y bien que se ve, ante una corona de encinas, y frente  al molino La Galocha de Santa Catalina. Las arcas o mojones han ido desapareciendo de los  arroyos,  y de las tierras de labrantío o de pasto. Algunos perduran en la Moldería Real, para separar los cembos y caudal  de cada molino. Entre los conservados desde el Medievo, esta arca, rescatada después de una aventura detectivesca,  que marca el límite de tres pueblos del alfoz astorgano, Val de San Román, San Martín del Agostedo y Hospital de Yuso (en la actualidad,  Santa Catalina de Somoza), es un testimonio histórico excepcional.  Me la muestra el joven presidente de Val de San Román, Julián Martínez, que bien sabe lo que significó antaño  la disputa de un palmo de  esta tierra o de sus montes. No en vano el Concejo astorgano contaba con guardias específicos, los  “montaneros”, para que se respetasen estos hitos en sus lindes. El arca no está labrada, como los miliarios de las calzadas romanas, pero en nada desmerece su prestancia y su simbología: si los primeros ensalzaban a los emperadores y sus ancestros divinizados, nuestro pedazo de roca, con una rústica cruz hendida en cada una de sus dos  caras, indica que  cualquier poder,  del rey al concejo, se ejercía “En el nonbre de dios padre e fijjo e spiritu santo”.

“El Faro Astorgano”, 8, 10, 2019.











                                  Detalle, pozo,   huerta provincial.

  Las norias (y 2)

  Del hospicio solo perdura, remodelado por segunda vez, para biblioteca municipal, el pabellón de varones. La primera intervención en este inmueble que albergaba, entre los asilados,  a niños huérfanos  por la muerte de sus padres, ya fuese en la guerra o fusilados, vino motivada por el dantesco fuego,  acaecido la gélida noche del 28 de enero de 1940. La Diputación, junto a esta Residencia Provincial, contaba con una huerta de 4233 m2, tapiada  con altos muros de piedra y mortero de tierra, en Manjarín. Hoy, acercarse a ella es olfatear una ruina, en su cerca desmoronada, en las tres terrazas, así dispuestas con el fin de salvar su pendiente y facilitar el cultivo;  las pequeñas edificaciones, construidas para albergar las azadas, rastrillos…, y resguardarse, recuerdan el abandono de las casillas del ferrocarril a Plasencia.  En lo alto de  la huerta, para su riego, se localiza la noria, entre arbustos, de igual factura que la de San Andrés;  en su gran pozo cuadrado,  reverdece, flotante, la vegetación. A los hospicianos, apenas adolescentes, en la postguerra, los mandaban a esta huerta, los jueves  y durante las vacaciones, bien para cavar la tierra, o extraer agua amarrados, varios, empuja que  te empuja y  gira que te girarás,  al mayal de la noria de sangre. Así la mentaban los labradores, en consideración al esfuerzo de sus asnos;  nunca  le fue más propio su nombre que en la huerta provincial de Manjarín.

“El Faro Astorgano”, 1, octubre 2019

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  Las norias (1) 

  El ´cigüeñal´ no era sino un varal con contrapeso, a modo de palanca, para sacar agua del pozo con un caldero de zinc, tal y como vimos en la casa de los abuelos. Pero a mí lo que me llamaba la atención eran, en los campos,  las norias y el burro a ellas uncido, con los ojos vendados y su incansable rodeo. Cuando triunfó el motor de gasoil, allá por los 70, la mayoría de sus dueños, presurosos las enviaron a la chatarrería; rareza es encontrar alguna. Cerca del imponente silo, a unos  150 m del paso a nivel de la calle Zapata, camino a la Subestación, en el pago de la Madalena, perdura una noria, junto al inmediato pozo en el que estaba encastrada, desposeída de su rosario de cangilones. El lozano estado de su tambor, ruedas dentadas, cabezal y balancín, no ha de ocultarnos su antigüedad; en todo caso,  algunos decenios antes de 1947, fecha en la que el pantano de Villameca regularizó el riego suministrado por la Moldería Real. Esta noria, para San Andrés, y los otros dos barrios que contaron con labradores y hortelanos, Puerta Rey y Rectivía, es testigo de un modo de sustento y de vida hoy en la ciudad casi desaparecidos. Y de  gran sabiduría. Un avezado maestro bien podría explicarnos las virtudes de este ingenio; un monumento a nuestro alcance, perfeccionado durante más de 2500 años, que nos une con otras civilizaciones y ayuda a disfrutar una parte sustancial de nuestra cotidiana historia. 
"El Faro Astorgano", 26, sept., 2019

















                                                           (Foto, 16, sept. 2019, 20,15 horas. C. del Carmen)



Barrenderos
   Oficio noble donde los haya: con su escoba y su carrillo van liberando las calles y plazas de residuos. Ora un envoltorio de chucherías, en cualquier peldaño o alféizar una botella olvidada…, junto a algún coche unas cuantas colillas y tiques de “la hora”; respecto a los chicles, no encuentran manera de erradicarlos, perduran en los pavimentos, como eternos diviesos, no sucede así con los excrementos de los perros, que delatan a sus incívicos dueños. Toda esta basurilla van los barrenderos recogiendo pasito a pasito, como Beppo, el fiel amigo de Momo. Si en los albores del Renacimiento se alzaba la nueva catedral, el castillo era reconvertido en palacio, se acometía el empedrado de calles y el procurador del Concejo ordenaba, además de llevar fuera de la ciudad las basuras, ‘estiercos’ y ‘cosas muertas’, ‘que los puercos no deambulasen sueltos por las calles’, no se entiende esto que nos pasa. Que cinco siglos después, con una Astorga ornada de nuevos monumentos, jardines, fuentes y granitos, sin cuadras en su caserío, algunos de sus vecinos o visitantes mancillen el suelo con escupitajos y toda suerte de desechos. Al barrendero, de noble oficio, deberíamos facilitarle   mejor destino: recoger tan solo las hojas arremolinadas por el viento, las pardas del otoño, aquellas otras marchitas por las persistentes plagas, y ayudar a ancianos e impedidos, desprotegidos, a retirar de sus casas el diario desperdicio. 
("El Faro Astorgano, 13, sept., 2019)








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                ¡Guau!, ¡guau!


   De aquellos viejos tiempos,  a principios del siglo XX, en que se recogía la basura en la ciudad con un simple carro adaptado, tirado por animal,  al año actual hay  un trecho: en el consumo, los medios y la conducta. De nuestras casas expulsamos kilos de vidrio, de plástico, de hojalatas, de desperdicios, que van a parar a la mar o a las entrañas de la tierra. Aleccionadora de este hábito depredador es la Noche Larga de las fiestas, cuando  la Plaza al amanecer queda sembrada  de botellas, bolsas y vasos, y algunos  vidrios rotos que suelen provocar ocasionales heridas. Los barrenderos con vallas de obra tumbadas van arrastrando, cumplida el alba, los desechos, para que, en montones,  los engulla la barredora-aspiradora. El miércoles, también temprano, una vez que los caballitos en la noche  han abandonado el parque del  Melgar, tal máquina, como si fuera el riego de un ruedo taurino, va absorbiendo similar basura  achicando el círculo del parque. Presencio esta faena solitario;  desde la torneada casa de los Granell baja una mujer,  que se me acerca: es la inglesa Teresa Spooner, que  regenta en Astorga una tienda de regalos. Muestra desasosiego ante tanta suciedad y me reclama  la vacuna de la educación para combatirla.  La perrilla que la acompaña, Flopsy, no deja de ladrar, y me pregunto si es porque le han interrumpido su idílico paseo o por sufrir tanto como su dueña semejante desatino.

"El Faro Astorgano", 30, agosto, 2019





















¡Pum!: la fiesta
   Cambian los tiempos y permanece la sustancia. Hace un siglo, ya la cohetería  abundaba en las fiestas patronales. Gozaba de fama en aquel ayer el astorgano Marcos Blanco, artífice de confeccionar con  pólvora y sales metálicas los fuegos de artificio. Si hace pocos días, como preámbulo, disfrutamos los juegos lúdicos de ‘Astures y Romanos’, no se quedaban ‘mancos’ nuestros antepasados con la procesión de una decrépita vieja sobre un pollino,  en la ‘tornafiesta’ de Santa Ana, para celebrar la partida de los vencejos. No había pregonero en el balcón consistorial, ni himnos de la Banda y la Coral, tampoco trompetas de Lucio Valerio: cuando Colasa y Juan Zancuda tocaban las doce se volteaban las campanas, se disparaban bombas y voladores, y partía de la Plaza una comitiva con los músicos municipales, tamboriteros y dulzaineros,  gigantones y cabezudos. Era honrada Santa Marta por el Ayuntamiento, no en la Catedral, sino en su iglesia parroquial. Correspondía a la plaza de toros la primacía festiva con la corrida, para cuya asistencia se fletaban trenes por las dos líneas ferroviarias. Y entonces, merced a clubes y Sociedades, como ahora, gracias a grupos y particulares, la ciudad, en su fiesta mayor, se transforma en un escenario donde los vecinos muestran su talento y valía. Este año, 2019, dada la gran participación de nuestros jóvenes artistas en el Gullón y diversas plazas, si cabe,  con mayor fortuna.

"El Faro Astorgano", 9 de agosto de 2019.





















     La ola

  Festejábamos el Bimilenario: exposiciones, congresos, homenajes… Próximas las fiestas patronales, agosto / 1986, el concejal Juan Pablo me dice que quiere dar a la celebración un poco de chispa. ‘¿Y?’...: ‘el circo romano’, me contesta; ‘¿¡qué dices!?’, le replico. Hay acontecimientos que solo son posibles cuando en los pueblos late  un ímpetu que, como el genio de  la lámpara de Aladino, ansía el manifestarse. No estaba reconstruido el coso taurino y se celebró  el día 30 en la plaza de San Roque, con el césar Emilius, personaje que había ejercido en la catedral, con talar atuendo, de pertiguero eclesiástico. Cientos y cientos de astorganos con trajes romanos, y la alta balconada de la muralla como un hormiguero: Agripina era portada  por los esclavos, discurría todo un cortejo de cónsules, centuriones y sibilas…, galopaban los caballos de las cuádrigas, una vaquilla empitonaba a una cuadrilla de gladiadores… En 2002 el circo decaía y el concejal Fernando Barriales  propone el incorporar a los astures a las festividades. Cuando este sábado  participaba en el circo, para jalear, en la ola que  vamos  desplazando con nuestros brazos por el tendido de la plaza de toros, pensaba cuán grande fue el acierto de unir astures y romanos. Pues hoy en día,  los encargados de pechar con la organización de los ininterrumpidos actos, han convertido la ciudad en un espectacular plató, arquitectónico, histórico y multitudinario.


“El Faro Astorgano, 1, agosto, 2019

















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Eclipse


   De los cubos de las murallas, el Miradero, aledaño al Hospital de las Cinco Llagas, desde donde el pregonero anunciaba a los vecinos de San Andrés  las almonedas y ordenanzas mandadas por los jueces y el corregidor, no perviven sino restos de su solera; ni rastro queda del cercano al castillo del marqués, el del Sultano, citado por Manuel Arias, y  es probable que algunas de sus piedras se hallen entremezcladas en los recios muros del nuevo coso taurino, alzado  en 1900. Acondicionado el Jardín de la Sinagoga a mediados del XIX, sigue siendo su cubo, de olvidado nombre, anclado en el vértice donde confluyen El Postigo y La Buraca, el más significativo de la ciudad: puede uno disfrutar la  vista del Teleno al tiempo  que  contempla las tierras de la vega. A él nos encaminamos la noche de este martes, 16,  por el acceso que linda con la Biblioteca,  y  según vamos adentrándonos en el Jardín se adensa  el aroma de los tilos. Está el cielo encapotado y han apagado las farolas cercanas al cubo, casi hay que tantear para no derribar los tres telescopios que Javi Jáñez, Marisa Alonso y Daniel Mayo, han dispuesto  para que veamos el eclipse de luna; estamos próximos al circular poyo corrido, donde platicaban aquellos sabios, Matías Rodríguez, Martínez Salazar, Marcelo Macías…  ¡Quién lo diría!, estos tres jóvenes astrólogos le han devuelto al  Cubo de los Sabios,  siglo largo después,  su popular  y significativo nombre.

"El Faro Astorgano", 23, julio, 2019














Cereales

   En la vega astorgana, que riega la Moldería  Real, por estas fechas, cada vez el labrantío es más verde, sin el cañamazo amarillento de los trigales y el cebadal.  No falta a los patatales el riego por aspersión, pese a que el agua corre a raudales, por la red de acequias, si se demanda. Dentro de poco, desde la huerta, hasta entrado el invierno, perderé la vista de los molinos aguas arriba, el paso  de los mercancías y los ‘alvias’ hacia la Estación,  porque los maizales, reyes del actual agro, se coronarán, enhiestos, con su abanico de borla. Ha sido este mal año, asegura Asaja, para el cereal de pequeño grano, pero en mi ‘contorna’ poco importa: apenas una finca de cebada espera a la cosechadora. Antaño eran dominantes no solo los campos de trigo y cebada, sino los de lino, avena y centeno, por eso bajaban los segadores gallegos, y esperaban en la plaza de Santocildes la contratación. Afilaban sus hoces en la columnilla románica de San Julián (o Fátima) porque así, benditas,  ahuyentaban de ellas las tormentas. Un año, el 17, julio, de 1932, a punto estuvo de correr la sangre, pues participaron en  los graves altercados, a la entrada del Gullón,  por un mitin de Acción Agraria. Mientras me afano en “mullir”, discurro estas cosas, cómo ayer y hoy el grande se come al chico: la mazorca de grueso grano a las espiguillas de finas cuentas, las cuales, cuando las atiza el viento, son como  un dorado oleaje de mar.

"El Faro Astorgano", 4 de julio de 2019








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El trébole

    Corría el año de gracia de 1899, y estaba reciente el drama de los repatriados de Cuba que, por miles, hubimos de socorrer. Tocaba celebrar la Noche de San Juan, con ritos ancestrales del solsticio de verano y nuevas costumbres. Como saltar la hoguera, restallante de urces, en la Plaza, si bien, antes, a las nueve (del 23), en el Jardín, la Banda ya agasajaba a la concurrencia con la ‘Verbena de los Arenales’: pasodobles, jotas y zarzuelas de Chapí, bajo la batuta de Mateo Blanco. Amonestaba el primer don Magín, en El Heraldo, al alcalde Pallarés, para que no consintiera, a los trasnochadores, bailes de pandereta y tamboril, por razones “de moral e higiene”, pues no faltaban los escarceos y el aliviarse en el bosquecillo de la fuente moruna o al abrigo de los negrillos. Las rondallas, por las calles, con acordeones, violines y guitarras, paraban de casa en casa, mientras los enamorados, furtivos, dejaban un ramo en la ventana de  la amada, para que lo recogiese al alba. A saber cuándo se perdió esta tradición; quizás su recuerdo fuese, en nuestra niñez, buscar en el campo un trébol de cuatro hojas, que nos traería fortuna, o este cantar: “A coger el trébole, el trébole, el trébole, /a coger el trébole la noche de San Juan. / A coger el trébole, el trébole, el trébole, / a coger el trébole los mis amores van”. ¡Qué cosas!: Ahora importamos la noche tétrica del ‘Halloween’ y no festejamos la de nuestro San Juan.


“El Faro Astorgano”, 20 de junio, 2019


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Jardín de la Sinagoga. 3, junio, 2019. J.J.A.P.

    El cedro

  Cualquier lugar de nuestro cuidado Jardín reconforta el ánimo, si bien en las mañanas soleadas y calurosas, como las de este estrenado junio, la sombra y el frescor se agradecen, porque resguardan la vista y el cuerpo del fulgor de fuego que campea desde la muralla hasta el Teleno. Para el recuerdo queda la grafiosis de los pasados ochenta, que se apoderó, con su encolerizado insecto barrenador, de los negrillos, plantados al tresbolillo, a partir de 1835, por unas Corporaciones ilustradas. Tal era su porte que al arrancar sus raíces, lo que había sido plácido jardín se transmutó en un extenso cráter; otro gran tajo fue necesario en su solar, por motivos de saneamiento, y para ubicar en sus entrañas la dependencia desde la que acceder a la monumental cloaca romana. Hoy, los nuevos árboles, de febrero / 1991, tilos, arces, nogales, árbol del paraíso…, están bien enraizados y se toquetean con sus vigorosas ramas, de suerte que, desde el entorno del templete, hasta el límite de su recinto empedrado, al Jardín  lo cubre un tupido y verdoso velo.  No desmerece ya, pues, el renovado plantío, de los pocos árboles que antaño no fenecieron: dos castaños, un arce, y un cedro. Un gigantesco cedro, con dos vigías a sus pies, Gorgorito y Peneque; de copa tan amplia que es capaz de acoger a los niños cuando cada agosto jalean a las marionetas. Y, también, a uno mismo, para sosegar el ánimo y apreciar el inmenso don de la vida.

“El Faro Astorgano”, 6, junio, 2019



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   Mirlos
  No solo en los entornos del Jerga o la Moldería Real vuelan las aves, mendigan los animales domésticos y cantan los pájaros. En los aledaños de  la muralla suroeste, la que es balconada al Teleno, y en su opuesta, la que se perfila en el Melgar, entre el Palacio y la cercana vega, bandadas de palomas duermen cada noche en casas desmoronadas, en otras, deshabitadas y con desvencijados ventanales; los gatos, muchos, esperan alimento bajo los coches aparcados junto al Seminario, otros, pocos,  por  las coníferas cercanas al ábside catedralicio… ¡Ah!, y en este tiempo cantan los mirlos. Puedes oírlos en sus dominios, ya que no todos  interrumpen, a la vez,  su gorjeo para bajar  a corretear por las praderas de los jardines y así alimentarse. Solázate, en la mañana, con un paseo desde el Jardín al Conservatorio, o bien, en el otro costado, por el Melgar, no dejarás de oír su canto, y si cerca de ellos anduvieses se apartarán sin levantar el vuelo. Si es macho, no dejes de observar, en su cuerpecillo azabache,  su afilada y dorada flauta, y los anillos de sus ojos,  también de oro. Mi mirlo vuelve cada año al tejado; al amanecer te va despertando con una melodía que se acrecienta según clarea, y por la tarde, como cercano está el Hogar, y los mayores son tempraneros en el baile de pasodobles y rumberas, desafía a los flautines y timbales. No he logrado saber en qué arbusto o balcón la hembra incuba los azules huevos.
"El Faro Astorgano", 28, mayo, 2019


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En el Palacio hay cuatro veletas, en cuatro torreones,
una es un gallo y en las otras tres figura el escudo
episcopal.


Canta y canta…

Hace un siglo en la alta chimenea del Palacio anidaba la Chosca, la cigüeña con el nombre de la castañera que se apostaba en la plaza del Seminario. Según cuenta el cronista Luis Alonso Luengo, tal apodo no era gratuito, porque si una tableteaba con el pico, la otra chascaba los dientes, con intermitencia,  para anunciar su asado fruto a los seminaristas  y escolares de los salesianos y de la escuela pública, que por allí pululaban.  “Por San Blas, la cigüeña veras”,  y así era, pues cuando en el colegio nos llevaban a la catedral a besar la santa reliquia, en su nido del Palacio estaba; y me pregunto, ahora, si no sería la tataranieta de la Chosca. Eran tantas las cigüeñas en los campanarios que a las más cercanas no les prestaba atención. Pero sí, y desde entonces, al gallo que remata el  gran torreón del Palacio. No tiene este gallo, entre las veletas del caserío amurallado, rival, trátese de sus tres hermanillas, ornadas con el capelo y las borlas del escudo episcopal, o de las catedralicias, municipales,  de iglesias, monasterios y hospitales. Si celebridad han merecido el de San Isidoro,  el de Notre-Dame, tras el incendio, no menor júbilo se ha de dispensar al nuestro: porque sobre encaramadas volutas descosido canta y canta, por la conversión de san Pedro, para  anunciar el alba y decirnos que, pese a  los ahuyentadores, cada San Blas, sobrevolando el Palacio, a las descendientes de la Chosca siempre verás. 

El Faro Astorgano, 10, mayo, 2019









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   El gallo y la veleta

 Las dos se asientan en solares de anteriores cultos, poseen dos altas torres, bóvedas de crucería que descansan sobre majestuosos arcos ojivales, algunos con encajes de preciosos vidrios. En las dos todo es elevación, color y transparencia, y perduran en los siglos bajo advocación mariana: la catedral de Santa María, de Astorga, y Notre-Dame de París. Si una cuenta con el gracejo de una veleta, la de Pedro Mato, la del Sena se pavonea con un gallo a merced del viento, amarrado en la cúspide de una estilizada aguja de 93 m. Cuenta don Bernardo Velado que la torre verdosa astorgana, la desnuda de campanas, fue desalojada de su último tramo y el chapitel en el Día de Todos los Santos, de 1755, por el terremoto de Lisboa. Fue un temblor tan temible que desasentó las lápidas del cercano Cementerio Viejo e hizo bramar las campanas;  por falta de caudal o calamidad, desmochada la torre  estuvo hasta 1965. Mayor infortunio ha padecido Notre-Dame, el pasado lunes 15, cuando el fuego empezó a devorar la madera que sostiene su techumbre. Se doblegó y cayó la aguja convertida en una tea, pero el gallo, en tal vorágine de calor, refrescó en su interior las santas reliquias, que cobijaba para “pararrayos espiritual” de los parisinos. Repondrán, en años, la aguja con su sobreviviente gallo, y, en el entretanto, será la veleta de Pedro Mato la encargada de desviar, para  las dos hermanas  catedrales, rayos y malos vientos.
  

“El Faro Astorgano”, 25, abril, 2019





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Luis A. Angulo Combarros



Pieles y crin (2)
   En 2012, Eufemiano Fernández echó el cierre, en la calle del Cristo, 4, a su taller; pero  perduran, coronando la puerta, las letras estampadas de “Guarnicionería Cachi”. En su interior, que su mujer, Dori Palacio, conserva inalterado, siguen ordenadas  las herramientas, enrollados cueros y badanas, y cuelgan correajes y cabezadas para caballerías. Con Cachi, desapareció una artesanía ligada a la tracción animal en la agricultura. Había tanteado el oficio en Santa María del Páramo, y antes de establecerse por su cuenta se fajó con el Valenciano. Como Luis Angulo, que llegó de Valladolid a cumplir el servicio militar en los pasados 50 con este arte aprendido, se enamoró de Manuela Combarros, y ya aquí disfrutó la vida. Trabajó quince años con el reconocido maestro, después abrió local propio en la calle del Carmen. No es esta una travesía cualquiera: por ella pasa el señor obispo cada mañana a sus oficinas, los paganos a la casa del fisco y los amantes de perrillos hacia la muralla, cierto es. Pero no sería tanta su gracia sin el taller del señor Angulo, ahora exclusivo de tapicería, a cargo de su hijo, que heredó su nombre y oficio. Aunque labora con materiales nuevos, la espuma, el poliéster, almacena en sacos de esparto la crin vegetal, para cuantos piden restaurar sus sillones con las mañas de los antiguos artesanos. Petición que Luis hijo complace, como deudo de  guarnicioneros, curtidores y  tapiceros.

 (El Faro Astgorgano, 5, 05, 2019)
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Luis Angulo, de pie,  en su guarni-
cionería, con el empleado
Fernando Fraile
Cachi en su guarnicionería




    Pieles y crin (1)


  Hay lugares, como la antigua plaza del ganado, donde se asienta el Gullón, en que, a poco que escarbes, aún se olfatea el orín de los cerdos. No así cerca de la iglesia de San Andrés, o en la carretera a San Román, donde estuvieron alzados los cortijos de curtidos: de Ricardo Blanco, el empresario y músico que pagó las pantagruélicas comidas donde los próceres meditaban, a fines del XIX, sobre cómo conseguir para Astorga una nueva línea férrea, la del Oeste; y de Cipriano Tagarro, apellido este de hondas resonancias hasta la actualidad. Nada queda de aquellos imponentes edificios, ni siquiera, ya digo, un tufillo, a cal y sodio, de las balsas donde se ablandaban las pieles. Ni rastro de las corambres (pellejos para unos diez cántaros), que fabricaban y alquilaban a los almacenistas, por los treinta del XX, los Carro Fernández (familia del alcalde Carro Verdejo), y que retornaban, por los ferrocarriles, henchidos de vino. No faltaron boteros en la ciudad, y algunos tuvimos la fortuna, amortizado el cabás, de que a pocos pies de la iglesia de Fátima (antes, de San Julián) el tío Paco, el Valenciano, nos confeccionase, en cuero, la primera cartera con plateadas hebillas. La guarnicionería del Valenciano recuerdo tenía una penumbra de color canela, como las badanas, suelas y mango de las leznas, y olía a añejo curtido, a grasas y ceras; transmitió su maestría a Cachi, y a su lado se bandeó en el oficio Luis Angulo. 














("El Faro Astorgano, 4, 04, 2019)
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Zapateros


   De las ciudades, también de Astorga, han ido desapareciendo oficios artesanales que propiciaban, desde el Medievo, la economía y la vecindad. Algunos quedan, en trance de extinción, al no contar con aprendices de unas artes para las que se precisa  destreza en las manos, y agudeza de la vista y olfato. Como el de los zapateros, con Jorge García Vega, ‘Zapatería Valbueno’, y Carlos González Pérez, ‘Don Zapato’; los dos reciben a la clientela en plena faena, con el  mandilón azul. Aprendió Jorge el oficio de su abuelo Manuel, con taller en la propia casa; y Carlos, de su padre, Miguel “Güichi”. Los dos, sin sucesores en el negocio, y con 33 y 27 años de oficio a las espaldas, lamentan la mala calidad de los zapatos sintéticos, que contaminan más que la bolsería de plástico. Acumulan sus estanterías zapatos, ‘philips’ y  tapas. Y emana un  olor a cola en proceso de secado, a cuero y a ‘servos’: ese olor que  toman las paredes, el mobiliario, durante décadas. Las hormas están ocupadas y a ratos se activa la máquina que lija, prensa y pule. “Zapatería Valbueno” es casi la última muestra de una serie de casas humildes de planta baja, en Río Esla (14), que se hallan en venta; si desapareciese se iría con ella parte de la historia cotidiana de Rectivía. ‘Don Zapato’, en Santiago Crespo (2), encamina a la calle de Alonso Garrote: de San Crispín en 1901, cuando  eran 11 los zapateros protegidos por este, su santo patrón. 

"El Faro Astorgano", 21, 3, 2019














 La vecindad

    2018 ha sido año de mal agüero para Astorga, por los pocos nacimientos inscritos en el Juzgado, 65, y el elevado número de defunciones, constatadas en el padrón, 182; al final, cotejando altas y bajas, ha perdido 151 habitantes. Así, como aventurábamos, lo despedimos con menos de once mil vecinos, 10.874, cifra que contempla tanto los naturales de España como los provenientes del extranjero (de entre ellos, 582). En  la última década ha disminuido la población en 1165 personas. Nuestros migrantes proceden de cuarenta países del mundo; los más numerosos, los marroquíes, 169, seguidos de los portugueses, 67, y los búlgaros, 43. Si los juntáramos, además de las tres lenguas de los anteriores, oiríamos hablar en chino,  francés, rumano, urdo…, y en las variantes del español de 14 países de América. En las calles destacan los marroquíes, con el ‘yihab’ y la túnica las mujeres, y con esta última prenda los hombres en días de especial festejo. Cara al futuro, 65 nuevos niños con culturas diferentes: seis de familias gitanas, ocho de marroquíes, los cuales, junto a todos los demás, pronto convivirán en las escuelas, con nombres tan tradicionales como Marta, Pedro, Manuela…, o de ascendencia árabe, Amira, Mohamed… Cuando el maestro les pida un relato sobre sus orígenes familiares, contarán jugosas historias de cuatro continentes. Esta es la Astorga de hoy, multicultural,  y con la despoblación pisándole los talones.

“El Faro Astorgano”, 28, 08, 2019





















Grito y viento

   No es este monumento de Castorina de gran empaque y elevado pedestal, como el de Enrique Marín, de bronce y piedra, para la conmemoración del centenario de Los Sitios, inaugurado en la plaza del Progreso (hogaño, Obispo Alcolea) el 29 de agosto de 1912; y con emplazamiento definitivo, tras chorreada fuente, en la de Santocildes.  Puede hasta pasar desapercibido, por sus dimensiones modestas, 90 x 80 cm, en un entorno poderoso, el de la iglesia de San Bartolomé y la ‘domus’ del oso y los pájaros.  Mientras que, en el primero, a poco que levantes la vista, te percatarás de cómo bate sus alas un águila francesa bajo las garras del león astorgano, y de sus chillidos y rugidos, en esta estatua de Castorina, que esculpió para el Bimilenario en 1986, únicamente oirás la fuerza del viento;  y tan solo si te acercas  y te alzas sobre las punteras. Entonces, sí: comprobarás cómo una madre adelanta en sus brazos a su pequeño hijo, amparados por el padre, enramado de naturaleza y con la cadena, que podría frenar el futuro, liberada. Recuerda la disposición de esta escultura a Céfiro y Cloris, de Botticelli, con los cabellos agitados por un soplo que esparce flores de primavera, y que en Castorina quiero entender muestra de su ternura, de apuesta por la ciudad, personificada en unos padres que lanzan, por el porvenir de su pequeño hijo, un desafiante grito. Un grito que, si te aproximas, oirás que lo proclama el viento.

El Faro Astorgano, 1, marzo, 2019










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   La tortuga
  En la calle La Tahona (3), hoy de Magín G. Revillo, a la cerrada casa de los Francisco / Diego, Florentino y Castora, nadie llama con el picaporte ‘mano de fátima’;  y se debe a que dos de sus cinco hijos, Mario y Sarita, hace años la dejaron para continuar en el infinito celeste las clases de dibujo y recordar historias familiares. Esta de la tortuga es verdadera: andaba suelta por el pequeño jardín de flores, por la sala donde se fabricaban las gaseosas, para tenérselas con los roedores, a los que atraía como una flautista de Hamelín. Florentino les decía a los niños del barrio, y a su pequeña Yolanda, que bajo aquel caparazón  latía un corazón eterno. Era una casa de artistas, no solo de lápiz y pincel, sino de la materia viva, así que cuando caían aquellos copos que inundaban la manzana, el padre y su hijo Mario modelaban esculturas de nieve; de toda la vecindad se acercaban a ver tal aliño maravilloso: ¡Ooooh! De esta especial saga ya solo queda viva Tinita, porque la virtuosa más celebrada, que heredó el nombre de su madre, Castorina, este martes se aposentó en el camposanto, no sin antes dejar sembrada la ciudad de pinturas, esculturas…: tantas maternidades, por el hijo perdido, llagadas. Las dos vías muertas de la Línea del Oeste, frente a su casa campesina, hoy vibran como un gong, para recordar la eternidad de la tortuga, y la sabiduría del búho del Palacio, que Castorina modeló para galardón del cinema.

El Faro Astorgano, 21, febrero, 2019



 













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 Fuente de luna

   Está cumplida Astorga, en edificios eclesiásticos y civiles, plazas y jardines,  de las obras de pintores, escultores, de la localidad y comarca. Vitrales,  bronces y estatuas, plata labrada, imaginería en la Semana Santa, cuadros, tapices y fotografías…: todo un elenco figurativo, de su devenir, religiosidad  y tradiciones. Nos faltaba el estampado, en cerámica, de acuarelas y óleos, con temas sugeridos por la vecindad. Y ahí está, en El Jardín, la fuente, diseño de Herminio Dios, de inspiración moruna, azulejada, como un mojón de luna menguante. En su cara, el escudo municipal y cuadradillos de impronta andaluza, con el protagonismo de nuestra hoja de roble, que no de acanto. Y es su envés un relato en tres paneles –de 1,20 x 1 m–, desde la antigüedad a los tiempos modernos: la calzada de la Vía de la Plata, transitada, con posada, el puente de Valimbre y la perspectiva de la antigua ciudad en día tormentoso, de Sendo. Uno segundo, de Escarpizo, dedicado a la arriería, con el maragato, el mulo, el carro y la amenaza del tren, ante el Ayuntamiento, con la cercanía del petirrojo. Y el de Jaillus, de modulación modernista, con el Palacio, casa Granell e iglesia de San Andrés, Gaudí, cartel y figuras de la época. Y otros detalles: mantecadas, hojaldres, hitos romanos…, en una gama multicolor, destreza del aznalcazareño Jesús García con su pincel. Esplendorosos están, pese al ardiente sol y la venteada nieve.

El Faro Astorgano, 14, febrero, 2019















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    Azulejos

   Hay ciudades, vistosas, por su cerámica artística. Como Oporto, que nos cautiva con sus  lienzos, en iglesias, o la propia  estación, repletos de  azuladas escenas religiosas, mitológicas,  históricas… No es pródiga Astorga en este arte que dicen mudéjar y morisco. Y estimado por los modernistas, por ello los arcos ojivales de la capilla del Palacio se adornan de azulejos de Zuloaga, con el símbolo clásico del cuerno de la abundancia. También gustan los existentes en dos portalones, franqueados de día, como testigos de una hospitalidad perdida: en la casa de los Álvarez de la Torre, tras el ayuntamiento, y en la heráldica de los Rodríguez de Cela, en calle de tal nombre. Es el primero un primor de orladas hojas de acanto, en un estampado amarillo y celeste, bello por desvaído; mientras que, en el segundo zócalo, nos sorprenden las combinadas figuras geométricas, enmarcadas por grecas trenzadas, en gama de azules con tinte blanco. La trasera de la fuente del Jardín, de 2016, luce vítreos dibujos originales, de Sendo, Escarpizo y Jaillus; temprana es la ‘Inmaculada del Escorial’, de Murillo, en el antiguo solar de Bausá. Y en Alonso Goy sorprenden esos blancos claveles, de los cuadradillos del remate de una pilastra aplantillada, en el jardín de los García Crespo; son sus hojas de bordes dentados, como las del acebo cercano, del que aún no se han desprendido sus bolillas rojas. Pocos: ¡pero qué bonitos son!

El Faro Astorgano, 8, febrero, 2019



















¿Y Canillar…?  (II)

 L a ‘astorganía’ de Nemesio Felipe, víctima del nazismo, está relacionada con la apertura del ferrocarril ‘Línea del Oeste’, en 1896; pues conllevó la implantación de una nueva vecindad, gran parte proveniente de Extremadura, en San Andrés. En el primer flujo llegarían los Canillar, Miguel, Marcelo y Josefa, naturales  de Valencia de Alcántara. Marcelo se casaría, con 21 años, el 3 de octubre de 1902, en Puertarrey, con la joven, de 17, huérfana, Antonia Fernández (hija de Justo y Dominga Ferruelo, de la c. del Cristo, 15). Nemesio, el primer hijo (llegaría otro más, Ángel), nació el 9 de noviembre de 1903, y fue bautizado en San Andrés. Exiliado, y combatiente, en el suroeste de Francia, en abril de 1944 fue capturado por los hitlerianos en Bazas, y enviado al campo de concentración de Neuengamme. En el Boletín francés 13232 consta que falleció en Auschwitz, el 11 de abril de 1945; dato este incierto, pues este campo fue liberado tres meses antes. Más probable es que muriese en Neuengamme, conquistado por los británicos el 4 de mayo, previa ejecución por los nazis de un último exterminio. En el padrón de 1940 figura que su tía Josefa, casada con el ferroviario Julio Rodríguez, y sus  hijos, Alfonso, Josefa (que murió en Astorga, con descendencia), y Teresa, residen en c. La Zapata, 34. Por hoy, nada más se nos alcanza de Nemesio; pero alguien sabrá de este astorgano de nobles ideales al que arrebataron la vida. 
















¿Y Canillar...? (I)


  La exposición abierta en el madrileño Arte Canal, sobre el genocidio nazi en Auschwitz, aunque encoge el corazón, no puede igualar, así lo cuentan todos, la sensación que produce visitar en Polonia sus instalaciones, pues las paredes de las literas, donde apilaban a los reclusos, aún conservan el olor que los cuerpos exudaban al consumirlos el sufrimiento; y en las cámaras de gas, se oye el grito ahogado por la agonía de una muerte con vil engaño ejecutada. Me avisaron de que en la citada muestra, en una relación de españoles aniquilados, constaba un astorgano. Quise comprobarlo con mis ojos, porque conocemos la historia y el terrible fin de nuestros hombres y mujeres, que por la guerra del 36 perdimos;  incluso el nombre, procedencia y oficios de los 4692 presos, confinados en 1940 en varios pabellones del cuartel astorgano —Prisión Central los llamaban—, y,  también, de los muertos. Porque, ¿cómo no tener derecho, siquiera, a la memoria? Cierto es: en el panel con las fotografías de registro de varios reclusos republicanos, uno de los 67 que constan en aquel infierno fallecidos es “Nemesio Felipe Canillar, político astorgano”; así, netamente, reza. He pedido datos a responsables de la exposición, a asociaciones internacionales; consultado nuestros archivos, eclesiásticos, judiciales, los padrones municipales; y he preguntado a los mayores de la que pudo ser su vecindad, pero escasa información he logrado.
El Faro Astorgano, 31, enero, 2019












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     Bayas rojas

         Para nutrir sus yemas en la primavera, los plataneros de la soleada muralla, las moreras de El Bastión y los castaños de indias de la nacional a León, desnudos están. En La Eragudina, ni un árbol de hoja perenne se atisba entre variados troncos, si bien los arces campestres y los fresnos aún retienen sus hojas caducas; todo el plantel, jalonado por los chopos lombardos del costal río, evita molestar la vista del Teleno, apenas, estos días, coronado de nieve. Los álamos y acacias de El Mayuelo resaltan la fuente, que ahora mana, si a ella te acercas, como una salutación; mas apena ver, en su pradera, los 21 tilos trasplantados, de entre los 29 arrancados del paseo alto de El Melgar, en las mañanas, temprano, del 18 al 22 de enero de 2016. Desapareció de este parque, con este infortunio, la prolongada pérgola vegetal, con sus entrelazadas flores: las rosadas de los supervivientes prunos, en un costado; y aquellas blancas y olorosas de los desterrados tilos, que, en frente, guarecían del sol de poniente. En El Melgar puntea un cuajado verdor, por las coníferas y lauros, como en el Jardín, por su cedro centenario, pero la mayor belleza, el ofrecido fruto invernal, son, en ambos vergeles, sus racimos de bayas rojas: las de los siete acebos bajo la cerca, en el primero; y las de los ocho madroños, de donación madrileña en el 92, a unos pies del templete donde la Banda, aunque esté ausente, ofrece su canción.


      “El Faro Astorgano”, 18, 1, 2018

















Natalicio real

   En la Cabalgata del sábado, Nacho, asombrado, veía pasar ante sus ojos una gran estrella,  a los Reyes en camellos,  acompañados de pajes, marionetas gigantes y muñecos de nieve;  y a  una gran comparsa de cornetas, saxos, flautas, tambores… Ahora ya, con sus cuatro años, podía coger al vuelo los caramelos que salían como serpentinas de las carrozas reales. Quedó sorprendido, en  este  fragor bullicioso, porque sus padres  lo dejaran a cargo de sus abuelos paternos. No hay niño, hasta aquel que no ha respirado su primer llanto, que no se impaciente con la presencia en el firmamento de la Estrella de Oriente. Cuando el domingo Nacho se levantó, encontró numerosos regalos, menos uno especial, que Sus Majestades, en la madrugada, habían dejado en el hospital provincial. “Este es el regalo especial”, le dijeron Míriam y José Ignacio cuando le acercaron a su hermano, para que lo abrazara. Desde el 23 de diciembre no había nacido un niño astorgano; fue inscrito por su padre en el Juzgado, con el nombre de Manuel Jesús Esquinas Prieto. Converso con él, sobre su profesión, la enseñanza, acerca de la competencia medioambiental de su esposa Míriam: “Nosotros apostamos por la tierra y la ciudad”. Manuel Jesús pronto correteará por los fogones del restaurante de sus abuelos, “Serrano”, y de vez en cuando por las calles de Ocaña, donde habitan los padres de José Ignacio y  se declaman las coplas de Jorge Manrique.

El Faro Astorgano, 11, enero, 2019








                                             Tolva, carraquillo y canaleja; campanilla que suena cuando
                                              hay que reponer grano en la tolva.


   La tolva / 101


      A la tolva la podía haber llamado “tremunia”, como  Garrote en su Dialecto vulgar leonés, o ‘tremuella’, que es el nombre que se conserva en el  cauce molinero de la Moldería Real. El nombre, porque de  las paradas, con sus tolvas,  tambores,  piedras, rodeznos…, apenas,  en dos molinos, de los 22 existentes en 1929, hoy  perviven. En la tolva se vacía la quilma de cereal, que va recibiendo la canaleja, o ‘tarabilla”, la cual traquetea dentada por el  ‘carraquillo’  volteador,  y así  va arrojando  poco a poco el grano a la piedra volandera, que gira y gira sobre la fija ‘molandera’.  La harina cae, finalmente, al ‘farnal’; y, en el  entretanto, las aspas del rodezno son batidas por la furia del agua acorralada. No hay bravo cereal  bajo  piedras  volanderas; por eso el tiempo no se ha llevado su  olor a mies de estío. Como cien quilmas de cereal, vaciadas a la tolva, han caído hasta hoy  las palabras sobre este pliego; que  ha habido que moler, y roer, en  harina fina  de 1420 caracteres.  Ningún día ha sido  igual en la molienda: de alberjón en horas de luto; de maíz, en  las de pena; con la de trigo, hemos cantado la fiesta,  y si ha sido  de cebada,  la nostalgia; del centeno molido han nacido héroes y algunos villanos; de la avena, labrantíos y amapolas. Y en día de cernido, con el “salvao” chiflas y castañuelas. A ver qué toca moler en 2019, a las puertas está, ‘biendichoso’ para todos sea

        "El Faro Astorgano", 28, diciembre, 2018










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    Y la matanza (II)

       A mediados de diciembre amanecía el día con heladas negras, que levantaba el sol en un vaho humeante, entrada la mañana. Temprano, el día de la matanza, se llenaba la casa de tíos y primos. Los cerdos anticipan su muerte en los ojos de los amos, por eso el nuestro se arrinconaba, y había que  clavarle  el gancho bajo el morro, para arrastrarlo, y empujarlo por el rabo hasta echarlo en el banco; entonces sí que gruñía. Sujetas las patas con los ‘grillos’, y agolpados sobre su cuerpo, mi padre le tentaba ‘la pocina’, le adentraba el cuchillo y brotaba un chorro de sangre, que se recogía para las morcillas. Se le chamuscaba y raspaba con cristales o tejas, y los primos nos disputábamos las pezuñas y el rabo. ‘Echaban la parva’ (beber aguardiente),  y lo abrían  en canal, en el propio banco, para vaciarlo de las tripas y ‘la entrañada’. Una vez colgado, llegaba Consumos para pesarlo, llevarse la muestra del veterinario, y apoquinar al Ayuntamiento. Era todo un arte ‘desentertiñar” sus tripas, para lavarlas en el río; y el deshacerlo, adobarlo y embutirlo, hasta ver en los varales los chorizos, y en las artesas, en sal, el espinazo, jamones… Sin olvidar los mantos de manteca, que derretidos dejaban el poso de los ‘chicharrones”, con los que elaborar tortas que nos cocía el panadero. ¡Lástima!: esta costumbre, en la ciudad, pronto será historia, pues son menos de diez vecinos los  que hoy  crían el cochinillo.
   
    El Faro Astorgano, 13, diciembre, 2018








      La crianza (I)


       Hoy se considera costumbre propia de los pueblos, pero en Astorga no hace tantos años que en bastantes casas de los arrabales también se criaba el cerdo. Llegado septiembre, varios vecinos, mi padre entre ellos, por la Línea del Oeste traían de Benavente los cochinillos a la Casa Blanca, propiedad del señor Felipe, el Pellejero. Próxima a la vía del norte, en San Andrés, ahora está destartalada, casi abandonada, pero antaño las cinco familias que la habitábamos la teníamos en todo su derredor, aunque abundaban las cuadras y el barrizal en el camino, como un jaspe. Era una lata, en atención al nuevo inquilino, blanquecino y rosado, al que hospedábamos en la desinfectada cuadra con Zotal, el picar, en compañía de mi hermano,  la remolacha con los restos de una pala afilada;  añadirle después salvado, harina y agua, y removerlo todo para que, alimentado, durmiese agradecido. Yo lo maldecía, pues me interrumpía el rato del juego, pero él, complacido ante tal manjar, me miraba meloso, porque los cerdos se acostumbran a uno y no le faltan sentimientos. Crecía rápido y no era como las gallinas, sempiternas cantarinas, de cuando en cuando desplumadas, sino siempre lucido y, salvo hambruna, silencioso. Cebado, al final de su existir, con las pequeñas patatas de desecho, cocidas, podía rondar los 100 kg. Pasada La Inmaculada, al orondo cerdo le esperaba una noche de ayuno, preludio de su tragedia y de nuestra fiesta. 
    
   El Faro Astorgano, 7, XII, 2018



























 de 11.000

  La llaman pirámide, y quizás mereciese nombre tan evocador la gráfica del censo de Floridablanca, en 1787, pero hoy en día, para la población española, su resultado no guarda parecido alguno con tal monumento egipcio. Y aún menos respecto de la vecindad de Astorga y de sus comarcas. Hay mañanas en las que uno preferiría despistar la mirada de las numerosas esquelas pegadas en los muros, o bien en los expositores cercanos a las portaladas de las iglesias; por la desazón al contemplar cómo se van para siempre  tantos parroquianos queridos de la ciudad, y otros de las comarcas, intensamente de la bella Cepeda. En nuestro municipio estrenamos 2011 con la mala ventura de menos de 12.000 habitantes, y el 2019 lo haremos, dados el ritmo de envejecimiento trepidante y de nacimientos calmados, con menos de 11.000; de los cuales más de 550 proceden de la migración, de Marruecos, Portugal, Bulgaria… Por otra parte, son 976, en este febrero, los astorganos residentes en el extranjero. Pintan bastos con estas cifras tan gélidas; máxime cuando la edad media es de 45 años para hombres y 50 para mujeres. No refleja nuestras edades, no, la espectacular pirámide de Keops, sino el típico barril de Jiménez, de estrecho culo de mal asiento —¡dónde los niños!—, y oronda barriga. Panza esta tan crecientemente hinchada que, salvo alivio de galenos, ‘terencios’ y artesanos, el cacharro caerá, finalmente, rendido, malparado.

El Faro Astorgano, 23, XI, 2018.



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Con Pilar Sánchez Cantalapiedra, viuda de Marino
 Amaya, y Salvador Amaya, su hijo, autor de esta
escultura de Blas de Lezo, inaugurada el 15, 11, 2014.
Plaza de Colón. 20, dic. 2014.


El Faro Astorgano, 23, noviembre, 2018      







«Mediohombre»


  Los desgarros por el cuerpo, con que se ha retirado  el torero Padilla, son una carantoña si a uno le detallan la mengua con que fue a la tumba Blas de Lezo en 1741, en Cartagena de Indias, a los 52 años. Porque si los pitones pueden atravesar los muslos como un incandescente puñal forjado en la fragua de Vulcano, o vaciar un ojo, las bombas de aquel entonces ya podían cobrarse una pierna, descoyuntar un brazo o dejar el iris y la pupila en un cuenco de revenida ceniza. Todas estas calamidades le acaecieron al marino militar vasco, cuya heroica figura ha sido rescatada del olvido, con exposiciones ambulantes —en nuestra biblioteca, recientemente—, publicaciones, y una estatua en la plaza de Colón madrileña. A Salvador Amaya, cuyo padre, Marino, hijo de fogonero y nacido en Astorga,  cuenta con siete obras en nuestra ciudad,  le cupo esculpir esta escultura; verdadera faena de aliño, para mostrar la prestancia y dignidad de este español, tuerto, manco y cojo, al que se le encomendaban los más arriesgados cometidos. Como defender intereses dinásticos, la recuperación de plazas en Europa y África, o la limpieza de corsarios para dejar expedito el tráfico marítimo, y a resguardo las posesiones del vasto imperio de  Ultramar. En Colón está, con la casaca de almirante, la bota de la guardia de corps y la pata de palo, como presto a derrotar, desde el Castillo San Felipe colombiano, a las tropas inglesas.  


El Faro Astorgano, 9, noviembre, 2018













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   Alimentos

   Al caminar, uno encuentra a la gente aseada, bien alimentada. Son escasos los vagabundos:  los dos asiduos que desde hace años se reparten el espacio de la ciudad para su acción petitoria, en las iglesias y supermercados, y otros ocasionales, que se sientan, con el reclamo de un cartel de letras desdichadas,  en las cercanías del kiosco de Lorenzo Segura o en la acera de Los Sitios. Mas de no existir una suerte de auxilio social, ¡cuántos desasistidos veríamos por nuestras plazas! A Cáritas, o a los servicios sociales del Ayuntamiento acuden numerosas personas, con necesidades perentorias. Entre ellas, de manutención; cuando lo reclaman, el camión municipal enfila la carretera hacia León para recoger el sustento en el Banco de Alimentos y la Cruz Roja Provincial (también colabora la local). La institución católica, en su sede de Martínez Salazar, lo viene repartiendo, anualmente, a 80 familias españolas —de ellas, la mitad gitanas—, a 18 suramericanas y europeas y a 6 africanas; son  algo más de 42.000 kg de productos con caducidad. Y el municipio, en el sótano del Hogar, unas seis toneladas, para 17 españolas —cuatro, gitanas—, dos marroquíes y una búlgara. Todas ellas, asimismo, perciben frutas y verduras por un monto superior a las 15 toneladas. En nuestras calles es común el personal decoro, posible por estas instituciones, con sus voluntarios, que practican la virtud de la eficiencia y del anonimato.

El Faro Astorgano, 26, octubre, 2018





Padilla

   Tienen en su haber las redondas plazas tardes de gloria, de tragedia para el toro, y alguna vez lo acompaña en esta suerte el torero. En la nuestra, Sordito, el 23 de agosto de 1908, pitoneó por el ano al diestro  Serranito y le desgarró sus adentros; moriría dos meses después en un hospital madrileño. Igual infortunio corrió el novillero Carpio: por salir de la pobreza y alcanzar la fama de un Belmonte, fue recibiendo cornada tras cornada, hasta que en nuestra plaza, el  27 de agosto de 1916, el morlaco Aborrecido lo asaeteó para siempre; del Hospital de San Juan salió a hombros camino del cementerio dos días después, amortajado con hábito franciscano. Pero para los toreros, la mayoría de las tardes son de gloria. Como la de Padilla, con su faena de Astorga, en agosto de 2002. Presentaba entonces un aspecto galano: regaló al respetable faroles de rodillas y amarró los pitones del toro, así que el coso era un hervor de prolongados olés. El  domingo 14 se cortó la coleta, ahora con su cuerpo maltrecho, con los aderezos de su posterior apodo, el Pirata: pañuelo negro atusado en la  cabeza,  el parche cruzado en el ojo que le horadó el pitón de un toro, la boca terciada y muchos zurcidos en su cuerpo. Tuvo el detalle aquella tarde de gloria de dedicar el quinto de la tarde a la dinastía astorgana del toreo cómico, representada por Pepe Burgos. Bien merecido tiene para nosotros la placidez y el descanso.


“El Faro Astorgano”, 19, octubre, 2018


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El bastón

   Con motivo del centésimo aniversario del nacimiento de don Marcelo, varios intervinientes, en el Teatro Diocesano, van desgranando,  este martes nueve,  su biografía, desde sus orígenes familiares al final de su episcopado en la  diócesis asturicense. Procuro seguir el hilo de tantas palabras ilustradas, de las fotografías proyectadas que las acompañan, mas no quiero orillar el oleaje de imágenes  que despiertan  en mi mente. Pues para un niño astorgano la entrada de un obispo en la ciudad era un gran acontecimiento. Aquel 19 de marzo de 1961 fue un día de cohetes; de arcos de bienvenida  en las calles, uno, luminoso castillo antes de la vía férrea del norte: ¡y que si llovía!; pero los paraguas de entonces eran de abundante paño y la familia nos reguardábamos bajo sus tensas varillas, que campanilleaban. Discurría la comitiva del obispo, de venteo malva y blancor almidonado, bajo un palio que chorreaba. Un  año después, en el estreno de nuestra primera radio, fabricada por el ferroviario Fernando García, me impresionaron sus palabras vigorosas y las balsámicas de Esteban Carro, director de la emisora que se inauguraba. Todo esto revivo hasta la sorpresa final: la donación pública al Cabildo, por el perenne secretario de don Marcelo, Santiago Calvo, del  bastón (por él custodiado)  de carey,  con nuestro escudo  grabado en su pomo de oro, obsequio del  Ayuntamiento  ante su partida para Barcelona,  en 1966.


El Faro Astorgano, 13, octubre, 2018



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                         Dos hermanos

   Si uno se fija en los asilados en una residencia para mayores, verá caras con gesto satisfecho; empero otras en las que se ha asentado una abstraída melancolía, no tanto debido a que los hijos los hayan llevado al desarraigo en el último escalón de su existencia, sino porque allí los han depositado, para apenas volver, cual mercancía caduca. Lucía Santiago Manceñido, aunque la diabetes y otros males, delatados en sus párpados amoratados, la achacan, conserva la clarividencia, y le gusta mostrar al visitante las dependencias de su actual residencia, la bañezana N.ª S.ª de Castrotierra, con esa costumbre de la gente humilde, que se enorgullece al enseñar la vivienda por la que han empeñado la vida. Es su habitación clara y con paisaje, con una repisa de imágenes, la más destacada la del Cristo de los Afligidos cuando le bailan las flores en la remontada de El Postigo. Tanto ella, que vino a Astorga de Cebrones, como su difunto marido —va para 16 años—, Vicente Panduro, un barrendero canela en rama, han sido uno de los matrimonios de la nueva vecindad de Santa Clara, la de las viviendas sociales de los pasados 70. Cobra Lucía modesta pensión de viudedad y sus hijos, Vicente y Paco, las de minusvalía y orfandad, y así se van defendiendo. Cada día uno de ellos, en el cuatriciclo, por los arcenes de la N-VI, se acerca a acompañarla: no hay en sus ojos ese vaho que se adensa con la pena, sino  cristalina viveza.

El Faro Astorgano, 2, oct., 2018














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juárez & palmero· pixelado arquitectónico




Se vende

    En 2000, para tapar las bocas de lobo del centro histórico, fueron colocadas en sus solares vacíos  grandes lonas sostenidas por andamiajes. Atrajeron estos “Muros sutiles” la atención de miles de visitantes, que peregrinaban de una calle a otra para disfrutar en ellos la impronta de los artistas locales; hasta aparecieron agasajados en rotativos nacionales. Hoy, similar empeño resultaría una hazaña casi imposible, pues desde la reciente  oquedad  donde se alzaba la casa del alcalde Alonso Manrique, en el entronque de la muralla con la calle del Carmen, hasta la que fuera antigua botica de los Núñez en el foro, pocas rúas y plazas carecen de uno o varios boquerones: en Padre Blanco,  Santa Lucía, Santiago Crespo, García Prieto, Obispo Alcolea, La Cruz, Señor Ovalle, Pío Gullón… Es el nuestro un cogollo patrimonial cada vez más salpicado de medianeras disonantes; provisto, como los barrios extramuros, de carteles en banderola, o pegados, en las ventanas de edificios nuevos y antiguos, con esta  leyenda de inmobiliarias: “Se vende”. Uno de estos carteles ventea en la casa ruinosa de la calle Martínez Salazar, la que habitaron unos años Melquiades García Fidalgo y Mercedes Espina. Y por unos días, en 1912, Concha, hospedada  por su hermana, para tomar apuntes de Maragatería y Astorga: habría que rescatar la lápida con su efigie, para su reposición, pues tras tiempos de ruinas volverán otros  de alzados. 

El Faro Astorgano, 28, sept., 2018


















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Oro verde

  Desde el mirador de la calle Las Eras, al comienzo de ese camino embreado de San Román a San Justo, divisas en el horizonte las torres catedralicias en un Teleno brumoso; a medio camino, paralela, la chopera del Tuerto, cuajada en un cortinaje de verdor, y a nuestros pies gran parte de la planicie de su vega, en parte cosechada. Así es: hay cuartales de cereales, segados, con grandes rollos de paja empacada; otros de maizales con el grano en maduración; y, finalmente, los de lúpulo, acometidos estos días por tractores con un brazo acoplado, cuyas plantas cortan a ras de suelo para vender su flor. Si coges una de estas flores y la abres como un abanico te sorprenderán unos ovoides dorados, como pepitas de oro; por ello no es presuntuoso, dada además su rentabilidad, que las hayan bautizado como ‘oro verde’. Cuenta el Órbigo con 465 hectáreas de este cultivo cervecero, por el que se arriesgaron, en los pasados cuarenta, los labradores —biendichosos sean— el Jato, el Molinero, el Pirolo y el Carrero, de Carrizo. De adolescentes teníamos tirria a este fruto en calles enramado, pues había que pelarlo flor a flor para ganar unas pesetillas, pero ahora, al sufrir cómo decaemos y que nos beneficiamos tan solo de 72 hectáreas de tan preciado cultivo, nos gustaría ver más postes tutores, enclavados en diagonal, por esta vega del Tuerto y en su hijuela, la Moldería,  desde Presa de Rey a las Fuentes de Santiago.


"El Faro Astorgano", 14, sept., 2018

(Puntadas, soplos de vida,  desde la pequeña ciudad. Destellos de pequeña ciudad) 






«Mediohombre»
  Los desgarros por el cuerpo, con que se ha retirado  el torero Padilla, son una carantoña si a uno le detallan la mengua con que fue a la tumba Blas de Lezo en 1741, en Cartagena de Indias, a los 52 años. Porque si los pitones pueden atravesar los muslos como un incandescente puñal forjado en la fragua de Vulcano, o vaciar un ojo, las bombas de aquel entonces ya podían cobrarse una pierna, descoyuntar un brazo o dejar el iris y la pupila en un cuenco de revenida ceniza. Todas estas calamidades le acaecieron al marino militar vasco, cuya heroica figura ha sido rescatada del olvido, con exposiciones ambulantes —en nuestra biblioteca, recientemente—, publicaciones, y una estatua en la plaza de Colón madrileña. A Salvador Amaya, cuyo padre, Marino, hijo de fogonero y nacido en Astorga,  cuenta con siete obras en nuestra ciudad,  le cupo esculpir esta escultura; verdadera faena de aliño, para mostrar la prestancia y dignidad de este español, tuerto, manco y cojo, al que se le encomendaban los más arriesgados cometidos. Como defender intereses dinásticos, la recuperación de plazas en Europa y África, o la limpieza de corsarios para dejar expedito el tráfico marítimo, y a resguardo las posesiones del vasto imperio de  Ultramar. En Colón está, con la casaca de almirante, la bota de la guardia de corps y la pata de palo, como presto a derrotar, desde el Castillo San Felipe colombiano, a las tropas inglesas.  











La basura

  Por la calle Rodríguez de Cela, recién prendidas las doradas luminarias, que semejan a lo largo de las fachadas del suroeste una cimitarra ornamental, cada día laborable el camión discurre con una discreta caravana de coches tras de sí.  Se detiene en las bocacalles, y dos peones arriman a su parte trasera los contenedores de quita y pon, esos cubos verdes con que la ciudad inició este siglo, para ser pulcra avanzadilla ante los millares de visitantes a las Edades del Hombre. Cuando el conductor comprueba en la cámara de vigilancia que los cubos han sido volcados y retirados, reinicia la marcha; y el foco, asido a lo alto de la caja compactadora,  avanza por la calle como una desprendida luna llena entre residuos que, por su tamaño, no han resultado deglutidos. Otro  camión, pero de carga lateral, regido tan solo por el conductor, antes del alba,  iniciará su recorrido por los barrios y diseminado, del extramuros. En  el silencio de la noche se oirá el rugido de su motor, el anclaje del tetón al aprisionar los grandes contenedores, y el soplido y vaivén por la descomprensión en su volcado y reposición. Tres tardes se encaminará hacia los cuatro pueblos del municipio. En total, cada día, arrojamos los 11 mil y pico de astorganos, aparte del cartón, del vidrio…, 17 toneladas de basura. Desentonamos, con esta opulencia, en las históricas calzadas que nos hermanan con los pueblos allende del Pirineo.

El Faro Astorgano, 31, agosto, 2018









("Mesa de los pecados capitales", El Bosco)


    7 plagas


  Hasta ahora, a nuestra ciudad, para dañar su imagen y sosiego,  le han sobrevenido, desde que se aturdieran las aguas bajo el puente de cuello de oca del Bernesga,   el 12 de mayo de 2014, siete de las diez plagas de Egipto, narradas en el Éxodo; tales calamidades, sucesivas como mazazos de martillo pilón, y aireadas, en España, o hasta el confín del universo, son fruto de cinco de los siete pecados capitales. Pero ya camine en naciente por las habituales calles, o me aventure al ocaso por los hermosos pueblos de los arciprestazgos de las tres provincias, la vecindad atiende a su cotidiana costumbre. Trajinan los presbíteros de una parroquia a otra parroquia, de una procesión festiva a un cementerio jalonado de brezos y retamas; se afanan los empleados del concejo y hay guardianes siempre en vela. Riegan los labradores  los campos, y si de secano fuesen, a la espera están de la cosecha de la mies. Se abren al  amanecer  tahonas y obradores, y se laborea en  fábricas, oficinas y tendales.  No le faltan a la holganza sus castañuelas: en los jardines, las frescas praderas, terrazas y bibliotecas. Explosionarán los fuegos para estas  fiestas y desde la muralla, ante tal festín multicolor, ascenderá  un ohhh que enmudecerá el último tronido; y seguirá saliendo a la calle este Faro, con sus glosas y noticias, bajo la centinela pluma, junto a otras plumillas, menores, pero no  carentes  de empeño y  donaire.

El Faro Astorgano, 16, agosto, 2018



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     El Chapín


    Estamos en la época de intenso riego. En las eras, hacia  Manjarín,  no se afanan los mozos con sus camisas blancas “flameando al viento”,  como nos recordase Ricardo Gullón sucedía, al rememorar, por estas fechas, en 1931, su paseo por el Jardín con el poeta peruano César Vallejo, junto a Juan y Leopoldo Panero, Lorenzo López Sancho, y quizás Gabriel García Espina. Hacia el suroeste hoy el campo es yermo. No por el oriente, en la vega de la Moldería Real, que cuenta con un labrantío de cereal y maizales, fecundos, porque se benefician de los antiguos regueros, que en ella nacen,  y de sus hijuelas. Son estos cauces el Cerezal, Zarzal, Pontón… Y El Chapín, que cruza esa barriada de Puerta Rey, de casas unifamiliares, con juego infantil en las calles y  nocturnas tertulias de estío. No debe su nombre esta vecindad (tampoco el reguero), como es creencia popular, a un legendario pez, sino al del  orificio para la toma de agua, al molino de Quintana, en la Moldería. Del tamaño de un chapín era el boquete por el que se colaba la tasada agua para suministro del monasterio de San Dictino, el pilón cercano, la Colada y las “tierras y linares” del entorno.  Chapín era el zapato, con gran plataforma de corcho, de las cortesanas desde el XV; con el que se espigaban y libraban el brial de los barrizales. No les falta abolengo, pues, a estos vecinos de Puerta Rey, ni medieval sustancia a su reguero encañado.

El Faro Astorgano 3, agosto, 2018





(Mujer con chapines, cuadro del siglo XVI)

















Pedrisco mortal

   Justo desde la linde sur  de Astorga  a las comarcas norteñas, el pasado viernes, en torno a las siete de la tarde, fue taimado el trueno y virulento el pedrisco. Parecían haberse conjurado  el ya aquí olvidado dios griego Noto, destructor de las cosechas con las tormentas de verano, y el justiciero, cristiano, del "Apocalipsis", con su castigo bíblico —fue aquel un diluvio de piedras de hielo como talentos—. En las huertas de Puerta Rey, San Andrés, las verduras y hortalizas quedaron desnudas en sus tallos: la descomunal granizada con un viento huracanado todo lo arrasó. Pisar las praderas era destripar un sinnúmero de pequeñas manzanas, peras, ciruelas… El  arroyuelo de Manjarín, que desemboca bajo la N-VI en El Jerga, bajó henchido y se remansó, fatalmente,  en el particular zoo del aserradero de Isaac de la Fuente; quedaron incólumes las pilas de madera, las sierras con dientes cortadores, incluso los artilugios, en vela o reparación, de las festividades astur-romanas. Porque para todo parece tener tiempo Isaac: para la dirección asociativa empresarial, cuando toca, la dignidad de César, la dilatada jornada en el  propio aserradero, y el cuidado de su zoo. Muy doloroso para él tuvo que ser ir amontonando en el carretillo, ahogados, a 115 animales, la mayoría ‘pollines’ nuevos: faisanes, pavos, ocas, gallinas…, de procedencia universal. No le faltarán arrestos a Isaac para renovar la crianza.


El  El Faro Astorgano 19, julio, 2018







Los búhos

   Reconocidos edificios contemporáneos han alcanzado la fama por el valor neto de su arquitectura, no por albergar una rica simbología. Sin embargo, los monumentos antiguos, como catedrales, o palacios, con su paciente labra, en portadas, escudos, gárgolas, capiteles vegetales…, nos ofrecen la representación de historias bíblicas, escatológicas, nobiliarias… En Astorga, la catedral alberga tal festín alegórico que desentrañarlo requiere conocer siglos de arte y de acervo religioso; también destacan, con su ´orfebrería´ de piedra, el palacio episcopal y la fachada de la casa consistorial.  Algunos de estos elementos simbólicos han sido esculpidos por el cantero para ser disfrutados por minuciosos visitantes; como la rana sobre la calavera de la universidad salmantina o los dos búhos de nuestro palacio, resaltados en la intersección de los arcos de la sala del trono episcopal. Están encarados hacia el baldaquino del príncipe de la iglesia, para ensalzar la sabiduría. Pedro Mato, Colasa y Zancuda, nos cautivan, por su altiva presencia, e ignoramos a los recoletos búhos gaudinianos. Luis Miguel Alonso les infundió el halo del séptimo arte y Castorina los modeló en barro para su fundición; cada septiembre son galardón con que obsequiar a famosos cineastas. Estos días los dos búhos están en alerta, pues han llegado congresistas, que se fijarán en ellos y ensalzarán, en diversas lenguas, el genio de Gaudí. 


El  El Faro Astorgano 6, julio, 2018








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El mirador


  En la semana del fuego purificador del solsticio de verano,  después de tantos aguaceros, el sol remonta desde  las lomas  de santo Toribio a las siete menos diez. Hasta que este inmenso aro diamante  no alumbra, minutos después, las torres catedralicias y el cimborrio del seminario, en la ciudad no hay más son que el canto al alba de los pájaros, ni otro trajín que el de los peregrinos que  reinician su andadura hacia Compostela. Casi nadie  gusta de este mirador oriental de Puerta Sol, desde el que no solo se contempla el nacimiento del astro rey, sino el  acolchado de las verdosas vegas, con sus verticales choperas y negrillos de la Moldería y el Tuerto. Se trataba en 2010 de eso, de convertir los 225 m del talud de la iglesia redentorista, con baldosas gris verdoso, granitos y herrajes, en una peana desde la que disfrutar la cuesta de los romeros, los arcos ojivales, el hospital de realengo, el albergue de las Siervas…; y, también, como perpetuo homenaje a las familias que el 19 / agosto de 1952 perecieron aplastadas por el desplome  de la cercana muralla. Pero, ya digo, a no ser para balconada desde la que venerar a la Virgen del Castro, apenas nadie entra al mirador; no ha sido completado su ajuar, con sus cinco bancos, los durillos y retamas. Son unos grafiteros sus  señores, con pintadas de “perra Europa”, salteadas de una esvástica que no es la hindú dedicada al dios sol, sino la de raza hitleriana. 


EEl  Faro Astorgano,22. junio, 2018





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Foto de la época de la Transición.

                                             Tolva, carraquillo y canaleja; campanilla que suena cuando
                                              hay que reponer grano en la tolva.


   La tolva / 101


      A la tolva la podía haber llamado “tremunia”, como  Garrote en su Dialecto vulgar leonés, o ‘tremuella’, que es el nombre que se conserva en el  cauce molinero de la Moldería Real. El nombre, porque de  las paradas, con sus tolvas,  tambores,  piedras, rodeznos…, apenas,  en dos molinos, de los 22 existentes en 1929, hoy  perviven. En la tolva se vacía la quilma de cereal, que va recibiendo la canaleja, o ‘tarabilla”, la cual traquetea dentada por el  ‘carraquillo’  volteador,  y así  va arrojando  poco a poco el grano a la piedra volandera, que gira y gira sobre la fija ‘molandera’.  La harina cae, finalmente, al ‘farnal’; y, en el  entretanto, las aspas del rodezno son batidas por la furia del agua acorralada. No hay bravo cereal  bajo  piedras  volanderas; por eso el tiempo no se ha llevado su  olor a mies de estío. Como cien quilmas de cereal, vaciadas a la tolva, han caído hasta hoy  las palabras sobre este pliego; que  ha habido que moler, y roer, en  harina fina  de 1420 caracteres.  Ningún día ha sido  igual en la molienda: de alberjón en horas de luto; de maíz, en  las de pena; con la de trigo, hemos cantado la fiesta,  y si ha sido  de cebada,  la nostalgia; del centeno molido han nacido héroes y algunos villanos; de la avena, labrantíos y amapolas. Y en día de cernido, con el “salvao” chiflas y castañuelas. A ver qué toca moler en 2019, a las puertas está, ‘biendichoso’ para todos sea

        "El Faro Astorgano", 28, diciembre, 2018










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    Y la matanza (II)

       A mediados de diciembre amanecía el día con heladas negras, que levantaba el sol en un vaho humeante, entrada la mañana. Temprano, el día de la matanza, se llenaba la casa de tíos y primos. Los cerdos anticipan su muerte en los ojos de los amos, por eso el nuestro se arrinconaba, y había que  clavarle  el gancho bajo el morro, para arrastrarlo, y empujarlo por el rabo hasta echarlo en el banco; entonces sí que gruñía. Sujetas las patas con los ‘grillos’, y agolpados sobre su cuerpo, mi padre le tentaba ‘la pocina’, le adentraba el cuchillo y brotaba un chorro de sangre, que se recogía para las morcillas. Se le chamuscaba y raspaba con cristales o tejas, y los primos nos disputábamos las pezuñas y el rabo. ‘Echaban la parva’ (beber aguardiente),  y lo abrían  en canal, en el propio banco, para vaciarlo de las tripas y ‘la entrañada’. Una vez colgado, llegaba Consumos para pesarlo, llevarse la muestra del veterinario, y apoquinar al Ayuntamiento. Era todo un arte ‘desentertiñar” sus tripas, para lavarlas en el río; y el deshacerlo, adobarlo y embutirlo, hasta ver en los varales los chorizos, y en las artesas, en sal, el espinazo, jamones… Sin olvidar los mantos de manteca, que derretidos dejaban el poso de los ‘chicharrones”, con los que elaborar tortas que nos cocía el panadero. ¡Lástima!: esta costumbre, en la ciudad, pronto será historia, pues son menos de diez vecinos los  que hoy  crían el cochinillo.
   
    El Faro Astorgano, 13, diciembre, 2018








      La crianza (I)


       Hoy se considera costumbre propia de los pueblos, pero en Astorga no hace tantos años que en bastantes casas de los arrabales también se criaba el cerdo. Llegado septiembre, varios vecinos, mi padre entre ellos, por la Línea del Oeste traían de Benavente los cochinillos a la Casa Blanca, propiedad del señor Felipe, el Pellejero. Próxima a la vía del norte, en San Andrés, ahora está destartalada, casi abandonada, pero antaño las cinco familias que la habitábamos la teníamos en todo su derredor, aunque abundaban las cuadras y el barrizal en el camino, como un jaspe. Era una lata, en atención al nuevo inquilino, blanquecino y rosado, al que hospedábamos en la desinfectada cuadra con Zotal, el picar, en compañía de mi hermano,  la remolacha con los restos de una pala afilada;  añadirle después salvado, harina y agua, y removerlo todo para que, alimentado, durmiese agradecido. Yo lo maldecía, pues me interrumpía el rato del juego, pero él, complacido ante tal manjar, me miraba meloso, porque los cerdos se acostumbran a uno y no le faltan sentimientos. Crecía rápido y no era como las gallinas, sempiternas cantarinas, de cuando en cuando desplumadas, sino siempre lucido y, salvo hambruna, silencioso. Cebado, al final de su existir, con las pequeñas patatas de desecho, cocidas, podía rondar los 100 kg. Pasada La Inmaculada, al orondo cerdo le esperaba una noche de ayuno, preludio de su tragedia y de nuestra fiesta. 
    
   El Faro Astorgano, 7, XII, 2018



























 de 11.000

  La llaman pirámide, y quizás mereciese nombre tan evocador la gráfica del censo de Floridablanca, en 1787, pero hoy en día, para la población española, su resultado no guarda parecido alguno con tal monumento egipcio. Y aún menos respecto de la vecindad de Astorga y de sus comarcas. Hay mañanas en las que uno preferiría despistar la mirada de las numerosas esquelas pegadas en los muros, o bien en los expositores cercanos a las portaladas de las iglesias; por la desazón al contemplar cómo se van para siempre  tantos parroquianos queridos de la ciudad, y otros de las comarcas, intensamente de la bella Cepeda. En nuestro municipio estrenamos 2011 con la mala ventura de menos de 12.000 habitantes, y el 2019 lo haremos, dados el ritmo de envejecimiento trepidante y de nacimientos calmados, con menos de 11.000; de los cuales más de 550 proceden de la migración, de Marruecos, Portugal, Bulgaria… Por otra parte, son 976, en este febrero, los astorganos residentes en el extranjero. Pintan bastos con estas cifras tan gélidas; máxime cuando la edad media es de 45 años para hombres y 50 para mujeres. No refleja nuestras edades, no, la espectacular pirámide de Keops, sino el típico barril de Jiménez, de estrecho culo de mal asiento —¡dónde los niños!—, y oronda barriga. Panza esta tan crecientemente hinchada que, salvo alivio de galenos, ‘terencios’ y artesanos, el cacharro caerá, finalmente, rendido, malparado.

El Faro Astorgano, 23, XI, 2018.



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Con Pilar Sánchez Cantalapiedra, viuda de Marino
 Amaya, y Salvador Amaya, su hijo, autor de esta
escultura de Blas de Lezo, inaugurada el 15, 11, 2014.
Plaza de Colón. 20, dic. 2014.


El Faro Astorgano, 23, noviembre, 2018      







«Mediohombre»


  Los desgarros por el cuerpo, con que se ha retirado  el torero Padilla, son una carantoña si a uno le detallan la mengua con que fue a la tumba Blas de Lezo en 1741, en Cartagena de Indias, a los 52 años. Porque si los pitones pueden atravesar los muslos como un incandescente puñal forjado en la fragua de Vulcano, o vaciar un ojo, las bombas de aquel entonces ya podían cobrarse una pierna, descoyuntar un brazo o dejar el iris y la pupila en un cuenco de revenida ceniza. Todas estas calamidades le acaecieron al marino militar vasco, cuya heroica figura ha sido rescatada del olvido, con exposiciones ambulantes —en nuestra biblioteca, recientemente—, publicaciones, y una estatua en la plaza de Colón madrileña. A Salvador Amaya, cuyo padre, Marino, hijo de fogonero y nacido en Astorga,  cuenta con siete obras en nuestra ciudad,  le cupo esculpir esta escultura; verdadera faena de aliño, para mostrar la prestancia y dignidad de este español, tuerto, manco y cojo, al que se le encomendaban los más arriesgados cometidos. Como defender intereses dinásticos, la recuperación de plazas en Europa y África, o la limpieza de corsarios para dejar expedito el tráfico marítimo, y a resguardo las posesiones del vasto imperio de  Ultramar. En Colón está, con la casaca de almirante, la bota de la guardia de corps y la pata de palo, como presto a derrotar, desde el Castillo San Felipe colombiano, a las tropas inglesas.  


El Faro Astorgano, 9, noviembre, 2018













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   Alimentos

   Al caminar, uno encuentra a la gente aseada, bien alimentada. Son escasos los vagabundos:  los dos asiduos que desde hace años se reparten el espacio de la ciudad para su acción petitoria, en las iglesias y supermercados, y otros ocasionales, que se sientan, con el reclamo de un cartel de letras desdichadas,  en las cercanías del kiosco de Lorenzo Segura o en la acera de Los Sitios. Mas de no existir una suerte de auxilio social, ¡cuántos desasistidos veríamos por nuestras plazas! A Cáritas, o a los servicios sociales del Ayuntamiento acuden numerosas personas, con necesidades perentorias. Entre ellas, de manutención; cuando lo reclaman, el camión municipal enfila la carretera hacia León para recoger el sustento en el Banco de Alimentos y la Cruz Roja Provincial (también colabora la local). La institución católica, en su sede de Martínez Salazar, lo viene repartiendo, anualmente, a 80 familias españolas —de ellas, la mitad gitanas—, a 18 suramericanas y europeas y a 6 africanas; son  algo más de 42.000 kg de productos con caducidad. Y el municipio, en el sótano del Hogar, unas seis toneladas, para 17 españolas —cuatro, gitanas—, dos marroquíes y una búlgara. Todas ellas, asimismo, perciben frutas y verduras por un monto superior a las 15 toneladas. En nuestras calles es común el personal decoro, posible por estas instituciones, con sus voluntarios, que practican la virtud de la eficiencia y del anonimato.

El Faro Astorgano, 26, octubre, 2018





Padilla

   Tienen en su haber las redondas plazas tardes de gloria, de tragedia para el toro, y alguna vez lo acompaña en esta suerte el torero. En la nuestra, Sordito, el 23 de agosto de 1908, pitoneó por el ano al diestro  Serranito y le desgarró sus adentros; moriría dos meses después en un hospital madrileño. Igual infortunio corrió el novillero Carpio: por salir de la pobreza y alcanzar la fama de un Belmonte, fue recibiendo cornada tras cornada, hasta que en nuestra plaza, el  27 de agosto de 1916, el morlaco Aborrecido lo asaeteó para siempre; del Hospital de San Juan salió a hombros camino del cementerio dos días después, amortajado con hábito franciscano. Pero para los toreros, la mayoría de las tardes son de gloria. Como la de Padilla, con su faena de Astorga, en agosto de 2002. Presentaba entonces un aspecto galano: regaló al respetable faroles de rodillas y amarró los pitones del toro, así que el coso era un hervor de prolongados olés. El  domingo 14 se cortó la coleta, ahora con su cuerpo maltrecho, con los aderezos de su posterior apodo, el Pirata: pañuelo negro atusado en la  cabeza,  el parche cruzado en el ojo que le horadó el pitón de un toro, la boca terciada y muchos zurcidos en su cuerpo. Tuvo el detalle aquella tarde de gloria de dedicar el quinto de la tarde a la dinastía astorgana del toreo cómico, representada por Pepe Burgos. Bien merecido tiene para nosotros la placidez y el descanso.


“El Faro Astorgano”, 19, octubre, 2018


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El bastón

   Con motivo del centésimo aniversario del nacimiento de don Marcelo, varios intervinientes, en el Teatro Diocesano, van desgranando,  este martes nueve,  su biografía, desde sus orígenes familiares al final de su episcopado en la  diócesis asturicense. Procuro seguir el hilo de tantas palabras ilustradas, de las fotografías proyectadas que las acompañan, mas no quiero orillar el oleaje de imágenes  que despiertan  en mi mente. Pues para un niño astorgano la entrada de un obispo en la ciudad era un gran acontecimiento. Aquel 19 de marzo de 1961 fue un día de cohetes; de arcos de bienvenida  en las calles, uno, luminoso castillo antes de la vía férrea del norte: ¡y que si llovía!; pero los paraguas de entonces eran de abundante paño y la familia nos reguardábamos bajo sus tensas varillas, que campanilleaban. Discurría la comitiva del obispo, de venteo malva y blancor almidonado, bajo un palio que chorreaba. Un  año después, en el estreno de nuestra primera radio, fabricada por el ferroviario Fernando García, me impresionaron sus palabras vigorosas y las balsámicas de Esteban Carro, director de la emisora que se inauguraba. Todo esto revivo hasta la sorpresa final: la donación pública al Cabildo, por el perenne secretario de don Marcelo, Santiago Calvo, del  bastón (por él custodiado)  de carey,  con nuestro escudo  grabado en su pomo de oro, obsequio del  Ayuntamiento  ante su partida para Barcelona,  en 1966.


El Faro Astorgano, 13, octubre, 2018



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                         Dos hermanos

   Si uno se fija en los asilados en una residencia para mayores, verá caras con gesto satisfecho; empero otras en las que se ha asentado una abstraída melancolía, no tanto debido a que los hijos los hayan llevado al desarraigo en el último escalón de su existencia, sino porque allí los han depositado, para apenas volver, cual mercancía caduca. Lucía Santiago Manceñido, aunque la diabetes y otros males, delatados en sus párpados amoratados, la achacan, conserva la clarividencia, y le gusta mostrar al visitante las dependencias de su actual residencia, la bañezana N.ª S.ª de Castrotierra, con esa costumbre de la gente humilde, que se enorgullece al enseñar la vivienda por la que han empeñado la vida. Es su habitación clara y con paisaje, con una repisa de imágenes, la más destacada la del Cristo de los Afligidos cuando le bailan las flores en la remontada de El Postigo. Tanto ella, que vino a Astorga de Cebrones, como su difunto marido —va para 16 años—, Vicente Panduro, un barrendero canela en rama, han sido uno de los matrimonios de la nueva vecindad de Santa Clara, la de las viviendas sociales de los pasados 70. Cobra Lucía modesta pensión de viudedad y sus hijos, Vicente y Paco, las de minusvalía y orfandad, y así se van defendiendo. Cada día uno de ellos, en el cuatriciclo, por los arcenes de la N-VI, se acerca a acompañarla: no hay en sus ojos ese vaho que se adensa con la pena, sino  cristalina viveza.

El Faro Astorgano, 2, oct., 2018














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juárez & palmero· pixelado arquitectónico




Se vende

    En 2000, para tapar las bocas de lobo del centro histórico, fueron colocadas en sus solares vacíos  grandes lonas sostenidas por andamiajes. Atrajeron estos “Muros sutiles” la atención de miles de visitantes, que peregrinaban de una calle a otra para disfrutar en ellos la impronta de los artistas locales; hasta aparecieron agasajados en rotativos nacionales. Hoy, similar empeño resultaría una hazaña casi imposible, pues desde la reciente  oquedad  donde se alzaba la casa del alcalde Alonso Manrique, en el entronque de la muralla con la calle del Carmen, hasta la que fuera antigua botica de los Núñez en el foro, pocas rúas y plazas carecen de uno o varios boquerones: en Padre Blanco,  Santa Lucía, Santiago Crespo, García Prieto, Obispo Alcolea, La Cruz, Señor Ovalle, Pío Gullón… Es el nuestro un cogollo patrimonial cada vez más salpicado de medianeras disonantes; provisto, como los barrios extramuros, de carteles en banderola, o pegados, en las ventanas de edificios nuevos y antiguos, con esta  leyenda de inmobiliarias: “Se vende”. Uno de estos carteles ventea en la casa ruinosa de la calle Martínez Salazar, la que habitaron unos años Melquiades García Fidalgo y Mercedes Espina. Y por unos días, en 1912, Concha, hospedada  por su hermana, para tomar apuntes de Maragatería y Astorga: habría que rescatar la lápida con su efigie, para su reposición, pues tras tiempos de ruinas volverán otros  de alzados. 

El Faro Astorgano, 28, sept., 2018


















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Oro verde

  Desde el mirador de la calle Las Eras, al comienzo de ese camino embreado de San Román a San Justo, divisas en el horizonte las torres catedralicias en un Teleno brumoso; a medio camino, paralela, la chopera del Tuerto, cuajada en un cortinaje de verdor, y a nuestros pies gran parte de la planicie de su vega, en parte cosechada. Así es: hay cuartales de cereales, segados, con grandes rollos de paja empacada; otros de maizales con el grano en maduración; y, finalmente, los de lúpulo, acometidos estos días por tractores con un brazo acoplado, cuyas plantas cortan a ras de suelo para vender su flor. Si coges una de estas flores y la abres como un abanico te sorprenderán unos ovoides dorados, como pepitas de oro; por ello no es presuntuoso, dada además su rentabilidad, que las hayan bautizado como ‘oro verde’. Cuenta el Órbigo con 465 hectáreas de este cultivo cervecero, por el que se arriesgaron, en los pasados cuarenta, los labradores —biendichosos sean— el Jato, el Molinero, el Pirolo y el Carrero, de Carrizo. De adolescentes teníamos tirria a este fruto en calles enramado, pues había que pelarlo flor a flor para ganar unas pesetillas, pero ahora, al sufrir cómo decaemos y que nos beneficiamos tan solo de 72 hectáreas de tan preciado cultivo, nos gustaría ver más postes tutores, enclavados en diagonal, por esta vega del Tuerto y en su hijuela, la Moldería,  desde Presa de Rey a las Fuentes de Santiago.


"El Faro Astorgano", 14, sept., 2018

(Puntadas, soplos de vida,  desde la pequeña ciudad. Destellos de pequeña ciudad) 






«Mediohombre»
  Los desgarros por el cuerpo, con que se ha retirado  el torero Padilla, son una carantoña si a uno le detallan la mengua con que fue a la tumba Blas de Lezo en 1741, en Cartagena de Indias, a los 52 años. Porque si los pitones pueden atravesar los muslos como un incandescente puñal forjado en la fragua de Vulcano, o vaciar un ojo, las bombas de aquel entonces ya podían cobrarse una pierna, descoyuntar un brazo o dejar el iris y la pupila en un cuenco de revenida ceniza. Todas estas calamidades le acaecieron al marino militar vasco, cuya heroica figura ha sido rescatada del olvido, con exposiciones ambulantes —en nuestra biblioteca, recientemente—, publicaciones, y una estatua en la plaza de Colón madrileña. A Salvador Amaya, cuyo padre, Marino, hijo de fogonero y nacido en Astorga,  cuenta con siete obras en nuestra ciudad,  le cupo esculpir esta escultura; verdadera faena de aliño, para mostrar la prestancia y dignidad de este español, tuerto, manco y cojo, al que se le encomendaban los más arriesgados cometidos. Como defender intereses dinásticos, la recuperación de plazas en Europa y África, o la limpieza de corsarios para dejar expedito el tráfico marítimo, y a resguardo las posesiones del vasto imperio de  Ultramar. En Colón está, con la casaca de almirante, la bota de la guardia de corps y la pata de palo, como presto a derrotar, desde el Castillo San Felipe colombiano, a las tropas inglesas.  

"El Faro Astorgano", 9, nov., 2018








La basura

  Por la calle Rodríguez de Cela, recién prendidas las doradas luminarias, que semejan a lo largo de las fachadas del suroeste una cimitarra ornamental, cada día laborable el camión discurre con una discreta caravana de coches tras de sí.  Se detiene en las bocacalles, y dos peones arriman a su parte trasera los contenedores de quita y pon, esos cubos verdes con que la ciudad inició este siglo, para ser pulcra avanzadilla ante los millares de visitantes a las Edades del Hombre. Cuando el conductor comprueba en la cámara de vigilancia que los cubos han sido volcados y retirados, reinicia la marcha; y el foco, asido a lo alto de la caja compactadora,  avanza por la calle como una desprendida luna llena entre residuos que, por su tamaño, no han resultado deglutidos. Otro  camión, pero de carga lateral, regido tan solo por el conductor, antes del alba,  iniciará su recorrido por los barrios y diseminado, del extramuros. En  el silencio de la noche se oirá el rugido de su motor, el anclaje del tetón al aprisionar los grandes contenedores, y el soplido y vaivén por la descomprensión en su volcado y reposición. Tres tardes se encaminará hacia los cuatro pueblos del municipio. En total, cada día, arrojamos los 11 mil y pico de astorganos, aparte del cartón, del vidrio…, 17 toneladas de basura. Desentonamos, con esta opulencia, en las históricas calzadas que nos hermanan con los pueblos allende del Pirineo.

El Faro Astorgano, 31, agosto, 2018









("Mesa de los pecados capitales", El Bosco)


    7 plagas


  Hasta ahora, a nuestra ciudad, para dañar su imagen y sosiego,  le han sobrevenido, desde que se aturdieran las aguas bajo el puente de cuello de oca del Bernesga,   el 12 de mayo de 2014, siete de las diez plagas de Egipto, narradas en el Éxodo; tales calamidades, sucesivas como mazazos de martillo pilón, y aireadas, en España, o hasta el confín del universo, son fruto de cinco de los siete pecados capitales. Pero ya camine en naciente por las habituales calles, o me aventure al ocaso por los hermosos pueblos de los arciprestazgos de las tres provincias, la vecindad atiende a su cotidiana costumbre. Trajinan los presbíteros de una parroquia a otra parroquia, de una procesión festiva a un cementerio jalonado de brezos y retamas; se afanan los empleados del concejo y hay guardianes siempre en vela. Riegan los labradores  los campos, y si de secano fuesen, a la espera están de la cosecha de la mies. Se abren al  amanecer  tahonas y obradores, y se laborea en  fábricas, oficinas y tendales.  No le faltan a la holganza sus castañuelas: en los jardines, las frescas praderas, terrazas y bibliotecas. Explosionarán los fuegos para estas  fiestas y desde la muralla, ante tal festín multicolor, ascenderá  un ohhh que enmudecerá el último tronido; y seguirá saliendo a la calle este Faro, con sus glosas y noticias, bajo la centinela pluma, junto a otras plumillas, menores, pero no  carentes  de empeño y  donaire.

El Faro Astorgano, 16, agosto, 2018



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     El Chapín


    Estamos en la época de intenso riego. En las eras, hacia  Manjarín,  no se afanan los mozos con sus camisas blancas “flameando al viento”,  como nos recordase Ricardo Gullón sucedía, al rememorar, por estas fechas, en 1931, su paseo por el Jardín con el poeta peruano César Vallejo, junto a Juan y Leopoldo Panero, Lorenzo López Sancho, y quizás Gabriel García Espina. Hacia el suroeste hoy el campo es yermo. No por el oriente, en la vega de la Moldería Real, que cuenta con un labrantío de cereal y maizales, fecundos, porque se benefician de los antiguos regueros, que en ella nacen,  y de sus hijuelas. Son estos cauces el Cerezal, Zarzal, Pontón… Y El Chapín, que cruza esa barriada de Puerta Rey, de casas unifamiliares, con juego infantil en las calles y  nocturnas tertulias de estío. No debe su nombre esta vecindad (tampoco el reguero), como es creencia popular, a un legendario pez, sino al del  orificio para la toma de agua, al molino de Quintana, en la Moldería. Del tamaño de un chapín era el boquete por el que se colaba la tasada agua para suministro del monasterio de San Dictino, el pilón cercano, la Colada y las “tierras y linares” del entorno.  Chapín era el zapato, con gran plataforma de corcho, de las cortesanas desde el XV; con el que se espigaban y libraban el brial de los barrizales. No les falta abolengo, pues, a estos vecinos de Puerta Rey, ni medieval sustancia a su reguero encañado.

El Faro Astorgano 3, agosto, 2018





(Mujer con chapines, cuadro del siglo XVI)

















Pedrisco mortal

   Justo desde la linde sur  de Astorga  a las comarcas norteñas, el pasado viernes, en torno a las siete de la tarde, fue taimado el trueno y virulento el pedrisco. Parecían haberse conjurado  el ya aquí olvidado dios griego Noto, destructor de las cosechas con las tormentas de verano, y el justiciero, cristiano, del "Apocalipsis", con su castigo bíblico —fue aquel un diluvio de piedras de hielo como talentos—. En las huertas de Puerta Rey, San Andrés, las verduras y hortalizas quedaron desnudas en sus tallos: la descomunal granizada con un viento huracanado todo lo arrasó. Pisar las praderas era destripar un sinnúmero de pequeñas manzanas, peras, ciruelas… El  arroyuelo de Manjarín, que desemboca bajo la N-VI en El Jerga, bajó henchido y se remansó, fatalmente,  en el particular zoo del aserradero de Isaac de la Fuente; quedaron incólumes las pilas de madera, las sierras con dientes cortadores, incluso los artilugios, en vela o reparación, de las festividades astur-romanas. Porque para todo parece tener tiempo Isaac: para la dirección asociativa empresarial, cuando toca, la dignidad de César, la dilatada jornada en el  propio aserradero, y el cuidado de su zoo. Muy doloroso para él tuvo que ser ir amontonando en el carretillo, ahogados, a 115 animales, la mayoría ‘pollines’ nuevos: faisanes, pavos, ocas, gallinas…, de procedencia universal. No le faltarán arrestos a Isaac para renovar la crianza.


El  El Faro Astorgano 19, julio, 2018







Los búhos

   Reconocidos edificios contemporáneos han alcanzado la fama por el valor neto de su arquitectura, no por albergar una rica simbología. Sin embargo, los monumentos antiguos, como catedrales, o palacios, con su paciente labra, en portadas, escudos, gárgolas, capiteles vegetales…, nos ofrecen la representación de historias bíblicas, escatológicas, nobiliarias… En Astorga, la catedral alberga tal festín alegórico que desentrañarlo requiere conocer siglos de arte y de acervo religioso; también destacan, con su ´orfebrería´ de piedra, el palacio episcopal y la fachada de la casa consistorial.  Algunos de estos elementos simbólicos han sido esculpidos por el cantero para ser disfrutados por minuciosos visitantes; como la rana sobre la calavera de la universidad salmantina o los dos búhos de nuestro palacio, resaltados en la intersección de los arcos de la sala del trono episcopal. Están encarados hacia el baldaquino del príncipe de la iglesia, para ensalzar la sabiduría. Pedro Mato, Colasa y Zancuda, nos cautivan, por su altiva presencia, e ignoramos a los recoletos búhos gaudinianos. Luis Miguel Alonso les infundió el halo del séptimo arte y Castorina los modeló en barro para su fundición; cada septiembre son galardón con que obsequiar a famosos cineastas. Estos días los dos búhos están en alerta, pues han llegado congresistas, que se fijarán en ellos y ensalzarán, en diversas lenguas, el genio de Gaudí. 


El  El Faro Astorgano 6, julio, 2018








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El mirador


  En la semana del fuego purificador del solsticio de verano,  después de tantos aguaceros, el sol remonta desde  las lomas  de santo Toribio a las siete menos diez. Hasta que este inmenso aro diamante  no alumbra, minutos después, las torres catedralicias y el cimborrio del seminario, en la ciudad no hay más son que el canto al alba de los pájaros, ni otro trajín que el de los peregrinos que  reinician su andadura hacia Compostela. Casi nadie  gusta de este mirador oriental de Puerta Sol, desde el que no solo se contempla el nacimiento del astro rey, sino el  acolchado de las verdosas vegas, con sus verticales choperas y negrillos de la Moldería y el Tuerto. Se trataba en 2010 de eso, de convertir los 225 m del talud de la iglesia redentorista, con baldosas gris verdoso, granitos y herrajes, en una peana desde la que disfrutar la cuesta de los romeros, los arcos ojivales, el hospital de realengo, el albergue de las Siervas…; y, también, como perpetuo homenaje a las familias que el 19 / agosto de 1952 perecieron aplastadas por el desplome  de la cercana muralla. Pero, ya digo, a no ser para balconada desde la que venerar a la Virgen del Castro, apenas nadie entra al mirador; no ha sido completado su ajuar, con sus cinco bancos, los durillos y retamas. Son unos grafiteros sus  señores, con pintadas de “perra Europa”, salteadas de una esvástica que no es la hindú dedicada al dios sol, sino la de raza hitleriana. 


EEl  Faro Astorgano,22. junio, 2018





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Foto de la época de la Transición.











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I.             Las flores del ciruelo con polvillo blanco. 
II.            El mago del Palacio.
III.           La Ferruja.  
IV.          Fuente Encalada. 
V.           La última nieve. 
VI.          El tamarindo. 
VII.         Reclamo de sol. 
VIII.        El espejo del Alvia. 
IX.          El caminante. 
X.           Maldita grafiosis. 
XI.          Las piedrecillas crujen...
XII.         En el mar, en la mar. 
XIII.        En la albardilla de la muralla. 
XIV.       El último labrador en el amarillento campo de van Gogh. 
XV.        Nuestra comedia no era tal, sino tragicomedia. 
XVI.      ¡Pobre garbanzo de pico pardal! 
XVII.      El niño de El Roto nunca llora.
XVIII      Estas tardes de octubre... 
XIX.       El caballo y el perro, amigos del hombre. 
XX.        Un roble muerto, trescientos robles vivos. 
XXI.       Frío de luna creciente y de luna llena.
XXII.      El perrín blanco y el mendigo.
XXIII.     Dafne...
XXIV.    Peineta luce la mazorca. 
XXV.     Carámbanos en la Moldería Real. 
XXVI.    Felicitación en el solsticio de invierno. 
XXVII.  Sol de nieve.






La tolva, en principal 2015

2015

Turismo total, 11, 6, 2015. Delírium, 19, 6, 2015. Esa coleta, 27, 6, 2015. La zapateta, 4, 7, 2015. Marranerías, 16, 7, 2015. 30 velas, 1, 8, 2015. Me eché a llorar, 14, 8, 2015. Cornadas, 22, 8, 2015. Septiembe, 11, 9, 2015. Dictado y cálculo, 22, 9, 2015. El cangrejo, 1, 10, 2015. La cosecha, 5, 10, 2015. Bailemos, 16, 10, 2015. Los pobres, 22, 10, 2015. Sectarios, 12, 11, 2015. ¿Tongo?, sí y no, 26, 11, 2015. La escapada, 3, 12, 2015. Fum,. Fum, fum, 15, 12, 2015. El atrio, 31, 12, 2015. 

2016

El numerito, 14, 1, 2016.Piojos, 21, 1, 2016. Polvo gris, 5, 2, 2016. Faranduleros, 19, 2, 2016. El niño danés, 3,3, 2016. ¿Y los niños? 17, 3, 2016. La matraca, 22,3, 2016. ¡Malditos seáis!, 5, 4, 2016. El pico, 15, 4, 2016. ¿Y estos óculos?, 29, 4, 2016. Merles, 12, 5, 2016. El rayo, 26, 5, 2016. La amapola, 10, 6, 2016. El sátiro, 24, 6, 2016. Al fresco, 14, 7, 2016. Zig-zag, 26, 7, 2016. Donación, 5, 8, 2016. ¡Torero!, 18, 8, 2016. La cacha, 1, 9, 2016. Va por Losada, 15, 9, 2016. Razón tenía, 4, 10, 2016. El huevo, 28, 10, 2016. La esquela, 11, 11, 2016. La semilla, 15, 11, 2016, El mosquilón, 29, 11, 2016. ¡Es el pico!, 16, 12, 2016 .

2017

¡Riing¡, 12, 1, 2017. ¡aaam!, 26, 1, 2017. La taquilla, 9, 2, 2017. Cascabeles, 23, 2, 2017. La caballada, 28, 2, 2017. Tebeos, 10, 3, 2017. La sementera, 24, 3, 2017. Última ronda, 6, 4, 2017. El baile, 21, 4, 2017.  Tam, tam, tic-tac, 4, 5, 2017. Zapatos, 19, 5, 2017. El callejón, 2, 6, 2017. Despedida, 19, 6, 2017.  Préstamos, 29, 6, 2017. 870,3, 13, 7, 2017. Espadañas, 27, 7, 2017. Cóndor, 1938, 10, 8, 2017. Cóndor, 1940, 17, 8, 2017. El cohete, 5, 9, 2017. Aniversarios, 15, 9, 2017. Sin castañuelas, 29, 9, 2017.  Banderas, 27, 10, 2017. Escalerillas, 10, 11, 2017. Las gradas, 23, 11, 2017. Aguinaldo, 21, 12, 2017. María, 9, 12, 2017. 

2018

El jabalí,11, 1, 2018. El tufo, 19, 1, 2018. Superluna, 2, 2, 2018. Isidoro, 15, 2, 2018. El circo, 2, 3, 2018. ¿Y nuestro pan?, 16, 3, 2018. ¡Agua!, 3, 4, 2028. El afilador, 13, 4, 2018. El Maristany, ida, 13, 4, 2018, El maristany, vuelta, 3, 5, 2018. Los mayos, 11, 5, 2018. El pardal, 25, 5, 2018. Angosta ayer, 8, 6, 2018. Angosta, hoy, 12, 6, 2018. El mirador, 22, junio, 2018. Los búhos, 6, julio, 2018. Pedrisco mortal, 19, julio, 2018. El Chapín, 3, agosto, 2018. 7 plagas, 16, agosto, 2018. La basura, 31, agosto, 2018. Oro verde, 14, sept. 2018. Se vende, 28, sept. 2018. Dos hermanos, 2, oct. 2018. El bastón, 13, oct. 2018. Padilla, 19, oct. 20. Alimentos, 26, 10, 2018.  Mediohombre, 9, nov. 2018 (la foto debe ser la del hijo de Amaya).   -de 11.000, 23, nov. 2018. La crianza (I), 13, dic. 2018. Y la matanza (II), 13, dic. 2018. La tolva 102, 28, XII, 2018. 

2019

Natalicio real (11, 1, 2019), Bayas rojas (18, 1, 2019), ¿Y Canillar?, 1 (31, 1, 2019), ¿Y Canillar?, 2 (1, 2, 2109), Azulejos (8, 2, 2019), Fuente de luna, 14, 2, 2019. La tortuga, 21, 2, 2019., Grito y viento (1, 3, 2019), La vecindad (8,3,2019), Zapateros (21, 3, 2019), Pieles y crin, 1 (4, 4, 2019), Pieles y crin, 2 (5, 4, 2019), El gallo y la veleta (25, 4, 2019), Canta y canta (10, 5, 2019), Mirlos (28, 5, 2019,  El cedro (6,6, 2019), El trébole (20, 6, 2020), Cereales, 4, 7, 2019. Eclipse, 23, 7, 2019. La ola, 1, 8, 2019.  ¡Pum!, la fiesta, 9, 8, 2019. ¡Guau!, ¡guau! 30, 8, 2019.Barrenderos, 13, 9, 2019.  Las norias, 1 (26, 9, 2019), Las norias, 2 (1, 10, 2019), El arca (17, 10, 2019), El puente 1 (31, 10, 2019), El puente, 2 (7, 11, 2019), Foro y plaza (21, 11, 2019), El busto (5, 12, 2019), El callejón (19, 12, 2019), 

2020

Armonios (3, 1, 2020), Chocolate galdosiano , (16, 1, 2020), Lavanderas, (30, 1, 2020). La taquilla1 (13, 2, 2020), La taquilla, 2 (14, 2, 2020); Tener palabra (27, 2, 2020), Egeria (12, 3, 2020), Campanas (26, 3, 2020), Los mazos (2, 4, 2020), El murciélago (16, 4, 2020), Colas, colas (30, 4, 2020).  El Paseo (7, 5, 2020), El campo (21, 5, 2020), Tiro de la bola, 22, 5, 2020. La bici (5, 6, 2020), El mercado (18, 6, 2020),  Los Zuloaga (7, 7, 2020). El rayo, 17, 7, 2020), Embozados (24, 7, 2020), Enrique Gil (4, 8, 2020), El termómetro (20, 8, 2020), El demonio (4, 9, 2020), La cosechadora (11, 9, 2020), El tirador de Fer (18, 9, 2020), Búhos (1, 10, 2020), Gorgorito (16, 10, 2020). Buñuelos, 31, 10, 2020. Los pinches, 13, 11, 2020. Aplausos, 26, 11, 2020. Repartidores, 17, 12, 2020. 

2021

 La piruleta, 7, 1, 2021. El hisopo, 28, 1, 2020. Por San Blas, 4, 2, 2021. ¡Que arda!, 19, 2, 2021. Noche de lobos, 5, 3, 2021. Oveja y lobo, 19, 3, 2021. La vacuna, 9, abril, 2021. El pelícano, 16, abril, 2021. N.º 10.011. Ciberataque , 25, 5, 2021. Palmetas, 4, 6, 2021. Fuente forestal, 17, 6, 2021. Sol y viento, 2, 7, 2021. CM, 23, 7, 2021. Vencedora, 12, 8, 2021. No bailan, 27, 8, 2021. Buraca (1), 10, 9, 2021.  La Buraca (2) 14, 9, 2021. Perico, 28, 9, 2021. A.T., 14, 10, 2021. La Luz  26, oct. 2021. La bufina,18, 11, 2021. Ómicron, 2, 12, 2021. Estrellas, 21, 12, 2021.

2022

El roscón, 4, 1, 2022. La Cabalgata, 14, 1, 2022. 91 + 1, 27, 1, 2022. N.P. 2090, 11,2, 2022. Curva angosta, 25, 2, 2022. Campo baldío, 11, 3, 2022. La Dominica, 29, 3, 2022. ¿Dónde la bolla?, 7, 4, 2022. EL brasero, 22, 4, 2022. Colza, 6, 5, 2022. San Isidro,20, 5, 2022. Arraigo 3, junio, 2022.El Chico, 17, junio, 2022. El templete, 1, julio, 2022.. Quo vadis, 5, julio, 2022. Girasoles, 15, julio, 2022. Volver, 29, julio, 2022. 19, agosto, 1952, 12, agosto, 2022. 19, agosto, 2022, 30, agosto, 2022. Burbujas, 9, septiembre, 2022. El kkwaenggwari, 27, sepptiembre, 2022. La palmera, 6, octubre, 20222. Pastoreo, 21, octubre, 2022. Gitana, 3, noviembre, 2022. El Jaimito, 18, noviembre, 2022. Bolillos, 1, diciembre, 2022.  El belén, 16, 12, 2022. Magos, 30, 12, 2022. 

2023

 Chocolate, 27, 1, 2023. Carambolas, 10, 2, 2023. Cabinas, 23, 3, 2023. Berros, 10, 3, 2023. La Chirijota, 28, 3, 2023. Lápidas, 14, 4, 2023. Las manos, 28, 4, 2023. Flores, 18, mayo, 2023. El gozne, 1, junio, 2023. Pétalos e hinojo, 15, junio, 2023. Última curiosidad, 30, 6, 2023. Otros tiempos, 14, 7, 2023. Corambres, 27, 7, 2023. El cartel, 9, 8,2023. Vuelta XLI, 29, 8, 2023. El ferrocarril, 8, sept., 2023. Historias, 26, sept., 2023. Membrillos, 10, oct. 1923. La pértiga, 24, oct., 1923. La maldición, 3, 11, 2023. Castañas, 18, 11, 2023. Arboricidio, 1, 12 , 2023. Juego de Cañas, 15, 12, 2023. Escarcha, 29, 12, 2023.

2024

Botella tañida, 12, 1, 2024. La puntada, 30, 1, 2024. La grúa, 9, 2, 2024. Tractores, 27, 2, 2024. Cal y arena, 8, 3, 2024. 





Veli, M.ª Avelina García Martínez, bar Cub.