sábado, 30 de mayo de 2015

LA TOLVA

Al final, aprarece la relacion de tolvas de esta página.




«Mediohombre»
  Los desgarros por el cuerpo, con que se ha retirado  el torero Padilla, son una carantoña si a uno le detallan la mengua con que fue a la tumba Blas de Lezo en 1741, en Cartagena de Indias, a los 52 años. Porque si los pitones pueden atravesar los muslos como un incandescente puñal forjado en la fragua de Vulcano, o vaciar un ojo, las bombas de aquel entonces ya podían cobrarse una pierna, descoyuntar un brazo o dejar el iris y la pupila en un cuenco de revenida ceniza. Todas estas calamidades le acaecieron al marino militar vasco, cuya heroica figura ha sido rescatada del olvido, con exposiciones ambulantes —en nuestra biblioteca, recientemente—, publicaciones, y una estatua en la plaza de Colón madrileña. A Salvador Amaya, cuyo padre, Marino, hijo de fogonero y nacido en Astorga,  cuenta con siete obras en nuestra ciudad,  le cupo esculpir esta escultura; verdadera faena de aliño, para mostrar la prestancia y dignidad de este español, tuerto, manco y cojo, al que se le encomendaban los más arriesgados cometidos. Como defender intereses dinásticos, la recuperación de plazas en Europa y África, o la limpieza de corsarios para dejar expedito el tráfico marítimo, y a resguardo las posesiones del vasto imperio de  Ultramar. En Colón está, con la casaca de almirante, la bota de la guardia de corps y la pata de palo, como presto a derrotar, desde el Castillo San Felipe colombiano, a las tropas inglesas.  
















La basura

  Por la calle Rodríguez de Cela, recién prendidas las doradas luminarias, que semejan a lo largo de las fachadas del suroeste una cimitarra ornamental, cada día laborable el camión discurre con una discreta caravana de coches tras de sí.  Se detiene en las bocacalles, y dos peones arriman a su parte trasera los contenedores de quita y pon, esos cubos verdes con que la ciudad inició este siglo, para ser pulcra avanzadilla ante los millares de visitantes a las Edades del Hombre. Cuando el conductor comprueba en la cámara de vigilancia que los cubos han sido volcados y retirados, reinicia la marcha; y el foco, asido a lo alto de la caja compactadora,  avanza por la calle como una desprendida luna llena entre residuos que, por su tamaño, no han resultado deglutidos. Otro  camión, pero de carga lateral, regido tan solo por el conductor, antes del alba,  iniciará su recorrido por los barrios y diseminado, del extramuros. En  el silencio de la noche se oirá el rugido de su motor, el anclaje del tetón al aprisionar los grandes contenedores, y el soplido y vaivén por la descomprensión en su volcado y reposición. Tres tardes se encaminará hacia los cuatro pueblos del municipio. En total, cada día, arrojamos los 11 mil y pico de astorganos, aparte del cartón, del vidrio…, 17 toneladas de basura. Desentonamos, con esta opulencia, en las históricas calzadas que nos hermanan con los pueblos allende del Pirineo.

El Faro Astorgano, 31, agosto, 2018










("Mesa de los pecados capitales", El Bosco)


    7 plagas


  Hasta ahora, a nuestra ciudad, para dañar su imagen y sosiego,  le han sobrevenido, desde que se aturdieran las aguas bajo el puente de cuello de oca del Bernesga,   el 12 de mayo de 2014, siete de las diez plagas de Egipto, narradas en el Éxodo; tales calamidades, sucesivas como mazazos de martillo pilón, y aireadas, en España, o hasta el confín del universo, son fruto de cinco de los siete pecados capitales. Pero ya camine en naciente por las habituales calles, o me aventure al ocaso por los hermosos pueblos de los arciprestazgos de las tres provincias, la vecindad atiende a su cotidiana costumbre. Trajinan los presbíteros de una parroquia a otra parroquia, de una procesión festiva a un cementerio jalonado de brezos y retamas; se afanan los empleados del concejo y hay guardianes siempre en vela. Riegan los labradores  los campos, y si de secano fuesen, a la espera están de la cosecha de la mies. Se abren al  amanecer  tahonas y obradores, y se laborea en  fábricas, oficinas y tendales.  No le faltan a la holganza sus castañuelas: en los jardines, las frescas praderas, terrazas y bibliotecas. Explosionarán los fuegos para estas  fiestas y desde la muralla, ante tal festín multicolor, ascenderá  un ohhh que enmudecerá el último tronido; y seguirá saliendo a la calle este Faro, con sus glosas y noticias, bajo la centinela pluma, junto a otras plumillas, menores, pero no  carentes  de empeño y  donaire.

El Faro Astorgano, 16, agosto, 2018



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     El Chapín


    Estamos en la época de intenso riego. En las eras, hacia  Manjarín,  no se afanan los mozos con sus camisas blancas “flameando al viento”,  como nos recordase Ricardo Gullón sucedía, al rememorar, por estas fechas, en 1931, su paseo por el Jardín con el poeta peruano César Vallejo, junto a Juan y Leopoldo Panero, Lorenzo López Sancho, y quizás Gabriel García Espina. Hacia el suroeste hoy el campo es yermo. No por el oriente, en la vega de la Moldería Real, que cuenta con un labrantío de cereal y maizales, fecundos, porque se benefician de los antiguos regueros, que en ella nacen,  y de sus hijuelas. Son estos cauces el Cerezal, Zarzal, Pontón… Y El Chapín, que cruza esa barriada de Puerta Rey, de casas unifamiliares, con juego infantil en las calles y  nocturnas tertulias de estío. No debe su nombre esta vecindad (tampoco el reguero), como es creencia popular, a un legendario pez, sino al del  orificio para la toma de agua, al molino de Quintana, en la Moldería. Del tamaño de un chapín era el boquete por el que se colaba la tasada agua para suministro del monasterio de San Dictino, el pilón cercano, la Colada y las “tierras y linares” del entorno.  Chapín era el zapato, con gran plataforma de corcho, de las cortesanas desde el XV; con el que se espigaban y libraban el brial de los barrizales. No les falta abolengo, pues, a estos vecinos de Puerta Rey, ni medieval sustancia a su reguero encañado.

El Faro Astorgano 3, agosto, 2018





(Mujer con chapines, cuadro del siglo XVI)

















Pedrisco mortal

   Justo desde la linde sur  de Astorga  a las comarcas norteñas, el pasado viernes, en torno a las siete de la tarde, fue taimado el trueno y virulento el pedrisco. Parecían haberse conjurado  el ya aquí olvidado dios griego Noto, destructor de las cosechas con las tormentas de verano, y el justiciero, cristiano, del "Apocalipsis", con su castigo bíblico —fue aquel un diluvio de piedras de hielo como talentos—. En las huertas de Puerta Rey, San Andrés, las verduras y hortalizas quedaron desnudas en sus tallos: la descomunal granizada con un viento huracanado todo lo arrasó. Pisar las praderas era destripar un sinnúmero de pequeñas manzanas, peras, ciruelas… El  arroyuelo de Manjarín, que desemboca bajo la N-VI en El Jerga, bajó henchido y se remansó, fatalmente,  en el particular zoo del aserradero de Isaac de la Fuente; quedaron incólumes las pilas de madera, las sierras con dientes cortadores, incluso los artilugios, en vela o reparación, de las festividades astur-romanas. Porque para todo parece tener tiempo Isaac: para la dirección asociativa empresarial, cuando toca, la dignidad de César, la dilatada jornada en el  propio aserradero, y el cuidado de su zoo. Muy doloroso para él tuvo que ser ir amontonando en el carretillo, ahogados, a 115 animales, la mayoría ‘pollines’ nuevos: faisanes, pavos, ocas, gallinas…, de procedencia universal. No le faltarán arrestos a Isaac para renovar la crianza.


El  El Faro Astorgano 19, julio, 2018







Los búhos

   Reconocidos edificios contemporáneos han alcanzado la fama por el valor neto de su arquitectura, no por albergar una rica simbología. Sin embargo, los monumentos antiguos, como catedrales, o palacios, con su paciente labra, en portadas, escudos, gárgolas, capiteles vegetales…, nos ofrecen la representación de historias bíblicas, escatológicas, nobiliarias… En Astorga, la catedral alberga tal festín alegórico que desentrañarlo requiere conocer siglos de arte y de acervo religioso; también destacan, con su ´orfebrería´ de piedra, el palacio episcopal y la fachada de la casa consistorial.  Algunos de estos elementos simbólicos han sido esculpidos por el cantero para ser disfrutados por minuciosos visitantes; como la rana sobre la calavera de la universidad salmantina o los dos búhos de nuestro palacio, resaltados en la intersección de los arcos de la sala del trono episcopal. Están encarados hacia el baldaquino del príncipe de la iglesia, para ensalzar la sabiduría. Pedro Mato, Colasa y Zancuda, nos cautivan, por su altiva presencia, e ignoramos a los recoletos búhos gaudinianos. Luis Miguel Alonso les infundió el halo del séptimo arte y Castorina los modeló en barro para su fundición; cada septiembre son galardón con que obsequiar a famosos cineastas. Estos días los dos búhos están en alerta, pues han llegado congresistas, que se fijarán en ellos y ensalzarán, en diversas lenguas, el genio de Gaudí. 


El  El Faro Astorgano 6, julio, 2018








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El mirador


  En la semana del fuego purificador del solsticio de verano,  después de tantos aguaceros, el sol remonta desde  las lomas  de santo Toribio a las siete menos diez. Hasta que este inmenso aro diamante  no alumbra, minutos después, las torres catedralicias y el cimborrio del seminario, en la ciudad no hay más son que el canto al alba de los pájaros, ni otro trajín que el de los peregrinos que  reinician su andadura hacia Compostela. Casi nadie  gusta de este mirador oriental de Puerta Sol, desde el que no solo se contempla el nacimiento del astro rey, sino el  acolchado de las verdosas vegas, con sus verticales choperas y negrillos de la Moldería y el Tuerto. Se trataba en 2010 de eso, de convertir los 225 m del talud de la iglesia redentorista, con baldosas gris verdoso, granitos y herrajes, en una peana desde la que disfrutar la cuesta de los romeros, los arcos ojivales, el hospital de realengo, el albergue de las Siervas…; y, también, como perpetuo homenaje a las familias que el 19 / agosto de 1952 perecieron aplastadas por el desplome  de la cercana muralla. Pero, ya digo, a no ser para balconada desde la que venerar a la Virgen del Castro, apenas nadie entra al mirador; no ha sido completado su ajuar, con sus cinco bancos, los durillos y retamas. Son unos grafiteros sus  señores, con pintadas de “perra Europa”, salteadas de una esvástica que no es la hindú dedicada al dios sol, sino la de raza hitleriana. 


EEl  Faro Astorgano,22. junio, 2018





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Foto de la época de la Transición.











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Foto de la época de la Transición.
C. Angosta, 12, junio, 2018







Angosta, hoy
 En la rosa de la cruz griega,  que distribuye las Correderas, Postigo y Angosta, ya no hay niños; tubos de escape, en continuo goteo, se silencian en ella, y al momento emprenden la marcha, y se van alejando, hacia los  puntos cardinales, con la estela brillante del evaporado petróleo y con un creciente runruneo. Angosta es testimonio de antiguos y nuevos tiempos. La casa del panadero Curina y la de los Sibutos siguen en pie, para veraneo de herederos, destino, también,  de la que habitó Currita. Se ha ausentado Dorita, la esposa del fallecido, hará dos años, Bernardo Cacharrón;  ambos,  esencia del barrio. Cuatro casas son nuevas, la última,  la de la Bonita, de Francisco Alonso; el único solar yermo  es el de la sufriente, por aquel aciago mal de su hija, Balbina. Los actuales  vecinos ya no gozan de apodo; suman una prole de ocho hijos, niños y adolescentes. Los Zahdäli están contentos, a su margen han ido a vivir los Abdennabi, también marroquíes, cercanos a los búlgaros Mirtseu; y enfrente,  los rumanos Dumitru. Otros dos matrimonios pertenecen a las sagas gitanas, de raigambre astorgana, Jiménez y Bermúdez. Los padres de la llorada Dafne, Fran y Nelly, Pedro y Mari Luz, completan el vecindario de Angosta. Calle esta que se mostraba como un cobertor con costuras, pero el ayuntamiento la ha adoquinado, con gusto, y así la que antes era cenicienta para sus tres hermanastras, ahora es princesa.


El Faro Astorgano, 12, junio, 2018








     Angosta, ayer


   En San Andrés, la central rosa de la cruz griega de las Correderas —Alta y Baja—, Postigo  y Angosta, hacia los cuatro puntos cardinales, era en nuestra infancia el ágora donde se organizaban los juegos. La calle más disfrutada, por la que se sube hacia la Plaza  viniendo del sureste, o desde  la iglesia,  era  Angosta; y  debe su nombre a que de los 55 m de su longitud, los 34 últimos apenas alcanzan cuatro de ancho, y el resto se distribuyen en la calzada y  una palestra, a modo del descansillo de "Historia de una escalera", de unos ocho y medio. Por su angostura bajábamos a refugiarnos en las oquedades de los torreones de la iglesia, o tras los muros  del ruinoso cortijo, si el juego fuese al escondite; pero si se trataba de piola de mudar, o el pañuelo, era su palestra el lugar elegido. Olía la calle a pan, de Curina; y los vecinos salían a la fresca, de la casa de Cacharrón, de los Covarrubias, de la Bonita, de Tocinín, de una rama de Sibutos y de la Currita, de los Galocheros, de los García e Ibáñez…; no se abría la puerta de Clavel, ni la de Balbina, cuya hija, con negados  sentido y equilibrio, miraba balbuciente tras la ventana. Y en cuanto a Ángela, la Curandera, si no estaba ocupada en recolocar huesos y aplicar ungüentos, andaba viva, no siendo que, por vivir donde la estrechura, la arrollásemos en nuestras carreras hacia los torreones, y dejásemos, maltrechos, su cuerpo y mágica sabiduría.   

El Faro Astorgano, 8, junio, 2018






                                Este es el mirlo que menciono; con imagen y sonido de mala calidad,
                               al estar tomados con una elemental cámara.



El pardal


   Quién pudiera distinguir, por su canto, a todos los  pájaros que aún abundan en las paleras, humeros y choperas de la Moldería Real; como los labriegos y pastores. Este mayo estoy al acecho de los pardales, los comunes pájaros, de modesta belleza, que dan con su pico nombre a nuestro simpar garbanzo. Me llaman la atención los jilgueros con su trino aflautado, su diadema facial carmesí y sus bandas en las alas de amarillo van Gogh; los veo levantar el vuelo al caminar cercano a los cardos y jaramagos que jalonan las cunetas de la calzada a Nistal. En la sinfonía de pájaros primaveral, que cualquiera puede escuchar en arboladas veredas, manda el rey del canto, el de meloso nombre. No he avistado aún su nido, el del mirlo, claro está, y eso que se pavonea con frecuencia, ya en el patio, en las praderas o sobrevolando el oleaje verde de los trigales; al alba canturrea en los árboles, y al anochecer sonoriza su territorio desde los altos cables de la frontal carretera. Al acecho estoy, decía, porque han desaparecido del solar español 25 millones de pardales; y cierto es, pues apenas los veo en tejados y frutales, al contrario que los petirrojos, que abundan por doquier. Me agradan el trino del jilguero, el bajo canto con que el petirrojo imita al ruiseñor, y qué decir del coral gorjeo del mirlo, pero a todos renunciaría si, como antes, imperase el piar silbante del pardal, nuestro más cercano y fiel volador. 

El Faro Astorgano, 25, mayo, 2018









Los mayos



   Desde remotos tiempos se festeja en mayo  la primavera: danzas  y canciones, obras de arte y rogativas encontramos en todas las civilizaciones. A nosotros, con gusto nos dejó escrito Juan Lorenzo de Astorga, en su poemario del siglo XIII sobre Alejandro Magno, que es un mes “coronado de flores”, en el que las mayas cantan amores. La tradición más popular era plantar ‘el mayo’ por los mozos o quintos, en la plaza del pueblo, o cercano a la iglesia; finalizada la faena, podía haber convite y fiesta.  En las zonas de vega, el elegido era el chopo y en Maragatería el roble, ambos los de más porte del término. Se socorría el alzado con tres sogas y un mozo debía “engarriar” para retirarlas. Podía colocarse, también,  en la cúspide un trofeo, como en la cucaña de Goya, y entre los trepadores, el que no abandonase, y lo alcanzase, era reconocido por su valentía y virilidad. En algunos pueblos colgaban un monigote, o dos, con trajes maragatos. Los que ahora contemplamos son mayos artísticos, privados del simbólico árbol, divulgados por los vecinos de Jiménez desde 1984 y en Astorga por los de San Andrés (este año dedicados, con pareja bien lograda, a los fundadores de su Asociación). Otros debutantes, que vemos en calle Zapata o la estación de Valderrey,  punzan por nuestra salud.  Mayo aquí está, con sus corales trinos, frutales cuajados de flores y figuras 
que honran a bienhechores o claman por una mejor sanidad.

El Faro Astorgano, 11, mayo, 2018

























El Maristany:  vuelta


    Una tarde de la primavera de 1986 José Antonio Carro me lleva al barrio madrileño de Moratalaz, a Pico de Artilleros, donde vive don Evaristo, ya con 84 años, en compañía de su hijo Francisco; albergábamos la idea de que apadrinase, con su presencia y obra, la exaltación musical del  Bimilenario. Yo no había disfrutado  su voz cadenciosa y esa manera de mover las manos, que solo alcanzan los virtuosos de la música. Me admiré por el temple con que hablaba de su vida: la especialización en Alemania, su trabajo en Radio Urgoiti de la República y la persecución por los ganadores; al final, años de carrera profesional, amputada, con trabajos, para él menores, como pianista en teatros y variedades. Esto rememoro cuando contemplo la estancia verde de la casa de los Panero, donde se halla el  Maristany,  burlador de la bomba; retornado a Astorga, porque este bien, y todos los suyos, como los de su hijo Francisco, para la ciudad han sido. Conste que para este astorgano, incluido en la nómina del 27 —no en vano compuso una canción con letrilla de Góngora—, cada día  se acrecienta su fama. Y si uno corre los dedos por el blanco teclado suena una hermosa armonía: la de aquel niño,  junto a su madre, complacida; y cercano el padre, con la vista puesta en la “ferrina” de la botica, pócima milagrosa, en caso de debilidad, para levantar la casa y adentrar al rapaz en el Real Conservatorio, como príncipe de la melodía. 

EL Faro Astorgano, 3, mayo,  2018


    






















El Maristany: ida


   Evaristo abrió los ojos como platos cuando, a la vuelta del colegio, entró en el salón de la casa, en calle Carretas (hoy Lorenzo Segura, confitería La Mallorquina), y vio a su madre, María Paz Blanco, que lo obsequiaba con unas notas de un nuevo, añorado piano. Un niño era, apenas de diez años (corría el año 1912), pero como bien decía su maestro musical, el de la capilla catedralicia, Ansola, tenía mimbres para llegar a ser un gran compositor.  Su madre se levantó y le acercó una banqueta para que alcanzase a los pedales: Evaristo se olvidó de que existía el mundo mientras corría las manos por el teclado y sacaba de la maraña de cuerdas una hermosa melodía. Leovigildo Fernández, su padre, se acercó al mirador,  posó los ojos, según costumbre, en aquel escaparate de enfrente, el de la botica de Ramos Cadenas, sembrado de paquetes de la “quasi-ferrina” contra la anemia y la debilidad, y pensó que Madrid habría de ser, en unos años, el destino de su hijo. Así fue: diplomado, con sobresaliente, por el  Real Conservatorio. Evaristo casó con Sara Martínez; nacieron dos hijos, el primogénito, con nombre paterno, y Francisco. La malhadada guerra trajo para ellos, y sus padres, con pisos colindantes en calle Mendizábal, ametralladoras apostadas en las azoteas y el terror de la aviación enemiga. Una noche cayó una bomba que destruyó casi todo, parte de sus partituras, menos el piano de Astorga, el Maristany.


EL Faro Astorgano, 13, abril, 2018








    El afilador


   En septiembre se cumplirán cuatro años desde que Felipe Álvarez, el Pájaro, cerró su tienda en la rúa Antigua, hoy Manuel Gullón, 1, a unos 300 pies de la iglesia que fue de San Julián y desde 1949 de Fátima. Si algo tiene de meritorio este templo son las cuatro columnillas con sus capiteles románicos que jalonan la entrada; el menos afortunado, pero para la ciudad más representativo, el situado frente al de san Pablo y san Pedro, porque entre sus motivos vegetales emerge en su centro una hoja de roble que sería lema de nuestro escudo. Antiguamente, contaba con portales para mercado, de boteros y carniceros; a su entorno acudían los amoladores, modernamente llamados afiladores. Hoy, estos artesanos, que se sirven de los pedales de la bici para mover las dos ruedas de distinto grano, apenas chiflan por la ciudad: a Jose, de “a terra da chispa” lo vi por Padre Blanco en enero / 2014, y a uno furtivo este Sábado de Gloria por la plaza de la Libertad. Ya, tampoco, podemos admirar en la rúa Antigua la bicentenaria piedra de afilar, heredada por Felipe de sus antepasados, ni los cuchillos y navajas con el pájaro grabado que en su escaparate refulgían. Perdura de tan viejo oficio un testimonio en la columnilla del capitel menos afortunado; rebanada está por el ‘vaciado’ de miles de hachas, cuchillos, hoces, azuelas… Y fue así porque  estos útiles llevaban consigo, en su filo de barbera, de los santos la bendición.

EL Faro Astorgano, 13, abril, 2018

























   ¡Agua! 


  Dice don Matías, en la Historia de Astorga, que no tenemos río, sino un ‘arroyo o riachuelo’. Algo de razón tiene, pues padece estiaje gran parte del año, y en su última legua, antes de abocar al Tuerto, abunda el fango; ese lodazal donde se retienen los desperdicios y se alzan las cañas, que son despreciadas, pero, por su beneficio depurativo y espumosas espiguillas del otoño, merecen una mirada complacida. El Jerga, río es, aunque se trate de una acumulación de arroyuelos, desde el que da origen a su nacimiento, a 1360 m de altitud, La Reguera, a cuantos lo van nutriendo hasta Castrillo: Fontanar, el Estanque y su nodriza el Veiga… Dispersos por sus 14 y pico km, en contadas ocasiones bajan encabritados, y entonces el secarral Jerga puede causar estragos; como en el 11 de septiembre de 1846, cuando, después de una noche de diluvio universal, se llevó consigo casas, aperos, animales, de Murias, y anegó el campo astorgano. Pocas veces, como en estos días, corre por su cauce, fruto de la escorrentía de la abundante nieve de las montañas, un agua tan cristalina que uno se sienta a contemplarla en la Ferruja y se cree visitado por los dioses fluviales de la urbe antigua. Aquellos que lo bendecían con alisos y salgueras, llamaban al apareamiento a las liebres y perdices en los aluviales, y, por el puro estío, guarecían a los peces y las truchas en los caudalosos pozos donde se bañaban zagales y pastoras.  

EL Faro Astorgano,3, abril, 2018




























¿Y nuestro pan?


   El fundamental sustento goza de actualidad. La UE se dispone a sacar una normativa para que, en lo que respecta al pan y derivados, los integrales, no se pueda dar gato por liebre. En cualquier revista se muestran novatos panaderos, que fabrican, dicen, con los antiguos métodos variedades muy apetitosas; incluso en grandes mercados las exponen aparte, como exquisitez. Abundan, pues, los que gustan de presumir como herederos de una elaboración antiquísima. Y aquí, con la boca cerrada; pero en cuanto al pan, nos corresponde poner la pica en Flandes. La ciudad, hasta finales del XX, contaba con un buen número de panaderos; y si nos remontamos a sus primeras décadas, atestiguaremos cómo su producción de pan candeal la exportaban a villas cercanas. Gozaban de fama las “maseras” de San Andrés, que sobaban la masa hasta cuatro y seis horas; por populares, disfrutaron de apodos,  la Carrañaca, la Morica, la Cucona… De entre las variedades, la más famosa “la hogaza de a ocho”, la de “mucho en la mano / poco en la andorga”. La más deliciosa, la de Sorolla, en el cuadro “La fiesta del pan”: la bolla en las manos oferentes de la maragata. Y calles de postín tuvimos, como la de Las Panaderas (hoy, Rodríguez de Cela), o La Tahona (actual Magín Revillo). Si permanente ha sido la fama de las mantecadas, recuperada la del chocolate, no menos provechosa debería resultar la de nuestro histórico pan. Pongámoslo en solfa. 

EL Faro Astorgano, 16, marzo, 2018

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El Faro Astorgano,
2, 3, 2018.














  El circo...

 Se disfruta el espectáculo hoy más en la imagen atiborrada que con la realidad. Pero en nuestra infancia eran los niños cantantes y héroes del cine Astúric, y los titiriteros, que solían hacer parada con el carromato  y la “troupe” en San Andrés o Puerta de Rey, los artistas sin rival. Y, para el mayor espectáculo del mundo, contábamos con los equilibristas que, de pascuas a ramos caminaban, balanceándose, o arrodillándose, pértiga en mano, sin malla de seguridad, sobre un alto bramante amarrado de parte a parte de la Plaza. Ponían a uno los pelos de punta; como los trapecistas del ferial circo, en la nueva plaza del ganado, a la que nos adentrábamos bajo la bancada. Ninguno para mí tan emocionante como el circo que vino años después, cuando en el ‘pradobosque’ del marquesado se asentaron una serie de dispersos edificios, con el nombre de  Cosamai. Celebra su 50 aniversario, y con tal motivo he visto su exposición en la Biblioteca, mínima, pues para resumir su historia docente, de convivencia y lúdica, sería necesario un gigantesco pabellón. De todas las fotos, he vibrado con las de aquel circo, que Juanma animaba en los pasados setenta, por abril, con maestría sin par, entre debut y debut de los chavales. Era el éxito de un aprendizaje, para los acogidos con carencias, que los hermanos holandeses habían incorporado, liberándolos de los prejuicios de aquella mojigata sociedad: era más que un circo.  

El Faro Astorgano, 2, marzo, 2018























Isidoro

   Las gubias, aunque ya han pasado dos semanas desde el luctuoso accidente, parece que acaban de ser acariciadas por las manos de Isidoro; Isidoro Santos Prieto, de la razón social Astor Mueble, sita en Dos de Mayo. ¡Se dice pronto!, desde su titulación, en Bilbao, como maestro industrial, con la caja de gubias atesorada, esperando la jubilación (hará diez años), para abrirla y modelar con tales útiles, de día y acaso en la noche, esa madera que parece insulsa para los repetidos muebles, pero que aguarda le afloren su belleza escondida. Y así hemos visto la extensa fábrica de Isidoro y su esposa Florentina: con tableros y muebles; y por todos los costados bajorrelieves, esculturas, dibujos, pinturas…, de monumentos, de maragatos, de guernicas picassianos y costumbristas escenas. Isidoro nació con el olor de los carros que su padre fabricaba en Brimeda y llegó a ser un ebanista de taller florentino, artesano y artista, reclamado estos últimos años para exponer su arte en los más nobles lugares. Parco en palabras, hondo en sentimientos, y con una buena salud cepedana. No se podía agotar, pues, en un instante, savia tan fecunda, por eso su esposa, e hijos, Catalina y Juan Carlos, sabedores de cuál sería su deseo, le han continuado la vida: dos personas, con el trasplante de sus donaciones, dejarán la diálisis, y otras bien pronto respirarán de satisfacción henchida. ¡’Biendichosos’ Isidoro y su familia sean!

El Faro Astorgano, 15, febrero, 2018


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Superluna


   Pese a que hasta 2037 no volverá la superluna azul, con eclipse y luna de sangre, a mí se me escapó el presenciar tan grandioso fenómeno durante la noche del 30 / 31. Pero esta última tarde de enero, pronto el ocaso, a las 19:10, la luna llena, observada desde la ciudad, ascendía recrecida por el este tras las maracas de luz artificial del pueblo de San Justo, en lo alto de La Judiega; allá, donde se alza una cruz bordeada de apiñadas piedras de romeros y según la leyenda (o ficción merced a los posos de la herejía de Prisciliano) Toribio, mediado el siglo V, bramó contra los diocesanos de los que era obispo. Si invención no fuese, habría desvelado en sus ojos la ciudad amurallada, con su foro y basílica romanos, sus primitivos templos y aras cristianos, todos por su mano del reciente asolamiento godo restaurados; se le habría encogido el corazón al atisbar el monasterio de San Dictino en el arrabal de Puertarrey, se habría sacudido las alpargatas, y exclamado: “¡De esta tierra ni el polvo!”.  En la noche, fue la luna remontando por el cielo como bola de diamante, hasta declinar el nuevo día uno en poniente, y fundió en esplendor la escasa nieve acumulada en el monte pagano de Marte, el Teleno.  La luna llena, si te pica la curiosidad y te aprestas, desde la bajamar de la ciudad, a contemplar su nacimiento en esas laderas fugitivas del santo Toribio, comprobarás que siempre es maravillosa superluna.  


El Faro Astorgano, 2, febrero, 2018







El tufo

   Hay que tener cuidado con el tufo, oía a los mayores de las cinco viviendas de la lejana casa blanca de San Andrés.  Y a mí me parecía mentira que aquella cocina económica cuyos herrajes y tapa del calderín, mi madre, con el sidol, dejaba como el oro, entrañase, por el ardiente carbón, algún peligro; tampoco los braseros de picón que los vecinos abanicaban en el patio antes de incrustarlos en la camilla. Había que tener cuidado con el tufo, así que mi padre, que era muy mañoso, preparaba con un alambre y pesada calabaza el artilugio para limpiar las chimeneas, y dirigía las operaciones desde los tejados hasta dejarlas sin hollín. En mi niñez las chimeneas todo el día arrojaban al cielo bocanadas de humo; por eso había deshollinadores, pero adultos; nunca vi a otros niños, huérfanos, que fuesen captados, como pretendía Gamfield con Oliver Twist, para sumergirlos por las chimeneas y terminar con la piel de sus huevecillos gangrenada. La casa que habitaba Lorenzo Jiménez en plaza de Santa Clara, 9, hasta este fatal domingo, tiene un codo saliente de final de chimenea, con mancha de humo junto a la ventana. Compraron una estufa de carbón más grande y la llenaron; a Rosario, su esposa, nunca le gustó que se escurriera el calor, así que cerró, como siempre, el tiro.  Pero esta ya era mucha estufa, y el tufo en la noche se llevó a Lorenzo, gitano de pro, gentil y complaciente, con un eterno sueño dulce.    



El Faro Astorgano, 19, enero, 2018







    El jabalí


   Sí que alguna vez, en las fincas que riega la Moldería Real (entre este cauce molinero y la línea férrea  La Coruña - Madrid),  he visto algún zorro, incluso lo he sentido en la noche hozar bajo las alambradas de algún gallinero cercano, pero un jabalí, como en  este primer miércoles del año, a pocos pies de las herrumbrosas agujas del paso a nivel de la  otra vía, la ultrajada Línea del Oeste, en la vida. Debía llevar horas, una vez atropellado, en la cuneta de la aledaña carretera a Nistal; y pasar inadvertido a la vecindad de la calle Zapata. Dicen que sobreabundan, así sucede en las  laderas próximas de Celada, al contrario de los  corzos, que ya apenas ramonean por  El Sierro. No es un animal que despierte simpatía, pues esquilma los campos, cruza, como en este caso, las carreteras y provoca accidentes. Mas su carne es saludable, y en nada desmerece de cuantas especies habitan el universo. Desde antaño ha sido objeto de señorial cacería, acosado por perros, alanceado, abatido con flecha o cuchillo… Este jabalí, macho solitario, quizás ansiaba catar el follaje de los cembos de la Moldería: un golpetazo, que le reventó el morro y adelantó los incisivos colmillos, acabó con su sueño. De cerca, contemplado su sedoso pelaje de cerdas, ¡quién lo diría, en un día cálido y apenas mechas de nieve en el Teleno!,  a las dos, cuando  surcó el norte  el  arco iris, no se puede decir que no  fuera be

El Faro Astorgano, 11, 1, 2017









Aguinaldo

 Las Nochebuenas ahora no son tan frías: de las calles está ausente la nieve y la aposentada helada, así que sus luces de colores, con campanillas, aros, estrellas…, no chispean en la anochecida; tampoco los paseantes convertimos nuestro aliento en nubecillas vaporosas. Se va perdiendo la costumbre, después de más de 150 años,  de ‘cantar el aguinaldo’ por las calles comerciales y ante algunas casas de cercana vecindad. La coplilla de “aguinaldo pedimos, señora, para el niño que nació en Belén…”, con su estribillo de “aguinaldo, aguiné”, no han cambiado apenas respecto a aquellos antepasados, para nosotros, los nacidos avanzada la anterior centuria, ni para los chavales de estas dos décadas del siglo nuevo. Los torreznicos y lenguanicicas pasaron a llamarse choricicos y longanicicas, pero igual siguió “y otras cosas que son de comer”. Verdad es que los astorganos decimonónicos eran más finos, y no osaban, ante la tacañería, como en posteriores  tiempos, vocear “esta señora que no nos da nada, perros y gatos le mean la cama”, sino “estas puertas son de estopa, aquí vive un zampatortas”. Los niños de ahora ya no solo se acompañan de pandereta, los hay que soplan flautas, traveseras…,  lucen el ajeno gorrete de Papá Noel, pero qué  poco los veo alegrar las calles. Y debemos conservar la costumbre, así que, sin recompensa de manzanas de cagalgato, polvorones, monedillas, cantemos “aguinaldo, aguiné…”. 

El Faro Astorgano, 21, dic., 2017







   
    María

   Aquellos calendarios de nuestros chocolateros del tránsito de los dos siglos pasados eran un encaje de doradas volutas y flores, que enmarcaban sonrosadas damas y niños. Contaban con una visera donde meter los papeles para los recados, los recibos…; o bien, en tal lugar, con un mazo pegado para ir arrancando los días del año, que se ilustraban con dibujos del santoral, en razón de la Epifanía, Pentecostés… Tal finura modernista desapareció con la Guerra, y finalizadas la escasez y la hambruna ya fue otro el gusto. Así, en los sesenta del XX, cada Navidad llegaban a mi casa de la tienda de comestibles de Miguel, el Barroso, almanaques con los niños de Murillo o con las bellas damas de Julio Romero de Torres; algunos se enmarcaban e iban ornando el desnudo pasillo. Hoy, los diseños y los fines de su distribución son complejos; por ejemplo,  algunas asociaciones los ilustran y venden para un bien social. Como las doce hojas, con sus fotos y santoral, del “Calendario solidario 2018”, que en portada lleva en grueso trazo las letras Down, todas azules menos la o, que es como un sol de alba con una risueña luna  en cuarto creciente por su parte inferior; ojeándolo, compruebo que el mes de marzo lo pasaremos al amparo de María. La astorgana María Centeno López, que acompañada de la actriz Blanca Portillo nos sonreirá 31 días con la mirada cariñosa de la infancia y con la picardía de su bullir adolescente.

El Faro Astorgano, 9, dic., 2017






Las gradas



   Luce este mediodía del tercer lunes el sol en la vega de la ciudad, que riega hacia oriente y poniente la Moldería Real. Aunque Miguel Alonso es el último labrador de alta en ‘La Agraria’, otros mayores no han desistido, totalmente, del campo. La cosechadora, de cuartal en cuartal, va engullendo los maizales como un gigantesco dragón que lleva a su tripa el fruto y expulsa por la trasera, en un polvillo humeante, los desperdicios de las mazorcas y su sostén. Estos son: la coronta, no inmaculada como cuando cuajaban en ella los granos, sino marrón; y  los  tallos, también las hojas pecioladas, marchitas sí, pero tersas, no acartonadas como las de los tabacales. Por otras parcelas la cosechadora pasa de largo, pues los trigales y cebadas ya fueron recolectados en el estío. Unos hoy, como Antonio, el Rubio, otros en la semana, con las gradas de su viejo tractor irán horadando su finca; y lo harán con tres rodeos: primero ‘ralbar”, para surcar el predio como una corriente de agua, después, una segunda vez, ‘binar’, y una tercera, ‘terciar’, con el fin de que los curvados garfios hayan calado hondo y el manto de desechos quede oculto para su pudrición; por fin, con la tabla, peine de hierro, dejarán  atusada la tierra. En un mes, para diciembre, dispersarán abono, tornarán con la vertedera y dispondrán el labrantío en surcos loncheados, para que entre la brecha de sus lomas  penetren el agua y la nieve.














ESCALERILLAS

   Los ingenieros romanos eligieron para el  campamento militar, y la posterior ciudad, un promontorio, con la apariencia de un bajel anclado en aguas remansadas y con su proa encarada al Mare Nostrum.  Dos milenios largos han sido tiempo suficiente para tender en su derredor acorazado toda una maraña de calles, vías férreas y grandes calzadas por las que llegar a las casas de las planicies, o viajar al ancho mundo. A no ser por la popa, donde  sin genuflexión  puedes  adentrarte en Rectivía, si desembarcar quieres  por  babor o estribor,  has de servirte del atajo de  empinadas escalerillas. Por babor, hacia Puerta de Rey, una, férrea y liviana, te lleva desde gigantescos monumentos al verdor de El Melgar; y hay otra, de  pausado oleaje, aledaña al Teatro Gullón, que te encamina al labrantío de la vega. Por estribor, hacia San Andrés,  se enseñorea  una de piedra  asentada, a los pies de  San Roque, la plaza que fue feria de ganado. Ya por fin, al sitio de El Bastión,  de todas,  la patita fea,  pues no hay  en sus costados capa de enlucido que resista dos lunas sin  pintadas; sus peldaños están roídos y, de barandilla, también cumple su murete alomado. Para mí es la más  querida, porque cada mañana cogía tal impulso en sus 50 escalones  que sin fatiga me deslizaba cuesta abajo hasta la cercana clase, y conservaba el brío, ya fuese para desperezar a los educandos  o apaciguar su sana algarabía. 


J. J. A. PERANDONES. El Faro Astorgano, 10, nov., 2017 







BANDERAS



  Las naciones modernas basan su legislación en una constitución democrática y tienen como símbolos un himno y una bandera.  En las poblaciones, izadas están las últimas en los edificios institucionales, a no ser que hayan de declinar por un suceso luctuoso. En ocasiones excepcionales, como las que en estos tiempos vivimos por la secesión de los gobernantes de la Generalidad, las banderas cuelgan de los balcones o se agitan en concentraciones públicas. Abundan, pues, con mayor frecuencia de la habitual;  en el Camino de Santiago, como se podía apreciar, inmediato el ilegal referendo, el pasado sábado 30, portadas por  jóvenes peregrinos, en el tramo del municipio astorgano; o en la tarde del siete de octubre, agitadas por  la vecindad, en la Plaza. Me llamó la atención, en esta concentración ciudadana, la asistencia de un grupo de chavales que lucían a sus espaldas, como capa (moda al uso por los jóvenes en Cataluña) la enseña nacional. Mostraban esa simpar viveza adolescente, y comentaban que estaban allí para defender la Constitución y en contra el separatismo. Hablé un poco con ellos, alabé su presencia y las causas que defendían, y comprobé el desconocimiento tan grande que tienen de la ley fundamental. Quizás sea este nuestro  primer problema: que blandimos la bandera, lo hacemos con sentimiento, pero no reparamos en el hondo significado que late en el  estampado de sus franjas, rojas y amarilla.  

J. J. A. PERANDONES. El Faro Astorgano, 27, oct., 2017 










Sin castañuelas

    José Ares Blas, conocido como  Pepe,  el herrero de Valdespino, este martes, 26, platica en un banco junto a la fuente de Santocildes con José Luengo,  de Curillas. Apagan los salteados chorros los ecos de los vendedores, ¡barato, barato!..., y es este cogollo de esta plaza, en medio de tanta algarabía, un oasis de paz. Son 93 años los que ha cumplido Pepe, pero hasta hace bien poco, fueron más de cuatro lustros, venía a vender al mercado sus cuchillos, navajas,  moldeados al rojo vivo en su fragua. Ahora no puede prescindir de este remolino de colores, de los tenderetes con sus telas y comestibles, del intenso trajín de tantos paseantes que circulan o conversan por el zigzagueante zoco. No lejos, Concha, la única hortelana de la contorna, de Carneros, atiende a compradoras, que le demandan  su parca cosecha de tomates,  repollos, cebollas... Ya no pone puesto vecino alguno  de la saga de los Sibutos, cuyas huertas, en San Andrés, en Puerta de Rey, eran un  bordado vergel de semilleros y frutos. Tampoco en la loma de Los Redentoristas  se amontonan los pucheros, las huchas, de Jiménez. Desaparecieron las madreñas floreadas  de la Galochera asturiana,  y las cucharas, tenedores, en madera, de Sindo, de Filiel, Germán y Toribio, de Lucillo; tampoco otros artesanos repiquetean, para mostrar  el campanil chasquido, las  castañuelas. El mercado, abigarrado está,  pero ¡qué  forastero sin  nuestra “cosecha”!  

J. J. A. PERANDONES. El Faro Astorgano, 29, sept., 2017 
















Aniversarios


 Disfruta la ciudad celebraciones ancestrales, que aúnan a los vecinos en los templos y plazas, ya para orar, festejar, o ambas vocaciones al tiempo: son sus fiestas patronales, la Epifanía, el Carnaval y Semana Santa. En los dos últimos decenios del pasado siglo nacieron nuevas celebraciones: jornadas gastronómicas, fiestas enraizadas en la historia, de astures, romanos y napoleónicos, cursos musicales, empeños en pro del cine y del ciclismo… Se conmemora de estos dos últimos, el Certamen de Cortometrajes y la Marcha Cicloturista, el vigésimo aniversario, y  gusta recordar cómo nacieron fruto de una pulsión entre ciudadanía y gobernantes; así sucedió con el concejal Juan Carlos Ordóñez y Luis Miguel Alonso; con los ediles Juan Simón y Victorina Alonso, en sintonía con asociaciones, otros municipios y el entusiasta Luis Lobato. El 14 de septiembre de 1998 en el Velasco se iluminaba la gran  pantalla para la proyección de La gentileza de los desconocidos, de Luismi; y numeroso público, ¡qué joven!, ocuparía durante días  las butacas para gustar de un arte que contó en la romana urbe con cinco cines. El tres de octubre siguiente más de 600 cicloturistas, provistos de camiseta con estampa de Escarpizo, pedaleaban contra la droga por la vega del Tuerto. Ayer y hoy nuevos ediles cuidan estas sanas costumbres, y Luis Miguel y Luis Lobato ahí siguen, al pie del cañón, lanzando  salvas para nuevas ediciones.

J.J. A. PERANDONES. El Faro Astorgano, 15, sept., 2017 












El Faro A. 5, sept.
 2017

El cohete

   Tras el multicolor tronido, el último estampido del finiquitado domingo, 27, sonó amortiguado en el bajo cielo: tal era aún la humedad  que nos había dejado en la tarde el volcán de granizo  y tupido  aguacero. No es este último,  un cohete cualquiera, con él culminan unos días en que la ciudad rebosa en sus tabernas, hospederías y ultramarinos; y avisa a tantos hijos que se fueron a continuar sus estudios, o  a buscar  fortuna en oficinas y factorías, que es la hora de hacer las maletas y de proveerse de  dulces, carnes y embutidos. Muchos, después de atisbar las torres catedralicias como dos lanzas en el cielo, llegaron  urgidos por recobrar en las plazas y  calles su infancia y adolescencia; y si zagales tienen,  ya de camino, los habían embaucado  con  historietas familiares, con el ánimo de  ganarlos para  una ciudad que siempre será la suya. Los hay que colaboran, año tras año, en los  actos deportivos, culturales y festivos; no falta,  tampoco,  quien viene  deseoso de gozar un momento de gloria, para lo cual se entromete en esas covachuelas que le pueden dar altavoz y templete. Este último cohete, para  nosotros, la vecindad, nos alerta del pardo otoño,  de las calles medio vacías, de la vuelta a los colegios;  de los eternos problemas, ahora acusados, de envejecimiento y  desempleo. Y para nuestra Corporación, de  la hora en que han de retomar   los  asuntos candentes, ya con paz, ya con fogueo. 


J.A. PERANDONES, El Faro Astorgano, 5, sept, 2017



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Añadir leyenda


Cóndor, 1940


   Año y medio después del desfile de despedida, en León, de los hitlerianos de la Legión Cóndor, entre ellos el soldado que nos fotografiara la jura de bandera en la Plaza, el fuego lo consumió todo. Los falangistas habían abandonado el palacio de  Gaudí, y dejado su rastro de destrucción en las vidrieras, carpintería, paredes y pavimentos. Las plantas de la Prisión Central, en el cuartel, ya no dejarían de estar saturadas. Está dicho: una gran erupción de fuego, en el pabellón de varones del hospicio, el 28 de enero de 1940, sumió la nieve de los tejados, y abrasó camas y pupitres, los talleres de sastrería, de carpintería…; hasta los lavabos y retretes destilaban lava. El deseado edificio, dotación en 1884 del diputado Vicente Gullón, hoy biblioteca por el empeño del alcalde Luis González, fue en un suspiro cenicienta ruina. Los 86 mozalbetes hospicianos fueron hospedados en el hospital cercano, el de las Cinco Llagas: frío gélido, hambre; pechos de mujeres, miembros de lisiados, amputados, que al menor descuido se llevaban los perros en la boca. Llegó un regalo a la sastrería del pabellón femenino: el soldado fotógrafo, todos los de la Legión, donaron su usado atuendo verde oliva, para los hospicianos. Eran de buena lana y, rehechos, los vistieron con agrado. Pronto brotó una erupción, como la del fuego: entre sus dedos, manos y pies; los testículos, como  globos... Durante días, sus  cuerpos ardieron en carne viva.   

J.J.A. PERANDONES, El Faro Astorgano, 17, agosto, 2017










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CÓNDOR, 1938


   Las fotos colgadas estos días en la casa de los Panero están, casi todas, cuajadas de soldados;  hay otras, del palacio de Grau y Gaudí, de San Roque con tratantes de ganado… García Maraña adquirió los negativos en Hamburgo, en la patria del voluntario de la legión hitleriana, el cual, con otros compañeros, se trasladó el 3 de abril de 1938, desde la base de la Virgen del Camino,  a Astorga, para visitarla y fotografiarla. Aparece la plaza,  aún reza de la Constitución, llena de reclutas, que pasan bajo la bandera en el acto de la jura; clérigos, jóvenes de la Sección Femenina, y otros con la enseña de las F.E.T.;  los balcones, llenos, y  gente bajo los soportales y hacia Santocildes. Cercana a la fachada consistorial, ornada con un tapiz tras la talla de la Purísima, la presidencia: el obispo, el mando militar; el alcalde y Corporación bajo mazas. Del desdichado 20 de julio del 36 a este 3 de abril no van dos años. Si el  legionario alemán retornó en la creencia de que en sus clichés se llevaba un cuadro completo de la vida astorgana, se equivocaba: en las tapias del cementerio seguían las balas que los “piquetes de infantería” habían desperdiciado en su tableteo de fusilada, del constitucional alcalde y otros astorganos; en dos plantas del cuartel, encarcelados, se hacinaban cientos de españoles, y el Palacio era Cancillería de los falangistas. ¿Y de esta casa?: ¡Cuánta tristeza hubiera recogido de su seca fuente!




J.J.A. PERANDONES. El Faro Astorgano, 10, agosto, 2017 




















40

El Faro A.
4, 10, 2016

Razón tenía

 Cuando titulaba, en El Faro por el 1996, “Solo muere el cuerpo” razón tenía. Ya no lo ves de mañana por las sendas que llevan a las vegas, o a las lomas escarpadas, ni en las asambleas en las que el pueblo disfruta en las plazas, sufre en el camposanto o reflexiona y endulza el pico en las plateas culturales. Tampoco ya nos es posible, de cuando en cuando, en ese trayecto que lleva desde Colasa y Juan Zancuda a las cercanías del Seminario, conversar sobre las grandezas y miserias concejiles, o de la tramoya de cualquier evento, que esta ciudad, para su fortuna, puede en cada solsticio, de estío o invierno, celebrar. Está vacía cada mañana, eso me consta, aunque ya cada día no la vea, la pequeña mesa del solemne salón municipal, iluminada por la luz de oro filtrada a través de las vidrieras en las que Escarpizo estampó la historia de la ciudad y sus más preciados símbolos; vacía, digo, de las añejas actas municipales donde, cual amanuense, extraía para cartulinas su más sabrosa esencia. Han pasado dos años y las “piedras y bronces, hombres y nombres” mudos quedaron y están. Pero razón tenía Martín, “solo muere el cuerpo”, pues quiere uno saber de una calle, de una gloria local o de un timador de los bienes del común, incluso reconocer problemas de la vecindad, se acerca uno a sus escritos, recuerda su testimonio, y a nuestro lado va por esas sendas que llevan a las vegas o a las escarpadas lomas. 



J.J.A. Perandones.  El Faro Astorgano, 4, 10, 2016






































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39


Va por Losada



   Las calles de pueblos y ciudades son bautizadas con el nombre de personajes y parajes, plantas y árboles; y, si un grupo de totalitarios extienden sus garras para usurpar el gobierno de la nación, en este caso inundan las rúas y parques del solar patrio con apellidos ominosos. En los callejeros antiguos observaremos tan solo nombres enraizados en el lugar que, lástima se hayan  perdido: eran la calle del Pozo, del Carbón, de los Boteros…; aún satisface ver en pueblos denominaciones tales como “Tras las casas”, “Las eras”, “El viento”… Desde los albores del pasado siglo se han asignado a las calles nombres de lugareños ilustres. Anda el ayuntamiento madrileño azacaneado con la renovación de su  callejero. En el corazón de las Españas, que es la Puerta del Sol, dos diocesanos han dejado su huella: el maragato Cordero, con el caserón inmediato de la calle Mayor, y el relojero Losada.  Santiago Alonso Cordero veló por su memoria y dejó su escudo de armas esculpido en el chaflán con vuelta a calle de Esparteros, pero el exiliado José Rodríguez Losada, que regaló hace 150 años a los madrileños el reloj con que tantos festejamos el año nuevo, tan solo cuenta con una escondida placa. Bien merece que los ediles capitalinos atiendan la petición de los vecinos de su pueblo cabreirés, Iruela, y se honren en una de sus más hermosas calles con el nombre de este español ejemplar en la conducta y en el ingenio.  



J.J.A. PerEl Faro Astorgano, 15, sept.  2016



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38  A la memoria de doña Concha Casado Lobato, doña Concha. 



El Faro Astorgano
  1, sept., 2016

La cacha


  El artesano en madera, José Rodríguez, pastor nacido en San Emiliano y durante cinco  décadas vecino de Matalobos del Páramo, se quedó con las ganas, el día del funeral de doña Concha, el pasado 23, de posar una cacha y unas “madreñinas” sobre su féretro. Pero a buen seguro, aunque eran muchas las autoridades, tal detalle lo hubieran visto entonado, y a ella desde el paraíso en que more la habría  llenado de contento. De esas cachas de pastor, en negrillo, que José le hacía con navaja y gubia y que le regalaba, la de 2007, toda ella torneada, al modo de los barrotillos de los corredores maragatos, era su preferida. Con ella los últimos años caminaba, o sentada, con la mano sobre su curvo cabezal daba sosiego a su brioso cuerpo.  No es un detalle menor este de sustentarse con el máximo símbolo del pastoreo y de la autoridad, en demérito de un anacarado bastón de venerable anciana. En esa cacha torneada paseaba doña Concha una sabia y aprovechada vida, dedicada a hacer perdurable lo más singular del pueblo leonés: sus hablas, sus trajes y tradiciones, sus casas ancestrales, sus aperos cotidianos, los antiguos cantos… Todo ello lo pregonó día tras día, en calles polvorientas y tribunas, y en Astorga desde el balcón consistorial un día festivo, el 19 de agosto de 1995, con una plaza adornada de arracadas, flauta, tamboril, y unos vecinos vibrantes bajo un sol, de tan luminoso, de agradecida justicia. 

 J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 1, sept.  2016














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¡Torero!



   La edil valenciana de Catarroja, Datxu Peris, en julio, ante la muerte del torero Víctor Barrio se puso los pies por montera para reconocerse del mundo animal, sin distingos, y con ellos en tal altura coceó y esputó en la red: “No puedo sentir por el asesino que ha muerto más que por todos los cadáveres que ha dejado”. Sigue teniendo, a día de hoy, Catarroja una calle con el nombre de un hijo torero. Va para cien años, el 27 de agosto de 1916, que en otra ciudad el vecindario despertaba con las dianas de la Banda Municipal y, honrada la Patrona, por la tarde acudía a los toros. Los trenes de las vías Norte y Oeste habían venido llenos y la plaza estaba a reventar. Hacía rato habían dado  las cuatro  y el novillero  estaba impaciente por triunfar para doctorarse pronto de mano de Joselito; triunfar, a pesar de nuevos puntazos, para sacar a sus padres y cuatro hermanos de la pobreza. El respetable clamaba en pie desde el tendido del coso astorgano, “¡torero!, ¡torero!”, cuando el morlaco ‘Aborrecido’, por las trazas burriciego,  se arrancó y a Antonio Carpio le asestó una mortal cornada. Agotado el chorro de sangre, murió a las diez de la noche en brazos del picador “Torero” con la palabra madre en la boca. Bien merece Carpio, con calle en Catarroja, se grabe su nombre en la plaza de toros astorgana, con motivo del centenario, y la Banda interprete el pasodoble que Soutullo para honrarlo compuso.

 J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 18, agosto,  2016 



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DONACIÓN


   A acrecentar el prestigio de las poblaciones contribuyen cuantos hijos han mostrado una especial valía. Su patrimonio suele nutrir las arcas de los herederos, bien sea  por la venta de la significativa casa que habitaron o de la documentación que a lo largo de la vida fueron acumulando; en otras ocasiones, la familia opta por donar tales bienes a una institución o fundación. Si mueren sin descendencia, no falta algún allegado que ha laborado por heredar su fortuna y derechos de autor; puede el beneficiado enaltecerlos o valerse de tan preciado botín para esquilmar a postulantes entidades públicas. Un caso de tal rapiña sería el relativo a Vicente Aleixandre, cuya añorada casa en Velintonia 3, con cinco herederos indirectos, y su patrimonio escrito, bajo siete llaves por la esposa de Carlos Bousoño, han sido puestos en almoneda (por 5 y 5 M€). Todo lo contrario de lo que viene acaeciendo en Astorga, pues en los últimos lustros ha recibido importantes donaciones, de Ricardo Gullón, de Luis Alonso Luengo, de Evaristo Fernández Blanco y, condicionada, del arqueólogo José María Luengo. La anunciada el pasado 28 por Carmen Iglesias, viuda del poeta Juan Luis Panero Blanc (biblioteca, epistolario de Octavio Paz, Aleixandre, Mutis…) es otra muestra de generosidad y de gran aprecio hacia esta ciudad, a la que su esposo, el primogénito de Leopoldo, siempre, hasta en su último poemario, se sintió vinculado.

 J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 5, agosto,  2016 




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                                                   ZIG·ZAG

   La música y los fuegos de artificio son compañeros inseparables en las grandes fiestas. Nada tan mágico como un cielo nocturno atronado de colores. Ya se estremecían nuestros tatarabuelos cuando, en brazos de sus padres, en la muralla astorgana o ante la caracola del mar, una cascada incandescente bajaba del cielo y se difuminaba en volátiles chispas. Léana y Silvia: ¿llorarían, primero, se cobijarían en los brazos maternos o paternos, y, con gimoteos, abrirían la boca con emoción ante la multicolor catarata de la bóveda celeste? Probablemente, tan pequeñas, apenas dos años, así debió suceder este 14 de julio, en el paseo de los Ingleses de Niza; a los otros ocho niños, más mayorcitos, ya no les hubo de sorprender la algarabía del firmamento. Ninguno de ellos, tampoco 74 adultos de varios continentes, verán más la Costa Azul, ni oirán orquesta alguna en cualquier plazuela, ni los asordarán las bengalas lanzadas desde algún malecón. Bouhlel, en la noche de la fiesta nacional francesa,  mudo el último cohete, satisfizo en ellos su maléfica venganza contra los “infieles”. A cuantos pudo, enfebrecido, sin duelo, fue arrollando con el zarandeo del volante de su camión alquilado: zig·zag, zig·zag… Cómo no penar al recordar nuestros zapatitos de hebilla, impolutos, de aquellos primeros fuegos, y ver ahora en el asfalto o en la cercana arena, desperdigados, machacados, los de Léana, Silvia, Killian, Yamis…




 J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 26, julio, 2016 



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AL FRESCO


   Tomar el fresco: sería un buen remedio para nuestra  encallada gobernanza. Ahora que ya no hay que sacar de casa el taburete  porque los concejos han dotado de bancos las calles, resulta que este hábito casi ha desaparecido, donde era usual, en las poblaciones pequeñas. Mi segunda calle, la Quinta González, cercana a la estación ferroviaria  astorgana, podía ser buen ejemplo de aquella salutífera costumbre: los vecinos se adentraban en  la noche con pláticas  apacibles,  y nunca faltaba un contador de chistes; mientras, los pequeños jugaban al escondite o improvisaban originales funciones, para lo que tenían que adjudicarse un personaje y proveerse de atuendos  depositados en viejos baúles: deshilachadas colchas morunas, descoloridos trajes y sombreros… Aun sin el atractivo del templo de Apolo, ni al alcance de campanas, estas veladas de los vecinos de la Quinta representan la valiosa herencia de la esencia civilizadora del ágora. Así que bien podrían los cuatro que andan en danza tomar nota, y reunirse a tomar el fresco en cualquier venta con pradera para acordar una buena gobernanza: los martillearían los chirridos de los grillos, estos días en do mayor para cortejar a las hembras; pero en tal concierto, Mariano se disculparía por suministrarnos el aceite de ricino, Pedro de privarnos de la necesaria modestia, Alberto de jugar al gato y al ratón. ¿Y Pablo?: Pablo tendría que cortarse la coleta.


 J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 14, julio, 2016






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EL SÁTIRO

¡Ya era hora!: en los tres últimos decenios se han removido toneladas de áridos, con medios mecánicos o palmo a palmo, acariciando la tierra. Eso pasa, que mientras las nuevas ciudades no esconden tesoros, en otras como Astorga se superponen las edificaciones, y sepultadas quedan las pertenencias de sus antepasados. Se dice pronto, desde hace veinte siglos y tres décadas. Exclamo que ya era hora, porque, con ser estimables los bienes rescatados, la trinchera primera, las termas para abluciones, las cloacas,  joyas y monedas…, de tanta tierra volteada,  entre el cuantioso  botín, ni  una escultura. Hasta que apareció en marzo este sátiro (más parece que fauno), cerca de la Plaza, junto a suntuosos mosaicos. No es el antiguo y  viejo, de suma fealdad y de sexualidad descarnada, con extremidades de macho cabrío, ese que Rubén Darío ensordeció por pretender  tomar lección de un Apolo tañedor de lira. El sátiro astorgano es tan bello como el de Praxíteles: su cabeza, sus piernas, son las de un efebo, con la enmarañada cabellera, de hojas y piñas, de los dioses fluviales. Plinio el Viejo, que pisó esta, para él, urbs magnifica, en el siglo primero le atribuye la potestad contra el mal de ojo. Rescatado está, con su vigor procreador, presto a seguir conjurando los maleficios: ha de convivir, en la Ergástula, junto a Lucio Valerio, el adivino, y pronto será leyenda, como Pedro Mato, Juan Zancuda y Colasa.

 J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 24, junio, 2016  ________________________________________________________


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LA AMAPOLA

Junio, 2016, no 2014
¿Una mala hierba como dicen? En cualquier labrantío a primeros de junio, ya sea en las planicies acostadas a ambos lados de la más antigua vía férrea astorgana, los labradores pasean sus tractores con una hilera de alcachofas que van vertiendo sulfato contra las malas hierbas, para evitar la maleza al maizal recién nacido y a los patatales por alumbrar; entre ellos, a punto de colmar su altura crecen los cereales, que levantan cabeza, tras permanecer agostados por una lluvia excesiva. Iremos viendo acrecentarse mazorcas con peineta y enracimadas corolas azuladas, como dueñas y señoras de la sustancia de la tierra. Si antaño, las amapolas se alzaban sobre los tallos y sus espigas para saltearlos con copas carmesí, en estos tiempos también con veneno arrasan sus brotes. No hay jardín, por exóticas que sean sus flores, que pueda igualar en belleza a un trigal cuajado de amapolas, como el que estos días, aunque único, adorna un tramo de la senda a Nistal.  Como alas de mariposa se airean sus pétalos frágiles, y te privas de cogerlos porque temes se deshagan en tus manos con un tinte escarlata. Deméter, diosa de la fertilidad, se adornó de este fruto tan liviano. En nuestro siglo, desterradas de las mieses, acogidas por las borrajas de las cunetas, perdurarán; bajo una aparente fragilidad que, como en la vida, esconde tantas veces la mayor fortaleza. Cantémosles: “Amapola, lindísima amapola, no seas…”.

 J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 10, junio, 2016



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El rayo




No soy de natural osado y si viera ante mí un león, como El Cid, me replegaría con las entrepiernas empapadas; pero desde pequeño me han gustado los relámpagos y truenos, porque son como una estampida del cielo que ilumina la tierra con más centellas que el sol. No a la intemperie, claro. Detrás de un cristal puedes asistir a este gran espectáculo del mundo, y no hay por qué temblequear, ni cegar los ojos, ya que en catedrales e iglesias, sobre palacios y silos, en todos los de Astorga mismamente, se alzan tentadoras flechas para engatusarlos  y al instante enviarlos a los abismos donde  Zeus sepultó a los Titanes. Cuando en la escuela nos  ponían a  recitar los diez mandamientos, aparecía Moisés en el Sinaí precedido de un resplandor tronante; e incluso, cada año, por diciembre, en la fiesta de la minería y la milicia, Santa Bárbara  nos recuerda el rayo que fulminó a su asesino padre. Y si de amores hablamos, El rayo que no cesa de Miguel Hernández es un festín de sensualidad candente. Pero el del viernes, ese rayo  goloso  por la sinfonía de los auriculares de Santi Álvarez no es de dioses ni de amores, ni para asesinos es, sino  el desecho de la luz y del tronido. Fue a aterrizar en sus oídos ahora que aquel niño inquieto de Barrientos emprendía  una nueva vida, se estaban poblando las lomas de Oteruelo de matas malvas  y las ovejas balaban cantarinas, de contento por el recién llegado pastor.  


 26, mayo, 2016

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Merles




Los dulces son un galardón para toda población que se precie. Presumen los mallorquines de sus ensaimadas, los cántabros con sus sobaos pasiegos, los valencianos de la ‘piuleta’, los manchegos con la miel sobre hojuelas…; más cerca, los bañezanos con los imperiales, y qué decir de los maragatos: del nupcial bollo, bien corrido y jaleado con tamborín y castañuelas. Con exquisitices tales, puede codearse Astorga; y ello sin considerar de quien reina es, del chocolate. Ahí está la mantecada en una cajilla con la hechura del bonete de un estudiante salmantino y su borde de un amarillento dulzor derramado; o el hojaldre, tan meloso, bien recrecido como un fuelle de acordeón. Y haciendo honor al remozado obrador donde se fabrican, La Flor y Nata:  los  merles. Misterioso es su nombre, ya divulgado en los lejanos años treinta; apetecidos en las pantallas de medio mundo, pues  Felicidad y Michi  los eligieron para su mutua escena de desencanto. José Manuel, nieto de la saga, y propietario junto a su esposa Yolanda, es el actual artesano del merle: del hojaldre, con que forrar los moldes (uno a uno, con los dedos prietos a un muñón de masa, como quien teclea con arrebato un piano), en el relleno con un batido y “un secreto”. Una vez horneados, tienes ante los ojos unas barquichuelillas  cargadas de un delicioso engrudo, que para sí pediría la corriente del  Merlès, y por si por ella fuera, también la mar.





J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 12, mayo, 2016


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¿Y estos óculos?

En los desvanes las familias van almacenando libros y cuadernos escolares, cachivaches, juguetes infantiles…; todo aquello que les parece inservible a no ser para algún día avivar los recuerdos.  No los asiste la luz, sino la total oscuridad o la penumbra. Si  han pasado años y la casa familiar ya no la habitan tus padres, escalar al desván, abrirse paso aspirando ese olor, mezcolanza de polvo y tiempo, es despertar la nostalgia, apretujar el corazón y descorrer en tu mente una sucesión de imágenes. De niño, con los pitos en los bolsillos en torno al foso del Palacio, de adolescente con amorosos papelillos furtivos,  ya joven, con el  tocadiscos y los pantalones de campana…; y todos en  la mesa  con un hule  mapamundi y el agua hirviendo en el calderín de la cocina económica. Por esto me pregunto: ¿qué sensaciones sentiremos los astorganos cuando podamos subir a los desvanes del tejado trazado por Guereta (ya no por Gaudí) en el palacio episcopal? Así podrá ser, pues han recrecido los peldaños de esa escalera que es como una turbina yacente hasta el más alto torreón. ¿Acaso soporta este torreón y la cruz griega de la techumbre  un haz de barrotillos ensartados como en  las casas modernistas? ¿Cómo será? Lo veremos, con rayos de sol y penumbra, pues  han abierto  los cuatro altos óculos, antes cegados, de los desvanes, dos encarados al Teleno y los otros dos  hacia el manto verde de El Melgar.

J.J. A. Perandones. El Faro Astorgano, 29, abril, 2016


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El pico



   Este nombre, que en la antigüedad céltica nacía para designar las dos córneas puntiagudas con que las aves toman el alimento, no ha dejado de nutrirse a lo largo de los siglos, de suerte que hoy en día nos sirve para nominar herramientas, tanto un mínimo saliente como la cúspide de la montaña, la indeterminada fracción de una moneda, o bien como dardo puntilloso y picarón. En cualquier momento y lugar se les puede buscar acomodo a algunos de sus significados; en Astorga y sus cuartos y alfoces, por ejemplo. Así, basta con tener un buen pico para sentar a un edil en un preciado escaño de la casa consistorial; o el gobierno municipal, ahora ya todo junto, vaya si nos sale por un pico. Y también, menudo tanto y pico el concedido al González Álvarez para evitar quebraduras en su techumbre y poner a los alumnos a salvo de tempestades. En cuanto a la relaciones públicas Francesca Immacolata Chaouqui, para dejar con toda  la pena a Vallejo Balda, tan pronto cierra el pico, lo entreabre en su red social y televisiones, como acaba de confesar el pasado seis en la sala de pleitos vaticana que  abría el pico para la verità. No le arriendo la ganancia al juez Giuseppe por tener que dictar sentencia ante este y otros cantes de los acusados, y lamento no pueda distraerse ni  un ratillo para irse de picos pardos. Nuestro, nuestro, el pico pardal, el garbanzo fino, de pico menudo, que no se ha dejado garbancear.


J.J.A.Perandones, El Faro Astorgano, 15, abril, 2016







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¡Malditos seáis!


¡Cómo no!, si por vosotros devoran a los padres, a los hijos, a los huevos y a las crías. De otros dos animales ajenos, algo sabía: del lucio y su fuga de los embalses, o del crustáceo rojo, ambos tan dañinos para nuestros peces y cangrejos; pero de este otro, semejante a una desmesurada rata, hasta el 18 de marzo en el Instituto,  bien  creí que seguía confinado en granjas  para la fabricación de exóticas prendas. Y el caso es que hasta que apareció en pantalla y nos lo acercaron placía el verlos y escucharlos. A Julián García porque nos aleccionaba, con orden y soltura, sobre toda esa naturaleza y fauna en que vivimos, desde las riberas provistas de valles y ríos a la baja montaña espigada en torres catedralicias, o aquella más lejana, la de las cumbres del Teleno; con sus mirlos y perdices, tórtolas y milanos reales, ¡y la alopenda!, tan  hermosa que he de otearla en la Moldería Real. Igual disfrute sentíamos con José Antonio Turienzo, el otro agente medioambiental, pues, al tiempo, se paseaba entre nuestras mesas con nidos, plantas y útiles de su oficio; hasta que nos acercó el visón  americano, disecado. No hay ser sobre la tierra que no sea hermoso, este mismo animalejo que devora los huevos de los patos, los peces, las ranas…; es de los humanos la inconsciencia o la maldad, por eso ¡malditos seáis cuantos los liberasteis de las granjas y no les devolvisteis la libertad en el norte americano.



J.J.A.Perandones. El Faro Astorgano, 5abril






La matraca


   La Semana Santa está llena de sones: en los campanarios,  y en las calles con bandas de cornetas, de tambores, amén de otros instrumentos de mayor refinamiento. Pero, salvo contadas excepciones, para los días santos de jueves y viernes en España  nos hemos ido olvidando de las particulares carracas; y de los campanarios de gran parte de las iglesias y catedrales han desaparecido las matracas, o perviven desvencijadas y con una capa de excrementos de las más diversas aves. Cuando en estos  tiempos de aflicción más que nunca debería sonar la matraca; pues su crujiente y macerado ruido incomoda los oídos y no deja de agitar nuestras conciencias. En la torre rosada de la catedral astorgana, en la planta de abundantes campanas, de las Pascualejas y las Feriales, las Marías, la Prima y la de San Antonio, además de la Sardinera, con un armazón sujeto a la techumbre, desdentada, con una costra de  sólidos depósitos blancos de paloma, perdura la matraca. Con sus cuatro tablas en aspa y casi todos los mazos en cada una de ellas enclavados; bastaría una limpieza y ligera reparación para que nos diera la matraca. Y es algo que todos necesitamos: el vil maltratador, el político municipal desvergonzado, el vago redomado, el racista empedernido, el manipulador de conciencias, el intolerante…, en fin, cualquiera de nosotros, pues no hay ánima sin pecadillos en la tierra. Que gire, que suene de nuevo la matraca. 


J.J. A. Perandones, El Faro Astorgano, 22, marzo, 2016



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¿Y los niños?



   Ya no se les ve como hace unos pocos años, ni en las calles, ni en las parroquias, ni en los parques infantiles. En pequeñas ciudades, antaño sí que era muy viva nuestra presencia: tan pronto esperabas un bautizo y caía sobre ti una lluvia de ´chochos´, bolitas de anís, reales y pesetas, como disfrutabas las calles jugando al escondite, con el aro, al pañuelo o a los pitos. Cierto es que han cambiado las costumbres, y en su casa hoy los niños tienen muchos juguetes, cuentos ilustrados, y ante todo la tontorrona pantalla que vomita miles de imágenes, algunas inocentes y no pocas violentas y escabrosas. Son otros los tiempos, pero apenas si nacen niños. Es una preocupación europea, que salta a la palestra con sesudos análisis sociológicos: en Francia, recientemente, por la insostenible carga que supondrán para los infantes de hoy los viejos del mañana; en España, en un actual estudio, se afirma que un 25% de las nacidas en los setenta no tendrá, voluntariamente, descendencia. Un problema acuciante, sobre todo para el oeste español, en ciudades como Astorga, donde en los últimos quince años ha casi perdido  900 habitantes (de 12.275 a 11.387), más de la mitad de ellos en este último cuatrienio; en 2015 nacieron 80 niños y hubo 181 defunciones. Encoge el ánimo el llegar un día  a envejecer, ir por las calles sin griterío infantil, ni pelotas enredadas en tus piernas, y ser  pesado fardo, abultada carga.

J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 17, marzo, 2016   





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El niño danés

 

A veces sucede que acudes a una disertación y más allá de la historia que te cuentan te llama la atención un personaje, que sale de rondón. Eso me sucedió el pasado 26, en la casa de los Panero, al oír las interesantes conferencias de los historiadores ruso y español, Anatolievich y Ruiz de Burgos, del propio embajador Yuri Korchagin y del alcalde, Arsenio García, sobre el Regimiento Imperial, constituido por españoles al servicio del ejército napoleónico, pero que terminarían, una parte de ellos, bajo la protección del zar Alejandro I. Cuando de Burgos recordó que la gran pasión por España del fabulador danés nació, como él mismo cuenta,  por el primer desembarco de este contingente español en  Odense, y a continuación el alcalde dio a conocer documentos del archivo municipal de 1813 y 1816, en los que consta la estancia de cientos de sus soldados en Astorga, una vez retornados a la nación, me  ilusioné con una bagatela infantil. No es otra que imaginar que  aquel soldado español descamisado, que un día de 1808, en la ciudad del Santuario de Odín, cogió en brazos a  aquel niño danés, le dio a besar la medalla que colgaba en su pecho y después, cual peonza, lo bailó en sus brazos, fue uno de los compatriotas, a quien los astorganos, pese a tantas penurias, proporcionaron ropa y calzado en tales fechas memorables. El niño que el soldado bailó es Christian Andersen,  el de  El soldadito de plomo.

J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 3, marzo, 2016




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Faranduleros



   Los que en la plaza de Las Palomas, de Madrid, el día cinco montaron su “estaribel”, para representar ante los niños La Bruja y Don Cristóbal. A cada cerdo le llega su San Martín: ¿son titiriteros? Porque fue este un digno arte de vivir y  malcomer, propio de familias en las que grandes y pequeños eran actores; ya irá para cinco décadas desaparecido. En cualquier barrio, San Andrés mismo, junto a las escuelinas, los titiriteros llamaban en noches estivales a la vecindad para ofrecerles, desde su carromato de colores y derredor, un espectáculo sin par: malabarismos, volteretas, la cabra sobre un rodillo, el baile de la mona con vestido, los payasos, las rifas y las panderetas con las sonajas vibrando  donde caían pocas perronas y menos reales. Y la historia, valiéndose de un cartel con estampaciones del episodio de El Quijote, en el que Gaiferos libera a su esposa Melisendra de la garra de los moros. Gente estimable los titiriteros, por eso molesta que osados tales se beneficien de su nombre, y de la adulteración malsana del Don Cristóbal de Lorca, del Polichinela de la comedia del arte, sin respeto alguno para los niños. Lástima que, en vez de hacerlos cautivos, no hubiera saltado un Quijote cervantino, que, con lanza en astillero y flaco rocín, les hubiera volado el tenderete y, sin cesar el trote, tras ellos, para galeras, los hubiera embarcado en la mar. ¿Titiriteros, esos?: ni a faranduleros llegan. 

J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 19, febrero, 2016




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POLVO GRIS


No hay salvajada sobre la faz de la tierra que se pueda ocultar: el monasterio de Mar Elia, que se alzaba en un paraje de colinas verdes, al sur de la ciudad iraquí de Mosul, es hoy polvo gris. Así se constata en una reciente foto-satélite de AP. En cualquier ciudad que se precie de tradición monástica, Astorga mismamente, ninguno de sus vecinos imaginar siquiera puede que sus conventos, de clarisas, de franciscanos…, serán hoy, o algún día, polvo gris. A otro color no podían quedar reducidas las cenizas de las celdas, del scriptorium, la iglesia, las tumbas, el aljibe, el altar, el árido claustro, si algún bárbaro, como el califa del Estado Islámico, Ibrahim, se vale de explosivos, excavadoras y mazos para su desaparición. Tal arrasamiento ya sucedió  dos meses después de que los yihadistas ocuparan Mosul (junio, 2014). Los yihadistas, cuya existencia y territorio hay que fundamentar en  la invasión de Irak y en  la guerra civil siria, han sustituido a los talibanes afganos en el exterminio o destierro  de los “infieles”, y en la  destrucción de todo símbolo que consideran fruto de la apostasía.  Pero en Mar Elia ya se elevaban plegarias cristianas cien años antes de que naciera el Islam. San Millán de la Cogolla, Santo Domingo de Silos, atesoran las primeras palabras conocidas en castellano. En Mar Elia se conservaban inscripciones en arameo, la lengua de Cristo: ya no son sino polvo gris.

J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 5, febrero, 2016







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Piojos



No sé cómo Celia Villalobos pudo pensar que el diputado canario Alberto Rodríguez la podía infestar de piojos. Ninguno más pulcro y acicalado que este chicharrero en la bancada del Congreso. Cubrirse con unas rastas tan trabajadas y enmadejarlas en una coleta torera, requiere arte, tiempo y unas dosis de narcisismo; a la vista estaba, que el pura sangre guanche el pasado 13 se había esmerado para no desentonar en el ágora de la nación. Lo chic no es vestir traje sino singularizarse con una simple camiseta y pantalón; para eso hay que ser muy exquisito y escoger prendas que resulten gustosas a los coleguillas.  No ha lugar este rapapolvo de Celia,  porque hoy se sabe que los piojos no vuelan, ni se exterminan dejándote la cabeza monda y lironda, como era  remedio en nuestra escuela; y como no vuelan, no pueden campear del bando izquierdo al derecho, ni desde este al del centro. O se da el caso de que por aburrimiento dos diputados se escurran y flirteen, o los piojos machos de uno no llegarán a  copular sobre la  cabeza del otro, ni los piojos hembras parir liendres como quien esparce semillas. Los piojos, machos y hembras (en esto las hipersexistas no han reivindicado a la RAE el femenino), tienen pedigrí, la bella reina egipcia Tiy los anidaba en su trenza; y, en verdad, que no son estos insectos el problema, sino cuantos, en el Congreso, han sido o  puedan llegar a ser piojosos y piojosas.

J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 21, enero, 2016





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El numerito

Es la nueva moda de la política en España: el numerito. Irse, ¡jau!, Coleta Morada, de principiante al Congreso, a recoger cartera de cuero, y a la salida  mostrar esta y contornearse ante los banderilleros ‘camaratográficos’ con acolchada mochila; ¿y qué merecer jefe indio por esta danza tribal?: foto al canto y estampación a babor. Un día  se le ocurre a la edil madrileña convocar un  concurso infantil de apaño de colillas, otro, pregonar que un impostor le ha enviado un libro navideño, ¿y cuál es el resultado?: retrato al canto, estampación a estribor y corrimiento viral de los internautas. Aquí este arte de birlibirloque lo aplicaba  antes el concejal ahora no sé si aún más  interesado, disciplinado, o  ambas cosas a la vez; raro era el día que El Faro no te obsequiaba con un numerito luminotécnico o ‘bachedotécnico’. Hoy, tales gestos pintureros cunden por doquier en los ayuntamientos de los mareos, con el Kichi y su corbata de paseíllo por  la Bahía, o con el electoral chotis de la regidora catalana en la Caja Mágica de la villa y corte: “Madrid, Madrid, pedazo de la España que queremos  dividir…”. ¿Y qué me dicen  del nuevo edil que por las calles valencianas a la poltrona iba culebreando con su bici, aunque amarrar el manillar de su velocípedo fuera para él tan desconocido y repudiado como asir la cornamenta de un  toro? ¿No dicen nada?, pues  lo digo yo: un numerito sobre ruedas. 

J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 14, enero, 2016





19

El atrio

 Aquel patio abierto en el centro de las casas romanas, en el que se recogían las aguas de lluvia, es hoy en las catedrales un generoso espacio que rodea gran parte de su perímetro y por el que puedes cruzar de calle a calle, al costado de monumentales puertas, inmensos paños con filigranas en piedra talladas y elevadas torres con reverdecidas campanas. Cada atrio catedralicio tiene su peculiaridad y color. El de Astorga es silencioso, salvo en fechas señaladas: en días de romería, que se cuaja de altivos pendones, o de procesión, cuando la Banda municipal entona el himno nacional ante la Virgen de manto isabelino y el Resucitado. En ocasiones tumultuoso, pues, y  todo lo hermoso que puede ser en su jaspeado: rosáceo y gris veteado, azuleteado y terroso, a tono con la torre nueva, la vieja ‘verdinesca’ y los lienzos de areniscas. Han sido tantos los temporales desde 1867, tan intensos el  fuego del sol y la helada, que  necesitaba una reparación. Días atrás quedó al desnudo gran parte de  su natural solera, mas para el inicio del ministerio del nuevo obispo, llegado  de la Asturia transmontana, hallábase ya  todo remozado, con algunas piedras nuevas, más livianas que las antiguas. Ha sido una suerte la pronta restauración, porque cuantos por él tanto abreviamos nos faltaban colores en nuestros ojos, tanto en el  caminar como, tras descorrer las vidrieras,  al otear la veleta de Pedro Mato.

J.J.A.Perandones, El Faro Astorgano, 31, dic., 2015



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Fum, fum, fum

  Se adornan las ciudades, también la nuestra, para celebrar la Navidad. Al amparo de la bíblica Belén el comercio ansía recibir este año a clientes más  dispuestos a aflojar el parné. Con motivos religiosos o profanos enviamos una felicitación, deseamos próspero año nuevo y nos intercambiamos regalillos. Son nuestras tradiciones, con formas diversas para cumplir unos ritos colectivos. Y a eso iba, a las formas: tenderetes y ‘todosacién’ chinos llenan sus repisas de postales con bosques de nórdica nieve, o con los ojos y nariz de Santa Claus entre vellones de lana merina; el Portal con los pastores,  la Virgen, San José y el Niño,  los Reyes Magos, nuestros paisajes, casi brillan por su ausencia. Salvo en algunos balcones, ornados de paños con la angelical imagen del Niño estampada, abunda en las fachadas dicho Papá Noel: ese colgajo con un saco a la espalda, en ademán de trepar a ninguna parte. En Benavente, el 19 lo exhibirán en cabalgata. Del  Obradoiro el nuevo alcalde ha desterrado el Belén; pero otras ciudades, esta misma, se complacen, en iglesias y entidades, con su escenografía. En su óptica de Postas, un año más Fausto Jáñez  ha dispuesto en el escaparate otro singular Nacimiento: una filigrana maragata. Si a él te acercas, igual te entran ganas, como a mí, de revivir la infancia, aquel pesebre de musgo, harina y carbonilla abrasada, y de cantar: “25 de diciembre, fum, fum, fum”.


J.J.A. Perandones. El Faro Astorgano, 14, dic., 2015



17

La escapada


Solemos estimar los gustos de cuantos en el mundo del espectáculo disfrutan de  merecida fama. No me refiero a quienes cosechan audiencia y  soldada con sus escandaleras amorosas o picajosas, por su desparpajo lenguaraz, o bien por mostrar un físico rebanado, una y otra vez, por el bisturí del cirujano. Hablo de esos actores, cómicos, cantantes…, que han de ganarse las habichuelas ante el público sin desfallecer, en días de ánimo gozoso, e igualmente en los de pesadumbre. Finalizada su actuación, detrás del rendibú, como gentileza por los aplausos recibidos, late en el auténtico artista un corazón desfallecido, que necesita alivio, pues la tensión es máxima si cada día ha de poner a prueba su talento. Así que cuando hace pocos días la revista Hola.com, en su sección de viajes, preguntaba a Dani Martínez, ahora de gira con el espectáculo #VuelvenNOvuelven, a ver dónde él se desahogaba, adónde hacía su “Escapada”, respondió que a su ciudad natal, a Astorga. Y gracias a ello esta urbe bimilenaria, con tantos latigazos en estos últimos años a sus espaldas, se veía difundida con un reportaje de sus virtudes, sabores y monumentos. Peculiares escapadas las de Dani Martínez: la de agosto de 2010, con su macrogamba en la Plaza, o esta última, solicitar de viajeros que, en su lugar, vengan a admirar a Pedro Mato, visitar  el palacio encantado y a llevarse  en la faltriquera  una libra de chocolate.

J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 3, dic., 2015 




16

¿Tongo?: sí y no


La gula que ha despertado el Camino de Santiago, a partir de su revitalización como senda peregrina, para el mundo entero, es inconmensurable: de continuo, en gacetas y folletos, nos presentan pueblos con caminos romanos (que en realidad  son medievales), o medievales (que son contemporáneos); por ellos dicen haber discurrido hechos que nunca sucedieron, personajes que ni los pisaron, patrimonio que nunca tuvieron. Ahora bien, ninguno tan apetecido como la Vía de la Plata,  la calzada romana de Mérida a Astorga, en cuyo trazado figura tal nombre y que conserva una documentación que acredita su veracidad y patrimonio: las “mansio”, algunas hoy Patrimonio de la Humanidad, los miliarios, los puentes, testimonios de la propia calzada (ninguna como ella en España). Pues hete aquí que primero desde Asturias (que no tiene calzada romana alguna atestiguada con continuidad), y con posterioridad Galicia (para denominar un camino peregrino desde Granja de Moreruela a Orense y Santiago), le han echado la zarpa. Y qué zarpa: la de espurios historiadores y paniaguados, altos cargos y alcaldes… Astorga, si se adormece, verá cómo se la birlan desde su oriente y poniente. La asociación que ha hecho posible que esta ciudad no decaiga en su derecho de cabecera de caminos históricos del NO ofrece el poder disfrutarla en “viadelaplata.es” y desde ahora por el propio teléfono móvil. Fíense de ella, que aquí no hay tongo.




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Sectarios

Uno de los problemas que España padece –con excepciones como Astorga, desde antaño a la actualidad– es la ocupación, más que la gestión, de las instituciones por parte de algunos políticos. Proveerse de cargos de confianza, de organismos innecesarios donde van a parar aquellos que las urnas dejan cesantes, contratación de expertos para “reconducir” los informes de funcionarios de carrera, bien de secretarios, interventores, arquitectos…, son atribuciones que bastantes alcaldes, presidentes, más  sus mindunguis, vienen ejerciendo a su  placer. Ese caprichoso proceder unos pocos también lo satisfacen con  la hacienda que la vecindad ha ido acumulando durante siglos. Tal fue el caso en 2013 del alcalde barcelonés Xavier Trias quien, como señor feudal, imposibilitó la filmación del verídico atentado sufrido por el rey aragonés en el  histórico entorno del Tinell, al no compartir “la versión” de la serie televisiva Isabel. Más torticero ha sido recientemente el nuevo regidor  pamplonés al aprobar normas que impidiesen en la Ciudadela la instalación, por su predecesor autorizada, de la exposición “La victoria de la libertad: la Policía Nacional contra el terrorismo”. ¿Qué imágenes de las finalmente expuestas en tal lugar, a su pesar, escocerán a este Joseba Asiron?: el vencimiento del terrorismo, los estragos, los 186 policías asesinados… Sectarios son: uno por falsario, el segundo por mezquindad.   


J.J.A. Perandones, El faro Astorgano, 12, nov., 2015






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Los pobres

…, los hay de primera y segunda categoría y de solemnidad, y de entre ellos los que pueden ser objeto de chismorreo público o morder anónimamente su infortunio.  Porque no es igual que te den un vale para comprar comida en un supermercado de Astorga, donde todos se enteran del secreto mejor guardado, el de tu ruina y desesperación cuando cierras la puerta de tu casa, que en una capital, auténtico enjambre en el que los vales y tú mismo sois entes intrascendentes e  invisibles. Y qué decir si has de acudir con tu serillo a cualquier banco de alimentos, del ayuntamiento o de asociaciones benéficas. No es lo mismo, no, tampoco, ser español en Ceuta, que en León o Vascongadas; si eres ceutí y estás abocado a la penuria serás pobre de solemnidad, te darán una paguilla de 300 euros; como leonés, por pobre de medio pelo te corresponderían 426,  y si estás avecindado en Vitoria más aliviado te verías, pues recibirías  662,51, o bien otras soldadas si menester fuera completar tu salario; y las tres rentillas citadas, según la región, con nombres distintos y de mucho empaque. En esta España, en la que se dice rige una Constitución que iguala a los españoles, desde Finisterre al otro extremo poblado de nuestro Océano, La Caleta del Sebo, en cuanto a la pobreza hay distingos. ¿Fácil de solucionar?, preguntas: no lo creo, pues en taifas han convertido  España  y en mayores taifas la quieren continuar

J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 22, octubre, 2015



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Bailemos


… y le dijo  el conejo Iceta a la sombrerera Soraya: “Lo mejor será que bailemos”. A lo que le responde: “¿Y si nos toman por locos?”. “¿Usted conoce cuerdos felices?, le replica Iceta. Y ella: “Tiene razón,  bailemos”. Esto del baile se lleva en el cuerpo o no se lleva. Y bien creo que por el candidato catalán y la vicepresidenta se regalarían juntos un buen meneo, pues si uno, en la brega electoral, hace días  contorneaba el cuerpo al ritmo de Queen, Soraya no se ha  quedado manca en El hormiguero al largarse unos pasos con el nervio de Mark Ronson. Bailemos con ellos  para no ser cuerdos infelices.  Todo es buscar la pieza adecuada: si como al presidente, que es un figura del  “twist” en la intimidad, a ella le gustan las piezas más bailongas de los ochenta, Miquel Iceta no tiene por qué ponerse tirillas, pues el mentor del “heavy metal” se hallaba en la cumbre en esta década. Yo propondría el “Black is black” de Los Bravos: esa sí que es una canción para sentir como calambres en el cuerpo con  el bajo, la guitarra, el teclado, la batería y el desgarro del vocalista. Sería maravilloso: nos devolverían aquellos años felices de principios de la democracia, de  la juventud en la abierta pista de El Trébol, en la caverna  de El Rompetetas de la muralla (¡perdón!, tal era su popular nombre) y en la luminotecnia vaporosa de la Discoteca Gaudí. Como Alicia en el país de las maravillas. 

J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 16, octubre, 2015



12


La cosecha

Un tomate es un tomate y un pimiento es un pimiento, por lo tanto si se suman un tomate y un pimiento no pueden dar dos tomates porque son componentes distintos; y si pones  más plantas de tomates que de pimientos no puedes encontrar, una vez crecidas,  más de pimientos que de tomates.  Pues, en principio, en este labrantío que riega  la Moldería Real tienen razón, tanto Rajoy como Ana Botella, porque yo ahora que estoy recogiendo en mi huerto  la cosecha, me meto en los surcos  y como planté en mayor medida tomates son más escasos los  pimientos; y no ha llegado a mis manos un tomatepimiento, porque distintos componentes son. Así es, pero, por otra parte,  turulato me hallo, porque en los huertos de Cataluña he vuelto a comprobar este 27 de septiembre que ya va para dos largas décadas que donde había predominio de tomates, cada vez recogen en la cosecha electoral  más pimientos, e incluso algunas plantas no dan ni unos, ni otros, sino híbridos equidistantes. Para alcanzar este prodigio, las dos clases de  hortelanos de aquella hacienda mediterránea, los de la rosa y los de la gaviota, tienen que haber aplicado durante largo tiempo el arte nuevo de hacer comedias en este tiempo: liarse a garrotazos goyescos  mientras  el agua se les escapa para los pimientos. Pues no parece que en la próxima cita  habrán  puesto fin a  la gresca; así que serán muchos más los equidistantes.

 J.J.A.Perandones, El Faro Astorgano, 5,octubre, 2015


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El cangrejo

Cuando vi este sábado en el cantón de la Plaza el cangrejo gigante, que los herrerenses aportaron para el encuentro turístico regional, me di cuenta del olvido en el que tenemos a este crustáceo. En el Tuerto, en la  Moldería Real,  hasta bien entrados los setenta, nuestros padres, hasta nosotros mismos con ellos, depositábamos los reteles cebados entre espadañas y juncales; ya en la noche, con un palo horquilla  tirábamos de la cuerda y hete ahí que unos bichejos con apéndices como pinzas se revolvían entre la red. Virgilio, el notificador municipal, era de los que iba a raptarlos de  sus escondrijos en tierras de Benavente.  Nos los metía en su despacho por los ojos, pero en casa éramos reacios a  echarlos así vivos al agua hirviendo, aunque en tal cocción no se aprecia esa desesperación propia del abrasamiento, y además salen con el color de la luna cuando se halla en todo su ardor; de la luna, sí, su fiel protectora, por eso a su lado figura en una carta del  Tarot y en un signo zodiacal. Ya fuera por  la putrefacción de las aguas, o por la peste contagiada por sus primos  americanos, el cangrejo ha desaparecido de nuestras vidas. Y es una pena, pues es un animal que bien simboliza  lo que nos pasa a los españoles: ante el peligro, nos replegamos dentro del caparazón y ocultamos nuestros temores, y como él nos tragamos la carroña nacional pero necesitamos vivir en un agua cristalina y pura.  

J.J.A. PERANDONES, El Faro Astorgano, jueves, 1, octubre, 2015
                                 




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Dictado y Cálculo

¿Sería don Matías, nuestro historiador y autor de laureadas obras para el aprendizaje de la lengua y las matemáticas, un maestro machadiano? Así  al menos yo lo imagino en la vieja escuela, a sus 70 años (en 1894), como el de don Antonio, de “timbre sonoro y hueco”, con todo un coro infantil cantando la lección: “mil veces ciento, cien mil; / mil veces mil, un millón”. Y Najat Wallaud, actual ministra de educación francesa, para esas decisiones suyas, tan osadas, ¿habrá encontrado en el país de la Ilustración un poeta como Machado, que le haga añorar la antigua escuela, esa que en las tardes “pardas y frías” de invierno mientras los colegiales estudian se disfruta la “…Monotonía / de la lluvia tras los cristales”. Leer y comprender lo que se lee, corregir dictados, cantar el cálculo, como antaño, es la receta educativa que, en grandes dosis, esta ministra  quiere se administre  a los niños franceses entre seis y doce años. Sus razones, vistas desde nuestro solar patrio con sus consabidos ministros, resultan revolucionarias: dice dejarse aconsejar por sus docentes, para quienes lo primero es “consolidar el conocimiento más simple antes de desarrollar los más complejos”. A ver si  algún día nuestros niños, aliviados de abultadas mochilas, con papel y bolígrafo, y un maestro machadiano, escriben muchos, muchos dictados, y  nos cantan: “mil veces ciento cien mil / mil veces mil…”.

J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 22, sept., 2015




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Septiembre

Finiquitados los meses de los emperadores Julio y Augusto, septiembre es puro engaño juliano, una fogosidad que se marchita. Así sucede, pues es este el mes noveno, no el séptimo de su nombre, y aunque cuenta con consonantes explosivas, son sus vocales melindrosas y débiles. Tal aparente embeleco  nos ofrecen  los plataneros de la muralla, pues dentro de  su cuajado verdor, en los bajos de  su copa, se marchitan ya esporádicas hojas que, calcinadas, pródigas vuelan al suelo. Y aunque con mayor belleza, porque absorben el sol templadamente dorado que propicia la maduración del fruto, igual suerte les espera  a los chopos lombardos de La Eragudina, estos días de color verde-limonero, y no tardando mucho escuálidas ramas que azotarán los huracanes y abrillantarán los hielos. Se fue julio y desaparecieron de las calles los violines,  platillos y tambores; llegó agosto con sus interminables colas en tiendas y despachos de lotería; con muchos hijos de la diáspora deseosos de ofrecer conferencias, recitales, poemas… Y aquí está septiembre, con su decimoctavo celuloide, con ese verdor  que se irá  marchitando para dar  paso a un festín de colores ocres y carmesíes. Si Woody Allen hubiese vivido este plácido septiembre nuestro,  a buen seguro hubiese escogido para su atormentada película el nombre de otro mes del año y no este, tan pronto alzado en  la pasión como vencido en la nostalgia.


J.J.A. Perandones. El Faro Astorgano, 11, septiembre, 2015




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Cornadas

  Esa cara contraída, tan tensa por el dolor que los labios, que por sí son una finura de línea recta acrecentada, se muestran en el Francisco Rivera empitonado como un cuadrado de honda negrura, representa la antesala de la muerte. Por fortuna, la cimitarra del toro Traidor, en la plaza de Huesca el pasado día 10, aunque se regodeó en  la blandura de su abdomen, no vació la roja fuente de la aorta, así que, cuando cicatricen las costuras de sus desgarros, aparecerá, embellecido, en esas revistas que nunca han abandonado a los Rivera, a los Ordóñez, a la Pantoja, y que se nominan del corazón. No habrá alcanzado la gloria de su padre, Paquirri, a quien Avispado, el 26 de septiembre del 84, deparó un entierro de trágicos “quejíos”; ni tampoco el silencio profundo,  como el de una barbera que cortaba el aire, en favor del maestro torero, Carpio, el cual, por arriesgar ante Aborrecido, como Belmonte,  portaron los astorganos hasta la sepultura el  29 de agosto de 1916.  Verano este sofocante de cornadas, de esas otras que, como se dice para los desafortunados, más da la vida: las mujeres asesinadas, esos niños que, estremecimiento da el pensarlo,  perecieron por degüello, de la  radial, o del cuchillo; o bien esos otros que aún se duelen por ser arrojados al vacío. Verano este, sí, sofocante de cornadas. ¡Leche!, que se vaya, y lleguen  prestos el fresco viento, la pasión templada.  


El Faro Astorgano, 22, agosto, 2015. J.J.A. Perandones




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“Me eché a llorar”

…, “cuando vi al niño, al que le habían dejado un biberón, me eché a llorar”, relata Rafael Diéguez. No es para menos: los contenedores soterrados, como el de Mejorada del Campo, al que la colombiana Catalina  arrojó a su hijo con 15 días de vida, mediado junio a hora temprana, no son  el torno hospiciano, que perduró en ciudades como la nuestra, sino la  caldera de Pedro Botero. No ha de extrañar, pues,  que el joven Rafa, al avisar del suceso, dudase  si aquello era el gemido de un bebé o  el maullido de un gato, aunque sus dos perros no olfateasen felino alguno: en estos buzones sepultados pronto el más vivo  llanto se vuelve agónico, pues las basuras entran en combustión, se acumulan los gases, se caldea el recinto y abrasa como llamarada, más la suave piel de este rechoncho bebé, inocente  de las miserias de los vivos. Cuando los  guardias civiles Andrés Moyano y Carlos Rodríguez  lo rescataron  envuelto en sábana blanca, con su chupete y biberón, Rafa rompió en sollozos. Y no es para menos: pues cómo se conjuga la ternura con la muerte, el paternal arrullo con el ronroneo del  padre sobre Catalina, a la que decía no querer ya este cuarto ¿o quinto? hijo. Para no reconocerse en la miseria de los vivos,  Marco, así bautizado en el Hospital del Henares, debiera  crecer con  este nombre, y  no con el de Julio, que para él tenían  destinado.   

(J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 11. agosto, 2015)







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30 velas 

  ... o treinta cohetes, flores o mantecadas debíamos haber encendido, tirado, olfateado o degustado el pasado 12 de junio, para festejar el trigésimo aniversario de la entrada de España en la Unión Europea. Casi nada: cuando aquellos años previos a la época de "La Transición" los estudiantes españoles íbamos los veranos a trabajar a Francia, en cualquier fábrica, por ejemplo la de productos cárnicos Olida-Caby, a las afueras de París, los obreros, que lo eran de cuna francesa o argelina, te saludaban con "España: togós, flamenco", y por si no los comprendías simulaban una verónica taurina o un zapateado. Entonces los Pirineos eran una frontera que separaba dos mundos: el de la ansiada democracia y el de nuestra dictadura. La evolución de España desde entonces, en los ámbitos cultural, político, económico y de infraestructuras es impresionante. Con caudales europeos se han financiado autovías, planes de empleo, dotaciones para el agua y el medio ambiente, mejora de las ciudades, de la nuestra mismamente... Hoy llevamos en los bolsillos monedas con que pagar en diversos países, nuestros estudiantes acuden a otras universidades europeas, un viaje a Dublín, Berlín..., es para muchos ciudadanos como acercarse a una ciudad próxima. Aún estamos a tiempo de festejar esta efeméride: así que la repique con garbo Colasa y no se quede mohíno Juan Zancuda.

(J.J.A.Perandones, EL Faro Astorgano, 1, agosto, 2015) 






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Marranerías

Solemos conversar de muchas cosas, del tiempo, de política, de los fracasos o éxitos ajenos. Pero a pocos preocupa la urbanidad y la civilidad: el banco roto, la papelera doblegada, la planta pisoteada, las palabras con sílabas malolientes, la vulgar pintada; la descortesía, o el olvido de  los ancianos.  Cuando menciono  a mis conversadores que se necesitaría de nuevo una asignatura de urbanidad, o intento convencer de su pertinencia a la progresía  más radical con la antigua cartilla de El niño republicano,  no hace ascos ninguno de ellos con la boca, pero sí con el pensamiento. Y se aburren soberanamente cuando les detallo las marranerías que en calles, plazas y vías he visto en las últimas jornadas: la cajetilla de tabaco o tique de la hora arrojados por la ventanilla del coche, la colinilla de mondas de pipas, los chicles como plaga de diviesos en el suelo, o eso tan detestable, y que no solo es hábito en  mayores sino en  algunos zagales,  pues para ellos es un rito más de su entrada en la adolescencia: el escupitajo o gargajo escupidos  al suelo. Erasmo de Rotterdam, en 1528, ya sexagenario,  dedicó un libro a la urbanidad, incluido un comentario al esputo. Nada tiene, pues, de menudencia este asunto. Tantas campañas ahora en los medios, tanto tilín ecológico, y no hay palabras  para la urbanidad y la civilidad. Pues que las proclamen.

(J.J.A. Perandones. El Faro Astorgano, 16, julio, 2015)



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La zapateta


   Hasta las parejas más “quitas", una vez deciden celebrar boda con rito eclesiástico o civil, gustan del festín y de inmortalizar fechas  tan señaladas con estampas de celuloide. La moda hoy en día es encargar  una preboda fotográfica,  para lo cual el retratista las hace posar en  parajes bucólicos, con ademanes de  Adán y Eva antes de morder la manzana,  o encaramados en rejerías de nobles monumentos. Las lomas que van recreciéndose desde el negro tajo de la nacional sexta hacia el Teleno están salpicadas de escobas, tomillinas, ordevillas…, con flores blancas, malvas y amarillas, lindas todas, la verdad, porque en el horizonte azuleteado son como serpentinas  de nieve, de amatista y de oro. David Andrés, David el Tamboritero, lleva la Maragatería tan en el alma que, para tal faena fotográfica,  eligió este edén; y ahí,  cerca del toro de Osborne, en Pradorrey, a su dama, Laura Celada, como él engalanada con traje maragato, le rindió pleitesía con una zapateta tal, que, ¡valgame el cielo!, el “rendezvous”  del marqués de Astorga a  una ‘amiga’, con unas coplillas allá por el XV, ni virilidad cortesana fueron, ni amor siquiera. Con la zapateta se tienta a la maragata para el baile, y ella da la vuelta al tiempo, para aceptar tal requiebro. Como David,  echemos nuestra zapateta para celebrar el amor, o  ahuyentar cualquier duende o pena.   

(J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 4, julio, 2015)  


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 Esa coleta

 …sujeta con una “pincina”, a cuya estampa estábamos acostumbrados, se ha cortado con pena María José Blanco Martínez, de la razón social Funeraria La Moderna. Las tijeras, si hincas bien  sus dos hojas y atenazas al tiempo con fuerza, en pocos tajos se lleva por delante la más densa melena; como  la  que  hasta hace unos días, a modo de coleta, lucía  sobre la espalda María José. Una buena coleta, como esta de tintado azabache,  estilo maja Julio Romero de Torres,  cuando la contemplas recién desgajada  sobre un paño verde, conserva tan tersas sus ondulaciones que parece gozar de vida propia. Nada que ver esa pena con el camelo de los toreros actuales al ofrecer  a la afición sus últimas verónicas en un ruedo; porque  lo que estos llevan  en su testera (y “se cortan”) no es moña goyesca ni remedo de tal, sino un postizo que más parece boñiga chiquita de recental: una castañeta. De niño, cuando vivía en la apartada casa blanca, cada temporada alguna gitana o mercader se acercaba para comprar las largas trenzas que las vecinas, como en un rito, se habían peinado sentadas  en taburetes junto a la Moldería Real. María José,  no ha hecho burla torera, ni recibido reales de gitana, sino que ha donado su densa melena a una asociación murciana pro “pelucas solidarias”,  para que aquellos sin monis y estragados por el dañino mal puedan seguir luciendo su belleza. ¡Al carajo la pena! 

(J.J.A. Perandones, Esa coleta, 27, junio, 2015)






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Delírium

   De algunos políticos (y políticas, claro), que ejercían un cargo municipal, en las últimas elecciones los ciudadanos se han apartado tanto de ellos que donde antes eran nueve ahora son cinco, o donde existía  un grupo de siete,  para contarlos, nos bastan ahora los tres dedos de una mano. Es lo que comúnmente se denomina “debacle electoral”. Los hay que mantienen su dignidad, reconocen sus errores, piden disculpas a los ciudadanos por no haber acertado en su gestión, se exculpan ante sus compañeros y se van para su casa. Pero otros (también otras, claro) no son capaces en trance tal de mantener la compostura,  e  incapaces de  librarse del peor escozor, el del fracaso,  recurren al victimismo.  Bien por sí mismos, o a través de consulta a escribano, aprovechan que su nombre aún suena para enviar escritos a la prensa, con el denominador común de inculpar a los demás de los males propios y buscar la compasión ajena. Si el victimismo fuese acusado, el escozor por dejar el cargo  mordiente y la autovaloración máxima, puede despertarse  en el  político llagado  una patología que le impide ver la realidad presente y  pretérita, es decir, hacer su propio examen de conciencia.
   Estos días, bien de los primeros, de los dignos,  o de los segundos, los de mordiente escozor, en otras tierras de España, y por estos pagos,  haberlos “haylos y haylas”. 

(J.J.A. Perandones, EL FARO ASTORGANO, 19, junio, 2015)







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Turismo total




    Es a lo que debe aspirar Astorga. Al patrimonio, fundamental,  eclesiástico, con sus museos, se ha unido en los últimos decenios el municipal: el Museo Romano y el del Chocolate, junto al legado romano (Ruta Romana). “De Roma a Gaudí”, Astorga puede ofrecer, junto a la naturaleza y patrimonio del entorno,  gastronomía, productos típicos y festividades declaradas de interés, lo que pocas ciudades tienen a su alcance: arquitectura, arqueología, industria y cultura. Para ello es necesario plantearse el reto de tres nuevos atractivos: la  fábrica Gómez Murias / La Rosario, por la que cualquier ciudad de España, dada su arquitectura y “maquinaria” desde el XIX suspiraría, la apertura de la casa de los Panero con el planteamiento que la Asociación, creada para colaborar en su gestión contempla, y poner en valor el yacimiento arqueológico de La Malena, en Castrillo de los Polvazares. Ello, unido a esa visión universal de los caminos históricos: como “nudo” de comunicaciones romano y enclave fundamental del Camino de Santiago y de la Vía de la Plata. Es un acervo de tal envergadura, sin demérito de otros atractivos comarcales, que es preciso ir pensando en cómo aprovecharlo de la forma más inteligente y “moderna”. Y para ello se ha de contar, o seguir contando, con cuantos han tenido una visión a largo plazo del turismo, y que han hecho posible su desarrollo actual.  

(J.J.A. Perandones, El Faro Astorgano, 11, junio, 2015)

La tolva, en principal 2015

Turismo total, 11, 6, 2015. Delírium, 9, 6, 2015. Esa coleta, 27, 6, 205. La zapateta, 4, 7, 2015. Marranerías, 16, 7, 2015. 30 velas, 1, 8, 2015. Me eché a llorar, 14, 8, 2015. Cornadas, 22, 8, 2015. Septiembe, 11, 9, 2015. Dictado y cálculo, 22, 9, 2015. El cangrejo, 1, 10, 2015. La cosecha, 5, 10, 2015. Bailemos, 16, 10, 2015. Los pobres, 22, 10, 2015. Sectarios, 12, 11, 2015. ¿Tongo?, sí y no, 26, 1, 2015. La escapada, 3, 12, 2015. Fum,. Fum, fum, 14, 12, 2015. El atrio, 31, 12, 2015. El numerito, 14, 1, 2016. Piojos, 21, 1, 2016. Polvo gris, 5, 2, 2016. Faranduleros, 19, 2, 2016. El niño danés, 3,3, 2016. ¿Y los niños?17, 3, 2016. La matraca, 22,3, 2016. ¡Malditos seáis!, 5, 4, 2016. El pico, 15, 4, 2016. ¿Y estos óculos?, 29, 4, 2016. Merles, 12, 5, 2016. El rayo, 26, 5, 2016. La amapola, 10, 6, 2016. El sátiro, 24, 6, 2016. Al fresco, 14, 7, 2016. Zig-zag, 26, 7, 2016. Donación, 5, 8, 2016. ¡Torero!, 18, 8, 2016. La cacha, 1, 9, 2016. Va por Losada, 15, 9, 2016. Razón tenía, 4, 10, 2016. FALTAN  Cóndor, 1938, 10, 8, 2017. Cóndor, 1940, 17, 8, 2017. El cohete, 5, 9, 2017. Aniversarios, 15, 9, 2017. Sin castañuelas, 29, 9, 2017. ¿FALTA? Banderas, 27, 10, 2017. Escalerillas, 10, 11, 2017. Las gradas, 23, 11, 2017. María, 9, 12, 2017. Aguinaldo, 21, 12, 2017. El jabalí, 11, 1, 2017 CAMBIADO CREO DE FECHa, PUES LA FOTO PONE 3, 1, 2018.  El tufo, 19, 1, 2018. Superluna, 2, 2, 2018. Isidoro, 15, 2, 2018. El circo, 2, 3, 2018. ¿Y nuestro pan?, 16, 3, 2018. ¡Agua!, 3, 4, 2028. El afilador, 13, 4, 2018. El Maristany, ida, 13, 4, 2018, El maristany, vuelta, 3, 5, 2018. Los mayos, 11, 5, 2018. El pardal, 25, 5, 2028. Angosta ayer, 8, 6, 2018. Angosta, hoy, 12, 6, 2018. El mirador, Los búhos y varios más cortados, penúltimo, 11, enero,